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A la muerte del rey Jean Sobieski (1674-1696), se inaugura un período de anarquía y confusión. Dado el carácter electivo de la Monarquía -desde 1572 al desaparecer la dinastía Jaguellón- se puso en marcha el dispositivo sucesorio y aparecen numerosos candidatos hasta quedar perfilados claramente tres: Jacobo Sobieski, hijo del anterior monarca, todavía un niño, que contaba con pocos apoyos aunque tenia la simpatía de Austria; el príncipe francés Luis de Conti, apoyado por la nobleza polaca y el beneplácito de Francia; por último, el elector de Sajonia, Federico Augusto, quien tuvo que abjurar del protestantismo y abrazar la religión católica, candidato oficial de Rusia, que se oponía vigorosamente a la presencia francesa en el trono polaco y que incluso amenazaba con una invasión para imponer su decisión, en la que era apoyado por Brandeburgo. La Dieta polaca emitió su parecer eligiendo a Conti pero un ejército sajón invadió el país para impedir su coronación y poco después, en septiembre de 1697, era coronado el propio Augusto como rey de Polonia en la catedral de Cracovia. Augusto II (1697-1733) siempre había estado interesado en la unión sajona-polaca que podía reportar importantes beneficios a ambas partes, dada la complementariedad de sus economías, la una industrial y la otra agrícola; por ello y con vistas al desarrollo económico conjunto se reconstruyen algunos puertos, se sientan las bases de una flota poderosa e incluso se crea una compañía comercial para el Báltico.

Augusto era consciente de los recelos existentes entre los polacos a su dominación, al temer una expansión del protestantismo en una sociedad fuertemente católica, y al sospechar un gobierno absolutista, como el que había ejercido en su electorado. Efectivamente, Augusto quería acabar con la debilidad endémica de la Monarquía, reforzando su propia autoridad en detrimento de la Dieta nacional y de las Dietas provinciales, pero la tutela extranjera de la que pendía su elección y el desarrollo de la guerra del Norte impidieron sus objetivos. Con el apoyo que le brindaba Rusia, Augusto se lanzó a la lucha contra Turquía, y aunque no fue una expedición muy afortunada, se obtuvo el triunfo en el Tratado de Carlowitz (1699) cuando se recuperó la mayor parte de Ucrania y Podolia, con la plaza fuerte de Kamienec. Tras ese episodio los polacos, que todavía vivían las consecuencias del interregno anterior, con permanentes problemas en el aparato administrativo, con una penuria monetaria alarmante, con devastaciones de los campos y ruina por doquier, y, además, amenazados por el expansionismo de sus vecinos, buscaron la paz, pero Rusia presionó a su protegido en contra de Suecia, por lo que rápidamente Polonia se verá inmersa en la Gran Guerra. Además de la inducción rusa hay que considerar la participación de Augusto en dicho conflicto debido a su condición de elector de Sajonia, que le lleva a formalizar poco después una alianza con Dinamarca y Rusia para apoderarse de territorios suecos pero que tuvo como resultado su expulsión del trono; el destronamiento de Augusto, realizado por los suecos, divide a la sociedad polaca: la mayoría de los nobles permanecen leales al sajón y para apoyarle crean la Confederación de Sandomir, recabando el apoyo de Rusia a la que autoriza a intervenir en los asuntos internos polacos.

Frente a esos, los suecos y sus aliados nacionales crean la Confederación de Sroda y se articulan alrededor de un polaco patriota, Estanislao Lecszynski, al que proclaman rey en julio de 1704. Esta situación genera un auténtico caos ya que el país se encuentra dividido entre dos reyes, dos monarquías y dos protecciones extranjeras con sus respectivos ejércitos, desarrollándose una verdadera guerra civil. Tras la derrota sueca de Poltava (1709) ante los rusos, Estanislao ha de retirarse hacia la Pomerania sueca y Augusto vuelve al país, siendo coronado de nuevo en julio de 1710 con el apoyo de la mayor parte de la Dieta. A su vuelta desarrolla una política represiva haciendo que su ejército sajón ocupe los puntos neurálgicos del país. Confiando poco en sus súbditos, intentó crear un ejército permanente, a lo que se opuso la Dieta, teniendo que contentarse únicamente con la guardia real y una guarnición de 7.000 hombres en el ducado de Lituania, que padecía una anarquía crónica; al mismo tiempo, favorece la entrada de numerosos alemanes entre los que se reparten importantes prebendas políticas y obtienen ventajas para realizar sus actividades económicas. Esa germanización no fue bien recibida y provoca un auge del nacionalismo. Un grupo de patriotas, liderado por E. Ledochowski, crea la Confederación de Tarnogrovd, que exigiría al rey el respeto a la independencia nacional, la limitación del protestantismo y la evacuación de las tropas sajonas y rusas que aún permanecían en el territorio nacional, así como la polonización de los cuadros militares.

El rey entonces decide dedicarse por entero a la reconstrucción nacional, superando las negativas consecuencias de la guerra, agudizadas por las malas cosechas (padecidas por Lituania en 1709-1710 y por la Pequeña Polonia en 1714-1715), la difusión de una epidemia de peste (1706-1713) y el elevado índice de mortalidad. Por ello, cuando Rusia entra en guerra contra Turquía en 1711 Augusto decidió mantenerse neutral, y a partir de ahora inicia una lenta emancipación de la tutela rusa. Comienzan a darse tímidos cambios que ampliarían la autoridad real y reducirían el Liberum veto de los parlamentarios. Sin embargo, la oposición interior es grande, y la rusa también, y sólo se consigue dictar una Constitución en 1717 en la que los objetivos reales son rechazados y destaca el papel rector de la Dieta, consolidándose así la república nobiliaria de Polonia. Los años posteriores, marcados por la paz, permitieron una gran prosperidad material y una cierta estabilidad política. Se adoptaron medidas mercantilistas, se protegió la minería, se procedió a la reforma monetaria y se impusieron aranceles proteccionistas (prohibición de exportar lana) que redundaron en el desarrollo económico y en el enriquecimiento rápido de los magnates. La Constitución de 1717 conformó la vida política polaca hasta los años noventa y en ella se afirma la primacía de la Dieta al disponer de veto para aprobar o rechazar las decisiones reales; al mismo tiempo se recortan los poderes de los atamanes y se limitan los efectivos militares.

Hacia los años treinta el rey, preocupado por la sucesión, intenta un acercamiento a Francia, con la que acaba pactando la renuncia al trono polaco a favor de un protegido francés a cambio de apoyo para su candidatura al trono austriaco. Cuando estos planes se supieron, Austria, Rusia y Prusia, todas interesadas en la debilidad polaca y el alejamiento francés, deciden firmar el Pacto de Berlín (1732) para evitar esa salida y buscar un rey a la medida de sus propios intereses. En 1733, poco antes de su muerte, el propio Augusto se aleja de Francia y se acerca a los rusos, sajones y prusianos, hablándose, por vez primera, de un eventual reparto del territorio nacional. Su muerte, acaecida en febrero de ese año, plantea la cuestión, que acabará convirtiéndose en un conflicto internacional. Ahora asume el poder el cardenal primado Potocki, quien disolvió la Dieta, dispersó a la guardia real y evacuó las tropas sajonas, siendo apoyado en esta acción por ilustres familias polacas como los Czartoryski y los Poniatowski. El cardenal pensó, para eliminar la tutela rusa, en un arbitraje francés, avalado ahora por el matrimonio de Luis XV con María Leczynski. Cuando en mayo de 1733 la Dieta abrió sus sesiones, las preferencias eran claramente a favor de un polaco católico y hostiles a cualquier extranjero. Ante ello, Rusia actúa rápidamente y envía un ultimátum para impedir la elección de Leczynski.

No obstante, la Dieta, por abrumadora mayoría, elige a Estanislao en septiembre de ese año. Así comienza una guerra civil, internacionalizada desde el primer momento: Augusto III de Sajonia había pactado con Austria la confirmación de la Pragmática Sanción a favor de María Teresa a cambio del apoyo en su nominación al trono polaco, y envía un ejército a Polonia. Los rusos también despliegan sus tropas por esa nación y Estanislao se ve obligado a huir y refugiarse en Danzig. Los descontentos polacos forman la Confederación General, formada por quince senadores y gran parte de la Cámara baja, y proclaman rey a Augusto. Estanislao buscó desesperadamente la ayuda francesa ante el cerco que han impuesto los rusos sobre su ciudad. En mayo de 1734 una flota francesa aparece en el Báltico y en los choques franco-rusos el triunfo de éstos es absoluto. En enero de 1736 Estanislao tuvo que abdicar y en junio, la nueva Dieta, reunida en Varsovia, confirma la elección de Augusto III. Augusto III (1733-1763) representa la antítesis del político que había querido ser su padre. No le gustaba Polonia ni hablaba polaco y manifestó durante todo su reinado una enorme indolencia hacia los asuntos del Gobierno. Por ello dejó el poder a sus favoritos, algunos sajones, como el conde Bruhl, y otros polacos, como Miguel y Augusto Czartoryski, que se convierten en los auténticos gobernantes. Es típico el enfrentamiento entre dos tradicionales familias, los Potocki, conservadores y partidarios de Suecia, Prusia y Turquía, con los Czartoryski, de origen livonio, lejanamente emparentados con los Jaguellón, y que destacaron en su provincia como grandes mecenas de las artes y las letras, atrayendo a numerosos intelectuales e ilustrados, volcados en la expansión de las Luces y el progreso.

Como políticos se manifestaron claramente reformadores intentando adoptar los principios de la Ilustración y haciendo de la enseñanza el objetivo prioritario de las reformas. El enfrentamiento entre partidarios del cambio y los opositores al mismo se salda a favor de los segundos y el rey retira su apoyo a la familia Czartoryski, que conspiraría desde entonces para intentar recuperar la influencia perdida. En los años cincuenta crean el llamado Partido de la Familia para escalar altos puestos en la Administración del Estado, apoyados por Rusia. Puede decirse que este reinado profundiza la decadencia: demográfica, ya que sólo tiene un ligero crecimiento Varsovia, gracias a la inmigración extranjera, y Danzig, que llegó a tener unos 50.000 habitantes; económica, en parte por los mínimos cambios introducidos en el sistema productivo, y ello a pesar de realizarse una intensa política de atracción de técnicos extranjeros que desarrollaran las manufacturas en el país, y en parte por la precaria situación de la hacienda y la imposible reforma monetaria, proyectada en la Dieta de 1761. Aun así puede detectarse la creación de establecimientos industriales en los dominios señoriales a partir de los años cuarenta y un cierto desarrollo metalúrgico; cultural, por la esclerotización de las instituciones docentes, aunque en 1740 los jesuitas crean el Colegio de Nobles para favorecer la instrucción de ese grupo social y poco después se reforma la universidad de Cracovia, sobre todo en los estudios de Derecho. En el plano exterior se impuso la neutralidad; de hecho, Polonia no participaría en ninguna de las guerras del período aunque en la de los Siete Años sí lo hizo el rey como elector de Sajonia, y esto trajo como consecuencia la permanente violación del territorio nacional por los ejércitos ruso, prusiano y austriaco. Ya en la primavera de 1757 los rusos se instalaron en Lituania y los prusianos en la Gran Polonia. A la muerte del rey, en octubre de 1763, la presencia rusa se había hecho incuestionable.

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