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América

Desarrollo


Así como los mitos de los orígenes cósmicos y del hombre aparecen ligados con Teotihuacan, la actuación del sabio sacerdote Quetzalcóatl está vinculada con el esplendor de Tula y los toltecas (siglos X-XI d.C.). Derivando probablemente su nombre del dios Quetzalcóatl que, como se ha visto, simbolizó la sabiduría del supremo dios dual, el Quetzalcóatl sacerdote parece haber dado principio a una nueva concepción religiosa de elevado espiritualismo. El cuadro del reinado de Quetzalcóatl es la descripción de una vida de abundancia y riqueza en todos los órdenes. Los toltecas habían recibido del sacerdote Quetzalcóatl su sabiduría y el conjunto de todas las artes. El sacerdote habitaba en sus palacios de diversos colores, orientados hacia los cuatro rumbos del universo. Allí llevaba una forma de vida que lo acercaba a la divinidad. Vivía en abstinencia y castidad. Pero, sobre todo, estaba consagrado a la meditación y a la búsqueda de nuevas formas de acercarse a la divinidad. Se afirma que Quetzalcóatl en su meditación, "moteotía", "buscaba un dios para sí". En otras palabras, se esforzaba por percibir cuál era la naturaleza del supremo dios dual, al que con frecuencia designaba como único dios: "Y se refiere, se dice, que Quetzalcóatl invocaba hacia su dios, a alguien que mora en el interior del cielo, a La del faldellín de estrellas, a Aquel que hace brillar a las cosas; Señora de nuestra carne, Señor de nuestra carne; La que está vestida de negro, El que está vestido de rojo; La que sostiene a la tierra, El que la cubre de algodón.

Y hacia allá dirigía sus voces, así se sabía: hacia el lugar de la Dualidad..." Mostrando luego que el sacerdote Quetzalcóatl había derivado su propio nombre del dios Quetzalcóatl, símbolo de la sabiduría del supremo principio dual, se afirma en un antiguo himno que los toltecas: "Sólo un dios tenían, lo tenían por único dios lo invocaban, le hacían súplicas, su nombre era Quetzalcóatl. El guardián de su dios, su sacerdote, su nombre era también Quetzalcóatl... El les decía, les inculcaba: Ese dios único. Quetzalcóatl es su nombre. Nada exige, sino serpientes, sino mariposas que vosotros debéis ofrecerle, que vosotros debéis sacrificarle". Refieren los textos indígenas que, en medio del esplendor tolteca, se presentaron un día en Tula tres hechiceros, obradores de portentos. Para algunos, su venida tenía como fin persuadir a Quetzalcóatl de que introdujera el rito de los sacrificios humanos: "Cuando vivió allí Quetzalcóatl, muchas veces los hechiceros quisieron engañarlo, para que hiciera sacrificios humanos, para que sacrificara hombres. Pero él nunca quiso, porque mucho amaba a su pueblo que eran los toltecas. Su sacrificio era sólo de serpientes, pájaros, mariposas, que él sacrificaba. Y se dice, se refiere, que con esto disgustó a los hechiceros, de manera que éstos empezaron a escarnecerlo, a burlarse de él. Decían los hechiceros que querían afligir a Quetzalcóatl, para que éste al fin se fuera, como en verdad sucedió.

En el año 1-Caña murió Quetzalcóatl. Se dice en verdad que se fue a morir allá, a la Tierra del Color Negro y Rojo". En esa misteriosa Tierra del Color Negro y Rojo, situada hacia el Oriente, por el rumbo de las costas del golfo de México, desapareció Quetzalcóatl. Según una versión, se embarcó en una balsa hecha de serpientes. Según otra, se arrojó en una hoguera inmensa para salir de ella convertido en astro. De cualquier forma, el héroe cultural se apartó en busca de la región de la sabiduría. El dios y el sacerdote, confundidos muchas veces en el pensamiento indígena, siguieron simbolizando en todos los tiempos lo más elevado del espiritualismo en el México anterior a la conquista.

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