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Llamado el Cruel como su homónimo castellano, Pedro I (1357-1367) realizó una política de pacificación interior y fomento de la economía (protección al comercio, construcción naval y acuñación de moneda). En el interior tuvo que ceder ante los concejos en las Cortes de Elvas (1361), aunque extendió y reformó la administración de justicia. Optó por la alianza con Pedro I de Castilla e Inglaterra, situación que se mantuvo hasta 1366. Como su predecesor, Fernando I (1367-1383) tuvo que afrontar la difícil posición internacional derivada de la doble configuración de la economía portuguesa: la nobleza terrateniente quería la alianza con Castilla y las burguesías urbanas atlánticas necesitaban la amistad inglesa para garantizar la seguridad de su comercio. En 1369 fue derrotado por Castilla y obligado a reconocer a los Trastámara en el tratado de Alcoutim (1371). Poco después buscó el apoyo de Inglaterra, lo que provocó una guerra con la nobleza procastellana que arruinó la eficaz gestión económica de Pedro I. Entre 1373 y 1382 siguió oscilando entre la alianza mercantil con Inglaterra y la necesidad de evitar la hegemonía castellana promovida desde el interior por la alta nobleza. Fernando I mantuvo e impulsó la agricultura y el comercio marítimo portugueses. Tras Aljubarrota, Juan de Avis (1385-1433) afianzó la alianza con Inglaterra al casar con Felipa de Lancaster, hija de Juan de Gante.

Los enfrentamientos con Castilla no cesaron hasta la paz de Ayllón (1411), por la que Juan I logró consolidar su dinastía y comenzar el siglo XV libre de la hegemonía castellana. La solidez exterior respondía a la estabilidad interior de una dinastía nueva firmemente apoyada por sectores mercantiles burgueses, juristas universitarios y una nobleza segundona de nuevo cuño. Así, la revolución burguesa de 1383-85 acabó configurando un sistema muy similar al trastamarista creado en Castilla. A la estabilidad interior correspondió la trascendente expansión atlántica de Portugal, consecuencia de la fachada marítima del país, la paz con Castilla (salvo en 1448-49, 1474-77 y 1481-84), la necesidad de liberar tensiones nobiliarias y sociales internas, las innovaciones tecnológicas, la búsqueda de una alternativa mercantil para la burguesía y territorial para la nobleza frente al sur peninsular bloqueado por Castilla y la conjunción de la idea de conquista-cruzada peninsular y el espíritu mercantil de origen hanseático (desarrollo de las "feitorias" -factorias~, sistema de explotación mercantil inspirado en la Hansa germánica). Juan I supo aunar esta empresa bajo la órbita de la nueva monarquía mercantil portuguesa surgida de la revolución de 1383-1385, inaugurando una expansión portuguesa que fue punta de lanza de una Europa decidida a romper el cerco de intermediarios y rivales insalvables que encarecían o bloqueaban el intercambio con India, China y los mercados distribuidores indochinos. La exitosa conquista de Ceuta (1415) abrió la carrera expansiva de Portugal en tres direcciones: el Mediterráneo frente a castellanos, catalanes e italianos; Marruecos, objetivo de la alta nobleza; y el Atlántico, objetivo de las burguesías urbanas y parte de la nobleza. Esta primera etapa expansiva supuso la ocupación portuguesa de Madeira (1418-1420) y de las Azores (1427-1432), el paso del Cabo Bogador (1434) y los fracasos en los intentos sobre las islas Canarias.

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