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Esta lápida fue encontrada en Villaceballos, provincia de Córdoba. Se trata de una lápida de mármol rectangular partida en dos y fechada a mediados del siglo X. Conserva ocho líneas de cúfico tallado, tanto simple como florido. Presenta alguna cita coránica y el objeto de su creación fue la conmemoración de la construcción de un alminar.
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La población rural bajomedieval se enterraba en los cementerios al aire libre dispuestos en las cercanías de las iglesias parroquiales. Sus sencillos sepulcros en fosa o tallados en la roca se cubrían con una simple losa de piedra, sobre la que se grababan algunos símbolos cristianos o toscas inscripciones alusivas al difunto. En las áreas urbanas, los artesanos, cada vez más pujantes gracias a sus congregaciones gremiales, van consiguiendo enterrarse en las edificios religiosos, aunque normalmente se contentan con una foses adosada a alguno de los muros exteriores. El enterramiento era conmemorado por un pequeño epígrafe incrustado en la pared, siguiendo el modelo mozárabe aunque ahora con caracteres góticos, como el del carpintero Diego Fernández, procedente de Córdoba.
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La Lapidación de San Esteban es la primera obra conocida con fecha exacta de Rembrandt, pintada en Leiden bajo la influencia de Pieter Lastman, su maestro. Como pintor de historia, Rembrandt debe mostrar el mayor número de posiciones posible así como la inserción de la figura en el espacio a través de los paisajes y las arquitecturas. En este caso, se pone de manifiesto la facilidad del joven pintor para transmitir todas las exigencias demandas. El santo se sitúa desplazado hacia la derecha, arrodillado, esperando su martirio. A su alrededor encontramos a sus verdugos, observando la lapidación desde diferentes posturas los sacerdotes y los militares, éstos a caballo ocupando una zona ensombrecida. La luz impacta de lleno en san Esteban y los hombres que le lanzan las piedras, resaltando sus gestos y expresiones, mostrando un amplio catálogo de reacciones humanas. Las figuras ocupan toda la superficie de la tabla, destacando sus anatomías escultóricas y sus músculos en tensión. El movimiento y el dramatismo de la escena, elementos típicos del barroco, están en su momento culminante a pesar de tratarse de una obra juvenil. Rembrandt se presenta como el pintor más capacitado de su tiempo y promete obras inolvidables como La lección de anatomía o La ronda de noche.