Santiago en la Batalla de Clavijo

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Desde 1880 se estaba decorando la madrileña basílica de San Francisco el Grande, con el fin de convertirla en Templo Nacional. Carlos Luis de Ribera estaba al frente de los trabajos y Casado del Alisal fue el encargado de la decoración de la Capilla de Santiago, para la que realizó este enorme cuadro. Como en el pintor era habitual, se consagró a la "difícil tarea de investigación histórica sobre el asunto", finalizando el trabajo el 29 de julio de 1885, momento en el que solicita que le sean abonadas las 12.500 pesetas que le debía la Obra Pía, promotor de los trabajos. El gran lienzo representa al apóstol Santiago, terror de los moros, apareciendo en la famosa Batalla de Clavijo. El santo se muestra al espectador montado sobre un caballo blanco, cubierto su cuerpo con una cota de malla, arrollando desde la zona izquierda de la composición a las tropas musulmanas. El santo porta en su mano izquierda un estandarte blanco con la cruz roja de su Orden en el centro, mientras que con la derecha sostiene la espada. Sobre el estandarte se recorta el rostro de aspecto fiero, subrayando el dorado nimbo de santidad. A la derecha un grupo de musulmanes lucha contra tres cristianos, armados con lanzas y a caballo. Musulmanes y cristianos visten sus ropajes identificativos: aljubas, capas y turbantes, los primeros; cascos y cotas de malla, los segundos. En un primer plano tres guerreros musulmanes yacen en variadas posturas alrededor del rojo estandarte caído que indica su derrota.

A la izquierda, otros cuatro árabes emprenden la huída con sus rostros llenos de terror. En el extremo izquierdo un grupo de cristianos ataca tras el impacto causado en el bando contrario por la milagrosa aparición jacobea. El fondo es un amplio paisaje con manchas de arbolado a ambos lados, separadas entre sí por una zona amarillenta que sugiere la polvareda levantada por los contendientes. A la derecha se aprecia un caserío y encima un castillo roquero que recuerda al de Ampuna o al de Aguilar de Campoo. En la lejanía se contemplan unas montañas de tonos azulados. A pesar de ser una obra de carácter religioso, Casado interpreta la escena como si de un cuadro de historia se tratara.

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