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No existen muchas dudas de que la innovación tecnológica más significativa y más estudiada de finales del cuarto milenio y el tercero lo constituye la metalurgia. Pero como ocurrió con los casos de la agricultura y la ganadería, su importancia y ritmo de adopción no fueron ni tan fundamentales ni tan generalizados, a lo largo de este tiempo. La adopción de esta innovación fue imponiéndose según las zonas y sus recursos o según los grupos humanos y su organización, pues en sociedades que ya conocían el metal desde 1.000 años antes, la actividad metalúrgica no ocupó un lugar destacado en sus tecnologías hasta por lo menos el segundo milenio. La difusión como mecanismo de transmisión de la tecnología metalúrgica a partir del Próximo Oriente, defendida por Childe, y la vinculación entre este nivel tecnológico y el desarrollo social y económico de la sociedad que la practica, ha sido contestada en sus dos vertientes con la aportación de un elevado volumen de datos que avalan otras posturas. De una parte, podremos discutir que no existe ninguna vinculación entre los orígenes de la metalurgia en el Próximo Oriente y su expansión por Europa, aunque se sabe que desde el 6000 a.C. el cobre nativo se utilizaba, y que, no mucho más tarde, se dominaban las técnicas de extracción, aunque no será hasta el tercer milenio cuando la metalurgia alcance un nivel tecnológico destacado, con el uso de las aleaciones.

En opinión de Renfrew, los orígenes de la metalurgia del cobre en Europa están documentados en los Balcanes, Bulgaria, Rumanía y el sur de Yugoslavia, en el grupo de Vinça, en fechas anteriores al cuarto milenio. Por otro lado, la necesidad de un desarrollo social y económico previo a la adopción de esta tecnología queda muy devaluada cuando se han valorado las condiciones técnicas mínimas para el desarrollo de la metalurgia y puede comprobarse que, en la mayoría de ellas, eran ya conocidas y practicadas por poblaciones del sexto y quinto milenios. Según Milisauskas, Coles y Harding o Renfrew, esta infraestructura comprendería: conocimiento empírico de los recursos pretrológicos disponibles en cada medio, práctica y dominio de técnicas extractivas, empleo y control de la pirotecnología, manipulación y transformación a través de diferentes técnicas de recursos líticos y, finalmente, redes de intercambio establecidas para materias primas y productos. De entre todas esas infraestructuras habría que destacar aquí dos, que nos parecen más importantes en el orden técnico, dejando la tercera, el intercambio, para un desarrollo posterior. La primera hace referencia a las actividades extractivas de materias primas líticas, en especial, silíceas. Se ha llegado a proponer que en Europa las primeras pruebas de extracción de rocas silíceas a través de actividades de minería y/o cantería, se producen ya en el Paleolítico Medio en la zona de la cuenca Carpática, más en concreto en el territorio húngaro, señalado por Bácskay.

Junto a la extracción de rocas silíceas, ha propuesto también una explotación, quizás no occidental, del ocre en algunas de estas minas en la misma época, como la de Lovas (Hungría). Estas explotaciones continúan siendo documentadas durante el Paleolítico Superior, Mesolítico y a lo largo de todo el Neolítico, periodo en el que se documentan otras muchas extracciones mineras en zonas muy amplias de Europa como las de Rijckholt, en Maastricht (Holanda), con fecha de C14 de 3.150 +/-60, o las de Saint-Mihiel y Spiennes en Bélgica, hoy en Dinamarca o Krzemionki en Polonia y Sumeg en Checoslovaquia. Pero estas actividades extractivas continúan e incluso se incrementan durante el cuarto y tercer milenios, como demostrarían las excavaciones de complejos mineros de sílex en las minas de Spiennes (Bélgica) o Grim Graves en Inglaterra o Gran Pressigny en Francia, entre las más conocidas de Europa occidental o las de la cuenca Carpática, en Europa oriental, donde vimos una muy temprana explotación no sólo de rocas silíceas, sino también de la obsidiana, el ocre o la sal y las de Krzemionki en Polonia, centradas también en la explotación de rocas silíceas. Estos antecedentes demuestran una práctica continuada, que proporcionó un dominio amplio de las técnicas extractivas como lo demuestran las complejas minas de pozos y galerías que a veces constituyen grandes redes subterráneas. No parece pues que, en este sentido, la metalurgia viniera a imponer ninguna novedad en el control de estas técnicas.

Incluso hay que destacar que en algunos de estos lugares donde la minería ya estaba desarrollada es donde se sitúan los primeros usos del metal, cobre nativo, pero que para el cobre ya fundido y la incorporación de la del oro se dan fechas que coinciden con el periodo de Tiszapolgár, a finales del cuarto milenio. La fabricación continuada de cerámicas, desde épocas también muy anteriores, demuestra que el uso de la pirotecnología no era algo extraño a los artesanos de la Prehistoria Reciente. La tecnología de la cerámica había ido evolucionando y determinadas producciones necesitaron de unas temperaturas bastante elevadas, que implican hornos de cierta complejidad. En la misma zona donde se desarrolla la primera metalurgia europea, el grupo de Gumeluitza, tuvieron que cocer sus cerámicas a más de 700 grados, ya que una de las técnicas empleadas era la decoración, de una pintura a base de grafito que se disuelven y, por tanto, no se adhieren a menos de esa temperatura y con una atmósfera oxidante, es decir, con presencia de oxígeno. El cobre puro funde a 1.085 grados centígrados y requiere una atmósfera reductora sin oxígeno, por tanto, con hornos donde fuera posible regular el tiro, lo que no parece muy diferente de los resultados y avances conseguidos por los alfareros. Las primeras apariciones de objetos fabricados en cobre se remontan a épocas muy antiguas, incluso al Neolítico Precerámico en el Próximo Oriente o al Neolítico Antiguo de los Cárpatos, utilizándose como materia prima para elaborar pequeños adornos, siempre a partir de cobre nativo que, al igual que otros minerales, fue empleado como una piedra más, no por sus propiedades metálicas.

El siguiente paso fue someter ese cobre nativo a los efectos del martilleado en frío para darle forma. A continuación el cobre nativo pudo ser calentado, lo que le confiere unas características de ductilidad mayores y, por tanto, conseguir formas más variadas, dotadas sobre todo de mejor filo. Sin embargo, la auténtica metalurgia no se alcanza hasta que no se descubre la capacidad de fundirse, pasando a estado liquido y separándose de las impurezas de otros minerales que se le presentan adheridos, lo que se denomina reducción. Este procedimiento permite emplear moldes, primero abiertos, y más tarde bivalvos o cerrados, que permiten elegir una variada gama de formas para útiles y adornos. Por último, la mezcla intencionada del cobre con otros metales o aleación permite obtener el bronce (cobre + estaño) más duro y con menos problemas de formación de burbujas al moldearlo, como señala Coghlan, y otros tipos de aleaciones (cobre + arsénico, antimonio, plomo o zinc). Estos estadios fueron cubriéndose en un proceso largo, de manera que la auténtica aleación de bronce no aparecerá hasta mucho después, a comienzos del tercer milenio en Oriente y mediados del mismo en Europa. En Oriente Medio, los primeros objetos martilleados en frío a partir de cobre nativo se documentan en Irán en el Neolítico de Sialk, no apareciendo los primeros objetos obtenidos por cobre fundido y empleo de moldes hasta el 4500 a.C., siendo usado para fabricar pequeñas hachas planas, azadas, alfileres, punzones y leznas, formas conocidas desde antes.

En los Balcanes aparecen adornos hechos sobre mineral de cobre en la necrópolis de Cernica del 5000 a.C., del Grupo Vinça, en la que ya hacia el 4700 a.C. aparecen útiles de cobre nativo, probablemente martilleados en frío. Hacia el 4000 ya se encuentran útiles obtenidos por mineral fundido. En los Cárpatos, se utiliza el cobre nativo para fabricar adornos y algunos útiles muy simples desde la primera mitad del tercer milenio, apareciendo los primeros indicios de fundición en el yacimiento de Lucka en la cuenca cárpata (Hungría) o en algunos asentamientos de Eslovaquia y de la gran llanura húngara, y en el grupo de Gumelnitza, de finales del quinto milenio, donde ya aparecen objetos como hachas, picos con agujero central, para su enmangue, puñales, leznas o alfileres. Estas cronologías y la documentación de todo el proceso completo de la metalurgia del cobre es lo que ha llevado a Renfrew a defender un origen separado de este avance tecnológico, la metalurgia europea, a partir de fuentes locales de óxidos y carbonatos, obtenidos por extracción, ya a finales del quinto milenio, en minas como la de Rudna Glava en Yugoslavia o Aibunar en Bulgaria, y la del Próximo Oriente, originada también en Irán a finales del mismo milenio. A partir de aquí la metalurgia se documenta en amplias zonas de Europa y Asia. Al norte y oeste del área de los Cárpatos se documentan objetos manufacturados a lo largo de todo el cuarto milenio, llegando incluso a la Europa nórdica, donde no existen criaderos de cobre que puedan sustentar una metalurgia local.

Por el contrario, la zona central de Europa -Alemania, Austria y Checoslovaquia- no inició una metalurgia a base de materia prima local hasta el tercer milenio. Hacia el sur, la metalurgia se documenta por todo el Egeo, con una primera fecha de 4700 a.C. en Sitagroi, al norte de Grecia, pero su generalización y uso extendido no será un hecho hasta la segunda mitad del tercer milenio, con escondrijos de hachas, puñales, etc., en Tebas, paralelos en el tiempo a Troya II. Las islas como Creta reciben los primeros útiles, hachas, alfileres, puñales y leznas, en el periodo Minoico Antiguo o Prepalacial, en la mitad del tercer milenio, generalizándose su uso en el transcurso de los últimos siglos. Este ritmo es similar al documentado en las Cícladas, durante el sincrónico Cicládico Antiguo. En el otro extremo del Mediterráneo, la aparición de la metalurgia se relaciona con las dos zonas que, según veíamos, rentan un desarrollo poblacional notable y sus asentamientos se dotaban de murallas bastionadas. Dos focos principales de cierta abundancia de objetos de cobre fundido se encuentran en la Península Ibérica: al sudeste, los grupos de Los Millares, que ocupan las tierras costeras del sur de Murcia y Almería y las tierras interiores de Almería y el este de Granada. En la fachada atlántica portuguesa encontramos el grupo de Vilanova de San Pedro, Zambugal, al norte del estuario del Tajo. En ambas zonas, la metalurgia se documenta en la segunda mitad del tercer milenio y antes de que haga aparición la cerámica campaniforme.

Se ha querido ver, sobre todo en el sudeste, un foco independiente de la invención de la metalurgia del cobre, teniendo en cuenta la cercanía de los filones de carbonatos y sulfuros de cobre, relativamente abundantes en el espacio ocupado por el grupo de Los Millares. En el Tajo, los filones de cierta envergadura más cercanos se encuentran a más de 50 kilómetros de los asentamientos citados, e incluso, a más de 100 para los criaderos más importantes del Alentejo. No se tienen aún muchos datos para asegurar que estemos ante otro foco de invención metalúrgica, como es lógico más tardío, pero, de cualquier forma, no parece que en el tercer milenio ésta represente aquí un factor decisivo para el surgimiento de una complejidad social que cristalizará en el segundo milenio. Los objetos, en su mayoría útiles, son escasos y de muy poca variedad tipológica: hachas planas, punzones, cinceles, cuchillos de hoja curva, sierras, cuentas y puñales en un repertorio casi idéntico a Portugal, con una complejidad tecnológica que no incluirá aún la aleación, a pesar del alto contenido de arsénico, que puede achacarse a impurezas del cobre local o a factores tecnológicos de procesados de la materia prima. Todo ello parece indicar que esta metalurgia del cobre durante el tercer milenio en la Península Ibérica no estaba aún muy desarrollada, según Chapman, por razones sociales y espaciales, aunque constituye una especialización tecnológica artesanal.

Otras posturas, como la de Ramos Millán, abogan por una actividad dentro de la escala de producción doméstica, sin que ella presupusiera una especialización de artesanos a tiempo parcial o completo. La reciente publicación de actividades metalúrgicas de fundición en distintos asentamientos como Los Millares o El Malagón en el Sudeste y Zambujal en Portugal, parece despejar esta duda, pues se documentan en espacios dedicados a esa actividad en concreto, lo que sugiere una especialización más bien a tiempo parcial. En la península italiana la metalurgia se constata, al igual que en el sur de Francia, en el tercer milenio y siempre en zonas con filones próximos como son los casos del norte y centro, con un acentuado paralelismo en la frecuencia y características señaladas para la Península Ibérica. En el resto de Europa occidental y en las Islas Británicas se ha considerado que la metalurgia es un fenómeno introducido con el Campaniforme, en los últimos siglos del tercer milenio. No obstante, recientes hallazgos correspondientes a los grupos de Michelsberg y Pfyn, de la segunda mitad del cuarto milenio, atestiguan un conocimiento y práctica de la metalurgia del cobre, desde Suiza a la cuenca de París, muy anterior a la aparición de los grupos más antiguos con tumbas individuales, incluso de los llamados de cerámicas de cuerdas. Hacia Oriente, en la primera mitad del tercer milenio, en el Cáucaso y el borde oriental del mar Negro, existe ya un uso extendido de adornos, puñales y hachas de cobre, tanto que se ha pensado que uno de los útiles más característicos de la metalurgia de Europa central y sureste, el hacha perforada de un solo filo, tiene su origen en esa zona del Cáucaso.

Las primeras evidencias del uso de la metalurgia del cobre en el Beluchistán, el Sind y el bajo valle del Indo se datan a mediados del cuarto milenio; se ha pensado que, dada la antigüedad y la abundancia de materias primas, esta metalurgia proceda del norte del Irán, donde vimos que, desde el 4500, ya se conocía el uso de moldes para fabricar útiles y adornos de metal. Esa misma zona continuará siendo la principal proveedora de materia prima metálica para la metalurgia de Mesopotamia, ya que ésta carece de criaderos de cobre. En Africa, la aparición de la metalurgia ocurre en el Egipto predinástico en una época conocida como Gerziense, ya en el quinto milenio y parte del cuarto, aunque en época Badariense ya se usaban adornos de cobre nativo martilleados en frío. Ahora existen hachas planas, cuchillos y puñales con acanaladuras. Las materias primas de esta metalurgia procedían del desierto oriental del Sinaí, pero la presencia de la metalurgia del plomo y de la plata se liga al comercio a larga distancia con Asia. La innovación tecnológica que implica la metalurgia fue utilizada por los egipcios para desarrollar la artesanía de la loza o fayenza, que tan importante seria en los intercambios con todo Asia y Europa, durante el segundo milenio. En conclusión, aunque la metalurgia y el uso de los metales es una innovación muy antigua en zonas del Próximo Oriente y Europa, llegando a practicarse a lo largo del tercer milenio en toda Eurasia y Egipto excepto en China, ello no supone un gran cambio para las sociedades que la practican, como afirma Coles, pues sus orígenes no implican un avance decisivo en la tecnología prehistórica.

Los cambios sociales que implican su práctica, como la existencia de artesanos especializados, la pirotecnología y las técnicas de extracción o las prácticas del intercambio y comercio, eran habituales ya desde hacía mucho tiempo, por lo que su adopción no debió significar ningún cambio significativo. Todo ello es especialmente claro en los primeros estadios técnicos de la metalurgia, hasta la aparición del bronce y otras aleaciones, en las que la variedad y funcionalidad de los objetos y útiles fabricados en cobre u oro eran muy limitadas no llegando a desplazar, en la mayoría de los lugares donde se usaban, otras materias primas para la fabricación de los útiles de producción, como las industrias líticas, silíceas o no, que en esta época experimentan un gran auge y distribución. Por tanto, la idea de Coles de que la metalurgia era el primer proceso económico importante que implicó una compleja organización de producción y distribución será una idea de segundo grado o fundamental, dependiendo, por un lado, de la existencia de minerales potencialmente explotables en la zona que se estudie, y, por otro, del valor que el comercio tenga para cada investigador, como sostiene Martínez Navarrete.

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