Ilustración de las Antigüedades Judías, de Flavio Josefo.
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obra
Schwitters plantea con mayor nitidez que los demás el problema del material en la construcción de la obra. A partir de Merz ya no hay materiales útiles y no útiles; todos sirven (pelos, uñas, plásticos, clavos, orines...) en estado puro, tal como los desecha la sociedad o retocados por el artista y ordenados. Del mismo modo que después de Duchamp cualquier cosa puede ser, tal cual, obra de arte, mediando únicamente la decisión -la elección- del artista. El ataque a los comportamientos artísticos tradicionales en los dos casos es frontal.
contexto
La pasión natural del etrusco por su vida familiar, antes y después de la muerte, parece ser uno de los elementos fundamentales de su cultura: la genealogía, los apellidos, el culto a los antepasados, la casa y el túmulo gentilicios, parecen absorber unas energías que hubieran resultado improcedentes, por ejemplo, en la sociedad griega. Incluso en una época de ebullición económica y cambios sociales, los intereses patricios frenan y ponen estrechos límites a la estructura política de las ciudades. Los reyes o tiranos luchan por imponerse como legisladores o jefes militares, proclaman haber sido designados por los dioses, y realizan obras públicas de utilidad general, pero lo cierto es que siempre quedan a mitad de camino. De ahí que las ciudades etruscas, a lo que parece, tuviesen pocos edificios públicos, y que los espectáculos -juegos atléticos, bailes, etc.- se desarrollasen siempre en simples explanadas, dotadas, todo lo más, de tarimas de madera. La principal excepción la constituyen los templos. Al lado del culto familiar, que se desarrollaba en casas y tumbas, existían en la mente de los etruscos unos dioses comunes, señores de los fenómenos naturales, que exigían un culto colectivo. Tinia, Nethuns, Fufluns, Turms, Menerva, Uni, Apulu y otras muchas deidades debían ser adoradas y recibir sacrificios.
contexto
El programa monumental básico también incluye otra serie de construcciones relacionadas con el ocio o con la higiene; los espectáculos públicos, cuya crueldad en algunos casos reflejan en cierta medida las propias relaciones sociales, nos han legado en los centros urbanos de mayor relevancia los correspondientes teatros, anfiteatros y circos; en su mayoría su construcción se ubica en lugares de pendiente adecuada, lo que, al mismo tiempo que colabora con la consistencia que ofrece su construcción mediante opus caementicium, facilita la acústica. En todos estos monumentos, pero especialmente en los teatros conservados en Malaca, Acinipo, Italica, Emerita, Saguntum y Tarraco, se proyectan los valores presentes en el ordenamiento social de las ciudades hispanorromanas; la distribución de los asientos de las diversas partes del graderío (cavea) se realiza en función de criterios sociales, que Estrabón documenta para el caso de Gades, donde existían 14 gradas reservadas a los caballeros, lo que debe de relacionarse con el carácter que asume su construcción, debida a las liberalidades públicas o privadas constatable en la orchestra de Italica, en cuyo pavimento compuesto de grandes losas de mármol se identifica al evergeta. Dada su importancia en la vida colectiva de las ciudades hispanorromanas, la parte posterior del escenario (scaenae frons) se monumentaliza y se decora mediante diversos elementos entre los que destacan los conjuntos escultóricos que, representando a diversas divinidades y a miembros de la familia imperial, se han descubierto en Tarraco, Emerita Augusta o Italica. La complejidad que revisten algunas de estas construcciones puede observarse especialmente en los anfiteatros como el de Italica y el de Tarraco, donde la utilización del opus caementicium, mezcla de arena, cantos, cal y agua, permite una sólida solución a los complejos problemas derivados de su volumen. Las innovaciones técnicas que se introducen en el urbanismo de las ciudades hispanorromanas se aprecian asimismo en la infraestructura que permite el abastecimiento de agua a las ciudades, observable concretamente en los acueductos de Emerita y de Segovia, pero también en la utilización de la cúpula como cubierta de grandes conjuntos termales, como ocurre en el siglo II d.C. con las termas de Conimbriga. Las transformaciones urbanísticas afectan también al ámbito doméstico de las ciudades, donde se aprecia la proyección de la casa romana de atrio central que ordena un conjunto de habitaciones con diversas funciones, entre las que se encuentran la sala de recepciones (tablinum), el comedor (triclinium) y los diferentes dormitorios (cubicula). Pese a esta concepción urbanística común, las diferencias sociales existentes en el interior de la comunidad ciudadana se aprecian tanto en la complejidad como en la riqueza decorativa que asumen las viviendas (domus); la simple comparación de las llamadas Casa del Anfiteatro o Casa del Mitreo en Emerita y la Casa de la Exedra en Italica con un conjunto de menor importancia observable en diversas excavaciones realizadas en Barcino, Ilici o en Celsa (Velilla del Ebro), nos delatan las diferencias sociales existentes entre sus propietarios, pertenecientes en el primer caso a la elite provincial compuesta por familias de caballeros y senadores, y simples ciudadanos en las de menor relevancia, que, como anota Vitrubio, podían incluso ellos mismos construirse sus propias viviendas. Dada la jerarquía existente en el ordenamiento urbano provincial, los condicionantes sociales peculiares en cada ciudad y el intervencionismo imperial, el panorama urbanístico de las ciudades hispanorromanas, pese a estar influenciado por principios básicos comunes, se caracteriza por su profunda heterogeneidad. La simple comparación de la nova urbs de Italica, creada por Adriano y yuxtapuesta al antiguo municipio, a la que se le dota de edificios de la relevancia del Traianeum en memoria de Trajano, de las termas conocidas como Baños de la Reina Mora, del anfiteatro y de una infraestructura en la que destacan su trazado ortogonal de sus amplias calles y su correspondiente red de cloacas, contrasta con la proyección que poseen los mismos principios urbanísticos en centros de menor importancia como Arcobrigo (Monreal de Ariza) en el valle del Jalón, donde la construcción de la basílica, a imitación de la que se realiza en época augústea en Tarraco, se realiza mediante la simplificación de planta y el correspondiente empobrecimiento de materiales. Semejantes contrastes pueden apreciarse con mayor nitidez en el Noroeste peninsular, donde la difusión del urbanismo romano está condicionado por su tardía anexión y por la propia realidad protourbana de la cultura castreña; semejantes condicionantes han generado incluso posiciones historiográficas negativas sobre la urbanización en la zona, que tendría su correlato en los bajos niveles de municipalización. Tal visión comienza a ser matizada mediante las investigaciones arqueológicas en el sentido de que la presencia romana, vinculada a las exigencias del control militar y a la explotación de los recursos agrarios y especialmente mineros de la zona, genera un proceso de urbanización vinculado a los campamentos militares (castra), a la red viaria (mansiones) y a la creación de centros de mercado (fora). En ellos se proyectan los elementos esenciales del urbanismo romano como el ordenamiento ortogonal, observables en la planta de los establecimientos militares de la Legio VII Gemina en León y en Aquis Querquennis (Orense), o en determinados programas monumentales como las termas de Gijón o los diversos amurallamientos. En líneas generales, la transformación urbanística se desarrolla a partir de la municipalización flavia, época en la que se produce también una inflexión en el tradicional hábitat de los castros, y posee menor extensión e intensidad que en el resto del territorio peninsular.
contexto
La expansión europea en las nuevas tierras descubiertas se materializó en construcciones y formas de asentamiento propias de una tierra de frontera. La noción de frontera es lo, que mejor puede explicar los porqués de esas formas. Muchas de ellas habían sido experimentadas en la Península Ibérica, desde la edificación a casamuro, a las torres con un recinto cerrado que sirvieron para las guarniciones o presidios, o a los mismos conventos fortificados, pero la magnitud de la empresa americana confirió a esas formas unas peculiaridades que acabaron siendo propias.Fueron las modernas formas abaluartadas, experimentadas por los ingenieros al servicio de la monarquía española en Europa, las que se aplicaron a la defensa de los puertos americanos, primera frontera que guardar en el proceso de colonización y explotación de las nuevas tierras descubiertas. Los presidios -el significado de la palabra es el de guarnición, es decir, que no implica necesariamente una fortificación aunque a veces se haya podido emplear indistintamente- de frontera, establecidos fundamentalmente para salvaguardar la producción minera, acabaron convirtiéndose en ciudades al correr del tiempo. Ambos, presidios y fortalezas, llegaron a ser considerados en el XVI en la Península casi sinónimos de frontera, pues, como se decía, presidiar era hacer frontera frente al enemigo. La misma dinámica se dio en las Indias, aunque fuera la capacidad ofensiva de los posibles enemigos la que condicionó la mayor o menor envergadura de las defensas.En el caso de los conventos, no sólo se concibieron en un principio como una fortaleza autosuficiente, sino que determinadas construcciones pensadas para la evangelización, como las capillas abiertas, se dieron también en los pueblos de indios de Nueva Granada, siguiendo el modelo de Nueva España y configurando así una de las tipologías que, con muchos precedentes peninsulares tal como ha estudiado Bonet, se dieron en América asociadas a la idea de la frontera religiosa. También es cierto que habría que diferenciar el funcionamiento de cada orden religiosa en el territorio, pues no fue lo mismo para los franciscanos -llegados a Nueva España en 1524- que para los dominicos -1526- o los agustinos -1533- ni mucho menos para los jesuitas, llegados con posterioridad y que concebían su misión dentro de unas coordenadas claramente contrarreformistas.Por lo que se refiere a la fundación de ciudades, éstas supusieron el avance de una frontera, que fue también la frontera con lo prehispánico. Como hace tiempo escribieran Chueca y Torres Balbás, el modelo fue "el plano de ciudad militar adoptado en la Edad Media en todo el occidente europeo". Los precedentes van desde las ciudades fundadas en el reino de Valencia por Jaime I y sus sucesores o la repoblación de Mallorca hacia 1300, hasta las bastidas francesas o algunas ciudades italianas.Tal como veremos, es el mismo modelo que la monarquía española utilizó para nuevas poblaciones en el siglo XVI tanto en sus territorios europeos como americanos, con la diferencia de que en América el espacio de la ciudad fue el botín de guerra de una tierra de frontera.
acepcion
Con este vocablo se hace referencia a la presencia de Jesucristo durante la Eucaristía, a través del pan y el vino.
acepcion
Cargo romano de mayor rango que se elegía anualmente. Antes de acceder a este título eran llamados "designatus". Si eran elegidos de forma anual y en el mes de mayo eran "ordinarii" y para completar la lista se encontraban los "suffecti", que eran sustitutos y los honorarii. Cuando se derrumbó la República este cargo pasó directamente a manos del emperador y de sus sucesores.