Palio bajo el que se desarrolla el rito nupcial, entre los judíos. Este término también se emplea para referirse a boda.
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Desde el punto de vista social, Japón, en los siglos que corresponden a la Edad Moderna en Occidente, se encuentra jerarquizada: - Nobleza cortesana (Kuge). - Nobleza feudal de residencia obligatoria (Daimyo). El país está dividido en 279 feudos (Han), cuyos señores -los daimyo- ejercen el poder sobre el campesinado. - Funcionarios y vasallos (Samurai). - Comerciantes. - Pueblo campesino en su mayoría (Heimin). - Parias (Eta., hinin). Además, sobre esta división social ejercen gran influencia las ideas religiosas (Sintoísmo). A la cabeza de ambos aspectos está el emperador, pero el poder imperial, de hecho, fue suplantado desde el siglo XII por el shogun (jefe de los ejércitos imperiales). Desde el siglo XVII la autoridad, compartida con los daimyo, del shogun es casi absoluta. Japón, por otra parte, se encuentra cerrado al exterior. Este aislamiento le permite conservar su tradicional forma de vida. En la primera mitad del siglo XIX hay un cierto desarrollo económico (industrial y comercial) que da lugar a un nuevo tipo de burgués, ligado a los intereses económicos coloniales del Japón y a los países occidentales. Este desarrollo trae consigo, por una parte, la política imperialista japonesa y, por otra, el intento de los países occidentales de intervenir en Japón. A través del tratado de Kanagawa (1854), Estados Unidos obtiene amplias concesiones en algunos puertos, al tiempo que se firman acuerdos comerciales de Japón con Rusia y Francia. Los samurais, instalados sobre todo al sur del país, son partidarios de la introducción extranjera; los daimyo, en el norte, prefieren continuar cerrados. Estas diferencias provocan un enfrentamiento entre ambos grupos, que termina con la victoria samurai. Entre 1867 y 1912 tiene lugar la época Meijí en la que se desarrolla definitivamente un Japón nuevo que, abierto al mundo, sabe guardar sus tradiciones esenciales. A la muerte del emperador Komei, en 1867, el nuevo emperador Mutsu-hito eligió el nombre de Meijí (Gobierno de la luz) para designar su reinado. La transformación se lleva a cabo en tres etapas: a) Superación de la antigua estructura feudal. Las funciones del shogun fueron abolidas en 1868. Los partidarios de los Tokugawa se resisten pero son derrotados a los pocos meses. Los daimyo ceden su poder al emperador para que realice, sin dificultad, el nuevo programa. La Carta de abril de 1868, dirigida a la nación, promete el fin del poder absoluto. La abolición del orden feudal llegó en 1871. Todos los japoneses se consideran iguales ante la ley. Los antiguos feudos son sustituidos por distritos administrativos (Japón se divide en 72 provincias). El emperador abandonó la vieja Kyoto por Yedo, que se pasó a llamar Tokio, la capital moderna. En la Carta se asegura el reconocimiento de los recursos del resto del mundo, por ello, se impulsa la salida al extranjero de los japoneses y la entrada de técnicos y asesores occidentales en el Japón. En 1872 se modifica el ejército, teniendo como modelos el francés y el prusiano. Se configura el servicio militar obligatorio que acabó con la pretensión de los samurais de formar una clase distinta. Se organizan muchos aspectos según los sistemas occidentales: calendario, enseñanza, policía, prensa, derecho, correos, ferrocarril, sanidad, economía (reconocimiento de libre empresa y de enajenación de bienes raíces), moneda nacional (yen, con arreglo al sistema americano) y banca (Banco Nacional). Estas modificaciones provocan rupturas y malestar entre aquellos que se beneficiaban de la antigua estructura. Por ejemplo, los samurais dejan de percibir pensiones y otros beneficios, por lo que organizan una insurrección (1877), que es derrotada y, como consecuencia, queda abolida su condición de tales. Bien es verdad que el nuevo sistema japonés no rompía por completo con el antiguo orden. Así por ejemplo, el impuesto sobre la tierra, que sustituye a los derechos señoriales que los campesinos pagaban a los daimyo en especie. Los daimyo, en vez de recibir arroz, percibirían bonos del Estado e intereses de aquéllos en metálico. Se puede decir que la revolución Meijí no transformó radicalmente la base social del Estado, sino que la amplió. Buena parte de los antiguos señores feudales permanecieron en el poder b) Reformas políticas y crecimiento económico. Dentro del nuevo sistema se crean grupos (partidos, clanes) con diferencias en la forma de llevar a cabo las reformas. Los progresistas tienden a implantar primero las reformas de tipo occidental en Japón y posteriormente expandirse en el Continente. El Partido Radical propugna un orden nuevo pero respetando la tradición nacional, especialmente la divinidad del Tenno. En 1878 se crean parlamentos provinciales que se completan en sucesivos años con la Cámara Alta, integrada por los antiguos nobles (daimyo y Kuge -1884-), primer ministro (nombrado por el emperador -1885-) y, sobre todo, la nueva Constitución (1889), por la que se declara a Japón una Monarquía hereditaria con dos Cámaras, Alta y de Diputados (con 300 miembros elegidos), y autonomía administrativa de las ciudades. El período que separa la revolución Meijí y la guerra ruso japonesa se caracteriza por un régimen político oligárquico con tendencia al autoritarismo. El poder político continúa en manos de los clanes familiares y los Genro (grupo de consejeros del emperador). Una vez que fueron eliminados aquellos que se levantaron por las antiguas costumbres (la principal revuelta estalló en 1877, propiciada por los samurais), los oligarcas en el poder llevaron a cabo el control de aquellos que propiciaban una mayor apertura política. En 1880 se prohibieron las reuniones públicas. En 1889 se promulgó una Constitución que redujo los poderes de la Dieta. En los años siguientes, los oligarcas siguieron imponiendo su voluntad. Los partidos no representaron nunca una amenaza seria para los Genio. Socialmente, los partidos eran conservadores y partidarios de reforzar el poder militar con fines expansionistas. Ellos fueron los que aprobaron la guerra con China. En los años iniciales de la época Meijí, se suprimieron los monopolios económicos de los feudos y se reconoció la libertad de iniciativa comercial e industrial. La venta de tierras se hizo libre. El capital necesario para el "take off" fue aportado por los campesinos, a los que se gravaba con el nuevo impuesto sobre la tierra, el fruto de los bienes de los Tokugawa, la deuda interior y la exterior. El Estado Meijí -receptor de todos estos fondos- realizó el esfuerzo inversor en comunicaciones (en 1904 se superaron los 7.000 kms. de ferrocarril) y fábricas. Cuando estas empresas se hicieron rentables, a principios de los años ochenta, se transfirieron al sector privado en condiciones ventajosas. Poco a poco, diversos trusts familiares (Mitsui, Yasuda, Sumitomo, Mitsubishi) controlan la industria, el comercio y las finanzas. Sus intereses radican principalmente en la importación de materias primas y energéticas (carbón) y en los mercados interiores de consumo. La guerra con China de 1894-1895 afirmó los lazos entre el Estado y los "trusts" que se vieron muy favorecidos por los encargos del gobierno tanto en período de guerra como los que continuaron con las reparaciones que tuvo que pagar China. El crecimiento japonés fue muy rápido. El carbón empleado en 1875 era de unas 600.000 Tm en 1875 y más de 13.000.000 en 1903. Se calcula que el volumen del conjunto de actividades derivadas del comercio, finanzas e industria pasó desde 1894 a 1903 de algo más de 250.000.000 de yenes a cerca de novecientos. A comienzos del siglo XX, Japón era un país con una estructura comercial que marcará la tendencia del resto de la centuria: beneficios crecientes en explotaciones de productos manufacturados y aumento en importaciones de materias primas. La base social de los campesinos no se vio favorecida de igual manera. Como hemos visto, soportaron en buena medida los impuestos que permitieron el despegue económico del país, pero la gran mayoría de los agricultores permanecían en una situación difícil en el marco de la pequeña explotación individual. La economía rural no evolucionó al mismo ritmo que los sectores secundario y terciario. c) Evolución hacia una gran potencia imperialista. El tipo medio de militar conservador, después de restablecido el poder imperial, rechazaba las influencias occidentales y consideraba más importante la expansión japonesa en el continente que las reformas interiores. El ejército y la marina en su conjunto tenían objetivos imperialistas. Aunque en el orden comercial los países occidentales impusieron tarifas aduaneras hasta 1911, desde su proceso de modernización, Japón había sido tratado en pie de igualdad con las potencias occidentales. Durante el último tercio del siglo XIX, Japón se afirmó en Extremo Oriente. Sin embargo, supieron esperar. En 1873 -cuando se anexiona las Bonin- los oligarcas rehusaron lanzarse a la conquista de Corea reclamada por los samurais. En 1875 obtiene las islas Kuriles a cambio -con Rusia- de la de Sajalín. En años sucesivos obtiene otras islas del Pacífico. Veinte años después de la petición de los samurais, tuvo efecto el comienzo de la expansión en el continente. La intervención de tropas japonesas y chinas en Corea provoca la guerra chino japonesa (1894-95). La superioridad japonesa termina con la ocupación de Seúl, Dairen y Weihaiwei. En la paz subsiguiente (1895), como ya hemos visto, China cede Liao-Tung, Formosa y las islas Pescadores al Japón, al tiempo que reconoce la independencia de Corea, que pasa al área de influencia japonesa. Rusia no estaba dispuesta a que la península de Liao-Tung quedara en manos japonesas por cuanto impedía la posibilidad de que un ramal del ferrocarril Transiberiano llegara hasta los puertos que no estuvieran bloqueados por los hielos cuatro meses al año. Por ello, con ayuda de Francia y Alemania, exigieron la retirada de Japón a Port Arthur. Japón cedió. Tras la eliminación de China en el área de Corea, quedaban frente a frente Rusia y Japón. Japón fortaleció su ejército y creó una flota moderna. En 1894 poseía 58 barcos de guerra bien armados. A partir de 1895, hizo crecer considerablemente la flota y el ejército. Los militares japoneses se impusieron a los políticos y se preparaban para una guerra abierta con Rusia, que no tardaría en llegar. Por otra parte, Japón intervino, en 1900, en la Guerra de los Boxers a favor de las potencias occidentales, en el mismo plano que ellas en participación y en beneficios obtenidos. Esta acción es un siglo evidente del papel que Japón tendrá en Asia a lo largo del siglo XX y de su relación de país aventajado en el continente, midiendo sus fuerzas con los países occidentales.
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Las orígenes históricos de Japón están envueltos todavía hoy en una nebulosa, habiéndose formulado numerosas hipótesis acerca de sus primitivos habitantes y de sus orígenes. Los ainu están considerados como los primeros habitantes del archipiélago nipón en fechas prehistóricas. El rasgo típico de este pueblo es la abundante y llamativa pilosidad del rostro, junto con su piel pálida, cráneo redondeado y pequeña talla. En tiempos prehistóricos, tuvieron lugar varios movimientos migratorios desde el Continente asiático. Crónicas chinas y japonesas hablan de continuos combates con los ainu hasta su confinamiento en las montañas. Los invasores fueron probablemente pueblos chinas y otros diversos como coreanas, malayos y mongoles, que colonizaron primero el litoral situado al sur del río Yangtse. Esta población mixta constituyó muy pronto un pueblo homogéneo, si bien se ignora cuando se produjo esa fusión racial básica. Hasta el 405 d. de J.C. la historiografía oficial no estipula fechas políticas en las crónicas. Antes de esa época no se había difundido ningún sistema de escritura ni de calendario. Según parece hoy, todo el archipiélago sufrió un proceso de aculturización desde China a través de la península de Corea. Antes del siglo IV d. de J.C., esta cultura procedente de China, denominada yayoi, se extendió de Sur a Norte, sedentarizando a los habitantes y apareciendo instrumentos técnicos y guerreros de todo tipo. Políticamente, la población del archipiélago estaba agrupada en unos 30 países, normalmente en guerra unos con otros. El núcleo más poderoso fue el que se formó en tomo al distrito de Yamato en donde residía el jefe del linaje del sol, designado, según la leyenda, por la diosa Amaterasu y acatado por las grandes familias aristocráticas dueñas de las tierras y de sus campesinos. De esta manera, en los siglo IV y V se formó un poder soberano en torno a una de las grandes familias, que, apoyada por los clanes o uji, dio con el tiempo origen a la familia imperial. Según datos cronológicos de la historiografía oficial, la fundación del imperio japonés tuvo lugar el 11 de febrero del ano 660 a.C. En esa fecha sube al trono Jimmu Tenno y comienza el llamado reino de Yamato, si bien las crónicas dicen muy poca cosa sobre el reinado de sus sucesores, hasta que bajo Sujim Tenno (97-30 d. de J.C.) se forma por vez primera un gobierno unitario con varones de la familia imperial y se crea una administración. La épica más grandilocuente y las leyendas más coloristas están presentes en esta época y se centran sobre todo en el mítico príncipe Yamato-dake No Mikoto, hijo del emperador Keiko (71-130), que con su "Kusa-nagi" (espada de la fortuna) se hizo famoso por sus grandes hazañas combatiendo con un mago transformado en dragón. Lo cierto es, sin embargo, que las familias dirigentes entre los siglos VI y VII, se iniciaron en la escritura china y constituyeron poco a poco las bases del poder imperial, al que fueron dotando de los medios institucionales necesarios. La continua penetración de influencias chinas impulso la evolución de la sociedad japonesas el budismo se introdujo a partir de 587 y el sistema imperial se diferenció del chino en que no preveía posibles cambios de dinastía. Se estableció una casa imperial, de descendencia divina, que debía regir ininterrumpidamente los destinos del nuevo país. Entre las reformas realizadas en tiempos del emperador Skotoku (593-622), se incluyó la adopción del budismo como religión oficial, aunque diferenciándolo del culto imperial, mantenido en la práctica religiosa llamada shinto, que no era más que el culto a las fuerzas protectoras familiares, locales, regionales y generales con las que se relacionaba el linaje del sol. Skotoku es la personalidad nipona más relevante de aquel tiempo, destacándose como gran estadista, artista y erudito. Con su código de 17 artículos (604), establece los fundamentos para transformar el Japón hacia el modelo chino, estableciendo en sus preceptos la unidad entre los diversos grupos sociales, exigiendo total obediencia al soberano, que es la personificación del cielo y de la divinidad. Las épocas Nara, Heian y Fujiwara continuarán este momento histórico.
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Japón vivirá importantes transformaciones que le afectarán en los ámbitos político, económico, social y cultural. Dos son los momentos clave en ésta evolución, los shogunatos ashikaga y tokugawa, en los que la lucha por la configuración de una estructura política estable será una constante. El desarrollo económico japonés se verá favorecido por la apertura exterior, fundamentalmente recibiendo el contacto de portugueses y holandeses. Las transformaciones que estos contactos van produciendo en la sociedad y culturas niponas son percibidas como perniciosas y provocan el arraigo de un sentimiento nacionalista profundo y el repliegue hacia el interior, cerrando las fronteras a cualquier influencia externa.
estilo
El arte en Japón sigue las pautas que le llegan del continente. Normalmente se estudia siguiendo las divisiones periódicas que corresponden a los diferentes gobiernos, aunque una vez dentro de cada período observamos subdivisiones que corresponden a diversas escuelas o ramas de las bellas artes. También es muy frecuente que estas subdivisiones se rijan por cambios estilísticos del arte chino, al cual siguen rigurosamente. Aún así, el arte japonés disfruta de una personalidad única entre el arte extremo-oriental. Esta personal forma de entender el arte facilitó la influencia de sus creadores en Occidente, especialmente a partir del siglo XIX, cuando se acentúa el intercambio cultural y comercial con Europa y Estados Unidos. La división tradicional de los períodos japoneses es la siguiente: Kofun, Nara, Heian, Kamakura, Muromachi, Momoyama y Edo. A partir del sometimiento económico de Japón a Estados Unidos asistimos a la llamada occidentalización nipona, en un imperio títere de los occidentales, llamada época Meiji. La pintura japonesa a lo largo de toda su historia sigue, como se ha repetido, a la pintura china. Los materiales se repiten: arte del pincel, y en los últimos siglos, grabado sobre madera o xilografía. Los temas, asimismo, son iguales a los chinos pero tratados de manera personal, según las circunstancias nacionales en política, religión, sociedad, etc. Predominan, como es natural, los temas de paisaje, narraciones épicas, poesía, retrato tardío y en el período Edo, temas populares, casi plebeyos, de una maestría inigualable. De su relación con China proviene el gusto por el género continental de las flores y pájaros, muestra del cual es el Pájaro posado en un sauce, de Kano, en un rollo vertical de papel.
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Imperio insular asiático, situado en el Lejano Oriente, en la zona del Pacífico nordoccidental. El océano Pacífico baña las costas orientales de todo el archipiélago, mientras que las occidentales lo son por el mar del Japón y el de la China oriental. La historia del Japón había atravesado en la segunda mitad del siglo XVI una fase de profundas transformaciones que culminaron en 1600-1603 con la ascensión a shogun del daimio Tokugawa Ieyasu. Estas transformaciones rompían con la dinámica tradicional de fragmentación del poder en Japón y su consiguiente anarquía; los grandes daimios unificadores Nobunaga, Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu lograron poner fin a una tendencia disgregadora que parecía inevitable. El período Tokugawa alcanzó gracias a ellos su madurez hacia 1650, y la culminación de un proceso de búsqueda del orden en el interior y defensa frente al exterior. Japón alcanza una gran estabilidad, la Taihee o Gran Paz, que permitió reconstruir un país asolado por una guerra civil y coadyuvó al progreso económico y al esplendor artístico. Si bien es innegable el carácter conservador y el dirigismo del que en casi todas las facetas hizo gala el régimen Tokugawa, su aislamiento se debió a una posición excéntrica del Imperio con respecto a las líneas comerciales extremo asiáticas que desde 1600 interesaban a los pueblos occidentales. A pesar de ello la época Tokugawa fue uno de los períodos más creativos de la historia japonesa. En efecto, Japón creó por primera vez una fuerte estructura burocrática y legal, una administración eficiente, pautas de control de los elementos disgregadores, un desarrollo económico tan poderoso que sin duda se puede calificar de protoindustrialización y un nivel cultural igual e incluso superior al de la Europa occidental. El predominio de las costumbres feudales se había plasmado en el protagonismo político y económico de la aristocracia militar provinciana: los samurais, quienes tendían a organizarse en grupos vinculados entre sí por pactos personales de armas, por los que el señor exigía lealtad del vasallo y le recompensaba con la entrega de un feudo. Los dominios de estos magnates locales, no obstante, no seguían el modelo de feudalismo europeo, sino que cada uno recaudaba impuestos de los cultivadores y los utilizaba para el pago a sus partidarios. Pero los samurais experimentaron un cambio radical en sus formas de vida y pensamiento, se transformaron en una elite burocrática, bajo cuyo mandato la administración del país fue mejorada, organizada y racionalizada. Se definió una filosofía de gobierno y se creó todo un corpus legislativo, ordenador del Estado y de la sociedad conforme a la premisa de un orden natural que, por primera vez en la historia japonesa, señalaba una decidida tendencia a la universalidad en cuanto a sus principios y aplicabilidad. Todo el proceso estuvo enmarcado por la autoridad del emperador, fuente de poder y figura que aseguraba la armonía del Estado y del shogun o jefe de los gobernadores civiles y militares. Es decir, hubo una pugna constante entre las tendencias centralistas y las manifestaciones autonómicas locales, que desembocó, a principios del siglo XVII, en el encumbramiento ya señalado de la familia Tokugawa. A partir de ese momento hace su aparición un nuevo tipo de autoridad local: el daimio, que ejerce su poder desde su castillo sobre los distintos feudos, monopolizando las funciones administrativas y políticas del territorio. La concentración de la autoridad en manos del daimio había elevado el nivel de participación del samurai, atraído desde entonces hacia el centro fortificado. El estado general del país evolucionará, a lo largo de esta centuria, hacia una progresiva depauperización, como consecuencia de las contradicciones inherentes a la política de los shogunes y de la fosilización que refleja el conjunto del tejido social. No obstante esto, se produjeron a lo largo del siglo serios intentos encaminados a conseguir la revitalización del país en todos los órdenes. Estos afanes reformistas se observan nítidamente en las políticas de determinados shogunes.