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SegundaEdadHierro

Desarrollo


Uno de los procesos que caracterizan el desarrollo de la segunda mitad del primer milenio, es la progresiva sustitución de los sistemas de distribución que habían caracterizado el periodo anterior. Los bienes procedentes del Mediterráneo ya no acceden a las grandes tumbas principescas con la misma intensidad y coste, porque los rituales de enterramiento han cambiado sustancialmente y ahora no contemplan la práctica de dar signos de enriquecimiento desmesurado. Tan sólo una zona continúa con la tradición anterior, se trata del área de Hunsrück-Eifel y, en menor medida, de la Champagne, Bélgica y el centro del valle del Mosela, donde son frecuentes los enterramientos con carro, ahora de dos ruedas y con los productos procedentes del norte de Italia. A fines del siglo V a.C. también esta zona acaba por perder esta tradición; los ricos enterramientos de Reinhein y Waldalgeshein, con sus torques y brazaletes de oro, son los últimos en mostrar la vieja tradición. Paralelamente al proceso citado, el desarrollo de las producciones indígenas fue aceptado por su propia población, de tal modo que en el siglo V a.C. ya se puede hablar de un estilo orientalizante celta e incluso en Waldalgeshein de un taller. El armamento de producción celta se hace patente también en la fase más antigua de La Tène en Champagne, donde los productos de importación son también escasos, allí es frecuente encontrar en las tumbas carros, espadas, lanzas, yelmos de bronce y complejos arneses y guarniciones de carro.

Con la llegada de los últimos siglos del milenio, la tendencia a cubrir con productos indígenas las demandas locales parece ya un hecho. En algún caso como Suiza, los herreros llegaron a firmar sus espadas, aunque no está claro que llegaran a la especialización entre ellos. De todos modos, los productos de metal sí debieron generar distintos circuitos de distribución según su calidad y función, siendo así que las espadas y las armaduras parecen tener un circuito de distribución mucho más amplio que las fíbulas u otros productos de adorno o formas cerámicas como los recipientes de cerámica grafitada; no obstante, los circuitos fueron en el primer caso poco frecuentes, y en el segundo locales. Incluso el mismo hierro, en forma de lingote de doble punta, también circuló hacia los talleres que no se encontraban cerca de las minas. La distribución de los productos importados y en general de los estandarizados en el mundo indígena, durante la etapa de la cultura de los oppida, se dirige preferentemente al poblado y no a la necrópolis, y no muestra, por lo conocido hasta ahora, una preferencia por un tipo de casa u otra. Es una excepción, sin embargo, el norte de Francia y el sudeste de Inglaterra que, a fines del siglo II y hasta la mitad del siglo I a.C., recuperaron la vieja tradición de concentrar los productos más ricos en las tumbas, como se documenta en Goeblingen-Nospelt en Luxemburgo o Snettisham e Ipswich en Inglaterra, con recipientes de bronce de Campania, copas de plata itálicas, ánforas vinarias Dressel Ib, fíbulas de plata del norte de Italia y torques de oro de producción local. En Europa septentrional no se advierten signos de diferenciación en el acceso a los productos hasta el siglo I a.C. A partir de esa fecha, sin embargo, como ocurre en Inglaterra y el norte de Francia, se documentan los primeros enterramientos ricos y con presencia de carro, con la sustitución de la incineración por la inhumación y el interés por los productos relacionados con el vino. No obstante, el intercambio de productos por el ámbar, que había sido una de las bases de su sistema de relación externa, cayó significativamente durante gran parte del periodo.

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