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Pero lo decisivo de la segunda mitad de los sesenta fue lo acontecido en la sociedad norteamericana. Muy pronto, en radical contraste con lo que sucedía a principios de la década, la fe en las instituciones norteamericanas llegó a dar la sensación de convertirse en una excepción. Vietnam provocaba la impresión de crear adicción sin proporcionar solución siquiera a medio plazo. El propio Johnson tenía una hija casada con un militar que no acababa de comprender cómo su marido debía ir a combatir a favor de unas personas que daban la sensación de no querer ser defendidas. En esa misma década Lippmann y Kennan, dos de los principales ensayistas norteamericanos, diagnosticaron en aquella sociedad una radical ausencia de propósitos verdaderamente nacionales. En el origen de una situación de desquiciamiento como ésta no hubo factores de carácter económico. El desempleo pasó del 4.5% a tan sólo 3.5% en 1969. Lo que sucedió en realidad es que Vietnam se convirtió en el catalizador de una situación que tenía un trasfondo social y cultural. Empieza por explicarse teniendo en cuenta la situación de la juventud, en especial la universitaria. El número de norteamericanos entre 18 y 24 años había crecido, como consecuencia del "baby boom" anterior en un 50% hasta unos 25 millones de personas. Ya en 1965 el 44% de los jóvenes acudía a la Universidad en donde seguían siendo tratados como menores de edad.

La primera protesta universitaria se produjo en Berkeley en 1964-5 como resultado de la prohibición de repartir propaganda política en el "campus". En muchas manifestaciones culturales encontramos la prueba de una creciente distancia generacional, que lo era también de credibilidad entre las generaciones. La película The Graduate (1967) constituye una buena prueba del repudio de los valores tradicionales por parte esos jóvenes. La canción The sounds of silence de Simon y Garfunkel, que formaba parte de su banda sonora, recordaba la imposibilidad de comprensión entre el mundo de los mayores y los más jóvenes. Bob Dylan cantaba a las madres y padres y les decía que "no criticaran lo que no podían comprender"; sus hijos e hijas habían escapado de sus manos y no podían atraparlos ya. Los tiempos están cambiando fue el título de otra canción suya que podía ser aplicado a la acción de los movimientos de derechos civiles hasta entonces actuantes. En efecto, estos cambiaron en un aspecto fundamental de sus planteamientos a partir de mediada la década de los sesenta. Para el SNCC -"Students Non-violent Coordinating Comittee"- el descubrimiento de la actitud pasiva de las autoridades federales y de la posición renuente de las sureñas, así como las condiciones de vida de la mayoría negra, les hicieron cambiar de actitud de modo drástico. El empleo de procedimientos que se situaban más allá de la protesta pacífica apareció al menos como una posibilidad.

Los SDS -"Students for a democratic Society"- en 1962 estaban muy integrados en los valores norteamericanos tradicionales. Pero la situación cambió con el transcurso del tiempo. Los SDS triplicaron sus afiliados en 1966 y los nuevos jóvenes activistas no temían a los comunistas como sus antecesores y pudieron convertirse en admiradores de aquellos a quienes sus padres consideraban como enemigos de su país. Lippmann o Kennan criticaron, en cambio, la política de Vietnam por razones derivadas de su realismo en política exterior, mientras que los jóvenes lo hicieron por la inmoralidad de la causa o por las armas empleadas. Eve of Destruction fue el título de una de las canciones del momento (Barry Mc Guire fue su autor). En 1967 el movimiento por los derechos civiles estaba ya profundamente dividido. Las Universidades consideradas como de élite fueron las más propicias a la protesta y en ellas se superponían los procedimientos de actuación, violenta o no. En lo que respecta a los procedimientos de protesta pacífica se hizo creciente la tendencia de los protestatarios a sumarse a grupos en defensa de sus propios derechos. Gran parte de la llamada "revolución de los derechos" se había producido como consecuencia de la acción de los tribunales. Desde 1965 apareció la "acción afirmativa", que garantizaba a las minorías un apoyo de la legislación para aquellos grupos hasta entonces preteridos como las minorías raciales. En 1963 apareció el libro de Betty Friedan, The femenine Mystique, que puede ser considerado como la biblia del feminismo.

Esta reivindicación logró un éxito fulgurante. En 1962 sólo un tercio de las norteamericanas pensaba que estaban discriminadas pero ya en 1974 eran dos tercios del total. En 1966 nació NOW -"National Organization of Women", pero también, en la traducción de las siglas, "Ahora"- que defendió los derechos de la mujer. El feminismo fue una de las herencias más perdurables de la época, quizá incluso la más relevante e irreversible de todas. La protesta violenta pareció conseguir un éxito súbito y espectacular en la minoría negra. La eclosión de la misma se impuso como realidad espontánea, en forma de motín, cuando se daban las circunstancias oportunas como una actuación violenta de la policía o una noticia que provocara la indignación. Las escenas de un tumulto inicial proyectadas por la televisión dieron la sensación de provocar la intervención de los que las veían; los motines y saqueos venían acompañados de una atmósfera de carnaval que a menudo acaba teniendo resultados luctuosos. En tan sólo el año 1966 hubo hasta 38 motines con un total de siete muertos y 3.000 arrestados. El "Black power" fue más un grito que un pensamiento pero pareció justificar la actuación mediante la violencia. En 1967 nacieron los "Panteras negras" que la defendieron de forma teórica; hasta 19 miembros de este grupo fueron abatidos por la policía en choques sucesivos. En 1968 había unos 5.000 "panteras negras" cuya definición ideológica venía a ser un vago izquierdismo atraído por el Tercer Mundo.

Alguno de sus dirigentes, como Elridge Cleaver, había sido condenado en juicio como violador. Se debe tener en cuenta, en efecto, que el reto al orden establecido no estuvo provocado tan sólo por movimientos reivindicativos sino también por la aparición de comportamientos asociales. La tasa de homicidio dobló en el período 1963-1970. La película Bonnie and Clyde dio la sensación de celebrar la violencia sin sentido y brutal de un modo que, quienes la protagonizaban, podían aparecer como auténticos héroes. De la eclosión de la música popular se pasó a la atracción por la cultura del "acid rock" en la que los propios Beatles participaron a partir de 1965, como testimonian las letras de alguna de sus canciones. En vez del escape individual del alcohol de la generación anterior, los jóvenes se dedicaron al colectivo de la marihuana. La liberación sexual también tuvo consecuencias inmediatas en la súbita reaparición de una alta tasa de nacimientos ilegítimos. El porcentaje creció del 23 hasta el 36% entre los negros en tan sólo el período 1963-1970, mientras que entre los blancos pasó tan sólo del 2 al 3%. Todas estas consecuencias de la profunda transformación de los años cincuenta fueron recibidas con profunda reticencia por una parte de la población. Ronald Reagan, que la representó y habría de llegar a la presidencia como consecuencia de ella, propuso la definición de un hippie como alguien que "viste como Tarzán, tiene el pelo como Jane y huele como Chita".

En efecto, a pesar de tantos retos al orden y a los principios de la convivencia norteamericana, la década de los sesenta acabó favoreciendo a la derecha. El crecimiento del conservadurismo se produjo en el terreno intelectual. Podhoretz, inspirador de Commentary, la revista de la minoría intelectual judía, constituyó un buen ejemplo y lo mismo cabe decir del sociólogo Daniel Bell. En realidad, hubo un sector entre los liberales de antaño que acabaron por girar hacia posiciones mucho más conservadoras porque ellos nunca habían cuestionado la esencia de la democracia norteamericana. De este modo, la protesta produjo esas consecuencias a medio y largo plazo de modo que los ochenta fueran los antisesenta y, por tanto, esencialmente conservadores. Pero la cuestión no se planteó tan sólo desde un punto de vista intelectual. Para los blancos pobres, hasta entonces la liberación suponía trabajo duro en vez de quemar las ciudades y creían que así debía seguir siendo. En 1964 sólo 34% de los blancos pensaban que los negros estaban pidiendo demasiado y demasiado rápido; en 1966 eran el 85% del total. Gerald Ford, un político republicano al que la dimisión de Nixon acabó llevando a la presidencia, se revolvió en contra de la teoría, que según él se habría convertido en corrientemente admitida, de que quienes lanzaban piedras eran un producto de un hogar roto o una consecuencia de la marginación por parte de la sociedad.

La mayor parte de los norteamericanos no eran ni jóvenes ni negros ni pobres, de modo que los retos por parte de estas minorías -sobre todo se daba la sensación de ser amenazadores para el fundamento de la vida norteamericana- pudieron parecer intolerables. El máximo de polarización en el seno de la sociedad norteamericana se produjo en el año 1968. Durante él, de acuerdo con la opinión del periodista Theodore White, cada mes vio la aparición de acontecimientos que resultaban por completo imprevisibles en el mes anterior. Uno de ellos fue la ofensiva del Tet en Vietnam que le hizo a Cronkite, el más conocido de los periodistas televisivos, exclamar: "Pensaba que ganábamos la guerra". La televisión supuso una interpretación nueva y distinta de la guerra que ponía de manifiesto su brutalidad y la identificación de los Estados Unidos con causas que nada tenían de democráticas. La aprobación de Johnson pasó de 40 al 26%, en gran medida por la coincidencia en su contra de quienes preferían más dureza y los que deseaban la retirada. Cuando se planteó la campaña, una buena parte de los que votaron a otros candidatos fueron personas cuya postura era la de los llamados "halcones". La muerte de Martin Luther King en atentado (abril) supuso el final de un liderazgo claro y pacífico de la minoría negra. Como consecuencia, se produjo un violento estallido en toda la geografía de los Estados Unidos. King había prometido que "un día, de alguna manera" su sueño se haría verdad pero en 1968 lo que apareció tras su muerte fue simplemente confrontación ciega y destructiva en los barrios habitados por negros.

Con el transcurso del tiempo se había ido produciendo un cambio en la protesta negra. Por una parte King, uno de cuyos colaboradores fue sometido a vigilancia por el FBI como consecuencia de su supuesta pertenencia al comunismo, se convirtió en un crítico de la presencia norteamericana en Vietnam, extendiendo de esta manera el contenido de sus reivindicaciones. Por otro lado, la protesta negra se trasladó al Norte y a la pobreza y dejó de estar centrada en el Sur y en los derechos civiles. Pareció, por si fuera poco, extenderse hasta los sectores más inesperados: en octubre de 1968 la protagonizaron los atletas negros norteamericanos en las Olimpiadas. Muy a menudo, la reivindicación estuvo vinculada con otras formas de activismo. En tan sólo ese año hubo un centenar y medio de manifestaciones violentas. Coincidiendo con las manifestaciones por la muerte de King se produjo, por ejemplo, la ocupación de la Universidad de Columbia en Nueva York. Como es lógico, todo ello influyó en la actitud del presidente Johnson: hasta Acheson, una figura característica del espíritu de la Guerra fría, le aconsejó cambiar su política. La verdad es que en su comportamiento político habían existido aspectos muy poco dignos de alabanza. Obsesionado por la protesta en su contra, hizo que unos 7.000 norteamericanos fueran investigados por la CIA cuando esto estaba prohibido por los propios estatutos de esta entidad. Pero, aparte de la mala salud, lo que le indujo a no participar en la carrera electoral de 1968 fue la conciencia clara de que estaba en serio peligro la unidad del pueblo norteamericano y, en especial, la de su propio partido.

Cuando anunció que no buscaría la reelección declaró, al mismo tiempo, una reducción unilateral de los bombardeos en Vietnam del Norte con lo que admitía el creciente papel del pacifismo en la conciencia norteamericana. Ya en la película Dr. Strangelove, de Kubrick (1964), había aparecido la posibilidad de un involuntario holocausto nuclear. Mientras tanto, las primarias habían testimoniado la grave situación en el Partido Demócrata que todavía empeoraría durante la campaña. La discrepancia con respecto a la política seguida por el presidente llevó a la temprana aparición de la candidatura del senador Eugene Mc Carthy, un antiguo novicio católico, intelectual enigmático que supo atraerse a sectores estudiantiles en pro de una actitud pacifista pero que era arrogante, hablaba mal y no quiso cautivar a la prensa. Su profetismo moral le hizo rozar la victoria contra el propio Johnson en alguna de las primarias iniciales, pero muchos de los que le votaron eran partidarios de aumentar la intervención norteamericana. En realidad, Bob Kennedy le superaba por completo y era el único capaz de unir al Partido Demócrata. Al principio dio la sensación de ser demasiado calculador no arriesgándose a perder contra Johnson. Pero, al mismo tiempo, era una persona que había experimentado un cambio biográfico hacia una mayor radicalización: hablaba de la necesidad de una "revolución en libertad", de que el peligro comunista nacía de personajes como Batista y no como Castro y se había convertido en un defensor de los chicanos (inmigrantes hispanos).

Pero en junio fue asesinado en un acto más que parecía arrebatar a los norteamericanos un liderazgo carismático. La convención de los demócratas en Chicago a fines de agosto fue un desastre. Hizo daño no tanto a Humphrey, el candidato final, como al partido mismo. La ciudad estaba en manos de un cacique representante de la política antigua -Daley- pero a la convocatoria acudieron toda clase de movimientos contraculturales produciendo todo tipo de incidentes. Hubo quien presentó a un cerdo como candidato. Al margen de incidentes, que concluyeron con actos de violencia, el problema de los demócratas fue que contaban todavía con un ala derecha muy conservadora mientras que no lograban integrar a los más jóvenes. Además, el propio cambio social les obligaba a una reconsideración de sus planteamientos políticos: en 1939 el número de estudiantes universitarios equivalía al de mineros y ferroviarios, mientras que ahora éstos no pasaban de la décima parte de los primeros. Finalmente, los candidatos presidenciales efectivos fueron Wallace, Nixon y Humphrey. Para el primero, "los liberales, los intelectuales y la gente con pelo largo ha gobernado este país demasiado tiempo". Populista, no era favorable a la Guerra de Vietnam sino más bien contrario a los pacifistas. Muchos especularon acerca de la posibilidad de que existiera de verdad un nuevo Nixon pero, fuera verdad o no, éste supo resucitar de una muerte política en apariencia irreversible dando una imagen centrista.

Humphrey, que se había opuesto a la Guerra de Vietnam, no consiguió desligarse de Johnson, de quien había sido el vicepresidente. La de 1968 fue la primera campaña de alta tecnología televisiva en la Historia de Estados Unidos. Al final se produjo un acercamiento entre el voto de los dos candidatos principales. Nixon se mantuvo en el 43-44%, según las encuestas, pero Humphrey ascendió desde el 28 al 42%, de modo que al final hubo tan sólo medio millón de votos de diferencia (Wallace obtuvo el 13%). El 97% de los negros votaron a los demócratas, que mantuvieron su ventaja en el legislativo. Nixon consiguió muy buenos resultados al Este del Mississippi mientras que la identificación de los demócratas con los derechos civiles les hizo perder el apoyo del Sur. En general, puede decirse que, en esta elección como en tantas otras, quedó más claro cuál era el pronunciamiento negativo del elector que el positivo. Los ciudadanos se habían pronunciado, aunque por poco, contra la gestión demócrata.

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