Juana la Loca

Datos principales


Autor

Francisco Pradilla

Fecha

1877

Material

Oleo sobre lienzo

Dimensiones

340 x 500 cm.

Museo

Museo del Prado

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Cuadro por excelencia del género histórico en España. Se trata de la evocación del viaje que hace doña Juana desde la Cartuja de Miraflores a Granada acompañando el cadáver de su esposo Felipe el Hermoso. Según la crónica de P. Mártir de Anglería, la comitiva estaba compuesta por eclesiásticos, nobles y caballeros, y en una de las jornadas, de Torquemada a Hornillos, "mandó la reina colocar el féretro en un convento que creyó ser de frailes, mas como luego supiese que era de monjas, se mostró horrorizada y al punto mandó que lo sacaran de allí y le llevaran al campo. Allí hizo permanecer toda la comitiva a la intemperie, sufriendo el riguroso frío de la estación". Pradilla recoge este momento, reflejando el drama amoroso, los detalles de la comitiva y la riqueza del paisaje invernal castellano. La figura de doña Juana centra la composición, delante de un sencillo asiento de tijera cubierto por un almohadón. Viste un grueso traje de terciopelo negro que pone de manifiesto su avanzado estado de gestación. En su mano izquierda podemos observar las dos alianzas que indican su viudedad. La reina vela el féretro de su esposo, colocado sobre parihuelas y adornado con las armas imperiales. Dos grandes velones mortuorios flanquean su cabecera. Junto al catafalco se encuentran una joven dueña y un fraile de blanco hábito, leyendo en voz baja una plegaría y sosteniendo un cirio. La zona de la derecha de la composición está presidida por la hoguera y el humo que ha provocado una fuerte ráfaga de viento.

A su alrededor vemos a los miembros de la corte que acompañan a la soberana en el viaje, reflejando en sus rostros el abatimiento, la compasión hacia la reina o el aburrimiento, vestidos todos ellos con ropas de la época. El fondo está ocupado por el monasterio del que doña Juana sacó el féretro de su marido al saber que estaba ocupado por monjas; en el extremo contrario aparece el resto de la regia comitiva, llegando al lugar con las luces del último atardecer de un día de invierno. La composición se organiza alrededor de un aspa, destacando como Pradilla ha conseguido la plenitud atmosférica del espacio abierto en el que se desarrolla la escena. Otro elemento a reseñar es el tratamiento de las indumentarias e incluso de los elementos orográficos con los que se consigue elevar la tensión del momento. Todo ello ha sido conseguido con una pincelada vigorosa y segura, con un toque certero, sin renunciar al dibujo pero empleando una técnica jugosa, muy pictoricista, que se convertirá en la tarjeta de presentación del pintor. Medalla de Honor en la Exposición de 1878 -la primera en la historia de estos certámenes-, alcanza también los máximos premios en París, Berlín y Viena, señalando el cenit de la pintura de historia en España y de la pintura española en Europa. No es extraño, pues, que todo el mundo suspirase por su adquisición, que llega a la cifra record de 45.000 pesetas, haciendo necesaria la aprobación de un crédito especial por el Congreso de los Diputados.

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