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La figura que mejor simboliza la situación del mundo carolingio en desintegración es Hincmar de Reims (806-882): metropolitano de esta importante ciudad desde el 845 (dos años después del Tratado de Verdún), consejero de Carlos el Calvo, defensor de la autoridad del episcopado franco frente a papas y monarcas, educador político y, además, destacado teólogo. En esta última faceta, Hincmar participaría en las grandes disputas de su época manifestándose como un firme defensor de la ortodoxia. a) El predestinacionismo de Gottskalk: Hijo del conde Bernun de Sajonia y oblato en el monasterio de Fulda en su juventud, Gottskalk se consagró en su madurez como un consumado trotamundos y un teólogo relevante. Llevando hasta sus últimos extremos ciertas tesis agustinistas se erigió en defensor de la doble predestinación: Dios ha predestinado de manera incondicionada a un grupo de hombres para la vida eterna y a otros a la irremisible muerte eterna. La muerte de Cristo sólo ha redimido a los elegidos. Estas doctrinas provocaron la formación de dos frentes teológicos. Contra Gottskalk se levantaron su maestro Rabano Mauro, redactor de un "De praesciencia et praedestinatione", Hincmar de Reims, y Escoto Eriúgena, autor de un "De praedestinatione". En la línea de Gottskalk, aunque con muchos matices, se colocaron Servato Lupo, Ratramno de Corbie y Galindo Prudencio, temerosos de que la condena radical del predestinacionismo doble pudiera acarrear también la desautorización de san Agustín.

La controversia, así, se fue enmarañando y constituyó objeto de preocupación para varias asambleas conciliares. La de Thuzey en octubre del 860 se pronunció porque Dios no había desprovisto del libre albedrío al hombre ni siquiera después de su caída. La muerte de Gottskalk unos años después acabó por zanjar la polémica. b) Pascasio Radberto y las controversias eucarísticas: Monje primero y luego abad de Corbie, Pascasio Radberto (790-865) dio a luz entre el 831 y el 844 un texto de piedad eucarística bajo el titulo "De Corpore et Sanguine Domine". Sin poner en duda la presencia de Cristo en la eucaristía, Pascasio exponía puntos de vista muy personales en torno a la forma y el modo en que tal presencia se manifestaba en las especies eucarísticas. Cristo, venía a decir, se encuentra con su verdadera carne y sangre que se multiplican por la omnipotencia de Dios en cada consagración. Tal doctrina ha sido definida como realismo craso y frente a la que se levantaron de inmediato otros autores. Rábano Mauro, así, defendió una opción más espiritualista: la carne de Cristo se obtiene mediante la fe. En la polémica acabaron terciando también los propios Gottskalk y Ratramno y, sobre todo, el más singular personaje del Renacimiento carolingio: Escoto Eriúgena. c) Juan Escoto Eriúgena: Los dos gentilicios que acompañan a su nombre de pila indican el origen irlandés del personaje (c. 810-c. 877) aunque no sepamos nada de su familia ni del lugar concreto de su nacimiento.

Hacia el 847 le encontramos en la corte de Carlos el Calvo, posiblemente formando parte de la nutrida colonia irlandesa de Laón. Como reputado teólogo se solicitó su opinión en las mas arduas disputas doctrinales del momento aunque, como ocurrió con el tema del predestinacionismo, sus soluciones disgustaron a todos los contendientes. Su notable bagaje de cultura griega le capacitó para emprender traducciones del pseudo Dionisio, Máximo el Confesor y Gregorio de Nisa. Y, sobre todo, le puso en trance de redactar una magna obra: "Periphyseon" o "De divisione naturae". Obra que a los investigadores del siglo XIX les permitió conocer una Edad Media muy distinta de la que hasta entonces se había imaginando. La leyenda sobre Escoto le ha presentado bajo los signos del panteísmo y del naturalismo. Para Escoto, la naturaleza se manifiesta de cuatro formas distintas: la naturaleza que crea y no es creada (Dios como causa suprema de todo), la naturaleza que es creada y crea (las ideas como causas primordiales de todas las cosas), la naturaleza que es creada y no crea (los seres sometidos a la generación de tiempo y lugar) y la naturaleza que no crea y que no es creada (Dios como fin último de todas las cosas). La diversificación de la naturaleza acaba tendiendo a la reunificación. En ese proceso de descenso y ascenso posterior se encuentra el hombre. Su salvación -retorno al Creador- es posible mediante el conocimiento. No se trata, sin embargo, de un conocimiento en el sentido racional de la expresión sino de un conocimiento identificado con la fusión en Dios de toda la naturaleza creada. Los rivales de Escoto pudieron acusarle de estar defendiendo, frente a Gottskalk, una especie de predestinación sólo para la salvación con lo que se ponía en duda la posibilidad de condenación y, consiguientemente, la existencia de un lugar en el que esta tuviera efecto. Los argumentos de Escoto -existencia de tormentos mas espirituales que materiales- no parecieron convincentes a sus contradictores. El autor del "Periphyseon" acabaría anatematizado y como una figura genial pero aislada.

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