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Kursk campaña

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Dentro del conjunto general del conflicto la situación de Bulgaria era extremadamente ambigua y peligrosa. Debido a la acción ejercida por Alemania, el país se había integrado en la alianza Tripartita y había participado en las operaciones de invasión de Yugoslavia en la primavera de 1941. En este país Bulgaria mantenía en el verano de 1944 fuerzas de ocupación situadas en sus zonas vitales. La peculiaridad más destacada de la situación de Bulgaria era el significado por las especiales relaciones que mantenía con la Unión Soviética. De manera formal, el Gobierno de Sofía no se encontraba en estado de guerra con Moscú. Así, a pesar de las presiones ejercidas por Alemania, en la capital búlgara se mantuvo abierta la embajada soviética una vez iniciada la invasión de este país por las fuerzas de la Wehrmacht. Desde el mes de enero de 1941, los alemanes habían ocupado los puntos neurálgicos del territorio búlgaro aprovechando una situación de perturbación general que sufría el país. La situación no podía ser más comprometida, sobre todo a partir del momento en que se produjo el fallecimiento del zar Boris. Las circunstancias que rodearon el suceso se mantuvieron en niveles muy ambiguos, teniendo en cuenta además que resultaban beneficiosas a los intereses alemanes. Debido a estos hechos, Bulgaria se organizó mediante un sistema de regencia, dada la menor edad del nuevo monarca. El país mantenía unos tradicionales sentimientos rusófilos, que habían fomentado la aparición de un extenso movimiento de resistencia a la presencia alemana.

Un denominado Frente Patriótico reunía, llegado el verano de 1944, a casi setecientos comités secretos de lucha clandestina. Junto a esto existía un ejército de partisanos que combatía en las zonas rurales y se hallaba integrado por más de 18.000 hombres. Contando con esta realidad, y apoyándose en el hecho de la petición de armisticio por parte de Rumania, el gobierno de Bagrianov declaró la neutralidad de Bulgaria el 28 de agosto de 1944. Decidió así mismo la retirada de los efectivos situados en la vecina Serbia, con ánimo de ofrecer una imagen pacifista a los que se presentaban como futuros vencedores en la contienda. Sin embargo, esta decisión provocó entre las autoridades soviéticas una reacción diferente a la esperada. Stalin imaginaba que la neutralidad de Bulgaria favorecería la salida del país de las tropas alemanas allí acantonadas. Con ello se impediría la penetración en él del Ejército Rojo, que constituía el interés máximo del dirigente soviético. Para evitar esto la Unión Soviética declaró la guerra a Bulgaria el día 6 de septiembre de 1944. A continuación, lanzó sobre ella a parte de las tropas que habían llevado a cabo la ocupación de la vecina Rumania. Cuarenta y ocho horas después el Gobierno de Sofía solicitó el armisticio, mientras que las fuerzas soviéticas penetraban en territorio búlgaro sin encontrar resistencia alguna por parte de su Ejército. No se produjo un solo enfrentamiento durante la realización de esta operación, al tiempo que se iniciaba un movimiento insurreccional hasta entonces mantenido de forma latente.

La presencia de las tropas de ocupación servía de directo respaldo a la acción de las elementos de izquierda que se oponían al sistema dictatorial impuesto desde hacia décadas. Las fuerzas soviéticas, al mando de los mariscales Malinovsky y Tolbukhin ocupaban los centros neurálgicos del país. Mientras, el día 6 de septiembre, comenzó una oleada huelguista en los establecimientos industriales de la capital. De forma inmediata el movimiento se extendió al resto de los centro fabriles y mineros hasta conseguir la total paralización de la producción. La población de las ciudades salió a la calle y abrió las cárceles para liberar a los numerosos reclusos que se encontraban prisioneros por motivos políticos. El Frente Patriótico se hizo con el poder en Sofía, y ordenó al Ejército de Liberación Popular que ocupase, de acuerdo con las tropas soviéticas, los puntos clave del territorio nacional. Las fuerzas armadas regulares no solamente no opusieron ninguna resistencia, sino que en una importante proporción se pasaron sus miembros a las filas de los insurrectos. El 9 de septiembre quedó constituido un gobierno revolucionario presidido por el comunista Cheorghiev, quien declaró la guerra a Alemania y a Hungría. Además, decidió la disolución del parlamento y la policía, así como la retirada de las fuerzas militares búlgaras estacionadas en los países limítrofes. Las nuevas autoridades decidieron asimismo la participación en la guerra contra Alemania con el fin de salir del conflicto dentro del bando de los vencedores. De esta forma, el Ejército búlgaro fue integrado dentro del soviético y participó en la liberación de Yugoslavia y Hungría. En esta acción, que se prolongó durante casi ocho meses, murieron más de 32.000 soldados búlgaros, y muchos millares fueron heridos o declarados desaparecidos.

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