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Capítulo octavo De las piedras preciosas Párrapho primero: de todas las piedras preciosas en general, cómo se buscan, cómo se hallan Las piedras preciosas no se hallan así como están agora en poder de los que las tienen o que las venden. No se halla ansí hermosas y polidas y resplandecientes, mas antes se crían en unas piedras toscas, que no tienen ninguna aparencia ni hermosura, que están por essos campos, o en los pueblos las trayen de acá para allá. Y otras tales piedras muchas vezes tienen dentro de sí piedras preciosas, no grandes sino pequeñitas. Algunas las tienen en el medio, otras en las orillas o en los costados. Hay personas que conocen dónde se crían las piedras preciosas, y es que cualquier piedra preciosa, dondequiera que está, y está echando de sí vapor o exhalación como un humo delicado. Y esto humo se paresce cuando quiere el sol salir o a la salida del sol. Y a los que las buscan y conocen esto, pónense en lugar conveniente cuando quiere salir el sol y miran hazia a donde sale el sol, y donde ven salir un humito delicado luego conocen que allí hay piedra preciosa, o que ha nacido allí, o que ha sido escondida allí. Y van luego aquel lugar, y si hallan alguna piedra de donde salía aquel humito, entiende que dentro de ella está alguna piedra preciosa, y quiébranla para buscarla. Y si no hay piedra donde sale aquel humito, cavan en la tierra y hallan alguna caxa de piedra donde están algunas piedras preciosas escondidas, o por ventura está en la misma tierra perdida o ascondida. También hay otra señal donde se crían piedras preciosas, especialmente las que se llaman chalchihuites. En el lugar donde se crían, yerva que esta allí nacida está siempre verde. Y es porque estas piedras siempre echan de sí una exhalación fresca y húmeda, y donde esto está, cavan y hallan las piedras en que se crían estos chalchihuites. Las turquesas hállanse en minas. Hay minas donde las cavan y sacan, unas mejores que otras, unas que son claras y otras que son finas, unas que son trasparentes y otras que no lo son. También hay minas donde se halla un ámbar fino y el cristal o veril, y también las piedras de navajas, y también xaspe, y también las piedras donde se hazen los espejos; también unas negras que son como açavache, y también las piedras de sangre. Todas éstas se hazen en los montes y las cavan como minas. Y de estas piedras de xaspes muy preciosas hay gran cantidad en los términos del pueblo que se llama Sanctiago de Tecalco. De ellas hazen aras y otras piedras muy preciosas. Hállanse a la orilla de la mar otras preciosas, y perlas, y conchas blancas y coloradas, y otras piedras que se llaman uitzitzíltetl, que se hallan a la orilla de los ríos en la provincia de Totonacapan. Cuando los que conocen las piedras hallan alguna piedra preciosa dentro en ella, primeramente la quiebran y sacan la piedra preciosa de donde están, y luego la desbastan, y después la raspan, y después la lapiden para que resplandezcan, y después la esmeran sobre una caña maciça. Párrapho segundo: de la esmeralda y otras piedras preciosas de su especie Las esmeraldas se llaman quetzalitztli. Haylas en esta tierra muy buenas. Son preciosas, de mucho valor. Llámanse ansí porque quetzalli quiere dezir "pluma verde", y itztli quiere dezir "piedra de navaja", la cual es muy polida y sin mancha ninguna. Y estas dos cosas tiene la buena esmeralda, que es muy verde, no tiene mancha ninguna y muy polida y trasparente; es resplandeciente. Hay otro género de piedras que se llaman quetzalchalchíuitl. Dízese así porque es muy verde y tiene manera de chachíuitl. Las buenas de éstas no tienen mancha ninguna, y son trasparentes y muy verdes; las que no son tales tienen raças y manchas y rayas mezclados. Lábranse estas piedras unas redondas y aguxeradas, otras largas y rollizas y aguxeradas, otras trianguladas, otras cortadas al sesgo, otras cuadradas. Hay otras piedras que se llaman chalchihuites. Son verdes, y no trasparentes, mezcladas de blanco. Úsanlas mucho los principales, trayéndolas en las muñecas, atadas en hilo. Y aquello es señal de que es persona noble el que la trayen; a los macehuales no era lícito traella. Hay otras piedras que se llama xíuitl; éstas son turquesas bajas. Estas turquesas son hendidas y manchadas; no son recias. Algunas de ellas son cuadradas y otras de otras figuras. Labran con ellas de mosaico, haziendo cruzes o imágines, y otras pieças. Párrapho tercero: de las turquesas finas y otras piedras preciosas Teuxíuitl quire dezir "turquesa de los dioses", la cual a ninguno era lícito tenerla o usarla, sino que havía de estar o ofrecida o aplicada a los dioses. Es turquesa fina y sin ninguna mácula y muy lucia. Son raras estas piedras y preciosas. Tráenlas de lexos, algunas de éstas, y redondas; y llámanse xiuhtomoli; son como una avellana cortada por medio. Otras hay anchuelas y llanas. Algunas de ellas son ahoyadas, como carcomidas. Hay otro género de piedras que se llama tlapalteuxíuitl, que quiere dezir "turquesa fina colorada". Y creo que son rubíes de esta tierra. Son raras y preciosas. Hay también perlas en esta tierra y llámanse epyollotli, que quiere dezir "coraçón de concha", porque se cría en la concha de la ostia o ostra. Las perlas son bien conocidas de todos. El cristal de esta tierra se llama teuílotl. Es piedra que se halla en minas en las montañas. También entre éstas se crían las amatistas, que son piedras moradas, claras. El ámbar de esta tierra se llama apoçonalli. Dícese de esta manera porque el ámbar de esta tierra, o estas piedras ansí llamadas, son semejantes a las campanillas o empollas del agua cuando, las da el sol en saliendo, que parece que son amarillas claras, como oro. Estas piedras hállanse en mineros en las montañas. Hay tres maneras de estas piedras. La una manera de ellas se llama ámbar amarillo. Estas parecen que tienen dentro de sí una centella de fuego. Son muy hermosas. La segunda manera se llama quetzalapoçonalli. Dícese de esta manera porque son amarillas con una mezcla de verde claro. La tercera se llama iztacapoçonalli. Dízese assí porque son amarillas blanquecinas. No son trasparentes, ni son preciosas. Hay una piedra en esta tierra que se llama quetzalitzepyollotli, que parece que tiene muchas colores, y varíanse conforme de donde le da la claridad. Es preciosa por razón de la variedad de sus colores con la luz. Hay otra piedra en esta tierra que se llama tlilayótic. Es de género de los chalchihuites. Tiene mezcla de negro y verde. Párrapho cuarto: del jaspe y otras piedras de su especie Allende de las piedras arriba dichas, hay también piedras jaspes de muchas maneras y de muchas colores. Una de ellas se llama iztacchalchíuitl. Es muy blanca, como cáscara de huevo. Es alabastro. Algunas de estas piedras entre lo blanco tiénelos unas vetas verdes, y por esso se llama iztacchalchíuitl. Algunas tienen unas vetas verdes o de açul claro. Tiene también otras colores entrepuestas con lo blanco, como vetas pequeñas. Todas estas piedras tienen virtud contra las enfermedades. Hay otra piedra que se llama mixtecátetl; también se llama texoxoctli; también se llama "piedra como tigre manchada". Es piedra de poco valor, pero también tiene virtud contra algún enfermedad. Tomándola en la mano y teniéndola un rato se siente su virtud. Hay otras piedras en esta tierra, negras, que se, llama ítztetl. De éstas sacan las navajas. Y a las navajas sacadas de ellas se llama itztli. Con éstas rapan las cabeças y cortan cosas que no sean muy duras. Hay muchas, y grandes pieças. Cuando están en piedra son muy negras. Son muy lisas y resplandecientes. Cuando se labran y se hazen navajas son trasparentes y muy lisas, sin otra mezcla de color ninguna. Algunas de ellas son rojas, otras blanquecinas. Estas piedras creo que son esmeraldas negras por la virtud que de ellas he experimentado. Molidas como harina y echadas en llagas o heridas recientes, las sanan muy en breve y no las dexan criar materia. Molidas como se dixo, mezcladas con carne de membrillo o con cualquiera otra conserva, muy amasadas de manera que la conserva tome la arena o harina, en cantidad comida tanto como una píldora, o dos o tres, son muy provechosas contra las reumas y dan gran sonoridad a la voz; mitigan cualquiera calor interior. Esto sé por experiencia de muchos días. Huvo antiguamente en esta tierra, y aún todavía las hay según se hallan pedaços de ellas en diversos edificios antiguos, unas piedras verdes claras que llaman toltecaitztli. Son preciosas, y pienso mas virtuosas que las de arriba. Hay otras piedras de este género que se llama matlalitztli. Son açules oscuras, y otras claras, otras muy açules. Son preciosas. Lábranse como las de las navajas. Son raras, y pienso de más virtud que las arriba dichas. Hay en esta tierra unas piedras que son del género de las arriba dichas, las cuales se llaman xiuhmatlalitztli, y según la relación de la letra es zafiro. Dize que es piedra muy preciosa, más que todas las piedras, y dize que es como la gota de agua que sale de la leña verde cuando se quema, la cual gota es claríssima y algo açul muy claro. Esta piedra, siendo labrada como las navajas, resplandece de noche. Es esta piedra preciosíssima. Hállase en las mismas minas donde se sacan las piedras de las navajas, pero parecen raramente, y guárdanlas mucho. Son de gran virtud, más que la esmeralda. Yo tengo experiencia de la virtud y hermosura de esta piedra. Hay unas piedras negras que se llaman téutetl. Tienen aparencia de açavache. Son raras, y tienen un negro muy fino sin mezcla de ningún otro color, el cual negro y su fineza y su pureza no se halla en ningún otra piedra. No carece de mucha virtud, aunque yo no tengo esperiencia de ella. Hay también unas piedras que se llaman éztetl, que quiere dezir "piedra de sangre". Es piedra parda y sembrada de muchas gutitas de colorado, como de sangre, y otras vertecitas entre las coloradas. Esta piedra tiene virtud de restañar la sangre que sale de las narizes. Yo tengo experiencia de la virtud de esta piedra, porque tengo una tan grande como un puño, o poco menos, tosca como la quebraron de la roca, lo cual en este año de mil y quinientos y setenta y seis, en esta pestilencia ha dado la vida a muchos que se les salía la sangre y la vida por las narizes. Y tomándola en la mano, y teniéndola algún rato apoñada, cessava de salir la sangre y sanavan de esta enfermedad de que han muerto y mueren muchos en toda esta Nueva España. De esto hay muchos testigos en este pueblo del Tlatilulco de Sanctiago. Párrapho quinto: de las piedras de que se hazen los espejos, y otras piedras baxas Hay en esta tierra piedras de que se hazen espejos. Hay venas de estas piedras y minas de donde se sacan. Unas de estas piedras son blancas y de ellas se hazen buenos espejos. Llámanse estos espejos "palancianos espejos de señoras y señores". Tienen muy bien metal. Hazen la cara muy al proprio. Cuando están en piedra parecen pedaços de metal. Cuando los labran y pulen son muy hermosos, muy lisos, sin raça ninguna; son preciosos. Hay otras piedras de este metal que son negras. Cuando las labran y pulen házense unos espejos de ellas que representan la cara muy al revés de lo que es. Hazen la cara grande y disforme, las cexas gruesas y largas, los labios gruessos y disformes, las narizes grandes y gruessas; ninguna cosa se representa al proprio. Labran estos espejos de muchas figuras: unos redondos, otros triangulados, otros de otras figuras. Véndense en los tiánquez, unos grandes, otros medianos, otros pequeños. Hay en esta tierra pedernales muy buenos y de muchas maneras en su facción, y de muchas colores, como en la letra se explica muy por menudo. Aprovechávanse de ellos antiguamente para hazer casquitos de saetas y cuchillos para abrir los pechos a los que sacrificavan; agora ya no aprovechan de otra cosa sino para los arcabuces y para sacar fuego con eslabón. De ellos todavía los usan para casquillos de las saetas. Hay una manera de pedernales verdes que se llaman xoxouhquitécpatl. Tiran a chalchihuites. Los lapidarios llámanlos tecélic, porque son blandos de labrar. Tienen unas pintas de açul claro. A las piedras labradas y curiosas que traen atadas a las muñecas, ora sean de cristal o de otras piedras preciosas, llámanlas chopílotl, el cual vocablo se puede aplicar a cualquiera piedra curiosamente labrada o hermosa, que lo llaman chopilótic. Hay unas pedrezuelas blancas, muy blancas, que tienen algunas vetas o raças de otras colores. Llámanlas tepuchtli. Hay en esta tierra piedra mármor, y llámanle aitztli. Es la manera del mármor de España. Hay unas piedras preciosas que se llaman uitzitzíltetl, que quiere dezir "piedra que parece al cinçón". Esta es piedra pequeñuela y blanca, pero la luz házela parecer de diversos colores, como también haze parecer de diversos colores a la pluma del cinçón. Parece de diversos colores esta piedra según la diversidad de la luz que le da. Está esto esplicado bien en la letra. Tiene hechura como de hurmiga. Hállase esta piedra a las orillas de la mar, entre la arena, y también se halla en un río que corre por la tierra de Totocacapan. Venla de noche porque resplandece a la manera de luciérnaga o como una candelita pequeña que está ardiendo, y de lexos no parece sino luciérnaga. Y conocen ser la piedra dicha en que está queda aquella luz y no se mueve. Es rara y preciosa. No la usan sino lo señores. Es trasparente o a lo menos de la color de una perla muy fina. Hay en esta tierra muchas maneras de conchas de que usan estos naturales por cosa preciosa. Llámanlas atzcalli. Son de diversas maneras y de diversos colores. Son de pescados mariscos que en ellas se crían. Hay unas coloradas, otras blancas, otras amarillas, otras de diversos colores; a éstas llaman quetzalatzcalli o chalchiuhatzcalli. Esta diversidad de colores tiénenlas por de dentro, que parecen unos esmaltes muy ricos, y el aspecto de la luz los varía en diversas formas. Algunos llaman a estas conchas uitzitzilatzcalli. Otras de estas conchas son bermejas por de fuera, como bermellón. De todas éstas usan para adornarse en los areitos y tiénenlas en mucho. Llámanse todas estas conchas tapachtli. Este vocablo atzcalli se toma por todos los mariscos o sus conchas, como son tecuciztli, que son caracoles grandes mariscos; también los que llaman chipolli, y otros que llaman cilli, que son caracolitos pequeñitos preciosos; también las abaneras que llaman tapachtli, y otros caracoles que llaman tecuciztli. Los caracoles mariscos son blancos. Unos son grandes, otros son pequeños; todos ellos son enroscados. Son preciosos y táñense como corneta o trompeta. Los caracoles unos son colorados finos, otros colorados blanquecinos, otros morados. De las avaneras o conchas mariscas unas son amarillas claras, otras más amarillas. Las conchas de ostras o ostias, donde se haze las perlas, por de fuera son toscas y de ninguna aparencia, y de color pardillo, como hueso podrido, pero de dentro son lisas, vedriadas, y muy lindas, como esmaltadas de todas colores: de color colorada y amarilla y azul, color de carmesí, y verde claro, y morado, y de todas otras colores; y parece el arco del cielo de diversas colores. El caracolito que se llama cili es muy liso y muy blanco. El caracolito que se llama culcili es leonado y de diversas colores, pintado a manera de codorniz. Otros caracoles que se llaman chipoli son grandecillos. Son muy blancos y de muy bien parecer.
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Capítulo octavo De otro embuste del mismo nigromántico, con que mató otros muchos de los de Tulla Otro embuste hizo el dicho nigromántico, el cual pareció como un hombre valiente que se llamava tequioa. Y mandó a un pregonero que apregonasse y llamase a todos los comarcanos de Tulla para que viniessen a hazer cierta obra en una huerta de flores, que se llama Xuchitla, para beneficiar y cultivar la dicha huerta, porque ansí la llaman Xuchitla -dizque que era huerta del dicho Quetzalcóatl-. Y ansí lo hizieron todos y vinieron a hazer la dicha obra en la dicha huerta de Quetzalcóatl, y en juntándose todos los dichos tultecas, luego començó el dicho nigromántico a matar a los dichos tultecas, achocándolos con una coa, y mató muy muchos sin cuenta de ellos; y otros ívanse huyendo por escaparse de sus manos, y entrompeçando y cayendo luego murían, y otros empuxavan unos a otros; todos ansí se matavan. CapÍtulo 9 De otro embuste que hizo el mismo nigromántico, con que mató muchos más de los tultecas Otro embuste hizo el nigromántico ya dicho. Assentóse en medio del mercado del tiánquez, y dixo llamarse Tlacauepan, o otro nombre Cuéxcoch, y hazía bailar a un muchachuelo en la palma de sus manos -dizque era Uitzilopuchtli-. Y le ponía dançando en sus manos al dicho muchachuelo; y como le vieron los dichos tultecas, todos se levantaron y fueron a mirarle, y empuxávanse unos a otros, y ansí murieron muchos ahogados y acoceados. Y esto acaeció muy muchas vezes que los dichos tultecas se matavan empuxándose unos a otros. Dixo el dicho nigromántico a los dichos tultecas: "¡Ah, tultecas! ¿Qué es esto? ¿Qué embuste es éste? ¿Cómo no lo sentís? Un embuste que haze dançar al muchachuelo. ¡Mataldos y apredrealdos!" Y ansí mataron a pedradas al dicho nigromántico y al muchachuelo; y después de haverle muerto, començó a heder el cuerpo del dicho nigromántico, y el hedor -corrompía el aire, que de donde venía el viento llevava muy mal hedor a los dichos tultecas, de que muy muchos se murían. Y el dicho nigromántico dixo a los dichos tultecas: "Echaldo por ahí a este muerto, porque ya se mueren muy muchos de los tultecas del hedor del dicho nigromántico". Y ansí lo hizieron los dichos tultecas, y ataron al muerto con unas sogas para llevar y echar al muerto, que hedía y pesava tanto que los dichos tultecas no podían llevarle; de antes pensavan que presto le echarían fuera de Tulla. Y un pregonero pregonó, diziendo: "¡Ah, tultecas! Veníos todos y traed vuestras sogas para atar al muerto y echarle fuera". Y en juntándose todos los dichos tultecas, luego ataron al muerto con las sogas y començaron a llevarle arrastrando al dicho muerto, diziendo entre sí: "¡Oh, tultecas! ¡Ea, pues, arrastrad a este muerto con vuestras sogas!" Y el dicho muerto tanto pesava que no le podían mover, y quebrávanse las sogas, y quebrándose una soga los que estavan asidos a ella caían y murían súbitamente, cayendo unos sobre otros. Y ansí, no pudiendo arrastrar al dicho muerto, dixo el dicho nigromántico a los dichos tultecas: "¡Ah, tultecas! Este muerto quiere un verso de canto". Y él mesmo dixo el canto, diziéndoles: "Arrastraldo al muerto Tlacauepan nigromántico". Y ansí en cantando este verso, luego començaron a llevar arrastrando al muerto dando gritos y bozes, y en quebrando una soga, todos los que estavan asidos a la soga murían. Y los que se empuxavan unos a otros, y los que caían unos sobre otros, todos murían. Y llevaron al muerto hasta el monte; y los que se bolvieron no sentían aquello que le havía acaecido porque estavan borrachos. CapÍtulo 10 De otros embustes del mismo nigromántico Otro embuste hizo el dicho nigromántico en el dicho Tulla. Es que dizen que andava volando una ave blanca que se llama iztacuixtli pasada con una saeta, algo lexos de la tierra, y claramente la veían los dichos tultecas mirando hazia arriba. Otro embuste hizo el dicho nigromántico, que fue de los dichos tultecas, los cuales vían de noche una sierra que se llama Çacatépec ardiéndose, y las llamas parecían de lexos; y al tiempo que la vían, alborotávanse y davan gritos y bozes, y estavan desasosegados y dezían unos a otros: "¡Oh, tultecas, ya nos acaba la fortuna, ya perecemos, ya se acaba tultecáyutl, ya nos vino la mala ventura! ¡Guay de nosotros! ¿A dónde iremos? ¡Oh, desventurados de nosotros! ¡Esforçaos!". Iten, otro embuste que fue de los dichos tultecas, lo cual hizo el dicho nigromántico, que llovió sobre ellos piedras. Y después de passado esto, cayóles del cielo una piedra grande que se llamava téchcatl; y desde entonces andava una vieja india en un lugar que se llama Chapultépec Cuitlapilco, o otro nombre Uetzinco, vendiendo unas vanderillas de papel, diziendo: "¡Ah, las vanderas!" Quien se determinava a morir, luego dezía: "Compradme una vanderilla". Y siéndole mercada la vanderilla, luego se iva a donde estava la dicha piedra téchcatl, y allí le matavan; y no havía quien dixesse: "¿Qué es esto que nos acontece?" Y estavan como locos. CapÍtulo 11 De otro embuste del mismo nigromántico, con que mató otros muchos tullanos Iten, otro embuste hizo el dicho nigromántico contra los dichos tultecas. Dizen que todos los mantenimientos se bolvieron azedos y nadie los podía comer. Y una india vieja pareció -dizen que era el mismo nigromántico, el cual pareció como una india vieja-y assentóse en un lugar que se llama Xochitla y tostava el maíz, y el olor del dicho maíz tostado llegava a los pueblos de toda la comarca. Y cuando olían los dichos tultecas el maíz, luego venían corriendo y en un momento llegavan al dicho lugar Xochitla donde estava la dicha vieja. Porque dizen que los tultecas eran ligeros; aunque estavan muy lexos, presto venían y llegavan a donde querían. Y todos cuantos venían los dichos tultecas y se juntavan los matava la dicha vieja, y ninguno de ellos se bolvía. Gran engaño y burla les hazía; y mató muy muchos tultecas el dicho nigromántico por el dicho embuste que les hizo. CapÍtulo 12 De la huída de Quetzalcóatl para Tlapalla, y de las cosas que por el camino hizo Otros muchos embustes les acaecieron a los dichos tultecas por havérseles acabado la fortuna. Y el dicho Quetzalcóatl, teniendo pesadumbre de los dichos embustes y acordando de irse de Tulla a Tlapalla, hizo quemar todas las casas que tenían hechas de plata y de conchas, y enterrar otras cosas preciosas dentro de las sierras o barrancos de los ríos, y convertid los árboles de cacao en otros árboles que se llaman mízquitl. Y más de esto, mandó a todos los géneros de aves de pluma rica, que se llaman quetzaltótotl y xiuhtótotl y tlauhquéchol, que se fuessen delante, y fuéronse hasta Anáoac: que dista más de cient leguas. Y el dicho Quetzalcóatl començó a tomar el camino y partirse de Tulla, y ansí se fue y llegó a un lugar que se llama Cuauhtitla, donde estava un árbol grande, y grueso y largo; y el dicho Quetzalcóatl arrimóse a él y pidió a los pages un espejo, y se lo dieron, y miróse la cara en el dicho espejo y dixo: "Ya estoy viejo". Y entonces nombró el dicho lugar Ueuecuauhtitlan, y luego tomó piedras con que apedreó al dicho árbol; y todas las piedras que tirava el dicho Quetzalcóatl las metía dentro del dicho árbol, y por muchos tiempos assí estavan y parecían, y todos las vían dende el suelo hasta arriba. Y ansí iva caminando, y ivan delante tañéndole flautas; y llegó a otro lugar en el camino donde descansó y se assentó en una piedra, y puso las manos en la piedra y dexó las señales de las manos en la dicha piedra. Y estando mirando hazia Tulla, començó a llorar tristemente, y las lágrimas que derramó cavaron y horadaron la dicha piedra donde estava llorando y descansando el dicho Quetzalcóatl. CapÍtulo 13 De las señales que dexó en las piedras, hechas con las palmas y con las nalgas donde se assentava El dicho Quetzalcóatl puso las manos, tocando a la piedra grande de donde se assentó, y dexó señales de las palmas de sus manos en la dicha piedra, ansí como si las dichas manos pusiese en lodo que ligeramente dexasse las palmas de las manos señaladas, y también dexó señales de las nalgas en la dicha piedra donde se havía assentado. Y las dichas señales parecen y se ven claramente, y entonces nombró el dicho lugar Temacpalco. Y se levantó, yéndose de camino, y llegó a otro lugar que se llama Tepanoaya, y allí pasa un río grande y ancho. Y el dicho Quetzalcóatl mandó hazer y poner una puente de piedra en aquel dicho río, y ansí por aquella dicha puente pasó el dicho Quetzalcóatl, y se llamó el dicho lugar Tepanoaya. Yéndose de camino el dicho Quetzalcóatl, llegó a otro lugar que se llama Coahapa, en donde los dichos nigrománticos vinieron a toparse con él por impedirle que no se fuesse más adelante, diziendo al dicho Quetzalcóatl: "¿A dónde os vais? ¿Por qué dexastes vuestro pueblo? ¿A quién lo encomendastes? ¿Quién hará penitencia?" Y dixo el dicho Quetzalcóatl, respondiendo a los dicho nigrománticos: "En ninguna manera podéis impedir mi ida; por fuerça tengo de irme". Y los dicho nigrománticos dixeron, preguntando al dicho Quetzalcóatl: "¿A dónde os vais?" Y les respondió, diziendo: "Yo me voy hasta a Tlapallan". Y le preguntaron los dichos nigrománticos, diziendo: "¿A qué os vais allá?" Y les respondió el dicho Quetzalcóatl, diziendo: "Vinieron a llamarme, y llámame el sol". Y le dixeron los dichos nigrománticos al dicho Quetzalcóatl: "Ios en hora buena, y dexad todas las artes mecánicas de fundir plata, y labrar piedras y madera, y pintar, y hazer plumajes y otros oficios". Todo se lo quitaron los dichos nigrománticos al dicho Quetzalcóatl; y el dicho Quetzalcóatl començó a echar en una fuente todas las joyas ricas que llevava consigo. Y ansí fue llamada la dicha fuente Cozcaapa, y agora esta fuente se llama Coahapa. Y el dicho Quetzalcóatl yendo de camino, llegó a otro lugar que se llama Cochtoca, y vino otro nigromántico y topóse con él diziendo: "¿A dónde os vais?" Y le dixo Quetzalcóatl: "Yo me voy a Tlapalla". Y el dicho nigromántico dixo al dicho Quetzalcóatl: "En hora buena os vais, y beve esse vino que os traigo". Y dixo el dicho Quetzalcóatl: "No lo puedo bever, ni aun gustar un tantito". Y le dixo el dicho nigromántico: "Por fuerça lo havéis de bever o gustar un tantito, porque a ninguno de los bivos dexo de dar y hazer bever esse vino; a todos emborracho. ¡Ea, pues, bévalo!" Y el dicho Quetzalcóatl tomó el vino y lo bevió con una caña, y en beviéndolo, se emborrachó y dormióse en el camino, y començó a roncar; y cuando despertó, mirando a una parte y a otra, sacudía los cabellos con la mano, y entonces fue llamado el dicho lugar Cochtoca. CapÍtulo 14 De cómo de frío se le murieron todos sus pages a Quetzalcóatl en la passada de entre las dos sierras: el Vulcán y la Sierra Nevada, y de otras hazañas suyas El dicho Quetzalcóatl, yéndose de camino más adelante, a la passada de entre las dos sierras del Vulcán y la Sierra Nevada, todos los pajes del dicho Quetzalcóatl, que eran enanos y corcobados, que le ivan acompañando, se le murieron de frío dentro de la dicha pasada de las dichas dos sierras. Y el dicho Quetzalcóatl sintió mucho lo que le havía acaecido de la muerte de los dichos pages, y llorando muy tristemente, y cantando con lloro y sospirando miró la otra sierra nevada que se nombra Poyauhtécatl, que está cabe Tecamachalco; y ansí pasó por todos los lugares y pueblos, y puso muy muchas señales en las sierras y caminos, según que dizen. Más dizen, que el dicho Quetzalcóatl andávase holgando y jugando en una sierra, y encima de la sierra se assentó, y veníase abaxando asentado hasta el suelo y baxo de la sierra, y ansí lo hazía muchas vezes. Y en otro lugar hizo poner un juego de pelota hecho de piedras en cuadra, donde solían jugar la pelota que se llama tlachtli, y en el medio del juego puso una señal o raya que se dize tlécotl; y donde hizo la raya está abierta la tierra muy profundamente. Y en otro lugar tiró con una saeta a un árbol grande que se llama póchutl, y la saeta era también un árbol que se llama póchutl, y atravesóle con la dicha saeta Y assí esta hecha una cruz. Y más dizen, que el dicho Quetzalcóatl hizo y edificó unas casas debaxo de la tierra, que se llaman Mictlancalco. Y más, hizo poner una piedra grande que se mueve con el dedo menor, y dizen que cuando hay muchos hombre que quieren mover y menear la piedra que no se mueve, aunque sean muy muchos. Y más, hay otras cosas notables que hizo el Quetzalcóatl en muchos pueblos, y dio todos los nombres a las sierras y montes y lugares. Y ansí, en llegando a la ribera de la mar, mandó hazer una balsa hecha de culebras que se llama coatlapechtli, y en ella entró y assentóse como en una canoa, y ansí se fue por la mar navegando, y no se sabe cómo y de qué manera llegó al dicho Tlapalla. Fin del tercero libro Comiença el apéndiz del Libro Tercero
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Capítulo once De lo que pasava cuando el que hazía el banquete iva a combidar a los otros mercaderes a Tochtépec El que hazía el combite o banquete para combidar a sus combidados, primero iva al pueblo de Tochtdpec. Llevava consigo tamemes que llevavan las cargas a cuestas, donde iva lo que havía de dar a los que havía de combidar, que eran los mercaderes tlatilulcanos que allí vivían. Entrando en el pueblo, primeramente iva a visitar al dios de los mercaderes, que se llamava Yiacatecutli, y luego barría su templo y echava petates delante de la imagen. Luego desembolvia la carga en que llevava nuevos ornamentos para Yiacatecutli, y luego desatava el manojo de báculos de mercaderes que llevava, y ponía delante de aquel dios tantos báculos cuantos esclavos havía de matar. Si ponía dos báculos, que llaman wlatopilli, era señal que havía de matar dos personas, un hombre y una muger; y si ponía tres, era señal que havía de matar tres esclavos; y si ponía cuatro, era señal que havía de matar cuatro esclavos. Ponía los báculos más escogidos que llevava; y éstos atados, todos juntos, los ponía junto a la imagen de Yiacatecutli, y luego los componía con papeles que llevava para esto. Y ponía delante de ellos un petate, y ponía papeles encima del petate, delante de los báculos. Los báculos eran señal del número de los esclavos que havía de matar. Si ponía dos, era señal que havía de matar un hombre y una muger; y si ponía cuatro báculos, era señal que havía de matar dos hombres y dos mugeres. Y cubría los báculos con mantas, unas que se llaman coyoichcatilmatli tetecomayo, con unas flocaduras de pluma puestas en las orillas. Ponían también mastles de cabos largos que llaman yacautac. Ponían también en el báculo que significava la muger unas naoas que se llamava tetenacazco o chicocuditl, y un uipilli sembrado de flores labradas. Todo esto lo ponían delante la imagen de Yiacatecuth, para que en aquello conociessen que con aquellos atavíos havía de ataviar a los esclavos que havía de matar. Y con aquello significava que el combite havía de ser muy costoso, y lo que en él se havía de dar muy precioso; y esto para provocar a los combidados. Después que el sobredicho huvo hecho la ofrenda delante del dios Yiacatecutli, luego iva a la casa de los mercaderes tlatilulcanos que en este pueblo habitavan y luego mandava a hazer comida y bevida. Y estando todo aprestado, llamava a los mercaderes ricos y tratantes en esclavos. Llamava a todos los mercaderes que habitavan en doze pueblos. Los combidados venían a la medianoche a la casa del combite. Estando ya todos juntos, dávanlos aguamanos, y luego los servían la comida y comían todos. Acabada la comida, otra vez lavavan las manos y la boca, y luego les ponían la bevida de cacao en sus xícaras delante, y luego cañas de humo. Después de esto les davan mantas y flores y otras cosas. Haviendo hecho esto, el que havía de hazer el banquete iva luego al patio de la casa a hazer sacrificio. Algún su criado que iva con él llevava codornizes, tantas en número cuantas esclavos havía de matar. Poníase delante del hogar, que para esto estava aparejado, y descabeçava a cada una y arrojávala en el fuego, y luego ofrecía encienso hazia las cuatro partes del mundo. Después de esto, el que hazía el combite sentávase delante de los que havían comido, y uno de los que sabían bien hablar rogávale que hablase por él a los que estavan presentes, el cual dezía lo que se sigue: "Aquí estáis todos juntos, los señores y principales de los mercaderes. Havéis tornado trabajos y fatiga en venir a este lugar, siendo las personas que sois. Tú, que eres fuerte y valiente, que eres acostumbrado a los trabajos de los caminos, por los cuales pones a riesgo tu vida y salud, atreviéndote sin temor a subir y descendir riscos y barrancas y montes y páramos con fatigas y trabajos, buscando los regalos y delicadeces de nuestro señor dios, veis aquí el fruto de los trabajos de passar sierras y barrancas. Y no es bien que quede sin galardón, y no es bien que pierda el fruto de las cosas ganadas y de sus riqueças nuestro señor dios. Y porque este que aqui veis quiere hazer algún servicio y mostrar agradecimiento al señor dios Uitzilopuchtli, matando algunos esclavos en su presencia, por lo cual ha venido, a combidaros. No hay otra cosa que deziros más de lo que havéis oído, señores y principales y mercaderes." Haviendo oído esto los mercaderes y principales mexicanos y tlatilulcanos, que son señores de aquellos doze pueblos, respondían lo que se sigue: "Señores nuestros, mercaderes, que estáis aquí presentes. Ya hemos oído y entendido lo que venís a rogar con lágrimas y lloro. Ya hemos entendido el deseo de vuestros coraçones, que lo havéis traido secreto y guardado, desde allá donde venís, que es el fruto de los trabajos de este señor mercader que nos viene a combidar. Esto es merced que recebimos y se nos haze por amor de nuestro señor dios." Haviendo hecho esta diligencia en combidar a todos los mercaderes y señores, este que hazia el banquete despediase de la casa donde possava, y tomando su báculo ataviado con borlas de pluma rica veníase para, su tierra, México y Tlatilulco.
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Capítulo onze Del séptimo signo, llamado ce quiáutl, y de su desastrada fortuna. Dezían que los que en este signo nacen son nigrománticos, bruxos, hechizeros, embaidores. Es de notar que este vocablo tlacatecúlotl propiamente quiere dezir nigromántico o bruxo. Impropiamente se usa por diablo. Casi todas las cosas de este signo eran de mala digestión; pero la décima casa y la terciadécima casa universalmente en todos los signos eran felices El séptimo signo se llamava ce quiáuitl. Dezían que era de mala ventura, porque en esta casa dezían que las diosas, que se llamavan cioateteu, descendían a la tierra y davan muchas enfermedades a los muchachos y muchachas, y los padres con todo rigor mandavan a sus hijos que no saliessen fuera de sus casas. Dezíanles: "No salgáis de casa, porque si salís encontraros heis con las diosas llamadas cioateteu, que descenden agora a la tierra". Tenían temor los padres y madres que no diesse perlasía a sus hijos si saliessen a alguna parte reinante este signo. Ofrecían en los oratorios de las diosas, porque havían muchos en muchas partes, y cobrían con papeles a las estatuas de estas diosas. También, reinante este signo, matavan a los que estavan encarcelados por algún pecado criminal digno de muerte; también matavan a los esclavos por la vida del señor, porque viviesse muchos años. Y a los que nacían en este signo no los baptizavan, sino difiríanlos hasta la tercera casa, que se llamava ei cipactli. Dezían que aquella casa mejorava la fortuna de aquel que se baptizava; y dezían que los que nacían en este signo, serían nigrománticos o embaidores o hechizeros, y se trasfiguravan en animales, y sabían palabras para hechizar a las mugeres y para inclinar los coraçones a lo que quisiessen y para otros maleficios. Y para esto se alquilavan a los que querían hazer mal a sus enemigos y les desseavan la muerte. Hazían sus encantamientos de noche, cuatro noches; escogíanlas en signo mal afortunado y ivan a las casas de aquellos a quien querían empecer de noche. Y a las vezes allá los prendían, porque aquellos a quien ivan a maleficiar, si eran animosos, azechávanlos y cogíanlos, y arrancávanlos los cabellos de la coronilla de la cabeça, y con esto, llegando a su casa, morían. Y algunos dezían que se remediavan si tomassen prestado algo de aquella casa: agua o fuego o algún vaso. Y aquel que havía arrancado los cabellos, si era avisado, velava todo aquel día para que nadie sacasse cosa ninguna de su casa, ni prestada ni de otra manera, y así moría aquel nigromántico. Estos tales nunca tenían plazer ni contento; siempre andavan mal vestidos y de mal gesto; ningún amigo tenían, ni entravan en casa de nadie, ni nadie les quería bien. Y si era muger la que nacía en este signo, aunque fuesse principal, nunca se casava, ni medrava; siempre andava de casa en casa, y todos dezían que el signo en que havía nacido le havía dado aquella condición.
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Capítulo onze De lo que se hazía depués de haver sacado el fuego nuevo Hecha aquella hoguera grande, según dicho es, de la lumbre nueva, luego los ministros de los ídolos que havían venido de México y de otros pueblos tomavan de aquella lumbre porque allí estavan esperándola, y embiavan por allá los que eran muy ligeros y corredores grandes, y llevávanla en unas teas de pino hechas a manera de hachas. Corrían todos a gran priessa y a porfía para que muy presto se llevasse la lumbre a cualquier pueblo. Los de México, en trayendo aquella lumbre con aquellas teas de pino, luego la llevavan al templo del ídolo de Uitzilopuchtli y poníanla en un candelero hecho de cal y canto, puesto delante del ídolo, y ponían en él mucho encienso de copal. Y de allí tomavan y llevavan al aposento de los sacerdotes que se dizen mexicanos, y después a otros aposentos de los dichos ministros de ídolos, y de allí tomavan y llevavan todos los vezinos de la ciudad. Y era cosa de ver a aquella multitud de gente que venían por la lumbre, y ansí hazían hogueras grandes y muchas en cada barrio, y hazían muy grandes regozijos. Lo mesmo hazían los otros sacerdotes de otros pueblos, porque llevavan la dicha lumbre muy apriessa y a porfía, porque el que más podía correr que otros, tomava la tea de pino, y ansí muy presto, casi en un momento, llegavan a sus pueblos, y luego venían a tomar todos los vezinos de ella. Y era cosa de ver la muchedumbre de los fuegos en todos los pueblos, que parecía ser de día; y primero se hazían lumbres en las casas donde moravan los dichos ministros de los ídolos.
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De los Comentarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca Después que Dios Nuestro Señor fue servido de sacar a Alvar Núñez Cabeza de Vaca del captiverio y trabajos que tuvo diez años en la Florida y vino a estos reinos en el año del Señor de 1537, donde estuvo hasta el año de 40, en el cual vinieron a esta corte de Su Majestad personas del Ryo de la Plata a dar cuenta a Su Majestad del suceso de la armada que allí había enviado don Pedro de Mendoza, y de los trabajos en que estaban los que de ellos escaparon, y a le suplicar fuese servido de los proveer y socorrer, antes que todos peresciesen (porque ya quedaban pocos de ellos). Y sabido por Su Majestad, mandó que se tomase cierto asiento y capitulación con Alvar Núñez Cabeza de Vaca para que fuese a socorrellos; el cual asiento y capitulación se efectuó mediante que el dicho Cabeza de Vaca se ofresció de los ir a socorrer, y que gastaría en la jornada y socorro que así había de hacer, en caballos, armas, ropas y bastimentos y otras cosas, ocho mil ducados, y por la capitulación y asiento que con Su Majestad tomó, le hizo merced de la gobernación y de la capitanía general de aquella tierra y provincia, con título de adelantado de ella; y asimesmo le hizo merced del dozavo de todo lo que en la tierra y provincia se hobiese y lo que en ella entrase y saliese, con tanto que el dicho Alvar Núñez gastase en la jornada los dichos ocho mil ducados; y así, él en cumplimiento del asiento que con Su Majestad hizo, se partió luego a Sevilla para poner en obra lo capitulado y proveerse para el dicho socorro y armada; y para ello mercó dos naos y una carabela para con otra que le esperaba en Canarias; la una nao de éstas era nueva del primer viaje, y era de trescientos y cincuenta toneles, y la otra era de ciento y cincuenta; los cuales navíos aderezó muy bien y proveyó de muchos bastimentos y pilotos y marineros, e hizo cuatrocientos soldados bien aderezados, cual convenía para el socorro; y todos los que se ofrecieron a ir en la jornada llevaron las armas dobladas. Estuvo en mercar y proveer los navíos desde el mes de mayo hasta en fin de septiembre, y estuvieron prestos para poder navegar, y con tiempos contrarios estuvo detenido en la ciudad de Cádiz desde en fin de septiembre hasta 2 de noviembre, que se embarcó e hizo su viaje, y en nueve días llegó a la isla de la Palma, a do desembarcó con toda la gente, y estuvo veinticinco días esperando tiempo para seguir su camino, y al cabo de ellos se embarcó para Cabo Verde, y en el camino la nao capitana hizo un agua muy grande, y fue tal, que subió dentro en el navío doce palmos en alto, y se mojaron y perdieron más de 500 quintales de bizcochos, y se perdió mucho aceite y otros bastimentos; lo cual los puso en mucho trabajo; y así fueron con ella dando siempre a la bomba de día y de noche, hasta que llegaron a la isla de Santiago (que es una de las islas de Cabo Verde), y allí desembarcaron y sacaron los caballos en tierra, porque se refrescasen y descansasen del trabajo que hasta allí habían traído, y también porque se había de descargar la nao para remediar el agua que hacía; y descargada, el maestre de ella la estancó, porque era el mejor buzo que había en España. Vinieron desde la Palma hasta esta isla de Cabo Verde en diez días, que hay de la una a la otra trescientas leguas. En esta isla hay muy mal puerto, porque a do surgen y echan las anclas hay abajo muchas peñas, las cuales roen los cabos que llevan atadas las anclas, y cuando las van a quitar quédanse allá las anclas; y por esto dicen los marineros que aquel puerto tiene muchos ratones, porque los roen los cabos que llevan las anclas, y por esto es muy peligroso puerto para los navíos que allí están si les toma alguna tormenta. Esta isla es viciosa y muy enferma de verano; tanto, que la mayor parte de los que allí desembarcan se mueren en pocos días que allí estén; , y el armada estuvo allí veinticinco días, en los cuales no se murió ningún hombre de ella, y de esto se espantaron los de la tiera, y lo tuvieron por gran maravilla; los vecinos de aquella isla les hicieron muy buen acogimiento, y ella es muy rica y tiene muchos doblones más que reales, los cuales les dan los que van a mercar los negros para las Indias, y les daban cada doblón por veinte reales.
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En qué tiempo salí de Castilla, y lo que me acaeció En el año de 1514 salí de Castilla en compañía del gobernador Pedro Arias de Ávila, que en aquella sazón le dieron la gobernación de Tierra-Firme; y viniendo por la mar con buen tiempo, y otras veces con contrario, llegamos al Nombre de Dios; y en aquel tiempo hubo pestilencia, de que se nos murieron muchos soldados, y demás desto, todos los más adolecimos, y se nos hacían unas malas llagas en las piernas; y también en aquel tiempo tuvo diferencias el mismo gobernador con un hidalgo que en aquella sazón estaba por capitán y había conquistado aquella provincia, que se decía Vasco Núñez de Balboa; hombre rico, con quien Pedro Arias de Ávila casó en aquel tiempo una su hija doncella con el mismo Balboa; y después que la hubo desposado, según pareció, y sobre sospechas que tuvo que el yerno se le quería alzar con copia de soldados por la mar del Sur, por sentencia le mandó degollar. Y después que vimos lo que dicho tengo y otras revueltas entre capitanes y soldados, y alcanzamos a saber que era nuevamente ganada la isla de Cuba, y que estaba en ella por gobernador un hidalgo que se decía Diego Velázquez, natural de Cuéllar; acordamos ciertos hidalgos y soldados, personas de calidad de los que habíamos venido con el Pedro Arias de Ávila, de demandarle licencia para nos ir a la isla de Cuba, y él nos la dio de buena voluntad, porque no tenía necesidad de tantos soldados como los que trajo de Castilla, para hacer guerra, porque no había qué conquistar; que todo estaba de paz, porque el Vasco Núñez de Balboa, yerno del Pedro Arias de Ávila, lo había conquistado, y la tierra de suyo es muy corta y de poca gente. Y desque tuvimos la licencia, nos embarcamos en buen navío; y con buen tiempo, llegamos a la isla de Cuba, y fuimos a besar las manos al gobernador della, y nos mostró mucho amor y prometió que nos daría indios de los primeros que vacasen; y como se habían pasado ya tres años, así en lo que estuvimos en Tierra-Firme como lo que estuvimos en la isla de Cuba aguardando a que nos depositase algunos indios, como nos habían prometido, y no habíamos hecho cosa ninguna que de contar sea, acordamos de nos juntar ciento y diez compañeros de los que habíamos venido de Tierra-Firme y de otros que en la isla de Cuba no tenían indios, y concertamos con un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Córdoba, que era hombre rico y. tenía pueblos de indios en aquella isla, para que fuese nuestro capitán, y a nuestra ventura buscar y descubrir tierras nuevas, para en ellas emplear nuestras personas; y compramos tres navíos, los dos de buen porte, y el otro era un barco que hubimos del mismo gobernador Diego Velázquez, fiado, con condición que, primero nos le diese, nos habíamos de obligar, todos los soldados, que con aquellos tres navíos habíamos de ir a unas isletas que están entre la isla de Cuba y Honduras, que ahora se llaman las islas de las Guanajas y que habíamos de ir de guerra y cargar los navíos de indios de aquellas islas para pagar con ellos el barco, para servirse dellos por esclavos. Y desque vimos los soldados que aquello que pedía el Diego Velázquez no era justo, le respondimos que lo que decía no lo mandaba Dios ni el rey, que hiciésemos a los libres esclavos. Y desque vio nuestro intento, dijo que era bueno el propósito que llevábamos en querer descubrir tierras nuevas, mejor que no el suyo; y entonces nos ayudó con cosas de bastimento para nuestro viaje. Y desque nos vimos con tres navíos y matalotaje de pan cazabe, que se hace de unas raíces que llaman yucas, y compramos puercos, que nos costaban en aquel tiempo a tres pesos, porque en aquella sazón no había en la isla de Cuba vacas ni carneros, y con otros pobres mantenimientos, y con rescate de unas cuentas que entre todos los soldados compramos; y buscamos tres pilotos, que el más principal dellos y el que regia nuestra armada se llamaba Antón de Alaminos, natural de Palos, y el otro piloto se decía Camacho, de Triana, y el otro Juan álvarez, el Manquillo, de Huelva; y así mismo recogimos los marineros que hubimos menester, y el mejor aparejo que pudimos de cables y maromas y anclas, y pipas de agua, y todas otras cosas convenientes para seguir nuestro viaje, y todo esto a nuestra costa y minsión. Y después que nos hubimos juntado los soldados, que fueron ciento y diez, nos fuimos a un puerto que se dice en la lengua de Cuba, Ajaruco, y es en la banda del norte, y estaba ocho leguas de una villa que entonces tenían poblada, que se decía, San Cristóbal, que desde a dos años la pasaron adonde ahora está poblada la dicha Habana. Y para que con buen fundamento fuese encaminada nuestra armada, hubimos de llevar un clérigo que estaba en la misma villa de San Cristóbal, que se decía Alonso González, que con buenas palabras y prometimientos que le hicimos se fue con nosotros; y demás desto elegimos por veedor, en nombre de su majestad, a un soldado que se decía Bernardino Iñiguez, natural de Santo Domingo de la Calzada, para que si Dios fuese servido que topásemos tierras que tuviesen oro o perlas o plata, hubiese persona suficiente que guardase el real quinto. Y después de todo concertado y oído misa, encomendándonos a Dios nuestro señor y a la virgen santa María, su bendita madre, nuestra señora, comenzamos nuestro viaje de la manera que adelante diré.
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Capítulo Primero Del descubrimiento del Perú No dejé, cuando la pluma tomé para contar a los hombres, que hoy son y serán, la conquista y descubrimiento que los nuestros españoles hicieron en el Perú cuando lo ganaron, de considerar que se trataba de la más alta materia de que en el universo se pudiera escribir (de cosas profanas quiero decir) porque, dónde vieron hombres lo que hoy ven: que entre flotas cargadas de metal de oro y plata como si fuera hierro, ni dónde se vio ni leyó que tanta riqueza saliese de un reino, tanta y tan grande, que no solamente está España llena de estos tesoros y sus ciudades pobladas con muchos "peruleros" ricos que de acá han ido, mas han encarecido el reino con el mucho dinero, que han llevado tanto cuanto saben los que lo consideraren; y no solamente España recibió esta carestía, mas toda Europa se mudó del ser primero, y las mercaderías y todos tratos tienen otros precios que no tuvieron; tanto ha subido en España, que si va como ha ido, no sé adónde subirán los precios de las cosas, ni cómo los hombres podrán vivir. Y quise escribir de tierra para pasar la vida humana tan gruesa, tan harta, tan abundante, que en todo lugar que no hay nieve ni monte, no se puede mejorar, como algo de ello apunté en la primera parte, hubiese Dios permitido que tantos años y por tan largos tiempos estuviere cosa tan grande oculta al mundo y no conocida de los hombres de él y hallada, descubierta y ganada, en tiempo del emperador don Carlos, que tanta necesidad de su ayuda ha tenido por las guerras que se le han ofrecido en Germania contra los luteranos y en otras jornadas importantísimas; porque cierto tengo para mí todo este orbe de indias que tan grande es, ha sido descubierto en tiempos mucha riqueza; mas si se quisiesen tomar por los oficiales reales trabajo de ver por los quintos lo que sumaba; montaría sólo el tesoro que del Perú ha ido más que todo esotro junto y no poco más, sino mucho. En España ochocientos y veintidós años antes del nacimiento de Cristo que se encendieron los montes Pirineos, que los fenicios y los de Marsella llevaron muchas naves cargadas de plata y oro; y en el Andalucía, después de esto hubo mucho metal de plata; y así sabemos que en Churab..., en tiempo de / ... / hubo tanta plata que no se tenía en cuenta; y cuando Salomón enriqueció el templo con vasos y riquezas, fue mucho lo que en ello se gastaba; y sin todo esto sabemos que en el levante hay tierras ricas de oro y plata, mas ninguna cosa de éstas se puede igualar ni comparar con lo del Perú; porque contado lo que se hubo en Caxamalca cuando el rescate de Atabalipa y lo que después se repartió en jauja y en el Cuzco, y lo que más se hubo en el reino es tan gran suma que yo, aunque pudiera, no lo oso afirmar; pero si con ello quisiera edificar otro templo se hiciera que fuera de más riqueza que el del Cuzco ni ninguno de cuantos en el mundo han sido. Y todo esto es nada lo que esto del Perú se ha sacado, para lo mucho que en la tierra está perdido enterrado en sepulturas de reyes y de caciques y en los templos. Así lo conocían los mismos indios y lo confiesan. Pues después de todo esto que sacaron de Guailas, de Porco, de Caruaya, de Chile, de los Cañares, ¿quién contará el oro que de estos lugares entró en España? Y si para esto ponemos tanta dificultad, ¿qué diremos del cerro de Potosí, de quien tengo para mí ha salido desde que dél sacan plata, con lo que los indios han llevado sin que se sepa, más de veinte y cinco millones de pesos de oro, todo en plata, y sacarán de este metal para siempre, mientras hubiere hombres, como lo quieran buscar? Y sin esto comienzo la escritura dedicada por contar el fin de la guerra de los dos hermanos Guascar y Atabalipa y cómo trece cristianos lo descubrieron casi milagrosamente, y después fueron para lo ganar (por la guerra que hallaron trabada) no más de ciento y sesenta, y cómo después se fueron encadenando las cosas de unas en otras, que en el Perú hubo tantas disensiones, tantas guerras entre los nuestros, y tratadas tan ásperamente y unos con otros con tanta crueldad que se olvida Sila y Mario y los otros tiranos; y los casos que pasaron en este discurso contados, si no hubiese testigos muchos, no sería creído; tanto, que estando en el Perú no hay para qué hablar de Italia, ni Lombardía, ni otra tierra, aunque sea muy belicosa; pues lo que ha hecho tan poca gente no se puede comparar, sino con ella misma. Con estas mudanzas murieron, y muchos que estaban olvidados llegaron a ser capitanes, y en riqueza tanto que algunos tenían más renta uno solo, que el mayor señor de España, fuera de el rey.
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Capítulo primero Del principio que tuvieron los dioses Del principio de los dioses no hay clara ni verdadera relación, ni aun se sabe nada; mas lo que dizen es que hay un lugar que se dize Teutioacan, y allí, de tiempo inmemorial, todos los dioses se juntaron y se hablaron diziendo: "¿Quién ha de governar y regir el mundo? ¿Quién ha de ser el sol?" -y esto ya es platicado en otra parte-. Y al tiempo que nasció y salió el sol todos los dioses murieron y ninguno quedó de ellos, como adelante se dirá en el Libro Séptimo, en el capítulo segundo. Párrapho primero: del nacimiento de Uitzilopuchtli Según lo que dixeron y supieron los naturales viejos del nacimiento y principio del diablo que se dize Uitzilopuchtli, al cual davan muchas honra y acatamiento los mexicanos, es que hay una sierra que se llama Coatépec, junto al pueblo de Tulla, y allí vivía una muger que se llamava Coatlicue, que fue madre de unos indios que se dezían centzonuitznáoa, los cuales tenían una hermana que se llamava Coyolxauhqui. Y la dicha Coatlicue hazía penitencia barriendo cada día en la sierra de Coatépec; y un día acontecióle que andando barriendo descendióle una pelotilla de pluma, como ovillo de hilado, y tomóla y púsola en el seno junto a la barriga debaxo de las naguas; y después de haver barrido quiso tomar y no la halló, de que dizen se empreñó. Y como la vieron los dichos indios centzonuitznáoa a la madre que ya era preñada, se enojaron bravamente, diziendo: "¿Quién la empreñó? Porque nos infamó y avergonçó". Y la hermana, que se llamava Coyólxauh, dezíales: "Hermanos matemos a nuestra madre, porque nos infamó, haviéndose a hurto empreñado". Y después de haver sabido la dicha Coatlicue, pesóle mucho y atemorizóse, y su criatura hablávale y consolávala, diziendo: "No tengáis miedo, porque yo sé lo que tengo de hazer". Y después de haver oído estas palabras la dicha Coatlicue, quietóse su coraçón y quitósele la pesadumbre que tenía. Y como los dichos indios centzonuitznáoa havían hecho y acabado el consejo de matar a la madre por aquella infamia y deshonra que le havía hecho, estavan enojados mucho juntamente con la hermana que se dezía Coyolxauhqui, la cual les importunava que matassen a su madre Coatlicue, y los dichos indios centzonuitznáoa havían tomado las armas y se armavan para pelear, torciendo y atando sus cabellos, así como hombres valientes. Y uno de ellos que se llamava Cuauitlícac, el cual era como traidor, lo que dezían los dichos indios centzonuitznáoa, luego se lo iva a dezir a Uitzilopuchtli, que aún estava en el vientre de su madre, dándole noticia de ello. Y le respondía diziendo el Uitzilopuchtli: "¡Oh, mi tío! Mira lo que hazen y escucha muy bien lo que dizen, porque yo sé lo que tengo de hazer". Y despúes de haver acabado el consejo de matar a la dicha Coatlicue, los dichos indios centzonuitznáoa fueron a donde estava su madre Coatlicue, y delante iva la hermana suya Coyólxauh y ellos ivan armados con todas armas y papeles, y cascabeles, y dardos en su orden. Y el dicho Cuauitlícac subió a la sierra a dezir a Uitzilopuchtli cómo ya venían los dichos indios centzonuitznáoa contra él a matarle. Y dixo el Uitzilopuchtli, respondiéndole: "Mirad bien a dónde llegan"; y díxole el dicho Cuauitlícac que ya llegavan a un lugar que se dize Tzompantitlan. Y más preguntó el dicho Uitzilopuchtli al dicho Cuauitlícac, diziéndole: "¿A dónde llegan los indios centzonuitznáoa?" y le dixo el Cuauitlícac que ya llegavan a otro lugar que se dize Coaxalpa. Y más otra vez preguntó el dicho Uitzilopuchtli al dicho Cuauitlícac, diziéndole: "¿A dónde llegavan?" Y respondió diziéndole que ya llegavan a otro lugar que se dize Apétlac. Y más le preguntó el dicho Uitzilopuchtli al dicho Cuauitlícac, diziéndole: "¿A dónde llegavan?" Y le respondió diziéndole que ya llegavan al medio de la sierra. Y más dixo el Uitzilopuchtli, preguntando al dicho Cuauitlícac: "¿A dónde llegavan?" Y le dixo que ya llegavan y estavan ya muy cerca, y delante de ellos venía la dicha Coyolxauhqui. Y en llegando los dichos indios centzonuitznáoa, nasció luego el dicho Uitzilopuchtli, trayendo consigo una rodela que se dize teueuelli, con un dardo y vara de color açul, y en su rostro como pintado, y en la cabeça traía un pelmaço de pluma pegado, y la pierna siniestra delgada y emplumada, y los dos muslos pintados de color açul y también los braços. Y el dicho Uitzilopuchtli dixo a uno que se llamava Tochancalqui que encendiesse una culebra hecha de teas que se llamava xiuhcóatl, y ansí la encendió, y con ella fue herida la dicha Coyólxauh, de que murió hecha pedaços, y la cabeça quedó en aquella sierra que se dize Coatépec y el cuerpo cayóse abaxo hecho pedaços. Y el dicho Uitzilopuchtli levantóse y armóse y salió contra los dichos centzonuitznáoa, persiguiéndoles y echándoles fuera de aquella sierra que se dize Coatépec, hasta abaxo, peleando contra ellos y cercando cuatro vezes la dicha sierra. Y los dichos indios centzonuitznáoa no se pudieron defender ni valer contra el dicho Uitzilopuchtli, ni le hazer cosa ninguna, y ansí fueron vencidos y muchos de ellos murieron. Y los dichos indios centzonuitznáoa rogavan y suplicavan al dicho Uitzilopuchtli, diziéndole que no les persiguiese y se retrayese de la pelea. Y el dicho Uitzilopuchtli no quiso ni les consintió hasta que casi todos los mató, y muy pocos escaparon, y salieron huyendo de sus manos y fueron a un lugar que se dize Uitztlanpa. Y les quitó y tomó muchos despojos y las armas que traían que se llamavan anecúhyotl. Y el dicho Uitzilopuchtli también se llamava Tetzáuitl, por raçón que dezían que la dicha Coyatlicue se empreñó de una pelotilla de pluma, y no se sabía quién fue su padre. Y los dichos mexicanos lo han tenido en mucho acatamiento y le han servido en muchas cosas, y lo han tenido por dios de la guerra, porque dezían que el dicho Uitzilopuchtli les dava gran favor en la pelea. Y el orden y costumbre que tenían los mexicanos para servir y honrar al dicho Uitzilopuchtli tomaron la que se solía usar y hazer en aquella dicha sierra que se nombra Coatépec. Párrapho segundo: de cómo honravan a Uitzilopuchtli como a dios Ansimismo dizen que el día cuando amasavan y hazían el cuerpo de Uitzilopuchtli para celebrar la fiesta que se llamava panquetzaliztli tomavan semillas de bledos y las limpiavan muy bien, quitando las pajas y apartando otras semillas que se nombran petzícatl y tezcaoauhtli, y las molían delicadamente; y después de haverlas molido, estando la harina muy sutil, amasávanla de que hazían el cuerpo del dicho Uitzilopuchtli. Y otro día siguiente un hombre, que se llamava Quetzalcóatl, tirava al cuerpo del dicho Uitzilopuchtli con un dardo que tenía un casquillo de piedra y se le metía por el coraçón, estando presente el rey o señor y un privado del dicho Uitzilopuchtli que se llamava teuoa; y más, se hallavan presentes cuatro grandes sacerdotes, y más, otros cuatro principales de los mancebos que tenían cargo de criar los mancebos, los cuales se llamavan telpuchtlatoque. Todos éstos se hallavan presentes cuando matavan el cuerpo de Uitzilopuchtli; y después de haver muerto el dicho Uitzilopuchtli, luego deshazían y desbaratavan el cuerpo de Uitzilopuchtli, que era una masa hecha de semilla de bledos. Y el coraçón de Uitzilopuchtli tomavan para el señor o rey, y todo el cuerpo y pedaços, que eran como huessos del dicho Uitzilopuchtli, en dos partes lo repartían entre los naturales de México y Tlatilulco: los de México, que eran ministros del dicho Uitzilopuchtli, que se llamavan calpules, tomavan cuatro pedaços del cuerpo del dicho Uitzilopuchtli; y otro tanto tomavan los de Tlatilulco, los cuales se llamavan calpules, y ansí de esta manera repartían entre ellos los cuatro pedaços del cuerpo de Uitzilopuchtli, a los indios de dos barrios y a los ministros de los ídolos que se llamavan calpules, los cuales comían el cuerpo de Uitzilopuchtli cada año, según su orden y costumbre que ellos havían tenido. Cada uno comía un pedacito del cuerpo de Uitzilopuchtli, y los que comían eran mancebos y dezían que era cuerpo de dios, que se llamava teucualo, y los que recebían y comían el cuerpo de Uitzilopuchtli se llamavan ministros de dios. Párrapho tercero: de la penitencia a que se obligavan los que recibían el cuerpo de Uitzilopuchtli Los mancebos que recibían y comían el cuerpo del dicho Uitzilopuchtli obligávanse a servir un año, y cada noche encendían y gastavan mucha cantidad de leña, que era más de dos mil palos y teas, las cuales les costavan diez mantas grandes, que se llaman cuachtli, de que recebían gran agravio y molestia. Cada uno era obligado a pagar una manta grande, que se llama cuachtli, y cinco mantillas pequeñas, que se llaman tecuachtli, y un cesto de maíz y cient maçorcas de maíz. Y los que no podían pagar, que se sentían muy agraviados del dicho tributo, se ausentavan, y algunos determinávanse a morir en la guerra en poder de los enemigos. Y como los dichos mancebos sabían que ya acabavan y cumplían el servicio y penitencia a que estavan obligados entre ellos, otra vez recogían otro tributo: cada uno pagava seis mantillas pequeñas, que se llaman tecuachtli, con que compravan teas y leña y todo lo que era necessario para lavar al dicho Uitzilopuchtli, al fin del año. Y el día cuando lavavan al dicho Uitzilopuchtli era medianoche, y antes que le lavassen primero hazían processión que se llamava necocololo. Y uno se vestía con el vestido del dicho Uitzilopuchtli, el cual se llamava iyópuch, y iva bailando en persona de Uitzilopuchtli, y delante de él iva uno que se llamava Uitznáoac tiáchcauh y en pos de él ivan todos los principales de los mancebos que se llaman tiachcauhtlatoque, y hombres valientes y otra gente, todos juntos detrás, con candelas de teas hasta el lugar donde se lavava el dicho Uitzilopuchtli, que se llamava Ayauhcalco; y le tañían flautas y luego le asentavan al dicho Uitzilopuchtli. Y el privado del dicho Uitzilopuchtli, que se llamava teuoa, tomava el agua con una xícara de calabaça pintada de color açul, cuatro vezes, y le ponía delante con cuatro cañas verdes y le lavava la cara al dicho Uitzilopuchtli y todo el cuerpo. Y después de lavado, el que se vestía del vestido del dicho Uitzilopuchtli tomava otra vez la estatua del dicho Uitzilopuchtli, tañendo las flautas y la llevava hasta la poner y assentar en el cu. Y ansí después de haver puesto la estatua del dicho Uitzilopuchtli, luego se salían todos y se ivan a sus casas, y de esta manera se acabava el servicio y penitencia de los que comían el cuerpo del dicho Uitzilopuchtli, que se llaman teucuaque, de aquel año. Párrapho cuarto: de otro tributo asaz pesado que pagavan los que comían el cuerpo de Uitzilopuchtli En acabando el dicho año, luego començavan otros mancebos a se obligar a servir y hazer penitencia, según la orden y costumbre que tenían de comer y recebir el cuerpo del dicho Uitzilopuchtli. Y juntamente los ministros de los ídolos, que se llaman calpules, hazían gran servicio y penitencia de que recebían grandíssimo agravio y fatiga que no se podía sufrir, porque cada noche de todo el año gastavan y consumían mucha y demasiada cantidad de leña y teas, muy estremadas, y axí y tomates y sal y pepitas y almendras de cacao y comida. Y cuando les faltava con qué comprar las cosas necessarias, con sus mantas con que se vestían compravan o pedían alguna cosa prestada, o vendían las tierras de regadío o del monte que eran adjudicadas a los ídolos a quien servían. Y quien no podía pagar el tributo, luego dexava las tierras; y al tiempo que sabían que ya cumplían y acabavan la penitencia y servicio a que estavan obligados a servir al dicho Uitzilopuchtli, se lavavan y limpiavan y hazían comida de fiesta: tamales y unas ollas bien guisadas, o matavan un perrito que comían, y se emborrachavan por raçón que havían cumplido el servicio y penitencia a que estavan obligados, porque les parecía el tributo asaz pesado, como una carga que apenas se podía llevar. Y ansí después se holgavan mucho, porque ya estavan libres del gran trabajo y agravio; y dormían quieta y pacíficamente, y libremente buscavan la vida, y trabajavan de pescar o beneficiavan magueyales o entendían en algunos tratos de mercadería.
contexto
LIBRO QUINTO Que habla de los agüeros que esta gente mexicana usava Capítulo primero Del agüero que tomavan cuando alguno oía de noche aullar a alguna bestia fiera, o llorar como vieja, y de lo que dezían los agüeros en este caso En los tiempos passados, antes que viniessen los españoles a esta tierra, los naturales de ella tenían muchos agüeros por donde adivinar las cosas futuras. El primero agüero de éstos es que cuando alguno oía en las montañas bramar a alguna bestia, o algún sonido hazía zumbido en los montes o en los valles, luego tomava mal agüero, diziendo que significava algún infortunio o desastre que le havía de venir en breve, o que havía de morir en la guerra o de enfermedad, o que algún desastre o infortunio le havía de venir, de que le havían de hazer esclavo a él o alguno de sus hijos, o que alguna desventura havía de venir por él o por su casa. Haviendo oído este mal agüero, luego iva a buscar a aquellos que sabían declarar estos agüeros, a los cuales llamavan tonalpouhque. Y este agurero o adivino consolava y esforçava a este tal, diziéndole de esta manera: "Hijo mío, pobrezito, pues que has venido a buscar la declaración del agüero que viste, y veniste a ver el espejo donde está la declaración de lo que viste, sábete que es cosa adversa y trabajosa lo que significa este tu agüero; y esto no es porque yo lo digo, sino porque así lo dexaron dicho y escrito nuestros viejos y antepassados. Así que la significación de este tu agüero es que te has de ver en pobreza y en trabajos, o morirás; por ventura está ya enojado contra ti aquel por quien bivimos, y no quiere que bivas más tiempo. Espera con ánimo lo que te vendrá, porque ansí está escrito en nuestros libros de que usamos para declarar estas cosas a los cuales acontece; y esto no soy yo el que te pongo espanto o miedo, que el mismo señor dios quiso que esto te acontesciesse y viniesse sobre ti; y no hay que culpar al animal, porque él no sabe lo que se haze, porque caresce de entendimiento, de razón. Y tú, pobrezito, no deves de culpar a nadie porque el signo en que naciste tiene consigo estos azares y ha venido agora a verificarse en ti la maldad del signo en que naciste. Esfuérçate, porque por esperiencia lo sentirás; mira que tengas buen ánimo para sufrirlo, y entre tanto llora y haz penitencia. Nota lo que agora te diré que hagas para remediar tu trabajo o tu infortunio: haz penitencia; busca papel para que se apareje tu ofrenda que has de hazer; compra papel y encienso blanco y ulli, y las otras cosas que sabes que son menester para esta ofrenda. Después que hayas aparejado lo necessario, vendrás tal día que es oportuno para hazer la ofrenda que es menester al señor dios fuego. Entonces vendrás a mí, porque yo mismo despondré y ordenaré los papeles y todo lo demás en los lugares y en el modo que ha de estar para hazer la ofrenda. Yo mismo lo tengo de ir a encender y quemar en tu casa". De esta manera hazían los que oían el agüero arriba dicho.