Entierro de don Alvaro de Luna

Datos principales


Autor

Eduardo Cano de la Peña

Fecha

1858

Material

Oleo sobre lienzo

Dimensiones

243 x 295 cm

Museo

Museo del Prado

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Dos años después del éxito conseguido con Cristóbal Colón en el Convento de la Rábida, Cano de la Peña vuelve a enviar a la Exposición Nacional una tela de historia, reeditando el éxito anterior y consiguiendo una nueva primera medalla. El tema elegido en esta ocasión es el ajusticiamiento, el 2 de junio de 1453, del condestable don Álvaro de Luna, muerte ordenada por su amigo y antiguo valedor, el rey Juan II de Castilla. El entierro del cadáver tuvo lugar en el cementerio de los ajusticiados gracias a las limosnas aportadas por el pueblo de Valladolid. La escena representa el momento de la colecta mostrando en primer plano el muerto, con la cabeza separada del cuerpo, sobre unas parihuelas, velado por su joven pajecillo Morales. Rodean al difunto varios frailes franciscanos que rezan por su alma y reciben las limosnas. Por la puerta penetra una muchedumbre para contemplar el macabro espectáculo, mientras que la zona izquierda de la escena está ocupada por un enterrador abriendo la fosa. Las figuras están pintadas casi a tamaño natural y ocupan toda la superficie del lienzo, realizando cada una un gesto que traduce su sentimiento interior, acentuando el aspecto teatral de la escena. El espacio es muy cercano al espectador, siendo la puerta abierta la única vía de escape hacia un fondo de cielo abierto de reducida visión. La composición está estructurada en dos grupos: en la izquierda encontramos el público, con gentes de toda condición, mientras que en la derecha se sitúa el difunto, acompañado de los frailes y el fiel pajecillo. El firme dibujo es una de las características de la composición, colocando a las figuras en distintas posturas, destacando los detalles. También es magnífico el estudio de la luz, a pesar de la arbitrariedad a la que recurre el maestro, destacando las figura principales y matizando con suaves toques de luz a los que permanecen en penumbra. Encontramos numerosas influencias clasicistas en el cuadro, especialmente de Guido Reni, Rafael o Verrochio, apreciándose también ecos de Velázquez o Murillo.

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