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A simple vista, el mapa político alemán de los siglos XIV y XV se caracteriza por la presencia de cinco grandes dominios seculares: el condado de Württemberg, el Palatinado, el condado de Hesse, el territorio de Wettin y el margriavato de Brandeburgo. A su vez, existen amplias zonas gobernadas por príncipes-prelados: Salzburgo, Maguncia, Tréveris, Colonia, Magdeburgo, Bremen, Münster, Würzburgo, Paderborn, Bamberg y la abadía de Fulda. Sin embargo, la realidad era bien distinta, al estar expuestos los distintos territorios a continuos fraccionamientos y cambios. En el interior de los grandes principados seglares existían situaciones confusas relativas a la jurisdicción predominante. Así, en Brandeburgo, doce ciudades dependían de la Hansa y los obispos de Brandeburgo y Havelberg gozaban de amplia autonomía. El Palatinado se hallaba dividido en dos circunscripciones y gobernado por cuatro autoridades independientes. Por último, Hesse también contaba con dos secciones diferenciadas y Wurttemberg era sede de numerosas ciudades que dependían del emperador. Los estados eclesiásticos sufrían menos fluctuaciones y, por tanto, ensancharon sus fronteras a lo largo de la Baja Edad Media. Valga como ejemplo el hecho de que las sedes bajo la jurisdicción del arzobispo de Maguncia ocupaban una franja de territorio que iba desde el Mar del Norte hasta los Alpes o el acopio de títulos por parte de los arzobispos de Colonia, condes de Arnsberg.

En el norte de Alemania existían principados menores, como los de Pomerania, Mecklenburgo y Holstein, en continuo conflicto con los reyes de Dinamarca. Pero, con todo, la disgregación política del territorio germano se multiplicaba al infinito en los antiguos feudos imperiales de Suabia y Franconia, regiones dominadas por caballeros independientes, que controlaban uno o dos castillos a lo sumo y que se dedicaban a la rapiña del tráfico comercial entre las ciudades de la zona. Su presión se hacía mas acuciante allí donde se constituían ligas de caballeros, que ejercían el llamado "derecho del puño" (Faustrecht) sobre propiedades y heredades. Son los llamados "Ritter", quienes llegaron también a contar con un status privilegiado y autónomo en el seno de los grandes principados. Herederos de los ministeriales de la Alta Edad Media según D. Hay, ingresaron en algunos casos en las filas de la alta nobleza. Las ciudades representaban frente a los grandes dominios laicos y eclesiásticos polos de libertad y seguridad, aunque a su vez ejercían una gran presión sobre el campesinado circundante, cada vez más dispuesto a la revuelta. En el sur y en el oeste del país eran mayoría las ciudades imperiales o Reichstädte, dominadoras de un amplio territorio comarcal. En el norte la presencia de las urbes imperiales era menor, limitándose a Colonia, Aquisgrán, Lübeck y Dortmund. En los principados existían también numerosos núcleos urbanos que gozaban de privilegios y derechos otorgados en su día por un obispo o por un duque.

Ya hemos adelantado la importancia que adquirió la formación de ligas de ciudades como instrumento de defensa común frente a las presiones de la nobleza. En el siglo XIV se crearon ligas urbanas en el este y en el oeste, siendo la primera la de Lusacia (1346). Pero fue en el sur, región más hostigada por los Ritter, donde el movimiento de alianzas se hizo mas patente. En 1349 Ulm y Augsburgo consiguieron reunir a veinticinco ciudades. Más tarde, con el fin de frenar al conde Eberardo el Lloroso de Württemberg, se formó la Liga de ciudades de Suabia a la que se unieron mas de treinta urbes (1376); sus ejércitos derrotaron al conde en Reutlingen y al mismísimo Carlos IV en Ulm (1377). En 1381 se produjo la alianza entre las ciudades de Suabia y las de Renania, a la que se incorporaron en 1385 los cantones helvéticos en lucha contra los Habsburgo, quienes habían perdido ya buena parte de sus feudos alpinos tras ser derrotados en Morgarten (1315). Mientras los suizos conseguían una victoria frente a Leopoldo de Habsburgo en Sempach (1386), las ligas germanas cosechaban una rotunda derrota a manos del conde de Wurttemberg y el elector del Palatinado en Döffingen (1388). La firma de la Paz de Eger (1389) puso punto final a la política independiente de las ciudades del sur de Alemania. El asociacionismo urbano posterior, de marcado carácter localista, no llegó a gozar nunca de la vitalidad de las ligas suaba y renana. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIV, en el seno de los grandes principados cobran un gran protagonismo las dietas (Landtag).

Asediados por las deudas y por la falta de ingresos, los príncipes decidieron recurrir a la convocatoria de asambleas con el fin de solicitar sufragios al clero, a la nobleza y, sobre todo, a las ciudades. En numerosos casos expusieron parte de sus parcelas de poder a cambio de rentas y sumas de dinero bajo forma de impuestos, necesarios para el mantenimiento de sus cortes y ejércitos. Así, la mayoría de los gobernantes aceptaron el derecho legal de resistencia por parte de sus súbditos (Widerstandsrecht), la creación de comités dedicados a la supervisión de los impuestos, la formación de consejos de gobierno (Alta Baviera, 1363) o la estipulación de capitulaciones o convenios entre el príncipe y la Dieta (Brunswick-Lüneburgo, 1392; Württemberg, 1457). En algunos casos las dietas actuaron como promotoras de la unidad territorial. Tal es el caso del protagonismo de la asamblea de Württemberg en el tratado de Esslingen (1492), por el que se reunificaba el condado. En la segunda mitad del siglo XV las reuniones más o menos periódicas de sus respectivas dietas se dieron en Austria, Sajonia, Jülich, Silesia, Brandeburgo y Mecklenburgo. Ciertos príncipes, como el margrave Alberto Aquiles de Brandeburgo (1471-1486), consiguieron vivir al margen de las convocatorias asamblearias o, en su caso, adulterar sus decisiones en beneficio propio, dando así un giro autoritario a su política interior. Impulsor de la implantación del derecho romano en Alemania, el margrave patrocinó diversos monumentos jurídicos como la "Dispositio Achillea" (1473).

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