Miembro de una familia de la pequeña nobleza, realiza sus estudios secundarios en Lyon, donde su padre era inspector de aduanas. Continúa sus estudios de Derecho en Toulouse, convirtiéndose en abogado, profesión por la que no sentirá gran aprecio. Desde su juventud se interesó por la Prehistoria y la Historia Natural. En 1864 clasifica junto a Eugène Trutat las colecciones de paleontología humana del Museo de Historia Natural de Toulouse. En 1869 compró a Martillet la revista que éste dirigía, cambiando el título original por "Matériaux pour l´historie naturelle et primitive de l´homme". En 1890 Cartailhac fusionaba su revista con "L´Anthropologie", creando una publicación que todavía hoy existe. Otra de sus preocupaciones sería la promoción de los primeros congresos internacionales de Prehistoria, convocando el primero en 1867. Su interés por la Península Ibérica le llevó a viajar a España en varias ocasiones; en 1887 visita las Baleares y realiza el primer trabajo científico sobre la prehistoria balear: "Monuments Primitifs des Îles Baléares", obra de imprescindible referencia al contener tanto mapas y dibujos como fotografías de gran calidad. En un primer momento Cartailhac rechazó las pinturas encontradas en Altamira por Sautuola, considerándolas un fraude pero pronto reconoció su error y se convirtió en uno de los más firmes defensores de la cueva cantábrica, publicando en un primer momento su célebre "Mea culpa d'un sceptique" y posteriormente una monografía sobre "La cueva de altamira" fruto de una colaboración con el abate Breuil. Entre sus escritos destacan "Les âses préhistoriques de l´Espagne et du Portugal" (1886). Entre 1914 y 1921 fue presidente de la Sociedad de Arqueología del Midi.
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contexto
La figura de Hernán Cortés y su gran empresa, la conquista de México, son acciones históricas envueltas, de raíz, en la polémica de su propia realidad. Esa polémica tiene tres puntos destacados: el de su contenido, que se refleja en la realidad de la época; el de su contraste con el mundo indígena mexicano y, sobre todo, en la diferencia de la respectiva identidad cultural; finalmente, la discusión historiográfica iniciada desde que Bernal Díaz del Castillo consideró oportuno y necesario escribir su Verdadera Historia -cuyo título ya suponía un considerable desafío respecto a la idea de la fama cortesiana- ante las opiniones expuestas en su obra por el historiador, y capellán de Cortés, López de Gomara. Las tres vertientes de esta polémica se han complicado posteriormente -sobre todo en México- a través de la profunda discusión en torno al problema de la cultura mexicana, en las radicales posiciones de hispanistas e indigenistas, un capítulo más del trauma de la historia mexicana, que son las luchas entre liberales y conservadores. Resultado de todo ello ha sido que, en la personalidad y la actuación histórica de Cortés, se ha destacado más lo accesorio que lo fundamental; en muchas ocasiones, se ha dado mayor realce a lo trivial que a lo verdaderamente decisivo. El sentido político de Cortés tiene que ser comprendido mediante parámetros humanísticos, jurídicos, eidéticos, que hagan posible acceder a su sentido de la prudencia, su capacidad de previsión, sus dotes diplomáticas, su impulso creador y, sobre todo, su profundo ideal de servicio a la Corona, tendiendo ésta como la encarnación misma de España. Todo eso puede apreciarse en las Cartas de Relación, que se publican ahora, como un gozo para la lectura cómoda, del riesgo de un puñado de españoles que, bajo la experta dirección de Cortés, integraron toda una alta cultura indígena, de fuerte signo militarista, en la Corona de España.
acepcion
Cartas náuticas de ruta utilizadas por los pobladores de las Islas Marshall. Consistían en una serie de varillas atadas sobre las que se sujetan conchas y piedrecillas que indican la situación geográfica de las islas o los movimientos de las corrientes marítimas.
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Cartas del cabildo y ejército para el Emperador por la gobernación para Cortés Cuando el presente y quinto para el Rey estuvo apartado, dijo Cortés al cabildo que nombrase dos procuradores que lo llevasen; que a los mismos daría él también su poder y su nao capitana para llevarlo. En el regimiento señalaron a Alonso Hernández Portocarrero, y a Francisco de Montejo, alcaldes, y Cortés se alegró de ello, y les dio como piloto a Antón de Alaminos; y como iban en nombre de todos, tomaron del montón tanto oro como les pareció suficiente para venir, negociar y volverse. Y lo mismo se hizo del matalotaje para el mar. Cortés les dio su poder para sus negocios muy cumplido y cabal, y una instrucción de lo que habían de pedir en su nombre, y hacer en la corte, en Sevilla y en su tierra; que era dar a su padre Martín Cortés y a su madre algunos castellanos, y las noticias de su prosperidad. Envió con ellos la relación y autos que tenía de lo pasado, y escribió una larga carta al Emperador. Lo llamó así, aunque allá no sabían; en la cual le daba cuenta y razón sumariamente de todo lo sucedido hasta allí desde que salió de Santiago de Cuba; de las pasiones y diferencias entre él y Diego Velázquez; de las cosquillas que andaban en el real, de los trabajos que todos habían padecido, de la voluntad que tenían a su real servicio, de la grandeza y riquezas de aquella tierra, de la esperanza que tenía de sujetarla a su corona real de Castilla; y se ofreció a ganarle México, y a echarse a las manos al gran rey Moctezuma vivo o muerto; y al final de todo le suplicaba se acordase de hacerle mercedes en los cargos y provisiones que había de enviar a aquella tierra, descubierta a costa suya, para remuneración de los trabajos y gastos hechos. El cabildo de Veracruz escribió asimismo al Emperador dos letras. Una en razón de lo que hasta entonces habían hecho en su real servicio aquellos pocos hidalgos españoles por aquella tierra recientemente descubierta; y en ella no firmaron más que los alcaldes y regidores. La otra fue acordada y firmada por el cabildo y por todos los más principales que había en el ejército. La cual en sustancia decía cómo todos ellos tenían y guardarían aquella villa y tierra, en su real nombre ganada; o morirían por ello y sobre ello, si otra cosa su majestad no mandase. Y le suplicaron humildemente diese la gobernación de ello, y de lo que en adelante conquistasen, a Hernán Cortés, su caudillo y capitán general, y justicia mayor, electo por ellos mismos, que era merecedor de todo; y que más había hecho y gastado que todos en aquella flota y jornada, confirmándolo en el cargo que ellos mismos le dieron de su propia voluntad, para mejoría y seguridad suya, aunque en nombre de su majestad; y si por ventura había ya dado y hecho merced de aquel cargo y gobernación a otra persona, que lo revocase, por cuanto así convenía a su servicio, y al bien y acrecentamiento de ellos y de aquellos lugares, y también por evitar ruidos, escándalos, peligros y muertes, que se seguirían si otro los gobernase y mandase y entrase como su capitán. Además de esto, le suplicaron por respuesta con brevedad y buen despacho de los procuradores de aquella su villa, en cosas que tocaban al concejo de ella. Partieron, pues, Alonso Hernández Portocarrero, Francisco de Montejo y Antón de Alaminos, de Aquiahuiztlan y Villarrica, en una nave mediana, el 26 de julio del año 1519, con poderes de Hernán Cortés y del concejo de la villa de Veracruz, y con las cartas, autos, testimonios y relación que tengo dicho. Tocaron de camino en el Darién de Cuba; y diciendo que iban a la Habana, pasaron sin detenerse por el canal de Bahama; y navegaron con muy próspero tiempo hasta llegar a España. Escribieron esta carta los de aquel concejo y ejército, recelándose de Diego Velázquez, que tenía muchísimo favor en la corte y Consejo de Indias; y porque andaba ya la noticia en el campamento, con la llegada de Francisco de Salceda, que Diego Velázquez había obtenido la merced de la gobernación de aquella tierra del Emperador, con la ida a España de Benito Martín. Lo cual, aunque ellos no lo sabían de cierto, era una gran verdad, según en otra parte se dice.
contexto
Muchos alemanes escribieron misivas a sus familiares durante el asedio de Stalingrado, en las que plasmaban la dureza de las condiciones de vida en el frente, la angustia por el futuro incierto y el temor ante una muerte que sienten cercana. Las cartas, publicadas en 1958 por Einaudi en el volumen "Cartas desde Stalingrado", fueron secuestradas por la censura militar ya se consideraban "malintencionadas" y desmoralizantes. Algunos fragmentos dicen así: " No sé si podré dirigirme a ti una vez más; es necesario que esta carta llegue a tus manos y que lo sepas de una vez, por si acaso alguna vez vuelvo. He perdido las manos a comienzos del mes de diciembre. En la mano izquierda me falta el dedo meñique, pero lo peor es que en la derecha se me han congelado los tres dedos de en medio. Puedo coger el vaso con el pulgar y el meñique. Me encuentro más bien inútil: cuando a uno le faltan los dedos es cuando comprende para qué sirven incluso las cosas pequeñas. Kurt Hahnke -me parece que lo conoces desde que ibais al colegio, en 1937-, hace ocho días, en una pequeña calle paralela a la Plaza Roja, ha tocado al piano La Apasionada. No sucede todos los días: el piano estaba literalmente en la calle. Cada vez que pasaba un soldado tocaba un poco; ¿ en qué parte del mundo se encuentran pianos por las calles?" Otra carta afirma: "Me he asustado cuando he visto el papel. Estamos completamente aislados, sin ayuda exterior. Hitler nos ha dejado. Esta carta saldrá si el aeropuerto está todavía en nuestras manos. Nos encontramos al norte de la ciudad. Los hombres de la batería lo intuyen también, pero no lo saben tan claramente como yo. Se acerca el fin. Hannes y yo nos iremos a la cárcel. Ayer he visto apresar a cuatro hombres por parte de los rusos, después de que nuestra infantería ha recuperado la avanzada. No, no iremos a prisión. Cuando caiga Stalingrado ya lo sabrás; entonces sabrás que ya no volveré más". Un soldado advierte en su misiva: "Tú eres coronel, querido papá, y del Estado Mayor. Tú sabes lo que significa todo esto, por lo que me ahorrarás explicaciones que podrían sonar a sentimentalismo. Es el final. Creo que aún durará unos ocho días; después se cerrará el cerco. No quiero indagar en los motivos a favor o en contra de nuestra situación. Estos motivos son perfectamente insignificantes y carecen de importancia, pero si pudiera añadir algo quisiera decir que no busquéis en nosotros las razones de esta situación, sino más bien en vosotros y en quien es responsable de todo. ¡Levantad la cabeza! Tú, papá, y quienes son de tu misma opinión, estad alerta para que no le suceda algo todavía peor a nuestra patria. Que el infierno del Volga sirva de llamada de atención. Por favor, no hagáis que el viento se lleve esta lección". Una última carta dice: "La muerte tiene que ser siempre heroica, entusiasmante, que arrastre, que tenga una finalidad, que sea grande y convincente. En realidad, ¿qué es la muerte? Reventar, morir de hambre, de frío, un simple hecho biológico, como comer y beber. Caen como moscas y ninguno piensa en ellos, ninguno los sepulta. Yacen por todas partes a nuestro alrededor, sin brazos, sin piernas, sin ojos, con las tripas reventadas. Se tendría que hacer una película con la finalidad de impedir "la más bella muerte del mundo". Es una muerte bestial que un día será ennoblecida en una lápida de granito junto con los "soldados moribundos", con la cabeza o el brazo escayolados".