Etnias y migraciones prehistóricas

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África

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En una visión general cabe diferenciar en África los siguientes grupos: - Pigmeos. Poblaciones de cazadores de la selva tropical. De escasa talla, color negro y demografía decreciente son, al parecer, descendientes de poblaciones antiguas que habitaron el África ecuatorial desde el Holoceno y cuyo hábitat fue más extenso en el pasado. Son también llamados negritos. - Melanoafricanos. Son los llamados negros y constituyen el grupo étnico más importante del continente que puebla el África, desde los confines del Sahara a El Cabo y desde el litoral atlántico al litoral índico. Por lo general, son de elevada estatura y de color negro por su pigmento cutáneo, la melanina. En su mayoría viven de la dedicación a la agricultura y al pastoreo. Hablan gran variedad de lenguas. Se mestizan sobre todo en los confines de sus lugares de nación con otros grupos continentales: pigmeos, khoisan, hamito-semitas, etc. Su existencia y presencia en África, cuna de la raza négrida, hay que remontarla a la Era Paleolítica, aun cuando no se han identificado restos de un presunto negro, más antiguos que los aportados por el llamado hombre de Asselar, Mali, de datación postpleistocénica. - Khoisan o capoides (bosquimanos / hotentotes). Poblaciones de cazadores/recolectores arcaicos, hoy relegados al desierto de Kalahari. En los últimos lustros la aculturación y contactos con otras etnias les han llevado a una dramática situación que quizá señala su próxima desaparición como etnia diferenciada.

Durante la Prehistoria y Protohistoria la etnia conoció una particular extensión por otros ámbitos de África y particularmente por el África al este de la selva, hasta el sur del Ecuador. De talla pequeña y media, de una pigmentación particular, color aceituna sevillana, y con los cabellos en granos de pólvora, han sido objeto de muy notables estudios hasta fecha reciente. De siempre se han subrayado sus dotes artísticas, parejas quizá a las del hombre de Cromagnon, que en Europa nos ha legado el arte rupestre de las cuevas de Altamira y Lascaux. - Blancos y morenos. Bajo tal designación de un particular grupo de población se integran diversas etnias, hoy asentadas en el norte y el noreste africanos: beréberes, libios, egipcios, etc. Abarcan, aparte de los que han optado por la vida urbana, numerosos agricultores y pastores que hablan lenguas emparentadas entre sí. Se presentan a veces mezclados con negros, sobre todo en los confines meridionales de sus tierras de nación o población (ámbitos saharaui, cuenca del Nilo, etc.). Sus más antiguos restos óseos han sido localizados en África Menor, Sahara y Egipto. - Eritreos. Se presentan asentados en su mayor parte en la región oriental del llamado cuerno de África. Así, las etnias danakil, somalí, galla, abisinia, etc. Por lo general presentan gran talla, extremidades descollantes y alargadas, cabellos lisos y nariz recta. - Malgaches. De origen indonesio, emigraron tardíamente a Madagascar, ámbito insular entonces deshabitado, mezclándose después con negros de habla bantú procedentes del África oriental y que fueron asentándose en la isla en fechas posteriores.

De pequeña y media talla, de pigmentación amarillo ocre y de acentuados rasgos asiáticos, presentan una cultura y lengua de raíces indonésicas. A tal división étnica pueden reducirse pues los africanos actuales, sin necesidad de apelar a complejas clasificaciones en etnias y razas, asumidas por la Antropología / Etnografía, tras la aceptación de la presencia en África de dos secuencias raciales. Una se impondría en el África septentrional, y otra ya al sur del desierto del Sahara, junto con una tercera. Ello permite hablar de la vigencia de tres secuencias: una, afroaustral a la que el antropólogo C.S. Coon denominaría capoide, por El Cabo; una segunda a denominar congoide, y por fin, una tercera, la caucasoide catalizadora de las dos anteriores. Ello, independientemente de que en la formación de alguna de ellas hayan podido intervenir imponderables hasta la fecha no considerados por la investigación racial. a) Secuencia afroaustral (capoide). Su emergencia quizá pueda remontarse a la Edad de Piedra Media o Paleolítico Medio, en algún momento del horizonte ateiense, pudiendo asignarse a la misma algunos cráneos fósiles bosquimanoides, objeto de la atención de los paleontólogos, un tanto semejantes a otros encontrados en Singa (Sudán), concheros de Homa (Kenya), Boskop (sudeste de Trasvaal), Florisbad (Estado Libre de Orange) y Fish Hoek (El Cabo, República Sudafricana). Con excepción del último, todos los cráneos presentan un aspecto que hace emparentarlos con los actuales koishan.

Independientemente de su estudio, cabe señalar que al norte del Trasvaal y hasta el siglo XI, han seguido viviendo poblaciones al parecer afines. No obstante, el curioso síndrome reductor y fetalizador del que adolecen los bosquimanos actuales pudo haberse iniciado en cualquier otro lugar de África. b) Secuencia congoide. Al parecer pudo manifestarse al sur del Sahara, con anterioridad al Holoceno. A ella se atribuyen algunos ejemplares bien datados que van desde un resto craneal encontrado en Olduvai, conocido como Hombre chelense III, la calota craneana de Saldanha, Bay, El Cabo y el cráneo, bastante completo, localizado en Broken Hill; sus respectivas dataciones abarcan casi medio millón de años. Los especimenes presentan cierto aire de familia. El cráneo de Broken Hill es el único que conserva los huesos faciales y presenta rasgos negroides. Otros ejemplares sudafricanos inventariados posteriormente parecen completar la línea, hasta la llegada de los bosquimanos que pudieron miscegenizarse con los primitivos capoides. No obstante, se puede esperar que en un ámbito que llegó a denominarse desde la misma antigüedad Tierra de Negros, el de las sabanas del Sudán occidental y que incluye asimismo las selvas meridionales hasta la costa atlántica, lleguen a encontrarse en un futuro pruebas de una posible evolución, que hoy desgraciadamente se desconocen. De aquí que, hoy por hoy, el origen de los actuales negros y pigmeos siga siendo un auténtico enigma antropológico, que perdurará hasta que puedan analizarse prospecciones zonales desde Senegal y Guinea, hasta Sudán y Etiopía.

Hay indicios, no obstante, que hacen suponer que el este y el sur de África, e incluso, el África que se extendía al sur del Sahara, no conocieron población humana hasta la llegada de los portadores de mandorlas y hendidores achelenses, cosa que también ocurre en el África oriental con anterioridad a que se presente el hombre identificado como chelense III. Ello permite suponer que esta secuencia se inaugura con la presencia de dos especies, por lo menos, de primates bípedos, potencialmente competitivos, llamados a extinguirse y que de existir en el lugar de un homínido, no hubieran podido permanecer allí, ya que es sumamente improbable su coexistencia con aquél. c) Secuencia caucasoide, encajada entre las dos anteriores, viene a ser una especie de catalizador entre éstas. A la misma se atribuyen los útiles líticos de hoja, identificados en Kom Ombo, Alto Egipto, a datar hacia 12.200 a.C. cuyos artífices desconocemos. A la misma pueden atribuirse quizá las osamentas holocénicas de los hombres coetáneos dei Capsiense, halladas en Kenya y Tanzania de individuos altos y delgados, presunto fruto de la miscegenación entre negros y caucasoides. De cara larga y nariz achatada, presentan un maxilar prominente. En realidad, las gentes del Capsiense del África Menor se antojan caucasoides, posiblemente mediterráneos. No obstante, los primeros moillianenses que se asentaron en el litoral marroquí y argelino eran diferentes. Los esqueletos localizados en las grutas de Afalou-Bu-Rhummel, Argelia, y de Taforalt, Marruecos, parecen pertenecer, al igual que individuos hallados en otros yacimientos, incluso tardíamente en el archipiélago canario, a gentes de estatura elevada, esqueleto robusto, cráneo macizo, ancha faz, fuertes mandíbulas y anchas fosas nasales.

Muchos paleontólogos al referirse a ellos los denominan Cromagnones africanos, independientemente de su claro aire caucasoide. En realidad, sus orígenes raciales, incluso contando con su miscegenación con elementos indígenas, podrían remontarse incluso a gentes del ateriense. Gentes quizá derivadas de un phylum local Ternifine-Tánger, que incluso pudieron tener cierta afinidad con los primitivos bosquimanos. Vestigios de este particular elemento nativo se aprecian aún en la población actual del norte de África. Pasando al Egipto prehistórico, cabe suponer que los cazadores depredadores del valle del Nilo, entonces invadido por la jungla tropical y una guirnalda de marjales, presentaban un fuerte componente genético nativo africano, mientras que los agricultores del Neolítico asentados en ambas márgenes del Nilo pudieran ser caucasoides, ya procedentes de Siria-Palestina o de Anatolia, ya de otros ámbitos del Creciente Fértil. Ambos elementos glaciares se miscegenizaron antes del final de los tiempos dinásticos, como ha probado J.M. Crichton, tras un estudio de 296 cráneos de egipcios predinásticos y dinásticos y de negros. Recientemente en Wadi-Halfa, Nubia, se ha revelado la secuencia racial caucasoide en dos yacimientos mesolíticos, con numerosos cráneos dolicocéfalos de occipital abombado, prominentes arcadas superficiales, frentes huidizas, aplanamiento facial acusado en las regiones orbital y nasal, gran prognatismo alveolar, dentición muy desarrollada y robustas mandíbulas.

Hay una clara afinidad entre estos cráneos y los encontrados en Yebel-Ighoud. Los esqueletos más recientes de egipcios dinásticos parecen tender a las formas caucasoides. No obstante, todo parece señalar que la franja africana del norte del Sahara conoció originalmente un asentamiento de población no caucasoide. Al arribar los caucasoides a dicho ámbito, se mezclaron con algunos nativos y relegaron a otros hacia el sur. Las sucesivas oleadas de gentes caucasoides concluyeron haciendo a la población del norte de África cada vez más caucasoide, hasta que ya tardíamente, en el umbral del África colonial y a partir del siglo XVII el tráfico de esclavos invirtió la tendencia. Es significativo el hecho de que a partir de las primeras exploraciones atlánticas por parte de los portugueses se incrementa la penetración de gentes caucasoides en el África negra, lo que explica la asimilación genética de ciertos rasgos entre caucasoides y negros, y que no se presentan estrechamente relacionados con la datación ambiental. Así, grupos sanguíneos, tipos de cerumen, de secreción auricular y huellas dactilares. El último movimiento de población que se conoce en África y que fue de dirección norte-sur fue el de tribus de habla bantú desde su posible lugar de origen en el África occidental, hasta el sudeste del continente, atravesando el África oriental en esta dirección, y que ha sido reconstruido por D. W. Phillipson. Dichos movimientos llevarían a poblaciones de habla bantú, a veces miscegenizadas con bosquimanos y caucásicos, a Sudáfrica. Innecesario es decir que en la llamada secuencia caucásica se han incluido muchas gentes leucodermas, que la tradición bíblica consideró semitas, como hijos de Sem, es decir, los actuales árabes y otras etnias asimiladas.

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