En la rúa Nova de Santiago de Compostela habitaron desde el siglo XII familia de nobles e hidalgos. En esas casas elegantes se celebraron grandes fiestas durante los siglos XVII y XVIII. El carácter señorial de la calle se manifestó desde el principio en la construcción de palacios y casonas nobiliarias, con una curiosidad: en algunos de los soportales que presenta la calle existen pequeñas ventanas tapadas en su parte inferior, que servían al ocupante de la casa para ver quién pretendía acceder a ella y, de paso, observar el paso de transeúntes. En esta calle populosa y señorial, en el número 40, se ubica el Pazo de Ramirás, obra de Ferro Caaveiro.
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monumento
El pazo de Villamayor de Ulloa, más conocido como pazo de los Ulloa, fue el lugar de residencia de esta familia, cuyo nombre tiene su origen en el río que atraviesa esta comarca lucense. Los Ulloa tuvieron una gran influencia durante el medievo, y fueron considerados protectores de peregrinos. Este clan, a pesar de contar con miembros poco recomendables como Álvaro Sánchez de Ulloa, señor de Felpós que se dedicaba a extorsionar a peregrinos, realizó grandes aportaciones, como la financiación de los hospitales de Peregrinos de Leboreiro y Melide. Aquí paró en varias ocasiones la reina Doña Urraca. Por otra parte, esta imponente vivienda fue escogida por la escritora Emilia Pardo Bazán para centrar la historia de su novela "Los Pazos de Ulloa".
monumento
Entre los monumentos que se salvaron del la construcción del embalse de Belesar se encuentra este pazo del siglo XVI. Junto con el Pazo de los Pimenteles, del siglo XVII, ha sido restaurado
obra
El quimérico mundo asirio de dioses y demonios, en buena medida similar al babilonio, puede ser simbolizado en esta figurilla del demonio Pazuzu, ser de deforme cara, brazos terminados en garras y pies y alas de águila. Según la inscripción de su dorso era hijo de Hanpa y rey de los espíritus malignos del aire. La anilla que presenta en la parte superior de la cabeza indica que se trata de un talismán para ser llevado al cuello. Hoy se ve en este ser no a un demonio, sino a un espíritu protector, benéfico.