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"Quedaba después Alemania. Ni las atribuciones exactas del Consejo de Control, ni las cuestiones económicas, ni lo que tenía que hacerse con la flota nazi, eran temas que estaban listos para ser estudiados. "¿Qué se entiende por Alemania?", pregunté, "Lo que ha quedado después de la guerra", replicó Stalin. "La Alemania de 1937", dijo Mr. Truman. Stalin dijo que era imposible olvidar la guerra. El país ya no existía. No había fronteras definitivas, ni guardas fronterizos, ni tropas, sino únicamente cuatro zonas ocupadas... (W, S. Churchill, Memorias.) Alemania pagó muy caro su intento de dominar Europa. Había anhelado por encima de todo la victoria en aquella guerra, pero sólo había cosechado la más total y completa derrota. Y los alemanes, no preparados psicológicamente para la catástrofe, según comenta Snyder, acostumbrados tradicionalmente a la obediencia y la disciplina, se sentían tan desvalidos como peces fuera del agua. Ahora parecía venirse encima todo el peso de la catástrofe, y la responsabilidad de una pérdida superior a los doscientos setenta mil millones de dólares, sumada a los casi siete millones de muertos y casi diez millones entre heridos y desaparecidos, daba como resultado final la invasión del III Reich por las tropas aliadas y una terrible devastación, El día 5 de junio, menos de un mes después de la capitulación, los aliados anunciaron que se encargarían de la dirección de Alemania, y como solución curiosa mantenían teóricamente la nación, pero se reservaban y aseguraban ellos mismos la soberanía interna y exterior.

En el mismo día una segunda declaración delimitaba la nueva Alemania, volvía a sus fronteras de 31 de diciembre de 1937, que incluía el Sarre, pero excluía las demás anexiones del Reich. El trazado definitivo de fronteras quedaba aplazado para el tratado de paz. Así, concluida la derrota del ejército y la caída del régimen nacionalsocialista, la ocupación de los territorios convertía en realidad la rendición de primeros de mayo y se daba cumplimiento al propósito declarado en el comunicado final de Crimea, de 11 de febrero de 1945: "Nuestro inflexible propósito consiste en destruir el militarismo alemán y el nazismo y asegurarnos que en lo sucesivo no podrá nunca jamás Alemania perturbar la paz del mundo. Estamos decididos a desarmar y a dispersar todas las fuerzas armadas alemanas, a abatir para siempre el Estado Mayor alemán, a trasladar o a destruir todas las instalaciones militares alemanas, a eliminar o a controlar toda la industria alemana que pueda utilizarse para la producción de guerra, a dar a todos los criminales de guerra un justo y pronto castigo, a obtener por la fuerza reparaciones en especie por la destrucción causada por los alemanes, a hacer desaparecer el partido nazi, así como las leyes, instituciones y organizaciones hitlerianas, a alejar todas las influencias nazis y militaristas de las oficinas públicas y de la vida cultural y económica del pueblo alemán y a tomar, en armonía, todas aquellas medidas que sean precisas en Alemania para la futura paz y seguridad del mundo.

.." Más tarde, el comunicado del 2 de agosto, de la Conferencia de Potsdam, concretará, aún más, a lo largo de todo su apartado III, el sistema y orden de la ocupación y división alemanas, llegándose así a la coronación de la derrota y rendición, ratificada en el cuartel general ruso de Berlín. En este apartado III se señalaban los "principios políticos y económicos del tratamiento del que será objeto Alemania en el período inicial de control". Y estos principios concretan la ocupación y condicionan tanto la economía alemana como el futuro de su población, de sus ejércitos y armamentos y de su política y organización democráticas. Como primera medida, a consecuencia de los cambios de fronteras, el territorio de Alemania se había reducido en 127.000 kilómetros cuadrados, con claro beneficio para la Unión Soviética. Pero, por encima de todo, las nuevas fronteras significaban una nueva línea de división europea que iba hasta el oeste del Danubio, en la Europa central, y hasta el Elba, en el norte. Esto había consternado especialmente a Mr. Winston Churchill, para el que la penetración militar rusa y la consiguiente emergencia de Estados clientes del Kremlin en Europa central y oriental quedan simbólica y patéticamente resumidos en el célebre cablegrama enviado al nuevo presidente americano, Mr. Truman, el día 12 de mayo: "Han echado sobre su frente de guerra una cortina de hierro".

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