Soria y la herencia numantina

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Por José Ignacio de la Torre Echávarri Universidad Complutense de Madrid. Soria y Numancia, Numancia o Soria. Ambas se han debatido a lo largo del tiempo entre dos sentimientos antagónicos: el de los nobles recuerdos de su nostálgico pasado y la realidad del presente vivido, más cercana a la sensación de olvido. En definitiva, una lucha entre el ser y el no ser, sin tener en consideración que ambas han aportado a la Historia más de lo recibido. Debido a las implicaciones ideológicas y políticas que con el paso del tiempo se fueron atribuyendo a Numancia, gracias a la resistencia opuesta a los ejércitos romanos y al papel jugado por la "gesta numantina", comenzó la utilización de una imagen "mítica" de Numancia, no sólo a nivel nacional, por el uso de las diferentes corrientes ideológicas que relacionaron su hecho histórico con conceptos actualistas como los de nación y patria; sino también a nivel regional, llegando a identificar Soria con Numancia y los sorianos con la causa numantina, tanto durante las movilizaciones sociales decimonónicas llevadas a cabo en la Provincia, como para las reclamaciones y reivindicaciones locales en defensa de los intereses sorianos, como única forma de hacerse oír a nivel nacional y de reclamar a España lo que Soria, emparentada con Numancia, había aportado a la Historia patria, para que de este modo se cumpliese el vaticinio de Cervantes de "que esto pequeña fierra de Numancia/ sacase de su pérdida ganancia".

Sin olvidar el impacto que a nivel social ha tenido la "Numanciamanía" reflejada desde mediados del siglo XIX en la prensa diaria, en las calles, comercios, asociaciones o entidades, rebasando el ámbito de la propia Soria, y empleando lo "numantino" como un adjetivo sinónimo de resistencia y heroicidad en acontecimientos sociales y deportivos de nuestra vida cotidiana. DESAJUSTES HISTORIOGRAFICOS El mito, que nació tras su destrucción en el 133 a.C, lo hizo siguiendo ya entonces un camino diferente del puramente histórico, debido en parte a que los autores grecorromanos, quienes nos narraron los acontecimientos acerca de su resistencia y destrucción, crearon una visión deformada de los acontecimientos. Por eso no es de extrañar que la lucha militar de Numancia haya sido empleada durante los dos últimos milenios como si su intención hubiese ido más allá de la defensa de su propia independencia ante la romanización. De hecho, a lo largo de la historia se han producido desajustes entre la realidad histórica y arqueológica de Numancia y su simbología, habiendo momentos en los que su gloria y grandeza quedaron olvidadas, llegando incluso a verse variado su emplazamiento al ser identificada durante toda la Edad Media con Zamora, para de este modo justificar el cambio de capitalidad propiciado por los reyes leoneses y castellanos durante la reconquista cristiana, siendo este el primer intento de uso nacionalista que se dio a Numancia. Esta situación se vio alentada, como posteriormente denunciase Eduardo Saavedra, por el interés que mostró el Ayuntamiento de Zamora por aparecer como heredero de la gloria de Numancia, premiando los trabajos encaminados a tal fin, situación que se mantuvo hasta el Renacimiento, cuando, una vez expulsados los árabes de España, y dándose por finalizada la reconquista, se vuelva a ubicar a Numancia en su primigenio y correcto emplazamiento, en el cerro de La Muela de Garray, a seis kilómetros de Soria.

No obstante, no será hasta mediados del siglo XVI cuando se vaya a romper definitivamente con la tradición historiográfica medieval acerca del emplazamiento de Numancia, apareciendo durante el reinado de Felipe II (1556-1598) uno de los puntos álgidos en el empleo de Numancia, coincidiendo con el esplendor que estaba viviendo el Imperio español. Sobre todo gracias a la obra de Miguel de Cervantes, La destrucción de Numancia (1582), ya que supondrá un punto de inflexión en la idea que se tenía de Numancia al verse acentuado a partir de este momento su contenido simbólico e ideológico, y va a suponer que cuando se haga necesario expresar los ideales de resistencia a ultranza contra el enemigo, o bien los sueños de libertad del pueblo, se hará a partir de la representación de la tragedia cervantina. LA RESISTENCIA NUMANTINA DURANTE LA CUERRA DE INDEPENDENCIA Don Nicolás Rabal describía la situación vivida en España durante la invasión napoleónica; "De nuevo, un César de las Galias envía sus ejércitos en calidad de amigo, los extiende por las provincias, y cuando cree el momento oportuno, intima la rendición de toda España....; y en la región de la Celtiberia se repiten casi en los mismos sitios las escenas de Termancia y de Numancia". Para combatir a las tropas francesas la Junta de Soria, dependiente de la Junta Central del Reino, creó en 1810 un regimiento de milicias constituido por 800 miembros, bajo las órdenes de Duran.

Estos sorianos que lucharon contra Napoleón se titularon así mismos Batallón de Voluntarios Numantinos, siendo los herederos de la defensa de la misma causa que los numantinos al compartir con ellos la idea de la lucha por la independencia y libertad ante la amenaza de un poder extranjero. Al fin y al cabo sólo había cambiado el nombre del invasor, Escipión daba paso a Napoleón en sus pretensiones de conquista. De esta forma, estando la plaza de Soria en poder francés, se iban a publicar la 1a Gazeta Extraordinaria con los partes de Duran (8 de Mayo de 1811), que servirían: "para inteligencia y satisfacción de todos los sorianos, para informar sobre las victorias de las tropas sorianas sobre los franceses", y para "excitar la confianza y el patriotismo", alentándose en ellos al levantamiento y a la resistencia, y como no, no podía faltar para ello alusiones a Numancia y a "los habitantes del nacimiento del Duero, hijos de los Numantinos". Paralelamente, se representó la Numancia de Cervantes durante el sitio de Zaragoza, en un intento por parte del general Palafox de alentar a los sitiados, identificándose con los numantinos en la defensa de su patria. Al término de la guerra también se comenzaron a rescatar algunas instituciones y sociedades que vieron interrumpidas sus actividades a causa de la contienda. De este modo, cuando en 1815 volvió a ver luz la Sociedad Económica de Amigos del País en Soria, lo hará adoptando, junto a su anterior nombre, el de Numantina, en homenaje a sus antepasados, fiel reflejo de que, desde este momento, el nombre y el símbolo de Numancia estarán al cabo de la calle, pasando a ser patrimonio de todos los sorianos.

De manera que tras la caída del Antiguo Régimen el mito de Numancia se verá "democratizado", llegando a ser empleado por todos los sorianos como un elemento histórico de identificación colectiva, hasta el punto de ser generalmente aceptada la afinidad de los sorianos con los numantinos, así como la identificación de Soria con Numancia LA NUEVA PROVINCIA ANTE LA GUERRA CIVIL CARLISTA Esto llevó a que, a partir de la reordenación provincial del mapa de España realizada por Javier de Burgos, en 1833, Numancia sirviese para justificar por sí misma la creación de la provincia de Soria, respaldándose en el hecho de ser la heredera de las ruinas de la antigua Numancia, siendo este hecho uno de los fundamentos históricos sobre los que se asentó la nueva provincia, y convirtiéndose desde ese momento en la enseña soriana por excelencia. En este ambiente de mediados de los años 30, el clérigo y poeta Gaspar Bono y Serrano, autor de la tragedia Ultimo día de Numancia y del romance A las ruinas de Numancia, publicó en el Boletín Oficial de la Provincia varios artículos y poemas dedicados a Numancia y a sus defensores, con el fin de enlazar la recién creada provincia de Soria con el recuerdo de la ciudad celtibérica, para de ésta forma contribuir a que se generase un sentimiento provincial soriano que fuese consciente de ser heredero de tan glorioso pasado. Debido a esta situación y al éxito de los escritos de Gaspar Bono se creó una corriente de opinión a favor de Numancia y de honrar su memoria con un monumento al ser considerada como símbolo de la provincia de Soria.

En este sentido, Florentino Zamora anunciaba como "el celoso jefe político de la provincia don José Álvarez Guerra y otros entusiastas hijos de Soria decidieron abrir una suscripción para erigir un monumento a los héroes de Numancia: patriótico proyecto que no pudo realizarse, por estorbarlo la trágica y sangrienta jornada de Bayón en la que pereció casi toda la oficialidad de los francos de Soria". Como consecuencia del desenlace de la guerra carlista "en vez de levantar monumentos de gloria a Retógenes y Megara, fue preciso, como era justo, atender al socorro de los huérfanos y las viudas de las víctimas, en su mayoría naturales de la capital", con lo que no fue posible realizar la construcción de lo que hubiese supuesto el primer monumento honorífico en Numancia. Soria permaneció incluida en la zona fiel a Isabel II y a los liberales durante la I Guerra Civil Carlista (1833-1840). Por ello es importante reflejar que cuando las autoridades políticas y militares liberales comenzaron a referirse en sus proclamas y manifiestos a la recién gestada provincia de Soria ésta aparecerá como la "heredera de las glorías de Numancia", y cuando animen a la resistencia y a la lucha a sus paisanos sorianos, quienes serán presentados como los "descendientes de la antigua Numanda" o "descendientes de Mégara" -uno de los héroes numantinos-, para de esta forma apoyar la causa isabelina retomando el nombre y las acciones de Numancia: "Recordad a Numanda que todavía existe en vuestros corazones, para luchar contra los que "pretendían mancillar Castilla".

Más adelante, durante la Regencia de Espartero (1841-1843), continuará empleándose a Numancia de igual modo para apoyar al gobierno vigente Así, cuando la Junta Superior de la Provincia de Soria vuelva a exhortar a sus ciudadanos lo hará de la siguiente manera: (...) "Numantinos: la Junta Provincial os habla con el corazón. Unión y paz. Sois descendientes de una raza de héroes que hace veinte siglos escribieron con su sangre un juramento igual. Siempre habéis defendido con coraje vuestra independencia y libertad cuando se han visto en peligro. Hora es llegada, Numantinos, y otra página de heroísmo é inmortalidad reserva la historia á los que como vosotros se glorian con el título de hijos de Mégara". Similares definiciones aparecieron en muchas otras cartas y comunicados dirigidos a Espartero por los Diputados Sorianos, en documentos en los que se calificaba a los sorianos como "los descendientes de la inmortal Numancia, de aquel pueblo que en su existencia social fuera siempre el terror del Mundo, y aun en sus cenizas, después de 15 siglos, es el depositario de la independencia española", y ofrecían su apoyo al gobierno del Regente, notificándole que podía contar para ello "con el esfuerzo de los hijos de la inmortal Numancia", de aquellos "dignos descendientes de los héroes, que, prefirieron la muerte a la ignomía y servidumbre, y que fueron "el terror del imperio". Al mismo tiempo comenzó a emplearse el gentilicio de Numancia para bautizar periódicos, asociaciones, etcétera.

Por esta época se creó el Casino Numancia, lugar de reunión y tertulia de todos los intelectuales sorianos, y, el 15 de Junio de 1841 se publicó el primer número de El Numantino, fue éste el primer periódico no oficial publicado en Soria, y que como se puede ver, adoptó para ello el gentilicio de Numancia, a impulsos de la Sociedad Económica Numantina que era su mentara. El Numantino desapareció en 1 842, comenzando a publicarse en ese mismo año El Eco de Numancia, manteniéndose de ésta forma el nombre de Numancia en un diario soriano ,aunque ahora de tendencia liberal progresista, lo que le llevó a ser cerrado por orden gubernamental al oponerse al gobierno de Espartero. Desde las páginas de El Numantino se hizo patria con Numancia, ya que se consideraba que "El pueblo Soriano, este valiente, honrado y laborioso pueblo, en cuyo corazón se conserva como en depósito, puros y sin mancilla los sentimientos libres que recibieran treinta siglos ha de los Theógenes y Megara,...", debía recordar a sus antepasados, por lo que uno de sus principales objetivos fue, retomando la propuesta de Gaspar Bono y Álvarez Guerra, que en las ruinas se erigiese un monumento a los héroes autoinmolados. Este propósito se alcanzó gracias a que, apoyados en el sentir nacional, la Sociedad Económica de Amigos del País, el Ayuntamiento de Soria, la Diputación Provincial y una suscripción popular aportaron los fondos para erigir un pedestal de piedra que sería el comienzo del primer monumento conmemorativo a Numancia, y así, el 10 de Octubre de 1842 se ponía la primera piedra de la obra.

El monumento no llegó a ser concluido ya que por falta de recursos no se colocó el obelisco que debería ir sobre el pedestal, quedando además la lápida en blanco, aunque Nicolás Rabal señalaba como "en este basamento se dejaron embebidas cuatro lápidas de mármol blanco, como para esculpir en ellas las correspondientes inscripciones", que fueron improvisadas por el maestro del pueblo, las inscripciones no se conservaron, aunque el propio Rabal las recogió en su Historia de Soria (fig.3), destacando por su significación la dedicatoria "los padres murieron, los hijos quedaron", verso que resume bien a las claras el sentimiento soriano de la época en relación a Numancia, considerándose los sorianos a sí mismos como descendientes directos de la estirpe numantina. SAAVEDRA: LA CONFIRMACIÓN CIENTÍFICA DE NUMANCIA. Todas las investigaciones realizadas hasta mediados del siglo XIX configuraban el estado de opinión en relación a Numancia, a su situación y a sus ruinas, pero aún se hacía necesaria la confirmación científica de su ubicación para poder corroborar todas las noticias y los datos anteriormente publicados. Esto se producirá con la entrada en el escenario numantino de Eduardo Saavedra, quién, en 1853, realizará las primeras excavaciones en el cerro de La Muela de Garray, siendo estas el precedente a los primeros trabajos científicos continuados que iban a llevarse a cabo en Numancia entre 1861 y 1867, gracias a que van a coincidir prácticamente con el tercer periodo del reinado isabelino (1862-1868) que dará estabilidad social a España y permitirá que se realicen las excavaciones de manera ininterrumpida.

Para ello, la Real Academia de la Historia creó una Comisión, qué presidida por Saavedra, fue encargada de las excavaciones y de la publicación de la Memoria en la que se informaba sobre los resultados de los trabajos arqueológicos realizados. Las alteraciones políticas que se produjeron en 1868, con la muerte de Narváez y la Revolución "Gloriosa", trajeron el destronamiento y el exilio en Francia de Isabel II, e hicieron que los trabajos en el cerro se viesen interrumpidos al ser cortadas las asignaciones económicas y al suspender el nuevo gobierno liberal el pago anual de una indemnización a los dueños de los terrenos, quedando las zonas excavadas enterradas de nuevo y en parte cultivadas. Durante una década Numancia va a permanecer en un segundo plano, coincidiendo con la inestabilidad sociopolítica producida por la sucesión al trono español con la llegada de Amadeo I de Saboya (1869-1873) y por la III Guerra Carlista (1872-1876). Desde mediados del siglo XIX se había venido produciendo un auge de los movimientos románticos en toda Europa, haciendo que se comenzara a construir una imagen de los orígenes de la nación española, y que los ciudadanos adquiriesen una conciencia colectiva de su nacionalidad. Esto va a suponer que se hiciese necesario el buscar en los hechos pasados las raíces históricas sobre las que se asentaba la identidad nacional del emergente nacionalismo liberal español. De esta forma, figuras como la de Numancia van a servir para rastrear la esencia española en el inicio de los tiempos históricos, y van a significar su uso político por las ideologías españolas más variadas en los dos últimos siglos, siendo empleada además de para despertar el apoyo de los isabelinos durante las guerras carlistas, por el nacionalismo liberal romántico, por Restauracionistas, Tradicionalistas, Regeneracionistas, Monárquicos, Republicanos y Franquistas.

El mejor vehículo para evocar y reafirmar este pensamiento vamos a encontrarlo en las representaciones artísticas decimonónicas, apareciendo Numancia como tema a desarrollar en los concursos de pintura y escultura realizados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Obras sobre el Último día de Numancia fueron realizadas por J.A. Ribera (1802), Madraza (inédito), Martí y Alsina (1858) Sans Cabot (1862), Rafael Enríquez (1876), algunos de ellos más preocupados por desarrollar la ideas didácticas acerca de la resistencia a ultranza que por el verismo histórico; así como el cuadro de Alejo Vera (1881, actualmente expuesto en la Diputación Provincial de Soria) , que será la imagen que la sociedad adquirirá de Numancia, ya que esta obra fue reproducida para ilustrar la mayor parte de los libros de texto y de los manuales de historia de España empleados en las escuelas como ejemplo histórico del amor patrio a la libertad y a la independencia. Hasta este momento Numancia solamente había sido reconocida por la Real Academia de la Historia, pero ahora se reclamaba su consagración nacional por el significado que tenía para la historia de España. El 25 de agosto de 1882 fue declarada Monumento Nacional, coincidiendo con la Restauración monárquica de Alfonso XII, reinado durante el cual se volvió a colocar un nuevo pedestal en Numancia esta vez a cargo del Regimiento de San Marcial último batallón del ejercito que permaneció de guarnición en Soria y que en el momento de su despedida (1886) de la ciudad decidió hacerlo honrando "A los héroes de Numancia", para de éste modo dejar constancia de lo que había supuesto la ciudad y su nombre para el Ejército, llevándolo siempre, desde 1718 un regimiento español hasta nuestros días.

Sin embargo el reconocimiento de Numancia irá paradójicamente en detrimento del yacimiento, ya que conocerá a partir de entonces su crepúsculo, permaneciendo sus restos, si no en el olvido, sí en un segundo plano hasta que Schulten en 1905 y, posteriormente, una nueva Comisión española reemprendan otra serie de campañas arqueológicas. Esta desatención tuvo reflejó en el campo ideológico y en el malestar de ciertos intelectuales sorianos conscientes de que el abandono que sufría Numancia no era sino reflejo del olvido que iba a sufrir la provincia de Soria. En consonancia con esto, Nicolás Rabal recogió la idea que se tenía de Soria a finales del siglo XIX al plasmar la imagen que de ella vendían los ciegos por las calles: "Nunca la gente de Soria hizo gran bulto en la historia", aunque según él "ignoraba el autor de estos versos que Soria es la legítima heredera de las glorias de Numancia (...), ignoraba que en la guerra de la Independencia un puñado de voluntarios numantinos derrotó a la famosa Guardia Imperial" (Rabal 1889: VI), recordando que Soria era una provincia importante por su tradición, su historia, sus monumentos, etc., y volviendo a emplear a Numancia desde el punto de vista local para respaldar esta idea, pues "La provincia de Soria cuenta entre sus poblaciones antiguas la inmortal Numancia" y aunque sólo fuese por este legado sería capaz "de figurar dignamente en el concierto general de las provincias de España". El olvido de Numancia y de sus restos provocó que por esta época renaciese de nuevo la polémica sobre la ubicación de Numancia, al aparecer en el cerro de Temblajo (Zamora) unas ruinas romanas junto con un ladrillo que presentaba la leyenda ONUMANCIAI.

Al estudiar la inscripción, Eduardo Saavedra llegó a la conclusión de que no estaba relacionada con Numancia, pues debía leerse Offidna NVMANTIAN I, es decir, Taller de Numanciano, concluyendo la disputa diciendo que: "Quedan, pues, los zamoranos en pacifica y honrada posesión de su ladrillo tan celebrado, y los sorianos en la ya disputada por nadie del solar de Numanda". NUMANCIA ANTE LA CRISIS DEL 98 A finales del siglo XIX la sociedad española va a sufrir una crisis en varios campos: económico, político y social, que se verá a su vez reflejada en la crisis paralela de los valores espirituales, ideológicos e intelectuales, sobre todo en la década de 1895-1905, que vendrá marcada por la contraposición de dos ideas antagónicas: la decepción heredada de la crisis del 98 que lleva a los tradicionalistas a refugiarse en el pasado de España; y el espíritu de renovación buscado por los regeneracionistas preocupados por los problemas del país y que abogan por la necesidad de reconstruir nuestra cultura. En este contexto, el símbolo de Numancia va a ser considerado como un emblema nacional y un ejemplo de lo que fue España y debería haber seguido siendo, sobre todo a la vista de los recientes avatares coloniales, por que según el sentir de la época no se podía olvidar que "¡Al pronunciarse el nombre de Numancia, la mente se encuentra llena de gloriosos recuerdos y el corazón se siente henchido de generosos entusiasmos! (...) ¡Nombre (Numancia) que al pronunciarse en estos tiempos parece que el corazón se ensancha y el espíritu se eleva y vuelve á aquella época de pasadas glorias, que no por ser pasadas dejan de ser grandes, y por grandes respetables"!.

Así parece apreciarse como el hecho histórico de nuevo va a ser distorsionado y empleado a conveniencia para reconstruir la historia según intereses ideológicos particulares, quedando el trasfondo histórico en la base, al mismo tiempo que van a seguir descuidándose sus restos y el yacimiento continuará aletargado en el olvido. A esta situación de abandono aludirían las denuncias de Saavedra, en 1899 y 1901, al comunicar a la Academia los desperfectos que se habían originado en Numancia y de la inutilidad de seguir pagando las rentas a los colonos de Garray para que no cubriesen las excavaciones practicadas ya que apenas quedaba nada de lo descubierto. La crisis ideológica y de identidad que estaba padeciendo España había hecho que se diese el clima propicio para el cultivo de ideales patrióticos, máxime cuando, a partir del año 1902, accedió al trono Alfonso XIII, iniciándose con él el periodo de la Restauración monárquica que hará imprescindible la necesidad de reforzar la idea de unidad nacional, de la grandeza de la patria y de reafirmar la resistencia contralo exterior, que perdura como consecuencia delas reacciones derivadas de la crisis del 98.Ahora parecerá como si los monumentos dedicados anteriormente a la memoria de Numanciano fuesen suficientes para lo que la ciudad celtibérica había aportado a la historia de Soria y de España. Habiendo, como había, servido durante mucho tiempo de soporte ideológico al nacionalismo español y el provincialismo soriano, se hacía necesario correspondería con algo que reflejase la gesta de sus héroes y devolviese a Numancia parte de lo que con su historia había hecho por España.

La necesidad de su construcción se vio acentuada a causa de la mala impresión que se llevaron el Rey Alfonso XIII y los Príncipes de Asturias cuando, en 1903, acudieron a Numancia, y, según Ramón Benito Aceña, quedaron defraudados al ver los cerros desnudos, "donde nada indica al viajero ó al caminante que allí existió indomable la inmortal Numancia", con lo que el senador soriano se erigió en adalid de la iniciativa de la construcción de este nuevo monumento conmemorativo, ya que para él no cabía duda de que "Numancia estaba esculpida en el corazón de los sorianos y de todos los españoles por eso se hacía necesario para demostrar a las generaciones presentes y futuras la gratitud y el respeto de un pueblo hada aquellos héroes de la independencia nacional". Esto propició que se crease una campaña de opinión favorable en todos medios de comunicación de la época, tanto a nivel local como nacional, sobre la conveniencia de este proyecto. Sirva como ejemplo ilustrativo del respaldo que la opinión pública ofreció a esta causa, el artículo aparecido en La Andalucía Moderna (1904) en el que se indicaba como "la grandeza inmortal de Numancia era merecedora de haber sido celebrada en mármoles y bronces en los días venturosos en que el sol no se ponía en los dominios de España; pero ésta generosa idea es ahora grandemente oportuna en estos días de desgracia". Finalmente, la inauguración del monumento se llevó a cabo en 1905 coincidiendo con los trabajos de Adolf Schulfen en el yacimiento.

El acto fue presidido por el rey Alfonso XIII, acudiendo a los mismos numerosos personajes ilustres de la nación y de la provincia. LA REANUDACIÓN DE LOS TRABAJOS ARQUEOLÓGICOS La inauguración del Monumento mostró la necesidad de reanudar los trabajos arqueológicos en el cerro de La Muela de Garray. La prensa desarrolló una campaña para reclamar la atención de la opinión pública española y de la administración sobre el abandono y olvido de Numancia, y estuvo respaldada por la actuación de los políticos sorianos conservadores D. Ramón Benito Aceña y el Vizconde Eza, habiéndose convertido en una "aspiración nacional" y patriótica el rescatar sus ruinas. Por estas fechas la historia de Numancia había traspasado las fronteras de España y comenzó a atraer el interés de investigadores europeos. Así, el 11 de agosto de 1905 llegó Adolf Schulten a Soria para trabajar por encargo de la Academia de Gottingen, contando con el patrocinio del Kaisser Guillermo, que de este modo correspondía a su nombramiento como Coronel honorario del Regimiento de Dragones de Numancia. Los trabajos del Schulten en el cerro se prolongaron durante una campaña, ya que debido a enfrentamientos con intelectuales españoles y la opinión pública soriana se produjo una reacción nacionalista antischulteniana, como consecuencia de ello no se le permitió que continuase realizando trabajos en la ciudad, que pasó a ser excavada por una Comisión española encargada de que el solar numantino y todos sus restos fuesen desenterrados, mientras que a Schulten se le concedió licencia para trabajar en los campamentos romanos y en el cerco escipiónico desde el año 1906 hasta el 1912.

En palabras del propio Schulten "tenían a mal que unos extranjeros hubieran descubierto el lugar célebre y reclamaban para España la continuación de las excavaciones. Unos exaltados pidieron el retiro inmediato de los extranjeros". A estas reclamaciones vino a sumarse el hecho de que en la opinión pública madrileña se reflejase la vergüenza que suponía el abandono por parte del Estado español de las gloriosas ruinas, y surgiese la reacción consiguiente de indignación para rescatarlas del olvido en el que habían estado sumidas durante cuarenta años. Incluso se llegó a emplear el argumento de que Alemania pudiese adquirir la propiedad del terreno, quedando en manos extranjeras. Tras estos planteamientos se escondía la reacción nacionalista que suscitaba que fueran investigadores extranjeros los que realizasen los trabajos en este lugar sagrado para la Patria. Parecía como si Numancia, como Monumento Nacional, sólo pudiese ser excavada por españoles, y sin embargo, los campamentos del cerco escipiónico, símbolo del imperialismo romano, no importaba que fuesen excavados por un extranjero. A partir de ahora será la Comisión Ejecutiva de Excavaciones la responsable de emprender los trabajos de esta "riqueza arqueológica nacional, para así rescatar sus restos del olvido al "levantar el postizo romano" para conservar lo indígena, y en palabras de la propia Comisión revivir "la página gloriosa que en la historia patria llena con indelebles rasgos la gloriosa Numancia".

Numancia pasó de este modo a ser una aspiración nacional, según se reflejó en la prensa sanana y nacional, y fue refrendado por las instituciones locales el interés porque el Estado adquiriese en propiedad los terrenos del solar numantino y porque se descubriese de forma definitiva toda la planta de la ciudad y se tomasen las medidas necesarias para su protección. El primer paso lo dio el Vizconde de Eza al donar sus terrenos en el cerro de La Muela, de manera que a muy poco coste podría realizarse una obra nacional, en la que estaba interesado el honor de España. Las excavaciones de la Comisión, dirigidas por Taracena y Mélida, se sucedieron hasta 1922, año en que las aportaciones de dinero concedidas por el Estado para los trabajos en Numancia se vieron cortadas, pero esto no sólo ocurrió en Numancia sino en el resto de yacimientos españoles a excepción de Medina Azahara. Ello fue debido a que en 1923 se inició la dictadura del general Primo de Rivera y el cambio de régimen afectó a las concesiones presupuestarias que se vieron interrumpidas durante un año, pero las excavaciones en la ciudad se dieron por finalizadas. EL CAMBIO DE NOMBRE A LA PROVINCIA A partir de los inicios del presente siglo se va tratar de estrechar aún más el tradicional lazo de unión existente entre Soria y Numancia. El antecedente claro lo tenemos en la corriente de opinión que se formó en Soria para que se llevase allí el museo que estaba creándose a partir de las piezas extraídas durante los trabajos arqueológicos en Numancia y que rebasaban la capacidad de la casa del alcalde de Garray, lugar dónde estuvieron expuestos durante un tiempo.

Este interés venía respaldado por la idea de que Soria era la heredera de las glorias numantinas y por tanto existía también la necesidad de guardar sus restos. En 1912, Ramón Benito Aceña, al visitar las ruinas de Numancia, prometió levantar a su costa en Soria el edificio. En 1916 el Museo Numantino estaba dispuesto para ser abierto, nombrándose a D. Blas Taracena director del mismo, aunque no fue inaugurado hasta el 19 de Septiembre de 1919. El acto fue presidido por S.M. el Rey Alfonso XIII. Es bastante significativo que las tres veces que visitó Soria Alfonso XIII todas estuviesen relacionadas con actos dedicados a Numancia. Con estos antecedentes expuestos no es difícil entender que, en febrero de 1922, el catedrático de matemáticas del Instituto General y Técnico de Soria, Pelayo Artigas, realizase una propuesta para cambiar el nombre de la Provincia por el de Numancia, reservando el de Soria sólo para la capital, iniciativa que fue respaldada por todas las instituciones y personalidades sorianas, así como por la prensa local (El Porvenir Castellano, El Avisador Numantino y el Defensor Escolar entre otros). Todos ellos abogaron por una identificación de Soria con Numancia, en primer lugar por que existía una relación entre el olvido de la ciudad heroica y la marginación y olvido de la Provincia de Soria, y se quería hacer ver que la identificación de Numancia con las esencias patrias se correspondía con la afinidad de Soria con las esencias numantinas, La grandeza de Soria debía sustentarse en esta identificación.

Hemos visto anteriormente como el mito de Numancia había calado en la psicología colectiva de los sorianos desde antaño, pero se vio reforzado desde fines del siglo XIX gracias a las actuaciones del vizconde de Eza y Ramón Benito Aceña, ¡unto a las reivindicaciones de otros muchos, como Gómez Santa Cruz, de la importancia de Numancia para Soria y de la avenencia de Soria con Numancia en el profundo olvido y abandono en el que estaban sumidas. Esto acabó por unir a políticos, instituciones y asociaciones. Además la situación se verá acentuada con la posición de España tras el 98, al ser Numancia el exponente de los valores patrios a seguir, y va a servir a Soria para reclamar la atención del país. El sacrificio de Numancia, y por extensión de Soria, por la Patria tienen que ser correspondido por ésta, el Estado debía reconocer su deuda histórica y atender a las reivindicaciones sananas. La indiferencia y el olvido de Soria se identifican con el de Numancia, ya que se consideraba que un país que olvidaba sus grandezas era un país arrastrado hacia la decadencia y el desastre. Por eso en la prensa soriana aparecieron numerosos artículos como este de Arambilet, en el que se recordaba que Tara los sorianos, la patria chica,... está simbolizada en Numancia"... "Numancia fue grande por la inmensidad de su heroísmo...; y Soria lo será también por honrar y enaltecer las glorias del pasado, por guardar su memoria, en sus tradiciones, que es como guardarlas en su corazón las grandes virtudes de aquellos héroes numantinos, que supieron conservar el hogar".

El cambio de denominación se veía por algunos como una garantía para la supervivencia de la Provincia y la solución para los complejos de inferioridad y atraso que acusaban los sorianos. El sector soriano de la pequeña burguesía, más conservador en el plano ideológico de la clase media le impedía trascender de su sorianismo a ultranza "todo por Soria y para Soria". Planteamientos sorianistas que sin embargo ignoraban las desigualdades sociales existentes en la capital. Pero la división de opiniones entre los políticos sorianos hizo que los republicanos pasasen al contraataque desde las páginas del Noticiero de Soria, oponiéndose al cambio de nombre preguntándose si la forma de conseguir ferrocarriles, canales y pantanos para Soria, sería más efectiva con el cambio de nombre a la provincia o por el contrario con un cambio de conducta. Esto provocó que parte de la opinión pública soriana variase su pensamiento a cerca de la necesidad de identificar Soria con Numancia, dándose cuenta que no era necesario para lograr que la Provincia de Soria llegase a hacer gran bulto en la historia, y saliese de su situación de olvido, abandono y depresión. De todas formas no hay que olvidar que Soria y Numancia han ido siempre de la mano una de otra. Soria ha sido conocida gracias a la existencia de Numancia, de hecho, ambas han venido relacionándose en las guías de viajes, y hasta Mélida llegó a decir en 1922 en su "Viaje a Numancia" que "sería imperdonable ir a Numancia sin detenerse en Soria", indicando que la ciudad celtibérica tendría más tirón y sería más conocida que la propia capital.

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