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Vétheuil será, después de Argenteuil, el segundo punto de inspiración para Monet. Situado junto al Sena, a unos 50 kilómetros al norte de París, ofrecía motivos muy aprovechables para los pinceles del artista, especialmente los paisajes de una zona eminentemente rural. Los Monet se instalaron junto a la familia Hoschedé, sus nuevos protectores, en una gran casa debido a la enfermedad de Camille Monet. Esa casa y su jardín son los protagonistas de este lienzo en el que también aparece Jean, el hijo del pintor, con varios personajes irreconocibles tras él. De nuevo Claude se interesa por los efectos lumínicos tomados directamente del natural, representando un atardecer con sus excepcionales juegos de luz y sombra. Observamos que las sombras toman tonalidades malvas y que recurre al contraste de colores complementarios - verde y naranja -. El dibujo va perdiendo importancia con respecto al color lo que provoca la desaparición de la forma. El empleo de una pincelada rápida, en forma de pequeñas comas y puntos, crea una sensación de mosaico en un conjunto dominado por el color.
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Sckell se inspiró en diversos modelos ingleses para el diseño de este gran jardín paisajista ciudadano, que se fue completando a lo largo del XIX. A los primeros planos con diferenciaciones zonales y con la famosa torre china (1789) al estilo de la de los Kew Gardens, sucedió un planeamiento más concienzudo en los años diez, basado en las ideas de Capability Brown sobre la relación equilibrada de las superficies libres y el arbolado en un terreno con suaves modulaciones. La escenificación ideal de la naturaleza era la principal aspiración de Sckell. Leo von Klenze diseñó en 1836 el Monopteros que se ve en la fotografía y que sustituyó al deteriorado Templo de Apolo, que se había construido ya en 1790.
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En sintonía con el Jardín parroquial de Nuenen con nieve, Van Gogh vuelve a mostrarnos uno de sus lugares favoritos aportando en esta ocasión la labor de varios hombres, relacionándose con los trabajos de Millet sobre la vida de los campesinos. La nieve ocupa una vez más el papel protagonista, provocando un sensacional contraste con la pared del fondo y la masa arbórea que observamos tras ella. Vincent recurre a una pincelada tremendamente empastada, esbozando los elementos del paisaje al preocuparse más por el color y la luz, nociones que desarrollará en profundidad tras su estancia en París donde contactará con el Impresionismo. El colorido oscuro abundante se relaciona con la Escuela de La Haya entre cuyos miembros Van Gogh recibió su primera formación.
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La religiosidad de Vincent se transmite incluso en los lugares elegidos como protagonistas de sus trabajos. La torre del cementerio o esta vista del jardín parroquial serán los enclaves favoritos del joven artista durante su estancia en Nuenen. Son paisajes tomados directamente del natural, siguiendo a la Escuela de La Haya e indirectamente al Barroco Holandés. Las luces del atardecer se encuentran habitualmente presentes, creando un ambiente de mayor romanticismo en el que se pretende transmitir ciertos sentimientos. Aun dominando las tonalidades oscuras, en la composición también encontramos referencias al amarillo, rojo, azul o verde, haciéndose la paleta de Vincent más animada como apreciaremos en el periodo de París donde contacta con el Impresionismo.
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Durante la estancia de Van Gogh en Nuenen existen dos lugares por los que sentirá especial admiración: la torre del cementerio y el jardín parroquial, representándolos en numerosas ocasiones. Durante el invierno de 1885 los muestra con nieve, creando una de sus imágenes más atractivas de esta época. El paisaje está tomado directamente del natural, de la misma manera que hacían los pintores de la Escuela de La Haya con los que Vincent había tenido contacto, interesándose por conceptos de luz y de color que más tarde evolucionarán al Impresionismo, tras su viaje a París en la primavera de 1886. La imagen parece estar tomada desde una ventana al mostrar una perspectiva ligeramente alzada bajo la influencia de la fotografía, recordando las vistas de Degas o Pissarro. El jardín tiene aun restos de la última nevada al igual que el tejado de la casa de la izquierda o los campos del fondo, alzándose sobre la línea del horizonte la majestuosa silueta de la torre del cementerio. Las tonalidades amarillentas del amanecer están perfectamente conseguidas, creándose un juego de contrastes de gran sutileza entre los tonos claros y los oscuros. La pincelada es rápida, haciendo uso de empastes que dotan de mayor ligereza a la composición.