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Rango

Edad Moderna

Desarrollo


Además de las mujeres encubiertas o disfrazadas de varón, hubo muchas mujeres que acompañaban a los ejércitos en los siglos XVI, XVII y XVIII con diversos objetivos y menesteres. En principio, podría suponerse que la mayoría de ellas eran mujeres públicas. Existieron, por supuesto gran número de prostitutas, soldaderas, cantineras, etc., pero también hubo mujeres honradas que seguían y asistían a sus maridos, hijos o hermanos a la guerra. A pesar de que en muchos ejércitos la presencia de la mujer estaba prohibida (en Venecia, por ejemplo, se castigaba con cortar la nariz a las mujeres que se acercaran a la tropa) siempre ha habido mujeres alrededor de los ejércitos. En ocasiones, los propios soldados aparecían con mujeres que decían ser sus esposas. La presencia de estas mujeres se toleraba y muchos las veían como convenientes pues se encargaban de las tareas domésticas, guisaban, lavaban, remendaban, cuidaban de los heridos y enfermos, etc. y de manera gratuita. De esta forma se evitaba que los soldados buscasen compañía femenina entre el enemigo. Sin embargo, esta presencia femenina no era bien vista por los moralistas y tampoco por parte de algunos militares. Las opiniones eran diversas y mientras que Sancho de Londoño veía conveniente la presencia de las mujeres, Michel d´Amboise se oponía, no por cuestiones morales, sino por motivos militares: consideraba que la presencia de la mujer debilitaba la fuerza masculina que debía concentrarse en la lucha y no distraerse con otras cosas.

Las prohibiciones de la presencia femenina entre las tropas fueron numerosas lo cual indica que debía ser muy habitual. (68) Un ejemplo de prohibición categórica para evitar la presencia de las mujeres entre sus soldados,fue dada por el General Castaños en la Guerra de la Independencia: "Conociendo ser un mal muy perjudicial a la Santa Religión que profesamos en cuya defensa hemos tomado las armas; a la Patria a quien deseamos libertar, y del todo contrario a una buena política militar, los muchos excesos que con dolor he observado en la tropa, por la compañía frecuente y trato criminal con las mujeres públicas que se presentan cada día, y acompañan con escándalo el ejército, cuyas consecuencias se notan ya muy de bulto; y que además de irritar en extremo la ira de Dios, debilitan a los soldados, afean su conducta, y los desproporcionan para el mejor y más a acertado manejo de las armas, haciéndose así imitadores de los excesos de los franceses, cuyas feas abominaciones los hacen con sobrada justicia aborrecibles a Dios y a todo el mundo. Mando, que desde luego sean arrojadas de las cercanías de la tropa todas las mujeres de la clase referida, y que a todas las que se hallasen con los soldados sean conducidas inmediatamente a la Casa que fue de don Josef Romero, que está en la calle de Sevilla en esta ciudad de Utrera, para que sean allí corregidas y escarmienten, confiando en el celo que le es tan propio del doctor Don Josef Cansino y Auñon, Cura propio de estas Iglesias de Utrera, que por caridad se ofrece a esta obra de tanto mérito, quien deberá ser atendido y respetado como es justo.

Se hace también este encargo a los Padres Capellanes del Ejército para que desempeñando su ministerio con todo celo y actividad, procuren evitar por todos medios mal tan contagioso. Los soldados que se hallaren en semejantes tratos y compañías serán al punto arrestados por primera vez, y castigados; y si reincidieren experimentarán el mayor rigor irremisiblemente, y también quien los protejan. Creyendo que los Señores Oficiales deben ser los primeros en el buen ejemplo que deben dar a la Tropa, y que de sus conductas no tomen ocasión sus inferiores, les pido muy encarecidamente aparten de si esta peste, y las personas que puedan ser de sospecha, y así no verme en la precisión de usar de toda severidad y de tener que hacer un escarmiento. Me parece deberá bastar esta insinuación para las personas que deben estar penetradas de las mejores máximas, y que saben que sería en vano congregar ejércitos, si al mismo tiempo congregamos pecados, con que apartaríamos de nosotros la indispensable protección del Altísimo para triunfar de nuestros enemigos en defensa de la Patria, por quien tan honrosamente peleamos. Se circulará por todas las Divisiones del Ejército para que llegue a noticia de todos." (69) Además, de las mujeres que acompañaban a los ejércitos, existieron también otras que convivieron estrechamente con las tropas sobre todo en espacios militarizados como las fronteras, donde la presencia de la mujer era imprescindible.

(70) Allí fueron muy necesarias para la defensa del territorio, pues se requería habitarlo y poblarlo. Una guarnición militar podía efectivamente impedir que una tropa enemiga atravesara la frontera, pero esa guarnición requería gastos importantes y una ocupación relativa del territorio. Parecía mejor que familias enteras se asentaran en aquellos territorios fronterizos con una relación de propiedad sobre ellos. Gráfico También existieron otros espacios militarizados donde fue importante el papel de la mujer: las ciudades asediadas o atacadas. En estos casos, todos los habitantes -también las mujeres- se veían implicados por la guerra. La ayuda femenina en tareas de apoyo, aprovisionamiento, intendencia, sanidad era muy valiosa, pues permitía a los hombres ocupados en ellas dedicarse enteramente al combate. A ellas se les exigía ciertos trabajos como, por ejemplo, colaborar en la reparación de las murallas, acarreando piedras y agua, en el suministro de municiones, recargando las armas de los defensores, enterrar a los muertos o animar a los "maridos y a los soldados," etc. (71) En el momento decisivo del asalto algunas de ellas podían llegar a armarse con picas para pelear "varonilmente", una reacción puntual que no invalidaba el carácter complementario de su actuación.

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