El Patriarca de Constantinopla

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El Imperio Bizantino

Desarrollo


La cabeza de la Iglesia ortodoxa era el patriarca de Constantinopla, del que llegaron a depender un millar de sedes metropolitanas y episcopales en el momento de máxima expansión, a comienzos del siglo XI, incluyendo la sede autocéfala búlgara de Ochrida. El patriarca, "jefe de la Iglesia ortodoxa y segundo personaje del Estado" (Guillou) velaba por el dogma, disponía en materia de disciplina, fijaba la liturgia, nombraba al resto de los obispos y participaba en la organización y en las rentas de los monasterios vinculados directamente al patriarcado en virtud del privilegio de stauropegia, por el que podía fundar nuevas iglesias. A su vez, el emperador escogía a quien había de ejercer el cargo de patriarca atendiendo a la terna propuesta por los obispos metropolitanos, aunque también podía hacerlo sin tenerla en cuenta, del mismo modo que se había perdido hacía mucho la práctica de elección de obispo por el clero y pueblo de la diócesis. Los actos de consagración corrían a cargo de otro obispo, a menudo el de Heraclea, pero los de investidura se realizaban en palacio, con un protocolo propio de funcionario de la máxima categoría pues no en vano el patriarca era primer consejero del emperador, su capellán nato, y éste fundamentaba sus prerrogativas cesaropapistas en el hecho de ser protector de la Iglesia y, a la vez, fiel seguidor de sus directrices religiosas y morales. Era, en suma, un integrismo religioso-político pleno, heredero de las tendencias que se habían ido manifestando desde el Bajo Imperio romano, en el que predominaba el poder del emperador.

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