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Restauración occiden

Desarrollo


Una contradicción flagrante -la que se daba entre los principios de imperium que hacía del territorio del Estado algo indivisible, y de regnum, vinculado a las concepciones patrimonialistas germánicas- no había resuelta por Carlomagno. Los herederos del restaurador del Imperio habrían de ser agentes y víctimas a la vez de tal contradicción. El sucesor de Carlos, Luis el Piadoso, era un hombre más culto que su padre y más respetuoso con los intereses de la Iglesia. Así, en el 817 renunció a mediatizar la elección de papas. Desde los comienzos de su reinado, además, miembros del alto clero (Wala de Corbie, Benito de Aniano, Agobardo de Lyon, Jonás de Orleans...) impusieron unas pautas de comportamiento político. Producto de ellas fue la "Ordinatio Imperii", también del 817. En ella se salvaguardaba la unidad del Imperio que, en el futuro, pasaría al primogénito Lotario. Pero, en consonancia con los tiempos, se permitiría que los segundones -Pipino y Luis el Germánico- ostentasen la titularidad de pequeños reinos en la periferia. La muerte de algunos de los más importantes colaboradores de Luis el Piadoso y las peripecias familiares hicieron imposible cualquier arreglo. Acusado de incapaz, el emperador fue obligado en Attigny a una humillante penitencia pública en el 822. Lotario pasaba, de momento, a convertirse en el hombre fuerte. En los años siguientes la situación se hizo más compleja al nacer un nuevo vástago del emperador: Carlos el Calvo a quien, como a sus hermanastros, deseó otorgarle una dote territorial.

El descontento cundió entre los afectados por la medida. Lotario, Pipino y Luis el Germánico formaron un frente contra su padre que una vez más (penitencia de san Medardo de Soissons) hubo de ceder en el 833. Seis años más tarde, la muerte de Pipino creó un nuevo problema ya que la pretensión de asignar sus territorios a Carlos el Calvo provocó en Aquitania una revuelta de nobles inclinados por defender los derechos del hijo del difunto: Pipino II. Aquitania se encaminaba, así, hacia un nuevo proceso de emancipación, y también de alejamiento de las grandes decisiones políticas que iban a tomarse más al Norte. Éstas llegarían a partir de la muerte de Luis el Piadoso en el 840. Lotario, invocando los viejos principios de la "Ordinatio Imperii", trató de imponer su hegemonía a Carlos el Calvo y Luis el Germánico. La alianza de éstos, sin embargo, obtuvo un rotundo éxito sobre el primogénito en Fontenoy-en-Puisaye. Se afianzó poco después con los juramentos de Estrasburgo, prestados por los soldados de los vencedores en primitivo francés y primitivo alemán. Al final, Lotario abandonó a su suerte a Pipino II (que hubo de rendir pleitesía a Carlos el Calvo) y se plegó a suscribir el Tratado de Verdún (843). El acuerdo suponía el reparto equitativo del Imperio: Carlos el Calvo gobernaría las tierras más al Oeste (la Francia Occidentalis, germen de la futura Francia). Luis el Germánico pasaba a reinar sobre los territorios más orientales (la Francia Orientalis, identificada luego con el reino de Germania).

Lotario se reservaba un largo corredor desde Frisia al Norte a los Estados papales al Sur, territorio conocido con el nombre de Lotaringia y en el que se enclavaban las dos capitales imperiales: Roma y Aquisgrán. Lotario era reconocido como emperador por sus victoriosos hermanos, pero el título carecía de mucho de su primitivo contenido. El Tratado de Verdún rompía traumáticamente la unidad del mundo carolingio. Para paliar sus efectos, tres años después (Asamblea de Mersen del 846) los hermanos se pusieron de acuerdo para repartirse la solución de los problemas que presionaban desde el exterior: normandos, sarracenos y eslavos. Este régimen de solidaridad fraterna duró sólo hasta la muerte de Lotario en el 855. Sus dominios, siguiendo las viejas tradiciones, fueron repartidos entre sus hijos, lo que favoreció las ambiciones de Carlos el Calvo y Luis el Germánico. En el 870, por el Tratado de Mersen, se apoderaron de los territorios lotaringios situados al Norte de los Alpes. Las futuras esferas de acción de franceses y alemanes quedaban así perfiladas.

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