Numancia: usos y abusos de la tradición historiográfica

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Por José Ignacio de la Torre Echávarri Universidad Complutense de Madrid. 1.- INTRODUCCIÓN En la historia de la humanidad, desde antaño se han admirado las hazañas de los pequeños pueblos que han presentado oposición y resistencia a los grandes imperios, máxime si lo hacían mediante hechos de armas en defensa de su libertad. En España, Numancia ha jugado en éste sentido un papel destacado en nuestra historia, ocupando una posición privilegiada desde la antigüedad hasta nuestros días. Numancia ha sido siempre algo más que una ciudad celtibérica, y el mito que nació tras su destrucción en el 133 a.C. lo hizo siguiendo ya entonces un camino diferente del que pudiéramos considerar como puramente histórico - si consideramos la historia como opuesta a la interpretación mítica -, ya que fueron las primeras noticias trasmitidas por los autores clásicos sobre su resistencia y destrucción quienes comenzaron la creación de una visión deformada de los acontecimientos. De esta forma, los tres elementos que van a conformar el mito - el hecho histórico, el símbolo que representa y por último el yacimiento arqueológico -, siguieron caminos diferentes y en ocasiones opuestos, configurando así una imagen desnaturalizada de Numancia. Por ello el contenido de la Historia de Numancia ha sido casi siempre selectivo, pretendiendo que el símbolo sobrepasase al hecho histórico en la memoria colectiva. Así, se tenderá a magnificar la gesta en favor de determinados intereses ideológicos, políticos y sociales, llegando a convertir a Numancia en un símbolo nacional y transformando su nombre en un mito fundido "en el crisol de las leyendas".

Por eso no es de extrañar que la lucha militar de Numancia haya venido empleándose durante los últimos dos milenios como si su intención hubiese ido más allá de la defensa de su propia independencia ante la romanización, siendo también necesaria para defender a la cristiandad durante la reconquista leonesa y castellana; para consolidar históricamente el Imperio de Felipe II desde el corazón de Castilla; como símbolo de la nación vascongada; ó como historia patriótica que inspiró los nobles ideales románticos de unidad nacional, de resistencia y de abnegada lucha por la libertad para salvar a España de la invasión napoleónica. Será a partir del siglo XIX, durante el auge de los movimientos románticos, cuando se comience a construir una imagen de los orígenes de la nación española y una toma de conciencia colectiva de la nacionalidad, que van a llevar a buscar en los hechos pasados las raíces históricas sobre las que se asiente la identidad nacional del emergente nacionalismo liberal español. De esta forma figuras como Numancia van a servir para rastrear la "esencia" española en el "inicio de los tiempos históricos", y van a significar su uso político por las ideologías españolas más variadas en los dos últimos siglos, siendo empleada para despertar el apoyo de los isabelinos durante las guerras carlistas, por el nacionalismo liberal romántico y posteriormente por Restauracionistas, Tradicionalistas, Regeneracionistas, Monárquicos, Republicanos y Franquistas.

2.- PRIMEROS ENSAYOS HISTORIOGRÁFICOS A lo largo de la historia se han producido desajustes entre la realidad histórica y arqueológica de Numancia y su simbología, pues hubo momentos en los que su gloria y grandeza quedaron olvidadas, dependiendo de las circunstancias de los diferentes periodos históricos. La primera ocasión en la que esto sucede es como consecuencia de la crisis que sufrió el mundo romano con la entrada de los godos en la Península Ibérica en el siglo V d.C., así como por la posterior inestabilidad y el vacío institucional provocados por la invasión musulmana en el s. VIII, que tendrán como resultado el olvido de Numancia, ya que la última referencia histórica que tenemos es la que en el siglo VII proporciona el Anónimo de Rávena, situándola, al igual que en el siglo III d.C. el Itinerario de Antonino, en la vía 27 que unía Uxama y Augustóbriga. Durante el periodo de la reconquista y repoblación llevada a cabo por los reinos cristianos leonés y castellano, se rescatará el recuerdo de su gesta pero se trasladará a un emplazamiento diferente y distante del original, esto es a Zamora. El leonés será el primer intento de emplear a Numancia desde un punto de vista nacionalista, llevándola incluso a hacerla cambiar de emplazamiento para que ocupase el suelo en que más tarde iba a ser reedificada Zamora y justificar con ello el cambio de capitalidad del reino, argumentando conceptos históricos y religiosos que hicieron que su "nueva ubicación" fuese respetada durante siete largos siglos.

Esta situación se vio favorecida y alentada, como denunciará posteriormente Eduardo Saavedra (1890), por el interés que tenía el Ayuntamiento de Zamora, que "más empeñado cada vez en ser heredero de la numantina gloria, alentaba con premios todo trabajo dirigido, no a averiguar la verdad, sino a demostrar que no había otra fuera de la que a su pueril vanidad cuadraba, y de ahí que se hayan escritos tantos y tantos tomos,..." , como fue el caso de Sandoval (1615), Valcárcel (1647) o Agustín de Rojas también en el siglo XVII. En el Renacimiento, una vez expulsados los árabes de España y dando por concluida la reconquista, se vuelve a ubicar Numancia en su primigenio y correcto emplazamiento. Será Antonio de Nebrija en 1499 el primero que vuelva a situar a Numancia, como así lo indicara Plinio, cerca de la fuente del Duero, al igual que lo hará el canónigo de la catedral de Zamora Florián de Ocampó (1543). Aún así, también habrá quién pretenda enclavarla durante el siglo XVI en la misma Soria como es el caso de los humanistas sorianos Pedro de Rúa, López de Gómara y Mosquera de Barnuevo. No será hasta mediados del siglo XVI cuando se venga a romper con la tradición historiográfica medieval acerca del emplazamiento de Numancia en Zamora, y podemos apreciar en el reinado de Felipe II (1556-1598) uno de los puntos álgidos en el empleo del símbolo de Numancia coincidiendo con el momento de esplendor que está viviendo el Imperio español.

A partir de éste instante comienzan a florecer toda una serie de crónicas, libros de viajeros y obras literarias que rescatan el tema de Numancia como base ideológica que justifica el imperialismo de Felipe II, ubicándola en su correcto emplazamiento sobre el cerro de la Muela de Garray. En éste sentido, la tragedia de Cervantes La destrucción de Numancia (1582) será la obra más importante, no sólo del Siglo de Oro español, sino de las realizadas sobre tema numantino, acentuándose a partir de ese momento el contenido simbólico e ideológico que desempeña la ciudad, a la vez que se realza su interés universal por el gran número de reediciones y traducciones que va a tener la obra. Además supondrá un punto de inflexión en la idea que se tenía de Numancia, ya que a partir de ahora, cuando se haga necesario expresar ideales de resistencia a ultranza ante el enemigo, o bien los sueños de libertad del pueblo, se hará a partir de la representación de la tragedia cervantina. Sin embargo, habrá autores que seguirán sosteniendo hasta la posterior época ilustrada que Numancia se encontraba situada en Zamora, propiciando el empleo de un símbolo separado de su realidad y de la correcta ubicación histórica, pese a que, como ya apuntamos, desde los siglos XV y XVI se habían descrito sus ruinas en Garray, e incluso Lipsio a mediados del siglo XVI había realizado un grabado de las ruinas de Numancia y el cerco que estableció Escipión en torno a la ciudad.

A partir de la Ilustración hay autores que pretenden buscar las primeras explicaciones científicas al cambio de ubicación de Numancia, tratando de zanjar la problemática historiográfica. Estos son los casos del Padre Flórez (1751), fray Francisco Méndez (1766) y Loperráez (1788), siendo éste el primero que advierta sobre la necesidad de realizar excavaciones para corroborar la verdad y desmentir a aquellos que la situaban en Zamora, adjuntando el primer croquis topográfico de Numancia (Loperráez 1788: 288). 3.- NUMANCIA COMO SÍMBOLO DEL NACIONALISMO ROMÁNTICO El XIX es el siglo de los nacionalismos románticos basados en la exaltación de una serie de sentimientos de identidad que van a definir a cada nación, vinculando las motivaciones políticas predominantes en la época con la evocación del pasado histórico legendario de los diferentes pueblos, creándose unos lazos de unión entre presente y pasado y la búsqueda de unas señas de identidad nacional y de un pasado común que justifique el nacionalismo político, con el fin de encontrar en la antigüedad los hechos heroicos que acontecieron a nuestros antepasados y que acunaron la gloria de la nación. El mejor vehículo para evocar y reafirmar este pensamiento se va a encontrar en las representaciones artísticas decimonónicas. Desde mediados del siglo XVIII había comenzado a cobrar importancia la pintura histórica para ilustrar y enseñar a la sociedad ciertos sentimientos e ideales a través de la representación de temas extraídos de la historia antigua de España, llevando a cabo una "relectura ideológica del pasado" (Reyero 1989) que alcanzará su mayor aceptación y difusión en la época romántica, actuando como vehículo de expresión de las ideas románticas y nacionalistas con una clara finalidad didáctica que está vinculada en nuestro país al sistema de enseñanza que imparte la Academia de Bellas Artes de San Fernando (Ibid.

), la cual elegirá temas artísticos de la historia antigua, en muchas ocasiones extraídos de la obras del Padre Mariana o de Florián de Ocampo, tales como la guerra saguntina, Viriato ó Numancia. En este sentido, la Academia solicitó, el 22 de diciembre de 1754, para la "prueba de repente" en el concurso de Escultura de Primera Clase la realización de la obra "Scipion acompañado de dos soldados admirando á vista de la hoguera en que se abrasaron los Numantinos" (Henares 1977: 212). Y poco después, el 28 de agosto de 1760, se pidió como asunto para los mismo premios la "Humillación de Mancino ante Numancia" (Ibid.: 219), tema que volverá a ser propuesto por la Academia para sus Premios de pintura el 13 de julio de 1796 (Ibid.: 235). Pocos años después, el 24 de Julio de 1802 (Ibid.: 237) la Academia de San Fernando propondrá como tema a representar por los alumnos para los premios de pintura de Primera Clase, El final de Numancia. Será ésta la primera vez que aparezca el asunto del último día de Numancia y de su destrucción, concurso en que presentó Juan Antonio de Ribera su cuadro la Destrucción de Numancia. En 1803 se realizaron las primeras excavaciones en Numancia, al auspicio de la Sociedad Económica de Amigos del País de Soria dirigidas por el filólogo vasco Juan Bautista Erro. Por esta época comenzaba a tomar cuerpo la teoría vascoiberista que pretendía explicar el origen del pueblo y de la lengua vasca desde el punto de vista filológico y antropológico, marco en el que Erro analizó las inscripciones y signos aparecidos en las vasijas numantinas.

La hipótesis tradicional pensaba que los vascos representaban un vestigio de los antiguos iberos desde el punto de vista filológico y antropológico, y así Salvador Sampere y Miquel concluía que "... los vascos eran una familia de los Iberos, con la misma lengua y llegados al mismo tiempo, o que estaban ya en España cuando llegaron los Iberos, y estos, en lo que hace a la provincia de Soria, se sobrepusieron a ellos, pero adoptando la lengua Vasca, bien olvidando la propia suya, bien mezclándola hasta el extremo de formar un dialecto mixto que hoy se interpreta fácilmente por la actual lengua Euskera". En éste contexto Numancia volvió a ser empleada, no sólo como elemento de estudio y de análisis, sino también como soporte ideológico. Erro creía que el nombre de Garray se le dio al pueblo de fundación medieval situado en la base de Numancia en recuerdo del trágico fin de la ciudad, y se derivaría de una raíz vasca que significa lugar quemado. Posteriormente, al realizar las excavaciones se encontró, entre otros objetos, una vasija de barro que presentaba una inscripción leída por Erro a partir del euskera como "aziac", que traducida al castellano significaba "semillas". Erro concluía por tanto que "Este pequeño monumento de las antigüedades de Numancia nos ofrece dos útiles nociones acerca de la historia de esta memorable ciudad: primera, que la escritura Euscaruna era de uso comun y corriente entre sus naturales; y segunda, que la lengua bascongada era la general de aquellos heroes que derramaron con solo su nombre el horror enmedio de las familias de Roma, y enmedio de los exércitos de esta poderosa madrastra del mundo.

Esta es una verdadera histórica que la corroboraré y haré manifiesta en las memorias de esta ciudad: materia que no se ha tocado por ninguno de nuestros historiadores y que pertenece á las glorias de la nación bascongada " (sic, Erro 1806: 171-173). Como vemos, Numancia es usada de nuevo desde un punto de vista nacionalista, y si antes lo fue para los leoneses en sus pretensiones de reconquista, ahora lo será para demostrar que la raíz indígena de la Península Ibérica, tanto lingüística como étnica, es vasca, y la aportación histórica de Numancia pasaba a representar un brillante ejemplo de éste pueblo, no sólo para justificar las teorías filológicas sino que también el episodio de su trágico final constituía "una de las glorias de la nación bascongada". En ésta misma línea contamos con la explicación de Echave, quién creía que Numancia era una población vasca: "cuyo nombre, derivado de la raíz éuscara Umancia, significa laguna, lugar pantanoso, aludiendo a los pantanos que, según las historias antiguas, la rodeaban y aún hoy se manifiestan en la época de invierno ó de las grandes lluvias" (cit. en Rabal 1890: 102). 4.- EL CONCEPTO DE RESISTENCIA NUMANTINA Numancia va a ser objeto de constantes y reiteradas alusiones, y su gesta va a servir de referencia directa durante las confrontaciones bélicas que se van a suceder en España durante la primera mitad del siglo XIX. Esto es, se rescatarán sus hazañas y se alentará a la lucha y al tópico de la resistencia numantina durante el periodo de la Guerra de Independencia contra las tropas de Napoleón, y posteriormente, por parte de los partidarios de Isabel II y Espartero, durante la I Guerra Carlista.

La Guerra de Independencia despertó en las conciencias de los intelectuales, de los artistas y de la población española una reacción de patriotismo ante la invasión francesa que hará aflorar la necesidad de rescatar nuevamente las viejas imágenes heroicas de la historia de España, para de este modo abogar por la unidad y la resistencia contra la amenaza extranjera. Fiel reflejo de esto es la actitud mostrada por el pintor José de Madrazo, quién, encontrándose en Roma con una beca de la Academia de San Fernando, se mostró resuelto, según Carderera (cit. en Díez 1993: 124), a "no pintar más que cuadros de su patria" con escenas evocadoras de la resistencia de los pueblos peninsulares frente a la dominación romana en Hispania, entre ellos La destrucción de Numancia, de la que llegó sólo a bosquejar la composición antes de ser conducido prisionero al Castel Sant´Angelo por las tropas napoleónicas. La Numancia de Cervantes volvió a ser representada durante una de esas situaciones dramáticas que se vivieron durante la dominación francesa de España, como fue el sitio de Zaragoza (Marrast 1995), seguramente en un intento por parte del general Palafox de alentar a los sitiados, incitándolos a la resistencia contra el invasor, haciendo que se sintiesen identificados con los numantinos en la defensa de su patria, relacionando la realidad del presente que estaban viviendo en España con su pasado heroico. También durante la guerra de Independencia la Junta de Soria, dependiente de la Junta Central del Reino, creó en 1810 un regimiento de milicias constituido por 800 sorianos que se dieron el nombre de Batallón de Voluntarios Numantinos (Rabal 1890; Pérez-Rioja 1959; Saenz García 1964: 27-28), considerándose herederos de la misma causa que los numantinos, ya que tan sólo había cambiado el nombre del invasor, Escipión era reemplazado por Napoleón en sus pretensiones de conquista.

Poco después, al publicarse el 8 de Mayo de 1811 la primera Gazeta Extraordinaria con los partes de Durán, se alentaba al levantamiento y a la resistencia, y cómo no, no podía faltar para ello las alusiones a Numancia y a "los habitantes del nacimiento del Duero, hijos de los Numantinos" (Latorre 1996: 37-38). Tras la Guerra de la Independencia se produjo un fuerte rechazo social a lo extranjero como reacción a la invasión napoleónica. Por esa misma época Antonio Sabiñón (1813) escribió la obra Numancia, tragedia española, y Mesoneros Romanos apuntaba (cit. en Marrast 1995: 27) que "por los años 1815-1816 vibraba de entusiasmo el público madrileño, cuando Maíquez declamaba los versos de la Numancia". Tras la caída del Antiguo Régimen el mito de Numancia se vio "democratizado" (Pérez Romero 1994), y convertico en un elemento histórico de identificación colectiva. Esto se observa también a nivel provincial, sobre todo a raíz de 1833 cuando Soria pase a convertirse, a partir de la reestructuración provincial de Javier de Burgos, en una provincia más, llegando a ser Numancia uno de los fundamentos históricos sobre los que se asiente la nueva provincia y la enseña soriana por excelencia. Reflejo del reconocimiento y de la importancia ideológica y social que tendrá Numancia en la vida cotidiana será la respuesta que la "numanciamanía" tendrá en comercios, cafés, calles, periódicos y asociaciones (Pérez Romero 1994). Soria estuvo incluida en la zona fiel a Isabel II y los liberales durante la I Guerra Civil Carlista (1833 y 1840).

Es importante reflejar que cuando las autoridades políticas y militares liberales hagan referencia en sus proclamas y manifiestos a la recién gestada provincia de Soria, ésta aparecerá como la "heredera de las glorias de Numancia", o cuando animen a la resistencia y a la lucha a sus paisanos sorianos lo harán retomando el nombre y las acciones de Numancia. Durante este periodo, el Gobierno Civil y la Junta Provisional de Gobierno de la provincia de Soria publicaban bandos alentando a la población a defender la Constitución de 1837 así como el derecho al trono de Isabel II y a su "legítima causa" relacionando su lucha con la de Numancia: "Recordad a Numancia que todavía existe en vuestros corazones", para luchar contra los que "pretendían mancillar Castilla", denominando a los sorianos como "descendientes de la antigua Numancia" o "descendientes de Mégara". Más adelante, durante la Regencia de Espartero (1841-1843), continuará empleándose a Numancia de igual modo para apoyar al gobierno vigente. A mediados del siglo XIX se extendieron por toda Europa las ideas románticas de identidad nacional, patriotismo, pasado común de los pueblos, que harán que recobren interés los temas de la historia antigua de los diferentes pueblos para buscar en el pasado las raíces nacionales. Así, en Francia, Alemania, Escocia, Irlanda,... se ensalza a pueblos prerromanos como los galos, germanos, escotos, britones, etc., que se opusieron a la dominación romana y que sirvieron para encarnar los ideales de identidad nacional y crear una conciencia colectiva con fundamentos históricos que vinculara a estos pueblos prerromanos de Europa con la realidad presente de las respectivas naciones.

En el caso de España las ideas románticas están basadas casi siempre en temas de la misma naturaleza: la unidad nacional, la resistencia, el culto a las grandes figuras y a los héroes: Retógenes, Indivil, Viriato e incluso el Cid o el Quijote, y la exaltación de las gestas de la historia nacional, tales como Sagunto y, cómo no, Numancia y los numantinos, quienes con su resistencia fueron tenidos como modelo a seguir, mostrándose su heroísmo como propaganda nacionalista, lo que va a suponer, por el significado que tenía para el país y la importancia que se da a las excavaciones en el sitio, que se potencie también la búsqueda de otras identidades nacionales anteriores a los romanos. 5.- SAAVEDRA Y LA CONFIRMACIÓN CIENTÍFICA DE NUMANCIA. Todas las investigaciones realizadas hasta mediados del siglo XIX configuraban un estado de opinión en relación a la situación geográfica de Numancia y sus ruinas (VV.AA. 1912), pero aún se hacía necesaria la confirmación científica de su ubicación para poder corroborar todas las noticias y los datos anteriormente publicados. Esto ocurrirá con la entrada en el escenario numantino de Eduardo Saavedra, quién en 1853, al estudiar las carreteras de la provincia de Soria, tomó contacto por vez primera con Numancia, realizando excavaciones a su cuenta en el cerro de La Muela de Garray. Como precedente a los primeros trabajos científicos continuados que iban a llevarse a cabo en Numancia entre 1861 y 1867, y en los que Saavedra realizó las oportunas excavaciones, solicitadas casi un siglo antes por Loperráez para corroborar los textos clásicos y confirmar de manera definitiva su localización en Garray, "la situación geográfica de Numancia queda determinada de una manera indudable" (Saavedra 1861: 30), acompañando esta afirmación de un plano que la sitúa en el cerro de La Muela.

Con ello, Saavedra se ganó el título de descubridor moderno de Numancia, premiándole la Real Academia de la Historia por su trabajo en 1861. Los trabajos en Numancia, realizados por una Comisión de la Real Academia de la Historia, van a coincidir prácticamente con el tercer periodo de la Etapa Isabelina (1862-1868) que dará estabilidad social a España y permitirá que se realicen las excavaciones de manera ininterrumpida. El reinado de Isabel II va a ser, junto con el de Alfonso XII, uno de los momentos históricos más importantes para revalorizar Numancia y emplear su nombre y su imagen como símbolo para la defensa de la monarquía española. En éste sentido se llevó a cabo la conmemoración del XX Centenario de la Epopeya Numantina, pues es bien sabido que los centenarios son una invención de finales del siglo XIX (Hobsbawm 1989), con un marcado carácter nacionalista y político. En el fondo de la cuestión están los intereses que tienen los diferentes gobiernos por impulsar acontecimientos históricos concretos reinterpretando los hechos en favor de sus propias visiones históricas. De ésta forma, en 1862, un año después de la conmemoración de la Epopeya Numantina y de que se hubiesen iniciado los trabajos en el yacimiento, Sans Cabot pintó un cuadro de estilo romántico e idéntica finalidad a la del cuadro realizado anteriormente por Martí y Alsina y en la línea de las intenciones del gobierno isabelino, es decir, subordinando "el verismo histórico a la idea didáctica de base, la resistencia a ultranza frente al odiado enemigo" (Quesada 1994), ya que se trata de una alegoría histórica, con la visión gloriosa de los numantinos ante el templo de "la inmortalidad, tratando de forma similar la gloria que la decadencia" (Reyero 1987: 32).

Las excavaciones arqueológicas concluyeron en el año 1867 con la presentación por parte de Saavedra y Fernández Guerra de una Memoria en la que se informaba sobre los resultados de los trabajos realizados. En ella se volvía a insistir en que "...no puede quedar ya duda que fue Numancia después de su primera destrucción". Con esta conclusión definitiva, la Real Academia de la Historia y la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos se comprometieron a conservar las ruinas descubiertas en el cerro, y Eduardo Saavedra consiguió que el gobierno indemnizase a los propietarios de las tierras que habían sido removidas por las excavaciones y que ya no podían ser utilizadas (VV.AA. 1912). Sin embargo, las alteraciones políticas que se produjeron en 1868, con la muerte de Narváez y la Revolución "Gloriosa" que trajeron el destronamiento y el exilio en Francia de Isabel II, hicieron que los trabajos en el cerro se interrumpieran al verse cortadas las asignaciones económicas, y al interrumpir el nuevo gobierno liberal el pago anual de una indemnización a los dueños de los terrenos las zonas excavadas quedaron enterradas de nuevo y en parte cultivadas. Durante una década Numancia va a permanecer en un segundo plano, coincidiendo con la inestabilidad sociopolítica producida por la sucesión al trono español con la llegada de Amadeo I de Saboya (1869-1873) y por la III Guerra Carlista (1872-1876), que harán que Numancia permanezca ignorada hasta el advenimiento del siguiente periodo monárquico, la Restauración de Alfonso XII (1874-1885).

El yacimiento, con todo, continuará estando de actualidad en España en estos momentos. De hecho, en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1876 se volverá a presentar de nuevo el tema de Numancia, esta vez de manos del pintor filipino Rafael Enríquez, recuperándose su simbolismo como reflejo de los valores morales de la naturaleza hispana, siendo empleada en las composiciones artísticas y literarias, e incidiendo de nuevo en la distorsión del hecho histórico, sobre todo a partir de la Exposición Nacional de 1881, en la que Alejo Vera presentó su cuadro "El último día de Numancia" con el que obtuvo el primer premio (Díez 1993: 330). Este será el lienzo más célebre de los realizados sobre Numancia, inspirado en los últimos momentos de la destrucción según la narración del Padre Mariana (1828: 264) (sic) " por conclusión perdida del todo la esperanza de remedio se determinaron á acometer una memorable hazaña, esto es, que se mataron a sí y a todos los suyos, unos con ponzoña, otros metiéndose las espadas por el cuerpo (...). La crítica de la época denunció que se le concediese más importancia al dramatismo y al sacrificio de los numantinos que al verismo histórico (El Demócrata, 4 de Junio de 1881), y en La Correspondencia de España (23 de mayo de 1881) se alababa "la bonita disposición del conjunto", aunque se reprochará el tema escogido por Vera, "un tanto gastado el asunto y tal vez, por lo mismo, escaso de interés".

Esta va a ser la primera vez que se considere a Numancia escasa de interés por el desgaste al que se había visto sometida su imagen. Es ésta una crítica curiosa y aislada, ya que no vamos a encontrar comentarios similares hasta la llegada de las ideas regeneracionistas a inicios del siglo XX. No obstante, la imagen que la sociedad adquirirá de Numancia es la que le transmitió Vera, a la postre inspirado en el Padre Mariana, hasta tal punto que su obra será reproducida para ilustrar la mayor parte de los libros de texto y de los manuales de historia de España empleados en las escuelas. Más tarde, y según la época, se podrá acompañar esta imagen de Numancia de un mensaje educativo, de una moraleja histórica que sirva de ejemplo del amor patrio a la libertad y a la independencia. Hasta al momento, Numancia solamente había sido reconocida por la Real Academia de la Historia, ya que el Gobierno se había limitado a conceder las ayudas para la excavación y conservación de sus ruinas, pero ahora se reclamaba su consagración nacional por el significado que tenía para la historia de España. Por ello, coincidiendo con la Restauración monárquica, Numancia va a ser declarada Monumento Nacional, según una Real Orden del 25 de Agosto de 1882 (VV.AA. 1912). Este reconocimiento oficial llevará a nuevas reclamaciones por parte de los propietarios de los terrenos, así como a la aparición de nuevos elementos honoríficos sobre las ruinas numantinas. En 1886, de nuevo se volvió a colocar un pedestal en Numancia, ésta vez a cargo del regimiento de San Marcial, último batallón que permaneció de guarnición en Soria y que en el momento de su despedida de la ciudad decidió hacerlo honrando: "A los héroes de Numancia", para de éste modo dejar constancia de lo que había supuesto la ciudad y su nombre para el Ejército, llevándolo incluso un regimiento español desde 1718, durante el reinado de Felipe V, hasta nuestros días (Argente y Colín 1994: 57).

Pese a que había sido declarada por el Gobierno como Monumento Nacional, se habían levantado dos monumentos conmemorativos, su hazaña había sido evocada en representaciones pictóricas como alegoría de su simbolismo, se había celebrado la conmemoración del XX Centenario de su Epopeya, y se habían practicado excavaciones para rescatar sus restos, todo ello fue sin embargo en detrimento del yacimiento, que conocerá a partir de entonces su crepúsculo, permaneciendo sus restos, si no en el olvido, sí en un segundo plano hasta que Schulten en 1905 y, posteriormente, una nueva Comisión española reemprendan otra serie de campañas arqueológicas. Esta desatención tuvo reflejó en el campo ideológico y en el malestar de ciertos intelectuales sorianos, conscientes de que el abandono que sufría Numancia no era sino reflejo del olvido que iba a sufrir la provincia de Soria. Rabal transmite la idea que se tenía de Soria a finales del siglo XIX al recoger la imagen que vendían los ciegos por las calles: "Nunca la gente de Soria / hizo gran bulto en la historia", aunque según él "ignoraba el autor de estos versos que Soria es la legítima heredera de las glorias de Numancia (...), ignoraba que en la guerra de la Independencia un puñado de voluntarios numantinos derrotó a la famosa Guardia Imperial" (Rabal 1889: VI), recordando que Soria era una provincia importante por su tradición, su historia, sus monumentos, etc., y volviendo a emplear a Numancia desde el punto de vista local para respaldar esta idea, pues "La provincia de Soria cuenta entre sus poblaciones antiguas la inmortal Numancia" y aunque sólo fuese por este legado sería capaz "de figurar dignamente en el concierto general de las provincias de España" (Ibid.

). El olvido de Numancia y de sus restos provocó que por esta época renaciese de nuevo la polémica sobre la ubicación de Numancia, por la aparición en el cerro de Temblajo, en Zamora, donde algunos eruditos ya habían situado anteriormente a la ciudad celtibérica, de unas ruinas romanas junto con un ladrillo que presentaba la leyenda ONUMANCIAI. Los análisis de expertos como Hübner determinaron que se trataba de una inscripción falsa, pero posteriormente Eduardo Saavedra (1890: 10) llegó a la conclusión de que era auténtica pero no estaba relacionada con Numancia, pues debía leerse Officina NVMANTIAN I, es decir, Taller de Numaciano, concluyendo la disputa diciendo que: "Quedan, pues, los zamoranos en pacífica y honrada posesión de su ladrillo tan celebrado, y los sorianos en la ya disputada por nadie del solar de Numancia". 6.- NUMANCIA ANTE LA CRISIS DEL 98: REGENERACIONISMO FRENTE A TRADICIONALISMO A finales del siglo XIX, mientras el resto de países europeos están afianzando sus dominios ultramarinos, en España van a vivirse años de desastre. Estamos en las postrimerías del Imperio colonial español con la pérdida de nuestras últimas posesiones importantes tras la derrota en la guerra de Cuba, las sublevaciones en Marruecos, y sobre todo por las consecuencias que tuvo la Paz de París de 1898, en la que España tuvo que ceder a los Estados Unidos de América sus últimas colonias en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La sociedad española va a sufrir una crisis en varios campos, económico, político y social, que se refleja en la crisis paralela de los valores espirituales, ideológicos e intelectuales, sobre todo en la década 1895-1905, que vendrá marcada por la contraposición de dos ideas antagónicas: la decepción heredada de la crisis del 98 que lleva a los tradicionalistas a refugiarse en el pasado de España; y el espíritu de renovación buscado por los regeneracionistas preocupados por los problemas del país y que abogan por la necesidad de reconstruir nuestra cultura.

Los tradicionalistas reflejarán su preocupación por España mediante la exaltación de las glorias pasadas y denunciarán los males presentes que se venían arrastrando desde hacía tiempo. "¡ Me duele España!", llegó a decir Unamuno defendiendo la necesidad de una renovación espiritual a través de ciertos valores, como el buscar la esencia de España y rescatar las pasadas glorias nacionales, lo que les conducirá a posturas idealistas buscando superar la desazón nacional que se estaba viviendo. Ahí entrará en juego Numancia, pero al mismo tiempo también se van a revitalizar otras referencias nacionales que encarnaban valores patrios, como por ejemplo Don Quijote, que además veía coincidir el centenario de su primera edición con la inauguración de un nuevo Monumento a Numancia en 1905. Para Unamuno (1905) "los males de la patria residen en que ya no hay Quijotes". Para los tradicionalistas Numancia será uno de esos símbolos nacionales que podían ayudar al país a superar la crisis de valores "en estas postrimerías de la decadencia española, cuando el desastre abate las frentes de los conquistadores del mundo y por doquier resuenan ayes doloridos y quejas amargas por la pérdida de nuestro dilatado y rico imperio colonial, la grandeza y el heroísmo de Numancia perduran, sirviendo de estímulo constante a los defensores de la integridad nacional, que no vacilan en derramar su sangre e inmolar sus vidas en el sacrosanto altar de la Patria, en holocausto de su libertad e independencia" (Arambilet 1904).

Muchas otras fueron las voces y las plumas que reclamaban que la soluciones a la crisis había que buscarlas en el interior del país, y más aún, en nuestro pasado. Incluso aquellos que se mostraron contrarios a una política colonial apreciaron la debilidad del país y buscaron sus causas en los problemas que España arrastraba desde hacía tiempo. Y es que no se podía olvidar que "¡Al pronunciarse el nombre de Numancia, la mente se encuentra llena de gloriosos recuerdos y el corazón se siente henchido de generosos entusiasmos! (...)¡Nombre que al pronunciarse en estos tiempos parece que el corazón se ensancha y el espíritu se eleva y vuelve á aquella época de pasadas glorias, que no por ser pasadas dejan de ser grandes, y por grandes respetables! (Joaquín de Ciria 1905). Esta situación provocará al mismo tiempo en otros intelectuales españoles un replanteamiento ideológico, político y filosófico que hará que se forme la corriente regeneracionista que pretendía crear un nuevo estado social en España, buscando cambiar la mentalidad del país abriéndose paso en el contexto del pesimismo nacional. Estos regeneracionistas tachaban al pensamiento tradicionalista de "estéril" y abogaban por analizar "los males de la patria" desde posiciones más críticas, sobre todo en lo relativo al pasado de España, para intentar remediar los problemas existentes. Se trataba de una conciencia crítica de la nacionalidad común española, de su historia y de su presente.

Numancia se presentaba como si su misma existencia fuese necesaria para salvar a España, y lógicamente hay autores que denuncian como falso este camino, rechazando consecuentemente alguna de las interpretaciones que se dan de la ciudad. De este modo, algunos autores atacaron la idea de una España conformada a partir de su historia, siendo además totalmente contrarios a transmitir a las generaciones futuras en las escuelas una idea idílica de la misma. Desde las páginas de una edición especial que la Prensa Soriana hizo para homenajear a los caídos del 2 de Mayo de 1808 criticaba Machado que "Nuestro patriotismo ha cambiado de rumbo y de cauce. (...); que las más remotas posibilidades del porvenir distan menos de nosotros que las realidades muertas en nuestras manos. Luchamos por liberarnos del culto supersticioso del pasado". En este sentido Joaquín Costa (1914) llegó a decir: "Deshinchemos esos grandes nombres: Sagunto, Numancia, Otimba, Lepanto, con que se envenena nuestra juventud en las escuelas, y pasémosles una esponja". A partir del momento en que Numancia es tenida como un símbolo nacional y ejemplo de lo que fue España, y debería haber seguido siendo, sobre todo a la vista de los recientes avatares coloniales, el hecho histórico de nuevo va a verse distorsionado y comienza a ser empleado a conveniencia, para reconstruirse la historia según intereses ideológicos particulares, quedando el trasfondo histórico en la base, así van a seguir descuidándose sus restos y el yacimiento continuará aletargado en el olvido.

A esta situación de abandono aludirían las denuncias de Saavedra en 1899 y 1901 al comunicar a la Academia los desperfectos que se habían originado en Numancia y de la inutilidad de seguir pagando las rentas a los colonos de Garray para que no cubriesen las excavaciones practicadas ya que apenas quedaba nada de lo descubierto (Saenz García 1964: 51). Estas denuncias realizadas por Saavedra no restaban importancia a Numancia, antes todo lo contrario, hacían meditar sobre la miseria de la situación en que se encontraba el yacimiento y la grandeza de su significado. La crisis ideológica y de identidad que estaba padeciendo España había hecho que se diese el clima propicio para el cultivo de ideales patrióticos. Máxime cuando a partir del año 1902 accedió al trono Alfonso XIII, iniciándose con él el periodo de la Restauración monárquica, que hará imprescindible la necesidad de reforzar la idea de unidad nacional, de la grandeza de la patria y de reafirmar la resistencia contra lo exterior, que perdura como consecuencia de las reacciones derivadas de la crisis del 98. Ahora parecerá como si los monumentos dedicados anteriormente a la memoria de Numancia no fuesen suficientes para lo que la ciudad celtibérica había aportado a la historia de Soria y de España. Habiendo, como había, servido durante mucho tiempo de soporte ideológico al nacionalismo español y el provincialismo soriano, se hacía necesario corresponderla con algo que reflejase la gesta de sus héroes y devolviese a Numancia parte de lo que con su historia había hecho por España.

El antecedente en la construcción del nuevo Monumento estaba en el hecho de que en septiembre de 1903 el Rey Alfonso XIII y los Príncipes de Asturias acudieron a Soria y, según Ramón Benito Aceña, quedaron defraudados al ver los cerros desnudos, "donde nada indica al viajero ó al caminante que allí existió indomable la inmortal Numancia". Y esto pareció herir la sensibilidad y el orgullo del diputado soriano, para quién "Numancia estaba esculpida en el corazón de los sorianos y de todos los españoles por eso se hacía necesario para demostrar a las generaciones presentes y futuras la gratitud y el respeto de un pueblo hacia aquellos héroes de la independencia nacional" (Benito Aceña 1906). La idea de la construcción este monumento conmemorativo hizo que se crease una campaña de opinión favorable en todos medios de comunicación de la época, tanto a nivel local como nacional. A la sazón, La Andalucía Moderna (1904), en esta época de pesimismo social y de desgracia para España, indicaba como "la grandeza inmortal de Numancia era merecedora de haber sido celebrada en mármoles y bronces en los días venturosos en que el sol no se ponía en los dominios de España; pero ésta generosa idea es ahora grandemente oportuna en estos días de desgracia". La reanudación de los trabajos arqueológicos La inauguración del Monumento despertó la idea de la necesidad de reanudar los trabajos arqueológicos en el cerro de La Muela de Garray.

La prensa, tanto a nivel nacional como provincial, desarrolló una campaña para reclamar la atención de la opinión pública española y de la administración sobre el abandono y olvido de Numancia, así como para que se reemprendiesen las excavaciones en Numancia, y estuvo respaldada por la por la actuación de los políticos sorianos conservadores D. Ramón Benito Aceña y el Vizconde de Eza. Así, en el libro publicado por Ramón Benito Aceña (1905: 167), con motivo de la inauguración del Monumento a los numantinos se dice:"...no se habló de otra cosa entre las personas ilustres de Soria que de lo que importaba hacer las excavaciones y de los medios de resucitar el antiguo expediente que acerca de tal asunto debía existir en el Ministerio de Instrucción pública y Bellas artes...". y el rescatar estos restos constituía para Gómez Santa Cruz (1914: 78) una "aspiración nacional", lo que resume bien a las claras la idea e intención que se tenía acerca de Numancia, anteponiéndose siempre el significado patriótico de las ruinas antes que en su valor científico. Ramón Benito Aceña, Gómez Santa Cruz, e incluso el alemán Adolf Schulten exhortarán en repetidas ocasiones al patriotismo y al espíritu nacionalista que desprende Numancia para conseguir sus propósitos. Y es importante remarcar este hecho porque va a suponer un condicionante para la investigación, ya que a partir de éste momento, cuando se reinicien los trabajos en Numancia, los resultados estarán estrechamente vinculados a las convicciones ideológicas expuestas anteriormente, y sus interpretaciones se harán, no en base a lo excavado, sino que estarán condicionadas por la gran carga ideológica.

Por eso, será bastante corriente el leer en las conclusiones de los trabajos realizados acerca de la necesidad de "levantar el postizo romano" para buscar los restos de la ciudad indígena de las fuentes clásicas, como representativos de la resistencia y la independencia de la "raza española". Los trabajos de Schulten Por estas fechas la historia de Numancia traspasó las fronteras de España y comenzó a atraer el interés de investigaciones europeos. Así, el 11 de Agosto de 1905 llegó Adolf Schulten a Soria acompañado, al igual que dos milenios antes lo hiciese Escipión, de una "cohors amicorum" compuesta por especialistas de primer orden en sus respectivos campos científicos: C. Koenen como arqueólogo, el general H. C. Lammerer como topógrafo y el geólogo Jensen, para trabajar por encargo de la Academia de Gottingen y que contaron con el patrocinio del Kaisser Guillermo, correspondiendo de este modo a su nombramiento de Coronel honorario del Regimiento de Dragones de Numancia (VV.AA. 1912). Antes de su llegada a España para excavar en Numancia Schulten (1905) publicó un artículo en el que realizaba un examen directo de las ruinas y de lo investigado y escrito hasta entonces de ella y de la guerra numantina, lo que demuestra que era conocedor de los trabajos de Saavedra en la ciudad, y que estos le sirvieron de apoyo para realizar los suyos, y como lo demuestra el hecho de que se guió por los planos que Saavedra había trazado con motivo de las campañas que realizó entre 1861 y 1867 en Numancia, y sin embargo fue capaz de apuntarse el descubrimiento, pretendiendo arrebatarle el título de descubridor de Numancia a Saavedra al afirmar que: "No había duda, bajo la ciudad romana yacía una ciudad más antigua ibérica, destruida por el fuego: ¿Habíamos encontrado a Numancia!",.

Schulten llego a decir de las excavaciones de Saavedra que "descubrieron tan sólo los restos de una ciudad romana, y nada de una más antigua ibérica"... "Así se alimentó nuevamente la duda, y otra vez quedó incierta la situación de Numancia" (cit. en Gómez Santa Cruz 1914), dando a entender que a él se debe la demostración científica con toda seguridad. Schulten (1933) afirmó que "La noticia del encuentro de la célebre ciudad, buscada en vano hacía 40 años, se extendió como un rayo por todo el país...". Por otra parte, podemos apreciar como el profesor alemán vuelve a recalcar malintencionadamente lo de buscada en vano desde hace cuarenta años, ignorando los trabajos de Saavedra, para seguir apareciendo, casi tres décadas después, como el descubridor de Numancia. Lo que si es cierto es que en el plano científico Numancia había estado durante medio siglo desarreglada, como anteriormente había advertido Saavedra, y como ahora lo volvía a hacer Schulten: "La coincidencia del descubrimiento de la ciudad ibérica con la visita regia llamó la atención general sobre esta Numancia casi olvidada y utilizada para sacar piedra por los aldeanos". Pero una cosa es denunciar el hecho del descuido y olvido en que se encontraban sumidas sus ruinas, y otra muy distinta el que tratase de aparecer retiradamente ante la opinión pública como el descubridor de Numancia. Conviene recordar una vez más que en 1882 ya había sido reconocida Numancia como Monumento Nacional; que ya se habían construido monumentos en el cerro a lo largo del siglo XIX; y que, como hemos recogido a lo largo de este trabajo, otros muchos historiadores e investigadores habían identificado Numancia con el cerro de La Muela, e incluso se habían efectuado excavaciones (1803 y 1861-1867).

Aún así, el trato dispensado tanto por la opinión pública como por el resto de investigadores españoles a Schulten fue, en un principio, bastante correcto, reconociendo los méritos de su labor científica en unos terrenos que significaban tanto para España, y así lo reflejaban, fuese presentado por Eduardo Saavedra en la Real Academia de la Historia para ser nombrado Miembro Correspondiente de la misma, en dónde además informó de sus trabajos (Boletín R.A.H. 1905, tomo XLII, 484) diciendo que Numancia "está debajo de la romana, y no adyacente, como hasta entonces se había creído", aunque todos los hallazgos anteriores se habían realizado siempre en el cerro, y Saavedra nunca lo dudó. Reacciones antischulten: sus trabajos en los campamentos A raíz de la edición alemana de Numancia (1914) surgió en España toda una literatura "antischulteniana". Pero la realidad es que ya desde el inicio de los trabajos de Schulten en Numancia (1905) comenzaron las críticas hacia el profesor alemán y hacia su labor científica. Discusiones que trascendieron el marco meramente científico y crearon un foro nacionalista y patriótico contrario a Schulten, ya que hirió el orgullo de personajes de la época, no sólo entendidos en la materia, sino también la opinión pública sensibilizada por las declaraciones del profesor alemán, y por detalles como el echar a los representantes de la prensa soriana del cerro mientras estaba realizando su primera campaña en Numancia, "creyéndose dueño por derecho de conquista de Numancia" (.

..)"A buena hora iba a consentir ningún castellano que un extranjero le echara de Numancia" (Gómez Santa Cruz 1914: 57). A esto hay que unir el hecho de que tras la generación del 98 se produjese un sentimiento de solidaridad y rechazo contra todo lo extranjero, decía Unamuno que había que "españolizar Europa", y es posible que de una reacción similar se queje Schulten cuando acuse a los españoles de reclamar Numancia para España y él tenga que trabajar en los campamentos romanos. En palabras del propio Schulten "tenían a mal que unos extranjeros hubieran descubierto el lugar célebre y reclamaban para España la continuación de las excavaciones. Unos exaltados pidieron el retiro inmediato de los extranjeros" (en Gómez Santa Cruz 1914: 55). La primera consecuencia de la reacción nacionalista antischulteniana fue la de no permitir que continuase realizando excavaciones en la ciudad, que pasó a ser excavada por una Comisión española: "Los españoles solicitaron que se hicieran las excavaciones en Numancia por españoles, como afortunadamente se consiguió, para honor de España y provecho de la ciencia"( Gómez Santa Cruz 1914), mientras que a Schulten se le concedieron los trabajos en los campamentos romanos y en el cerco escipiónico desde el año 1906 hasta el 1912. Llegados a éste punto, creemos que hay que diferenciar dos aspectos principales en las críticas realizadas a Adolf Schulten, por un lado están los juicios a su labor científica, y por otro las opiniones que se centraron en el apartado personal.

Estas últimas fueron las más radicales, y en ocasiones llevaron, como ocurrió con Gómez Santa Cruz, a tratar por todos los medios de restar importancia a los trabajos de Schulten por sus comentarios realizados hacia España, Castilla y los castellanos, y es que parecía subsistir en Schulten un rencor no superado por no habérsele dejado continuar con las excavaciones en la ciudad y se puede apreciar de manera velada en el artículo que publicó en la revista Deutsche Rundschau (1913) en él se ensañó violentamente contra España y en particular contra Castilla, proponiendo la desaparición de Castilla como único medio de civilizar a los descendientes de los celtíberos, desfigurando los hechos en éste artículo para infravalorar a España. Schulten había pasado de expresar su gratitud en repetidas ocasiones a los sorianos, a decir en la revista alemana que: "quedásemos los castellanos reducidos a la condición de colonos de los catalanes, único modo de que dejemos de ser africanos y de que nos incorporemos a Europa" (Schulten 1913, cit. en Gómez Santa Cruz 1914). Si tenemos en cuenta la histórica rivalidad castellano-catalana no es de extrañar que fuese considerado como una ofensa para los castellanos, tanto en los intelectuales como en el gran público de la época. Además no fue una frase aislada sino que hirió la sensibilidad y el orgullo castellano provocando con declaraciones similares: "Es de esperar que se realice en nuestra época lo que consiguieron los cartagineses y los romanos, los godos y los árabes: la colonización de la planicie castellana, la separación de África, la conexión de Europa".

E incluso haciendo actualismos al pretender enlazar sus declaraciones con la Historia de España: "Ante todo tienen los íberos como rasgo característico la falta de cultura, la incapacidad de ser cultos ellos mismos y de asimilarse la cultura ajena. Eso es una herencia maldita del continente africano. La burla francesa de que África empieza en los Pirineos es una verdad como un templo" (Schulten 1913, cit. en Gómez Santa Cruz 1914). No obstante, pese a sus opiniones acerca de los españoles Adolf Shulten (1914: 7) empleará a Numancia con la intención de ensalzar el orgullo que suponía la historia de ésta ciudad para Europa: "el nombre de Numancia será siempre repetido, para no olvidarse nunca mientras subsista una cultura europea" "Podemos pues muy bien afirmar que la lucha heroica de la pequeña Numancia contra la prepotencia de Roma posee un interés universal...". La Comisión Española de Monumentos y Excavaciones Se corría el riesgo de que los trabajos de los investigadores alemanes quedasen de nuevo tapados y desaprovechados como había ocurrido anteriormente, ya que los agricultores tenían que cultivar sus tierras para poder subsistir, una vez terminado el plazo de tiempo de cesión de los terrenos para la realización de la campaña de excavaciones de 1905. Para que esto no ocurriese era necesario que el Estado adquiriese los terrenos del cerro, y siendo "como debe ser aquel venerado suelo propiedad nacional, los trabajos de excavación podrán llevarse a cabo de un modo permanente, y los resultados obtenidos no se perderan, como lo ocurrido hasta ahora" (Vera 1905), ya que lo que importaba era, según la recién creada Comisión de Monumentos (VV.

AA. 1912), que el solar numantino, y todos sus gloriosos restos fuesen desenterrados y: "quedasen de propiedad nacional y protegidos como correspondía a su altísima significación en la historia de la patria". A estas reclamaciones vino a sumarse el hecho de que en la opinión pública madrileña se reflejase el impacto de vergüenza que suponía el abandono por parte del Estado español de las gloriosas ruinas, y dado el pensamiento de la época era algo que no se podía consentir, había que rescatarlas del olvido en el que habían estado sumidas durante cuarenta años. E incluso se llegó a emplear el argumento de que Alemania pudiese adquirir la propiedad del terreno "y llegar el solar numantino a ser de propiedad extranjera" (Vera 1905). Detrás de estos planteamientos se escondía la vergüenza que suscitaba que fueran investigadores extranjeros los que realizasen estos trabajos, en este lugar sagrado para la Patria, "...esto acusa un lamentable abandono y un poquito de sonrojo para nuestra hidalguía y quijotesca condición" (El Noticiero de Soria 1905). A partir de ahora será la Comisión de Excavaciones la responsable de reemprender los trabajos en Numancia, en adelante en nombre de España, para así rescatar sus gloriosos restos del olvido. Numancia pasó de este modo, dada "su altísima significación en la historia de la patria" (Gómez Santa Cruz 1914), a ser una aspiración nacional reflejándose en la prensa soriana y nacional y refrendado por las instituciones y sociedades sorianas el interés por que el Estado adquiriese en propiedad los terrenos del solar numantino y por que se descubriese de forma definitiva toda la planta de Numancia y las medidas necesarias para su protección.

El primer paso lo dio el Vizconde de Eza al donar sus terrenos en el cerro de La Muela, de manera que a muy poco coste podría realizarse una obra nacional, en la que está interesado el honor de España (Jimeno y de la Torre 1997). En marzo de 1906 quedó constituida por Real Orden la Comisión científica, que comenzó sus trabajos en la primavera de ese mismo año, estando presidida por Saavedra, cincuenta años después de sus primeros trabajos encaminados a demostrar la exactitud científica de Numancia. Siendo ya como eran los terrenos propiedad nacional, y volviéndose a conceder las excavaciones a investigadores españoles, quedando determinado el "no consentir que ningún extraño hiciera excavaciones en aquel sitio, declarado monumento nacional, propiedad del Estado, y en el cual el gobierno de España había dispuesto que las hiciera la comisión española". (Gómez Santa Cruz 1914). De este modo se inicia en Numancia la etapa de investigación más dilatada en cuanto a la continuidad de sus trabajos, sin que esto coincida con ninguna conmemoración histórica (Jimeno y de la Torre, 1997). Numancia había sido empleada como ejemplo del heroísmo hispano, pero ahora la Comisión Ejecutiva consideraba su valor científico como "una riqueza arqueológica nacional", y se "había llegado a acometer como empresa nacional el descubrimiento total de Numancia, siendo la Comisión la encargada de verificarlo, tanto por lo que tal ciudad representa en la Historia patria, como por el interés arqueológico.

..(VV.AA. 1912: 3). Quedaba demostrado bien a las claras la finalidad de las excavaciones, más interesadas en descubrir la planta de la ciudad y aumentar la colección de objetos que en dar a conocer los resultados, al no publicarse los resultados de los primeros trabajos en el yacimiento, de hecho, no será hasta 1912, coincidiendo con la llegada de Mélida a la presidencia de la Comisión de Excavaciones, cuando se publique la primera Memoria con el resumen de los escasos datos conocidos de las campañas anteriores, así como el plano de las ruinas descubiertas hasta entonces, realizado por el arquitecto Aníbal Álvarez. La concienciación de la época y de los miembros de la Comisión se ve de manera clara en los resultados de sus trabajos de investigación ya que estaban claramente condicionados por una serie de convicciones ideológicas asumidas previamente, de manera que al excavar se interpretaba lo encontrado en función de lo que se quería encontrar en Numancia, denotándose claros planteamientos a priorísticos. Así, al realizarse los trabajos de excavación había que "levantar el postizo romano" para conservar lo indígena y revivir "la página gloriosa que en la historia patria llena con indelebles rasgos la gloriosa Numancia". Se veían dos ciudades: la celtibérica que pereció en el 133 a.C. ante Escipión y otra reconstruida celtíbero-romana, de ésta manera, en base a la teoría ideológica neoromántica de que eran más importantes los restos del pasado prerromano, del sustrato indígena hispano, se definían siempre los restos romanos como pobres y de escasa importancia, "Como es sabido, en Numancia se encuentran muy pocos objetos romanos, y, en general, de poca importancia" decía Mélida (1917: 19), mientras los restos celtibéricos serían realmente los destacables por sus llamativas representaciones en las cerámicas, sus instrumentos, por los adornos (VV.

AA. 1912). Vemos incluso como el afán de patriotismo lleva incluso a criticar los conceptos y alusiones que los propios autores clásicos hacían de los numantinos acerca del grado de barbarie de los mismos, si bien este término se ha visto desfigurado de su etimología primigenia y ha sido empleado con fines despectivos, subyace la idea de enaltecer lo hispano. Aunque sólo hubiese sido por demostrar el hecho de "cuán injustificado estaba el nombre de bárbaros con que los romanos designaban a los celtíberos" para Gómez Santa Cruz (1914: 83) hubiesen sido necesarias las excavaciones en Numancia, y en este mismo sentido La Comisión (VV.AA., 1912) llegó a decir incluso que era imposible que fuesen unos bárbaros los que pudieron comer en las lujosas vajillas numantinas. Las excavaciones de la Comisión dirigida por Taracena y Mélida se sucedieron hasta 1922, año en que las aportaciones de dinero concedidas por el Estado para los trabajos en Numancia se vieron cortadas, pero esto no sólo ocurrió en Numancia sino en el resto de yacimientos españoles a excepción de Medina Azahara. Esto fue debido a que en 1923 se inició la dictadura del general Primo de Rivera, y el cambio de régimen afectó a las concesiones presupuestarias que se vieron interrumpidas durante un año, pero las excavaciones en la ciudad se dieron por finalizadas. Desde los últimos trabajos en los años veinte por Mélida, Taracena y González Simancas Numancia quedó aparentemente abandonada, y desde entonces los trabajos científicos y documentales en el yacimiento han sido escasísimos.

Numancia en los libros de texto La historia nació en el siglo XIX como una disciplina encaminada a la educación cívica, con la intención de emplear el pasado para crear una conciencia nacional española y una sensibilización patriótica. Por eso desde época romántica su enseñanza se hará obligatoria en la educación, mostrando lo que es patrimonio común y lo que ha contribuido a configurar lo español. Con esta finalidad aparecerán los primeros libros de texto que van a ejercer una importante labor como vehículos pedagógicos y van a contribuir a la difusión social de los hechos históricos que más interesan destacar, inculcando a los estudiantes en las escuelas sentimientos patrióticos mediante la exaltación del pasado glorioso. De esta forma la historia "patriótica" y "heroica" de Numancia va a continuar siendo un referencia constante en los manuales escolares españoles. Estas nociones influirán en la visión de las generaciones posteriores y en el gran público mucho más que las obras especializadas dirigidas a un auditorio más reducido y selecto, y por lo general más crítico y menos influenciable en su estado de opinión. Además, los libros de texto se van a ser ilustrardos adecuadamente para que así tengan más efecto en la educación. En el caso de Numancia la imagen repetida constantemente va a ser la del cuadro de Alejo Vera sobre El Último día de Numancia. Ruiz-Zapatero y Álvarez Sanchís (1994: 217) señalan que en los libros de texto españoles de finales del siglo XIX (desde 1880) se empleó el pasado con dos propósitos principales: "para reforzar el nacionalismo español de la burguesía emergente, y proporcionar lecciones morales para el presente y el futuro".

De ésta forma se aboga por un nacionalismo con base histórica, de ahí la importancia que en ésta época toman los estudios y las representaciones referentes a estos temas de orgullo patrio para buscar una continuidad ideal entre los pueblos prerromanos y los Estados o naciones modernos. De ésta manera el pasado es usado, según Ruiz-Zapatero y Álvarez Sanchís (1994: 217), para construir e ilustrar los valores del presente que se desea. Así, los libros escolares de la época van a interesarse por rescatar la idea de Numancia como "el sepulcro de las legiones romanas" (Paluzie y Cantalozella 1886:16), y el libro de Callejo Fenández (1886: 29-31) enseñaba que "Numancia se convirtió en una plaza de héroes: antes que los romanos lograran formalizar el cerco, fueron acuchillados y destrozados completamente por los valerosos numantinos". Y toda vez que la situación era ya irreversible "No quedaba a aquellos héroes más recurso que humillarse o morir, y prefirieron lo último, lanzándose al campo enemigo y sembrando la muerte al recibirla". Termina el relato de Numancia comparando el trágico final de Numancia con el de Sagunto: "Imitando la conducta de los saguntinos, los habitantes de Numancia mataron a sus mujeres e hijos y dieron fuego a la ciudad, a los quince meses de sitio y muchos años de guerra." En el caso que nos ocupa, hemos visto como se ha usado el mito de Numancia para divulgar las ideas políticas a través del arte, de la literatura. El patriotismo del que se hicieron eco tanto la opinión pública como los investigadores de inicios del presente siglo, también tendrá reflejo en los manuales empleados en las escuelas españolas.

Por ésta época se enseñaba que "De rodillas deberíamos invocar los nombres de Sagunto y de Numancia", ya que "los numantinos pelearon como leones, siendo Numancia durante años el cementerio de Roma. Concluyendo al final que los numantinos murieron ó se mataron para que de ésta forma ninguno fuese cogido vivo para ser esclavo (Benejam 1914), y todo debido a que el carácter de "nuestros heroicos antepasados", "heroicos patriotas hispanos" u "honorables hispanos" que habitaban en "el corazón de España en lucha contra el Imperio latino" ó en "esa Castilla que debía ser centro del mayor Imperio de la tierra quedaba un núcleo de audaces y valientes guerreros dispuestos a morir antes que ser esclavos de Roma". La finalidad de estas lecturas históricas de Numancia estaba en dejar constancia de que "Así acabó la heroica Numancia, con igual Honor y abnegación que Sagunto; Roma dominó a España, pero el patriotismo y la heroicidad de los españoles no quedaron extintos", para de éste modo poder hacer proyección histórica del hecho y extraer una moraleja patriótica que era lo que se buscaba: "la Historia de España ha registrado, con posterioridad a la gesta de Numancia, otros muchos hechos de análoga grandeza. Dios quiera que nuestro pueblo jamás pierda esas características; ello será garantía de que nuestra España perdure en la Historia como ejemplo de los pueblos, y sus hijos puedan sentir el noble orgullo patriótico que supone el inapreciable título de españoles", y así termina el relato de una de las "grandes gestas de nuestra raza" (Marull: "Sagunto y Numancia").

Señalaban de Selas (1930) y Ruiz-Zapatero y Alvarez Sanchis (1994) que desde 1920 y hasta la Guera Civil española la finalidad de los libros de texto había sido la de ir preparando a los estudiantes para el futuro a través de una serie de lecciones útiles tomadas del pasado de España. Hemos visto, que en lo que respecta a Numancia, esta intención ya estaba patente desde finales del siglo XIX, pero desde luego, a partir de la Dictadura de Primo de Ribera (1923), y posteriormente con el Régimen Franquista se acentuará, haciendo que las interpretaciones que se dieron al hecho histórico de Numancia lo fuesen a partir de una serie de intereses ideológicos concretos. Dentro de éstos rasgos convenía resaltar el amor a la patria que habían demostrado los numantinos, además de hacer hincapié en los escolares en la definición de Numancia como "el terror de la República" (Asensi, 1929), denominación recogida posteriormente con frecuencia en los libros de época franquista, para remarcar en la juventud el "miedo" y la "resistencia" ofrecida a esa forma de gobierno. No ocurrirá lo mismo durante la Guerra Civil española, ya que durante la contienda la España Republicana si que abogará por hacer uso de Numancia, si bien no como ideal del patriotismo español, sí como ejemplo de resistencia heroica de un pueblo ante la amenaza de un poder inperial. De ésta forma Alberti rescató la obra de la "Destrucción de Numancia" de Cervantes, realizando en 1937 una versión de la misma en el teatro de la Zarzuela (Marrast 1995), utilizando el tema numantino para animar a todos los que defendían la España republicana mientras las tropas de Franco cercaban Madrid.

Numancia con su resistencia se convierte en algo más que un símbolo, con claros tintes políticos, ideológicos y psicológicos, es el mejor ejemplo del no pasarán. Y el drama de Cervantes también es convertido nuevamente en un instrumento movilizador de masas, aunque no se correspondería con las bases mismas sobre las que la obra fue construida por su primer autor (Hermenegildo 1994). Las enseñanzas franquistas El resultado del planteamiento expuesto anteriormente queda reflejado en los libros de texto de la época franquista, aunque ya durante la Guerra Civil, en el "III Año Triunfal", Pemán (1938) escribía en la "Historia de España contada con sencillez", un libro que según el autor iba a ser el "texto oficial para las escuelas públicas de la Nación", y en el que se daban las consignas que habían de ser seguidas por los maestros para hacer "que los niños futuros tomen definitivamente partido por España". Procurando con esto "sobreexcitar y utilizar esa gran fuerza infantil, hasta ahora tan desaprovechada en España, que es el entusiasmo y la facilidad para `tomar partido´...". Entre los hechos gloriosos y contagiosos que debían enseñarse a los niños estaba la historia de Numancia: "Tocarla (aludiendo a las campañas romanas en la Meseta, en la Castilla de después) era como tocarle a España el corazón". Resaltando el lado dramático. "En Numancia, el hambre era tal, que los defensores llegaron en algún momento a comer la carne de sus compañeros muertos", mientras se dejaba de lado la realidad histórica que parecía no tener tanta importancia, produciéndose errores e imprecisiones en los datos históricos, como por ejemplo en algo que podría parecer tan sencillo como la duración de la contienda: 9, 10, 11, 12 y hasta 14 ó 18 años duró la guerra Numantina, así como la duración del asedio de la ciudad que para García Tolsa (1954) llegó a durar hasta cuatro años, poniendo de manifiesto que de lo que se trataba era de resaltar en los libros el valor, el coraje, la resistencia de los numantinos, el amor a la libertad y a la Patria, y el destacar que los antiguos españoles, personificados en los numantinos, no podían ser considerados ni "brutos" ni salvajes", o es que "acaso aquellos héroes de Numancia, hicieron su comida de carne humana, en una vajilla pintada artísticamente con pájaros y flores".

Lo que si está claro es que la interpretación de la historia en época franquista no es en algunos casos radicalmente distinta de la idea de historia de finales del siglo XIX, ya que muchos de sus postulados fueron construidos sobre fundamentos basados en la tradición historiográfica decimonónica. No obstante, no cabe duda de que el régimen de Franco exageró y manipuló los hechos históricos en su propio interés (Valls 1984; 1993; 1994), con un nacionalismo extremo. De hecho, en los primeros años de la etapa franquista, Luis Ortiz Muñoz (1940) advertía sobre la necesidad de controlar la educación en las escuelas como forma de transmitir los conceptos patrióticos a las generaciones futuras, y como único modo de contrarrestar las enseñanzas transmitidas por la educación laica de la época republicana: ...no triunfará la nueva España si no conquista la Escuela". De este modo, los libros de texto son escritos "para que las almas infantiles se eduquen ya, siempre, en el amor noble y puro a la gran Patria española", remarcando la importancia y el valor de la historia en la "formación del espíritu del niño. Sobre todo desde el punto de vista patriótico y moral". Dentro de este esquema de cambios ideólogicos el régimen franquista hará que se difundan las teorías interpretativas de origen germánico, desarrollándose una corriente ideológica progermánica, identificada con lo celta que es lo que proporciona cohesión y dinamismo, y es el signo de identidad que nos vincula a Europa y nos separa de África.

En éste sentido, en 1941 Martínez Santa Olalla publicó su Esquema Paletnológico de la Península Ibérica, con unos postulados que Beltrán (1960) calificaría como "postura radical pan celtista", y en donde se despreciaba lo íbero y se revalorizaba lo céltico, que él identifica con lo europeo. "Si alguna vez el temperamento de una raza se ha demostrado hasta extremos aparentemente sobrehumanos, esta fue la lucha de los numantinos por defender sus ideales de independencia con bravura sin precedentes" (Ballesteros, 1942: 24), ya que "el hecho de Sagunto y el de Numancia, son ejemplos famosos de heroismo en la Historia de España" (Manual de la Historia de España, 1939), por que "los celtíberos fueron gente noble y amante de la libertad... Para ellos, como para todos los españoles buenos patriotas, el morir luchando por la patria era un honor" (Martí Alpera, 1955). Del mismo modo en el libro de Maillo (1942) se indicaba que: "cuando entraron en la ciudad las tropas romanas, sólo hallaron en ella ruinas, cenizas y cadáveres, muestras preciadas del estoico valor y el amor a la independencia de la noble raza española, que prefiere la muerte a perder la libertad y el honor. De hecho, en el libro de Trillo ( Trillo et alii, 1942) se decía que Numancia con su ejemplo había servido de estímulo para las tropas nacionales durante la Guerra Civil, siendo "El germen de heroísmo empleado por nuestros soldados en Oviedo, Belchite, el Alcázar de Toledo, etc., hay que buscarlo en Numancia.

Entonces, como ahora, el español no se asustó por el número y armamento de sus enemigos". y se acompañaba ésta lectura con el recordatorio de que tanto antes (siglo II a. C.), como ahora (en la época franquista), ¿España, grande! ¡España, Libre! (Serrano del Amo, 1950). Y hasta tal punto se reconocía lo que Numancia había aportado a la patria con su gesta, que en la letra del himno a España realizado por Eduardo Maquina, en su tercera estrofa se decía: ¡Viva España! La Patria con Numancia / decidió morir / ¡ y España es inmortal!... CONCLUSIONES Con este trabajo se ha querido demostrar como Numancia ha sido empleada a lo largo de la historia con un marcado e intencionado carácter ideológico y político, más allá de su hecho histórico, dotando a la imagen de Numancia de un aurea mítica y simbólica que contrastaba con la patente desatención que paralelamente sufrían sus restos. La primera ocasión es que esto queda patente se produjo con motivo de la Reconquista cristiana a partir del corazón de Castilla y con la posterior consolidación de España como una potencia europea y colonial en tiempos de Felipe II, llegando incluso a variarse la ubicación del yacimiento mientras se hacía uso de su nombre. Será a partir del siglo XIX, debido a la importancia que cobran para los intelectuales románticos los hechuos históricos colectivos que contribuyen a desarrollar una conciencia y una identidad nacional al comenzar a relacionarse el nacionalismo con la historia y la cultura.

Numancia pasará así a servir de respaldo al nacionalismo español y a los gobiernos liberales del siglo XIX. Posteriormente, en el presente siglo, serán empleados su carácter nacional y patriótico como aspectos primordiales de un nacionalismo de carácter no liberal durante las dictaduras de Primo de Rivera y e el franquismo, al buscar "nacionalizar el pasado" y estudiar la historia de la nación española para definir España y vincular a los ciudadanos con el régimen a través de la enseñanza del pasado en las escuelas. BIBLIOGRAFÍA Arambilet, S. (1904): Soria y su Tierra. Madrid. Argente, J.L y Colín, C. (1994): El nombre de Numancia. El Museo Numantino, 75 años de la Historia de Soria, pp. 53-60, Soria. Asensi, P.F. (1929): Compendio de Historia de España, Valencia. Ayarzagüena, M. (1993): La arqueología prehistórica y protohistórica española en el siglo XIX. Espacio, Tiempo y Forma. Prehistoria y Arqueología, 6: 393-412. Beltrán Martínez (1972): Las investigaciones arquológicas en Numancia. Crónica del Coloquio Conmemorativo del XXI centenario de la Epopeya Numantina: 37-43. Monografías Arquológicas, Departamento de Prehistoria y Arqueología, Zaragoza. Benejan, J. (1914): España. Sobre su Historia. Imp. y Lib. Vda. de S. Fabregues, Barcelona. Benito Aceña, r. (1906): El Monumento a Numancia, Soria. Calleja Fenandez , S. (ca.1912): Historia de España. Ed. Saturnino Calleja S.A., Madrid. Calleja Fenandez , S.

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