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Datos principales


Desarrollo


Desde el 388 al 391 Teodosio permaneció en Italia, estableciendo su corte en Milán, salvo una corta estancia de dos meses en Roma, para celebrar su victoria sobre Maximo. Mientras tanto, había enviado a Valentiniano II y su familia a las Galias, estableciéndose éstos en Vienne. Teodosio había colocado al joven Valentiniano bajo la tutela de Arbogastes, un general franco pagano. Las relaciones entre Valentiniano y Arbogastes hacen pensar que más que de un tutor se trataba de un carcelero impuesto por Teodosio. Arbogastes era el auténtico jefe del ejército de Valentiniano y el que decidía en las cuestiones políticas y sobre los propios actos del emperador. Cuando en el 392 se cernió sobre Panonia una nueva invasión de bárbaros, Valentiniano decidió acudir personalmente con su ejército a combatirlos, pero Arbogastes se lo impidió. Esta reclusión tal vez fuera la causa que empujara al joven Valentiniano al suicidio, según indican algunas fuentes, pero también es posible que fuera asesinado por el propio Arbogastes. En cualquier caso, Teodosio no tomó ningún tipo de represalia sobre Arbogastes ni pareció especialmente interesado en averiguar las causas de la muerte del infortunado Valentiniano. Después de la muerte de Valentiniano, Arbogastes proclamó emperador a Eugenio, un profesor de retórica que había alcanzado un destacado puesto en las oficinas de Valentiniano II. Era el nuevo emperador un cristiano paganizante.

Parece que no tenía, al menos inicialmente, intención de enfrentarse con Teodosio. Aceptó el nombramiento de Honorio, hijo de Teodosio, como augusto y su pretensión era ser aceptado como tercer augusto. Ante la negativa de Teodosio a reconocerlo, Eugenio se decidió a emprender una ofensiva más amplia. Se adueñó de Italia y aglutinó en torno a sí a todos los nobles paganos. Ambrosio lo reconoció como emperador, pero evitó el trato con él y se retiró fuera de Milán. Es sintomático que los viejos senadores romanos, que constituían el baluarte de la romanidad y del anti-barbarismo, apoyaran el golpe de estado provocado por un franco, Arbogastes. Eugenio había pasado a controlar no sólo las Galias e Italia sino también Hispania. Teodosio tardó dos años en tomar la iniciativa contra Eugenio. En el 394 marchó contra los rebeldes con su ejército compuesto con contingentes romanos (al mando de Estilicón), godos y orientales (árabes y armenios principalmente). La batalla se libró en uno de los pasos orientales de Italia, junto al Flavius Frigidus (Río Frío). Eugenio fue derrotado y el Imperio quedó pues, hasta la muerte de Teodosio, reunificado. Teodosio entró en contacto con Ambrosio de Milán al poco tiempo de establecer allí su corte. Las relaciones entre ambos constituyeron un capítulo singular, tanto de las relaciones Iglesia-Estado como del enfrentamiento entre dos personalidades ligadas por una relación de repulsa y, en el caso de Teodosio, de sometimiento y temor a Ambrosio.

Este, a su vez, no se abstuvo de humillar a Teodosio y ejercer un dominio implacable sobre el ánimo del emperador. Ambrosio obligó a Teodosio públicamente a salir del coro donde se sentaban los clérigos durante la celebración eclesiástica. En sus sermones criticaba no sólo determinadas decisiones del emperador, como la de reconstruir una sinagoga incendiada por la multitud en Oriente, sino a los propios consejeros de Teodosio. Con el arma de la excomunión, Ambrosio convirtió al emperador en un instrumento no sólo dócil, sino ávido por complacerle. En este frenesí de legislar contra los heréticos y los paganos, contra el adulterio, divorcio y otras muchas cuestiones morales, surgió el conflicto de Tesalónica del 390. Teodosio había condenado a la hoguera a los hombres que cometieran vicios contra natura, los homosexuales. En la aplicación de esta sentencia fue detenido en Tesalónica un cochero de circo que, a juzgar por los acontecimientos, gozaba de gran estima en la ciudad. El pueblo enfurecido mató al jefe de la infantería que le había detenido, Buterico. Sin duda el hecho de que éste fuera un bárbaro al frente de las guarniciones bárbaras de la ciudad, sirvió para estimular este odio. Teodosio ordenó reunir al pueblo en el circo y matarlo. La matanza duro varias horas y el número de muertos se elevó a tres mil. El exceso de celo religioso en un hombre fanático, como Teodosio, había sido la causa de tan horrible masacre, pero Ambrosio excomulgó al emperador.

En un primer momento la reacción de Teodosio parece que fuera dictada por un cierto deseo de venganza o indignación contra Ambrosio: nombra prefecto de Roma a C. Rufino Albino, un pagano del círculo de Símmaco; al propio Símmaco, adversario de Ambrosio, lo designa cónsul en el 391, junto con Taciano, también pagano. Nombra también prefecto del pretorio de Italia a Flaviano, uno de los más eminentes paganos, y publica dos leyes bastante absurdas, sin duda inspiradas por el deseo de molestar a Ambrosio: una de ellas prohibe que las mujeres pudieran ser diaconisas antes de los 60 años y otra prohibe que éstas (generalmente mujeres ricas) nombren herederos de sus bienes a la iglesia, a los clérigos o a los pobres. Finalmente, después de una larga penitencia fue admitido a la comunión por Ambrosio. La escena del emperador prosternado y de rodillas ante el obispo de Milán es significativa de lo que serán las relaciones Iglesia-Estado en el futuro. El poder religioso afirma su supremacía sobre el civil y éste se convierte en un fiel instrumento de los dictados de la Iglesia. Una Iglesia desgarrada por las herejías y cuya desunión y desafección a la tradición del Imperio Romano, junto con las tendencias pacifistas frente a los bárbaros, no fue ajena al desmoronamiento del poder imperial en Occidente. Teodosio nunca más volvió a osar enfrentarse con Ambrosio. A partir de entonces se acentuó, aún más, su interés por los asuntos eclesiásticos.

No sólo las cuestiones de Estado pasaron a un segundo plano, sino que la religión misma se convirtió en una cuestión de Estado. En el 391, proclama una sentencia mortal contra el paganismo: prohibe visitar los templos, venerar las estatuas, encender lamparillas a los lares y cualquier tipo de sacrificio a los dioses, incluso los domésticos. También se prohiben los espectáculos públicos, incluso los juegos olímpicos. Las condenas contemplan penas diversas según la consideración de sacrilegio que se les confiriese. Ordena a los curiales denunciar cualquier tipo de práctica pagana que observaran, castigando incluso su falta de celo con multas. Por supuesto, Símmaco, Flaviano y todos los paganos que, durante su enfrentamiento con Ambrosio, habían gozado de cargos y dignidades, fueron despojados de los mismos. El paganismo estaba sentenciado y el Imperio reducía sus fronteras, pero Teodosio parecía más preocupado por imponer la religión cristiana, de grado o por fuerza, que por asegurar la paz tanto interior como exterior del Imperio. Teodosio murió a comienzos del 395 en Milán. Ambrosio pronunció la oración fúnebre por el emperador y en ella afirmaba que Máximo y Eugenio estaban en el infierno.

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