Almuerzo en el estudio

Datos principales


Autor

Édouard Manet

Fecha

1868

Estilo

Impresionismo

Material

Oleo sobre lienzo

Dimensiones

118 x 154 cm.

Museo

Neue Pinakothek (Munich)

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En el verano de 1868, Manet pasó unas seis semanas en Boulogne-sur-Mer, donde realizó los primeros bocetos de esta obra, concluida en París. Como pintor de la vida contemporánea, el artista muestra un almuerzo en su estudio, en el que se ve a su hijo, Léon Köella, y al pintor Auguste Rousselin - al que había conocido en el estudio de Couture - interpretándose como un retrato doble. Tras ellos aparece una sirvienta, dispuesta a ofrecerles el café. El bodegón de primer plano relaciona a Manet con la pintura del Barroco holandés, uniendo así en este lienzo modernidad y tradición, como hace en otras obras como el Bebedor de absenta o Desayuno en la hierba. La misma influencia holandesa se aprecia en las armas depositadas en la zona izquierda del lienzo, una de las escasas referencias al estudio de un pintor, ya que el espacio que se observa es fácilmente identificable como el comedor de una de las muchas familias burguesas del París de fines del XIX, entre ellas la del propio Manet. Algunas interpretaciones consideran que las armas, vistas como emblemas vacíos de poder, y la mirada indiferente y altiva del joven estarían relacionadas, ironizando el pintor sobre los aires de superioridad de su propio hijo. Manet envuelve las figuras con una sensación atmosférica que recuerda a Las Meninas de Velázquez. No debemos olvidar que el artista sevillano era considerado por el francés como el pintor de los pintores.

Incluso la captación psicológica de los modelos puede deberse a esa influencia. La composición se cierra con la pared del fondo, sobre la que se recortan las siluetas las tres figuras. Los tonos empleados corresponden a una gama de grises, negros y blancos en contraste cromático, como ya había hecho a lo largo de su carrera. Fuera de esa gama, introduce notas de verde en las plantas, amarillo en el limón y algunos rojos en el macetero, donde se aprecia cierto aire oriental, muy de moda por esas fechas. El dibujismo y la minuciosidad de otras escenas deja paso a una pincelada más rápida, aplicada casi como manchas de color y de luz. Precisamente la iluminación empleada sirve para reforzar la figura de Léon, dejando en semipenumbra al pintor e iluminando discretamente a la sirvienta. Presentado en el Salón de 1869 junto al Balcón, recibió duras críticas y algunos aplausos, aunque muy escasos.

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