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Barroco2

Desarrollo


Los más ardientes opositores a Caravaggio fueron su rival personal Baglione, miembro de la Accademia di San Luca, y el teórico Bellori, al que movían razones críticas. En cuanto al segundo motivo, aparece evidente que la pintura sacra de Caravaggio no respondía a los fines edificantes requeridos por la ortodoxia contrarreformista, ni a las exigencias de una figuración decorosa y de clara elocuencia. Por estas razones, el mundo formal del pintor era tildado como herético. ¿Cómo comprender ese espacio vacío que, experimentado empíricamente, como el de Galileo, niega con osadía la seguridad de la visión perspectiva del Renacimiento a partir de la dialéctica luz (bien) y sombra (mal)? ¿Cómo justificar esa luz artificial, no natural, procedente de focos exteriores a la tela, que revela cruda e impetuosamente los cuerpos humanos (los más nobles de los objetos de la naturaleza) o los niega en las sombras más absolutas?Con estas obras se cierra la experiencia romana de Caravaggio. En mayo de 1606, durante una de sus tantas peleas a espada, mata a un tal Ranuccio Tommasoni. Sus valedores de siempre no pueden hacer nada. A la huida precipitada de Roma, le siguen unos años inquietos, marcados por una intensa y febril actividad pictórica, siempre huyendo, primero a Nápoles (1606-07), a Malta (1608), a (Sicilia Siracusa, Mesina y Palermo) y de nuevo a Nápoles (1609-10).Las obras de esta última fase indican un continuo crescendo en la agudización de la tensión dramática ya aparecida en sus últimas obras romanas, pero ahora, acentuada por un luminismo relampagueante y por unas puestas en escena compositivas grandiosas, ubicadas en espacios cada vez más vacíos y desolados.

En Nápoles, pintará la monumental tela con las Siete Obras de Misericordia (1607), lóbrego nocturno en el que focos de luz -otra vez más, la protagonista del cuadro- ponen de manifiesto una composición de ritmo denso y figuras agolpadas que, con simultaneidad de acción, describen los actos de piedad evangélica. En Malta dejará una de sus obras de mayor resonancia, su gigantesca Degollación del Bautista (1608) (La Valletta, Catedral), en la que distiende el espacio en la penumbra del fondo, acentuando la carga dramática del grupo. Es una etapa presidida por el tema de la muerte, que aparecerá en sus cuadros para Siracusa y Mesina, y en los de su vuelta a Nápoles, en su David con la cabeza de Goliat, en cuya máscara se autorretrata (1610) (Roma, Galería Borghese), quizá enviado por él al cardenal Borghese para que apoyase la petición de gracia al papa.En 1610, en su afán por obtener el perdón, se dirige a Roma. Otro arresto, ahora por error, y la muerte le sobreviene, en solitario, en la playa. El hereje de la pintura del Seicento muere, tal como había vivido y pintado. Apostando por la leyenda, y consolidando él mismo el nacimiento de su mito entre sus coetáneos -mito romántico, antes del Romanticismo-, el del Anticristo de la pintura, capaz de hacer unas pinturas tan admirables artísticamente como engañosas por su fuerza de perversión (Vicente Carducho, "Diálogos de la pintura", 1633).

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