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Datos principales


Rango

Imperio Napoleón

Desarrollo


Su ambición y la popularidad que alcanzó Bonaparte como consecuencia de la pacificación de Francia, le permitieron transformar el Consulado decenal en Consulado vitalicio. La pacificación había sido conseguida merced a la gran operación diplomática puesta en marcha por Napoleón, a través de su ministro Talleyrand, para neutralizar a la Segunda coalición formada por Gran Bretaña, Austria y Rusia. Consiguió convencer al zar Pablo para que resucitara una neutralidad armada en el norte que comprendiera a Rusia, Prusia, Suecia y Dinamarca. Una nueva campaña de Italia organizada después del golpe de Brumario, le proporcionó a Napoleón la victoria de Marengo sobre los austriacos en junio de 1800. Otro ejército francés al mando de Moreau consiguió otra victoria en Hohenlinden, al sur de Alemania, que hizo que Austria pidiese la paz y firmase el consiguiente Tratado de Luneville (1801), que confirmaba y reforzaba las estipulaciones del Tratado de Campo Formio. Sólo quedaba Inglaterra, pero la terminación de la guerra en el continente decidió a ésta a firmar también la paz el 25 de marzo de 1802. Mediante la Paz de Amiens Francia devolvía Egipto a Turquía e Inglaterra devolvía la isla de Malta a sus antiguos dueños, los caballeros de la Orden de San Juan. Los franceses abandonarían Otranto y las islas Jónicas en las que se constituiría una república independiente. En el Atlántico Inglaterra se quedaba con la isla de Trinidad, que en realidad fue conquistada a España, con lo que Francia no perdía nada.

Mediante estos acuerdos, Francia diluía su presencia en el Mediterráneo, aunque se consolidaba como potencia terrestre y continental, y Gran Bretaña reforzaba su dominio en el Atlántico. La Paz de Amiens no iba a ser, sin embargo, más que una tregua en la larga lucha entre Francia e Inglaterra a lo largo de toda la época napoleónica.El nombramiento de Napoleón como Cónsul vitalicio se hizo mediante un plebiscito convocado por el Consejo de Estado. Las preguntas que se le hacían al pueblo eran las siguientes: 1) ¿Debe ser Cónsul vitalicio Napoleón Bonaparte? 2) ¿Debe tener la facultad de designar a su sucesor? Esta segunda pregunta fue, no obstante, rechazada por el propio Napoleón por estimarla demasiado prematura aún. El plebiscito fue abrumadoramente favorable al consulado vitalicio, aunque también es de notar -como advierte Godechot- las significativas abstenciones e incluso la oposición de algunos generales y soldados como La Fayette y Latour-Maubourg, a pesar de las medidas policíacas tomadas contra la oposición. No importaba: Napoleón se había convertido ya en un verdadero monarca, que además acrecentó su poder en detrimento del legislativo mediante la aprobación de un acta adicional a la Constitución, que algunos consideran como otra Constitución (la Constitución de 1802). El nuevo documento le permitía, ahora sí, elegir a su sucesor, aumentar su asignación económica muy por encima de los otros dos cónsules, presidir el Senado y nombrar al presidente del Cuerpo Legislativo.

Francia aceptó esta evolución del régimen político sin ninguna dificultad. Después de la tormenta revolucionaria, la vuelta a la tranquilidad que permitía el disfrute de las conquistas tan dolorosamente conseguidas en los años anteriores, parece que complacía, no sólo a la mayor parte de los ciudadanos franceses, sino también a los de otros países que mostraban su interés y su curiosidad por acercarse a Francia para conocer personalmente lo que había quedado de la Revolución.Aquella tregua no fue desaprovechada por Inglaterra que trató de rehacerse ante la seguridad de que no duraría mucho dada la rivalidad existente con Francia, no ya en el terreno político y diplomático, sino sobre todo en el económico. Ambos países se hallaban en un proceso de expansión industrial, aunque en diversos niveles de desarrollo. Aunque Godechot no se muestra partidario de exagerar las preocupaciones económicas de Napoleón, no cabe duda de que en el choque con Inglaterra iba a contar también ese tipo de intereses. El comercio y la manufactura de Gran Bretaña se vieron afectados por la negativa francesa a abrir sus mercados y por la política de expansión colonial de Napoleón que se concretó en la cesión de la Luisiana por parte de España (octubre de 1800) y en la expedición que mandó para conquistar Santo Domingo y Guadalupe (febrero de 1802), así como los planes que al parecer fraguaba para atacar a la India y a Egipto.Por otra parte, en Europa, Napoleón seguía dando pasos que mostraban claramente su deseo de convertir a Francia en la "Gran Nación" que había soñado, aun sin un plan establecido.

En Italia convirtió en República Italiana la antigua República Cisalpina, y se autonombró presidente. El Piamonte fue anexionado por Francia en septiembre de 1802 así como la isla de Elba, y Parma fue ocupada al mes siguiente. En Suiza impuso un régimen constitucional y en la República Bátava se hizo aprobar también una nueva Constitución que convertía a Holanda en un país aún más vasallo de Francia de lo que había sido hasta entonces. Era como una especie de intensificación de la política del Directorio que comenzó a resquebrajar la débil tregua que no había hecho más que firmarse. Pero lo que más alarmó a Europa fue la intervención de Francia en los asuntos alemanes. Como consecuencia del tratado de Lunéville, se suprimía una buena parte de los principados eclesiásticos y de las ciudades libres en favor de los príncipes aliados o amigos de Francia que habían perdido territorios en la orilla izquierda del Rin. El poder de la Iglesia católica en Alemania se vio muy afectado y se ponía en peligro la conservación de la corona imperial por parte de la casa católica de los Habsburgo. El Sacro Imperio Romano quedaba amenazado y Francia acrecentaba su poder en Alemania en detrimento de Austria. El zar Alejandro respaldó esta jugada como mediador, más que nada por su deseo de jugar un papel principal en la política europea.Inglaterra no podía contemplar con tranquilidad estos movimientos de la Francia napoleónica y consciente de la necesidad de mantener el dominio en el Mediterráneo, retrasó la devolución de la isla de Malta a la Orden de San Juan de Jerusalén, devolución que se contemplaba en las estipulaciones de Amiens.

Esta demora fue entendida por Napoleón como prueba de la mala fe de Londres. La guerra entre Francia e Inglaterra se reanudó en mayo de 1803, sin que pueda salvarse de la responsabilidad del nuevo choque, que iba a durar once años, a ninguno de los dos contendientes.La guerra justificaba el reforzamiento del poder de Napoleón, pero lo que verdaderamente dio impulso definitivo a su deseo de coronarse como emperador fue el descubrimiento de una conspiración urdida para asesinarlo. En esa conspiración se hallaba el general Pichegru, quien había sido deportado después del golpe del 18 de Brumario, y algunos otros emigrados. La conjura fue descubierta en febrero de 1804 y de su interrogatorio se desprendió que querían entronizar a un príncipe de la casa de Borbón. Napoleón entendió que se trataba del hijo del último Condé, el duque de Enghien, que se hallaba en Baden, cerca de la frontera francesa y ordenó su captura. Enghien fue llevado a París donde fue juzgado y condenado a muerte. Su ejecución y las duras medidas tomadas contra los cómplices no tenían otro objeto que aterrorizar a los realistas. La policía reforzó su control y su jefe, el antiguo terrorista Fouché, se convirtió en la persona de confianza de Napoleón. Para halagarlo y con el pretexto de desalentar futuras conjuras, le instó a que transformase su consulado vitalicio en Imperio hereditario, pues de esa forma su asesinato no tendría que provocar un cambio en el sistema de gobierno.

El Senado estudió un proyecto de modificación de la Constitución que fue aprobado el 18 de mayo de 1804 y sometido a ratificación popular mediante un nuevo plebiscito. Más de 3.500.000 franceses votaron afirmativamente, frente a poco más de 2.500 votos negativos. De esta forma, el gobierno era confiado a un emperador hereditario que establecía una línea sucesoria similar a la de los monarcas reinantes. Inmediatamente, y haciendo gala de un deseo de volver a la pompa y el boato propios del Antiguo Régimen, Bonaparte pidió al papa Pío VII que lo consagrase emperador, para enlazar así con la dinastía carolingia de Pipino el Breve. Después de algunas dudas, el romano pontífice aceptó trasladarse a París, y en una solemne ceremonia celebrada en la catedral de Notre-Dame, el 2 de diciembre de 1804, Napoleón fue coronado emperador de los franceses, en una escena que el pintor David inmortalizó en un famoso cuadro. Bien significativo fue el gesto de Napoleón, al coger él mismo la corona para depositarla sobre su cabeza y la de su esposa Josefina a la que también coronó con sus manos.Los símbolos imperiales del águila y las abejas de oro se mezclaron desde entonces con la bandera tricolor salida de la Revolución. Al mismo tiempo, los títulos de príncipe y la nueva nobleza imperial, junto con la Legión de Honor, dieron un sesgo aristocratizante al régimen que contribuiría a distanciarlo de la nación. Y eso en unos momentos en los que se avecinaban nuevos sacrificios por el estallido otra vez del conflicto en Europa.

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