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Respondiendo a las necesidades de reforma, se extiende por toda Europa, partiendo de los Países Bajos, un movimiento, después denominado "devotio moderna", que constituye el vehículo de renovación de la vida de los laicos y también de las órdenes religiosas y monásticas, y la apertura de nuevas formas de apostolado. Su base es la contemplación y la unión con Dios, a través del conocimiento de la Escritura, la oración y la iluminación divina, indiferente del estado clerical o laico. Algunas de sus afirmaciones referentes a la iluminación provocaron la desconfianza de la jerarquía y la oposición de los teólogos. En Renania se habían constituido grupos de laicos y clérigos que llevaban vida común y que a sí mismos se denominan "Amigos de Dios". Continuadores de tradiciones cristianas anteriores, insisten sobre todo en las virtudes evangélicas y en la experiencia mística, minusvalorando, a veces excesivamente, la práctica sacramental hasta negarle incluso cualquier valor, generando, en todo caso, desconfianza por parte de la jerarquía. La diversidad de movimientos laicos, muchos de ellos penetrados de heterodoxia, y la dificultad para distinguirlos, avalan esas desconfianzas. Es, ciertamente, muy difícil distinguir los distintos grupos: "amigos de Dios", hermanos del libre espíritu, que afirman la necesidad de terminar con la Iglesia y que mezclan en sus ideas un fondo de panteísmo con gnosticismo y maniqueismo; "begardos" y "beguinas", muchos ortodoxos, pero siempre al margen de la disciplina jerárquica; comunidades de terciarios; valdenses, "fratricelli", o simples clérigos rebeldes que viven al margen de toda disciplina.

El lejano origen de la "devotio moderna" es la obra del dominico alemán Juan Eckhart; la oscuridad de su obra, que roza en muchas ocasiones el límite mismo de la ortodoxia, especialmente su afirmación de la unión del alma con Dios, a través de un itinerario espiritual, tenía demasiadas resonancias panteístas para no suscitar desconfianzas. Finalmente, algunas de sus proposiciones fueron condenadas y algunas otras declaradas confusas, a pesar de lo cual su obra se difundió sin obstáculos y ejerció una extraordinaria influencia, a través de sus discípulos directos, y de otros inspirados en él, en la "devotio moderna". Discípulo suyo fue Juan Tauler, que mantuvo intensos contactos con los grupos de "amigos de Dios" organizados en Lorena, y también Enrique Suso; ambos defendieron la ortodoxia de las doctrinas de su maestro, criticaron el uso heterodoxo que de ellas se hacía, y suavizaron algunas de sus expresiones que provocaban, más por la forma que por su fondo, la desconfianza de los teólogos. La influencia de Eckhart se hará presente en las ideas de teólogos y humanistas de la talla e influencia de Juan Gerson y Nicolás de Cusa, y, más cercano a él, en Juan Ruysbroeck, canónigo de Santa Gúdula de Bruselas y fundador del priorato de Groenendael, diócesis de Cambrai, en el que convivirán un grupo reducido de clérigos y laicos. Ruysbroeck pretende que el cristiano busque a Dios; la búsqueda de Dios debe primar sobre la idea del cristiano como miembro de una comunidad, preocupado por el exacto cumplimiento de los preceptos establecidos.

Es correcta y útil la práctica sacramental, pero el hombre es capaz de una experiencia singular de Dios; su unión con Dios, lejos de las exageraciones de quieneS entienden la unión mística como inmediata, debe lograrse a través de un recorrido, de una vida de piedad y de la transformación de la vida cotidiana en una contemplación constante. Groenendael debía convertirse en un modelo de vida, propuesto a todos los cristianos, sin necesidad de sujeción a regla alguna, aunque requiere un aprendizaje cuyos métodos trata de proporcionar. Las propuestas teóricas de Eckhart, y los inicios de plasmación práctica y popular de Ruysbroeck, tendrán en Gerardo Groote una definitiva formulación, la que más exactamente recibirá la denominación de "devotio moderna". Groote conoció la mística renana, a través de los discípulos de Eckhart, y también las propuestas de vida de piedad de Ruysbroeck, incluso vivió un tiempo en la comunidad de Groenendael, aunque no quiso incorporarse a ella. Gerardo Groote ejerció un eficaz apostolado a través de la predicación, afrontando las dificultades derivadas de no haber recibido orden sacerdotal, lo que acabó haciéndole incurrir en la prohibición de predicar, que él aceptó sin protestar. Preocupado por la reforma de la Iglesia y la lucha contra las herejías, propone sobre todo una reforma personal, lograda a través de la caridad, la recepción de los sacramentos, la piedad y la dirección espiritual, todo lo cual debe culminar en un permanente diálogo del alma con Dios.

Bajo inspiración de Groote, un discípulo suyo, el checo Florencio Radewijns, ordenado sacerdote, organizó en Deventer una pequeña comunidad de discípulos de Groote, en la que conviven clérigos y laicos, sin ninguna regla determinada, ni prácticamente nombre, aunque comenzó a conocerse con el de "Hermanos de la vida común". Groote no trató, al parecer, de obtener ninguna autorización por parte del obispo de Utrecht, si bien, a morir, en 1384, recomendó a su discípulo que diese a la comunidad una vida reglada, en forma de canónigos regulares. Atendiendo a esa recomendación, Radewijns fundó en 1387 una comunidad bajo la regla de san Agustín, en Windesheim, con el espíritu de la vida común que había servido de inspiración, pero con una forma canónica más aceptable; en 1398 recibirá el respaldo del Obispado de Utrecht. Asociada a la canóniga se hallará la fraternidad, con lo que se asocia la reforma monástica, habitual en la época, con la reforma de los laicos. Es lógico que un canónigo de Windesheim sea quien popularice el término "devotio moderna" que designa todo el movimiento. La adecuación de la idea a los ideales de la época queda demostrada por la expansión de estas fundaciones, cien monasterios a finales de la siguiente centuria, entre los cuales se halla, desde 1412, Groenendael, la fundación de Ruysbroeck. Así quedaba clara la filiación espiritual de la nueva congregación, en la que se integraban las nuevas corrientes de piedad, desde la mística renana, y la tradición de la Iglesia.

Su influencia va a ser extraordinaria: además de la elaboración y expansión de la "devotio moderna" difundirán textos de las Escrituras e incluirán en su predicación comentarios y textos de las padres, anteriormente de uso exclusivo de los clérigos. Con la nueva congregación, exactamente con Windesheim, tiene una directa vinculación Tomas de Kempis, autor de la "Imitación de Cristo", la obra que constituye la más acabada síntesis de la "devotio moderna"; recoge en ella el espíritu y las ideas tantas veces expuestas por los "Hermanos de la vida común", lo que convierte a esta obra en un verdadero programa de las corrientes reformadoras en el mundo de los laicos. Alcanzó una extraordinaria y rápida difusión hasta ser el libro de ascética más leído. Tomas había nacido en Kempen, Renania, hacia 1380, de una familia humilde; fue recogido en la fraternidad de Deventer cuando tenía unos doce años, siendo ordenado sacerdote unos años después. No fue una figura destacada en su congregación, sino en la redacción de libros para la formación de los novicios y guías para los predicadores. Entre su obra destaca el "Soliloquio", descripción de la impaciencia del alma ante la unión mística, y, sobre todo, la "Imitación". La denominada "Imitación de Cristo" es un conjunto de cuatro libros, elaborados entre 1424 y 1427, aunque fueron retocados por su propio autor en los años inmediatos; no se han concebido como una unidad aunque su publicación le haya dado finalmente una forma unitaria.

Recogiendo enseñanzas de la Iglesia, de variado origen, la "Imitación" propone una espiritualidad de valor universal, mesurada y lírica, que le confiere el carácter de un clásico; la difusión que alcanzó, con gran número de copias repartidas por toda la Cristiandad, la convierten en el vehículo a través del cual la "devotio moderna" impregna los movimientos de reforma, tanto laicos como de las diversas órdenes religiosas. La "devotio moderna" insistía más en una espiritualidad personal que requiere un método de vida y una dirección espiritual: también una ejercitación espiritual que insiste en el propio conocimiento y en el diálogo con Cristo, un Dios próximo, más que en el conocimiento de su esencia, escolástico y lejano; una religiosidad de lo habitual, muy diferente de la popular medieval, que gustaba de lo inaudito. La "devotio moderna" proponía un verdadero programa de reforma, del hombre, en primer lugar, y de la Iglesia también; tuvo una enorme influencia en la Reforma del siglo XV y en los reformadores de la siguiente centuria, en todas sus divergentes variedades: de Erasmo a Lutero y a san Ignacio de Loyola, cuyos "Ejercicios" ya veíamos emparentados con la Reforma benedictina de San Benito de Valladolid, extendida a Montserrat.

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