Compartir


Datos principales


Rango

Guerras Israel

Desarrollo


Ariel -Arik- Sharon, emblema de los halcones de Israel, es una rotunda figura de pelo blanco, un "sabra", un judío nacido ya en Palestina, de un matrimonio de emigrantes de primera hora. Vino al mundo en 1928, justo cuando los colonos judíos libraban la primera guerra con sus vecinos, opuestos al crecimiento ilimitado de aquella expansiva colonia sionista que veinte años más tarde se convertiría en Israel... Nació, pues, bajo el signo de Marte y así ha sido su vida. A los 14 años ya colaboraba con las organizaciones de resistencia antibritánica; a los 20, se distinguió en la Primera Guerra Árabe-israelí (1948), en la que los judíos impusieron por las armas la partición de Palestina, que la ONU había votado el año anterior. Pero como militar de talento se le encuentra, por vez primera, a las órdenes del jefe del Estado Mayor Israelí, general Moshe Dayan, en la Guerra del Sinaí-Suez (octubre-noviembre de 1956) conduciendo una brigada que rompió las líneas egipcias en el Sinaí y, tras una vertiginosa marcha, enlazó en el estratégico paso de Mitla con un batallón de paracaidistas lanzados el día anterior. En los días siguientes, tras alcanzar el Canal de Suez, la columna recorrió el desierto del Sinaí, alcanzando su extremo sur y tomando Sharm el Sheik el 5 de noviembre. En una marcha victoriosa había atravesado el Sinaí de Este a Oeste y desde el centro hasta el Sur, recorriendo más de seiscientos kilómetros en una semana.

Sharon, con 28 años, se convirtió en uno de los coroneles más jóvenes y famosos del Ejército israelí. En la Guerra de los Seis Días (junio de 1967), ya general, Yitzhak Rabin, jefe del Estado Mayor de Israel, le ordenó barrer el Sinaí de Este a Oeste en combinación con los generales Tal y Joffe. Su división acorazada, operando en el centro del dispositivo israelí, tomó las posiciones fortificadas egipcias de Abu Ageila-El Kusseima, abriendo el camino hacia los pasos montañosos de Mitla y Kadmia, alcanzando el Canal tras cuatro días de lucha. Y aún tuvo tiempo de presentarse en el Muro de las Lamentaciones el día que las tropas de Israel tomaron Jerusalén. Más espectacular aún fue su intervención en la Guerra del Yom Kippur (octubre de 1973), en la que volvió loco a su jefe de Estado Mayor, David Eleazar, con la idea de romper las líneas egipcias por su centro y atacar su retaguardia atravesando los Lagos Amargos. Esa maniobra, que terminaría con la ventaja conseguida por los árabes en su ataque sorpresa del comienzo de la guerra, a punto estuvo de frustrarse por sus intentos de realizarla antes de acumular los medios adecuados y por su deliberada desobediencia a las instrucciones recibidas. Sharon siempre ha presumido de su hazaña, que lo fue en cuanto a decisión y arrojo, pero no en lo que respecta a imaginación, pues años después se conoció que era un supuesto táctico muchas veces estudiado por el Estado Mayor desde la ocupación del Sinaí en 1967.

Su éxito -unido al desprestigio de los altos responsables del Ejército, que se dejaron sorprender por el ataque árabe- le evitó un consejo de guerra. Esa fue su última campaña como conductor de tropas: tenía sólo 45 años y había contribuido a la victoria israelí en cuatro campañas. Pese a sus habilidades tácticas, Sharon nunca fue muy querido por sus superiores y compañeros. Dayan, Rabin, Bar-Lev y Eleazar siempre le supusieron un peligro, por su indisciplinada cabezonería y por la tendencia a trasladar sus prejuicios anti-árabes a su actuación militar. "No conozco ningún jefe militar mejor que Arik... Tuvimos nuestras trifulcas, pero incluso cuando me entraban ganas de "asesinarle" sabía que, por lo menos, era alguien al que merecía la pena "asesinar", comentó Moshe Dayan, que jamás le promocionó a un cargo político o de gran responsabilidad militar: sólo le quería como conductor de tropas. Sin embargo, cuando llegó al poder, la derecha israelí le situó en primera línea política como ministro de Agricultura. El responsable de la designación fue Menahen Beguin, el líder del Likud, un político salido de las filas del Irgun -la organización terrorista que dinamitó el hotel King David de Jerusalén en 1946, matando a 91 personas- que pensó aprovechar su prestigio militar y su odio antiárabe. Terminaría lamentándolo. En Agricultura, desplegó Sharon una tenaz política favorable a los asentamientos judíos sobre territorios palestinos, sirios (El Golán) o egipcios (el noreste del Sinaí).

.. Los establecidos en estos últimos tuvieron que ser retirados tras los Acuerdos de Camp David, firmados por Israel y Egipto en 1978. Pero más trascendente fue su papel al frente del Ministerio de Defensa, desde el que planeó la invasión israelí de Líbano, en 1982, con el propósito de aniquilar a los palestinos y lanzar hacia Jordania a los supervivientes, donde Hussein se encargaría de controlarles, neutralizándoles como fuerza armada y absorberles como población propia. El problema palestino quedaría resuelto. Sharon convenció a Beguin y a la ultraderecha de la bondad de su plan y el pretexto para ejecutarlo se lo brindó el atentado contra el embajador israelí en Londres, Shlomo Argov, que resultó gravemente herido por terroristas palestinos, el 3 de junio de 1982. El 6 de junio, 60.000 soldados israelíes atacaron Líbano y, desoyendo las demandas del Consejo de Seguridad para que cesasen el ataque, arrollaron a los palestinos empujándoles hacia Beirut, donde les cercaron una semana después. Fue la más impopular e injustificada de las guerras libradas por Israel. Incluso tácticamente fue la peor realizada: el cerco de Beirut, defendido por unos 20.000 combatientes (fedayines apoyados por drusos, chiís del movimiento Amal y unos 2.000 soldados sirios), se prolongó desde el 13 de junio hasta el 19 de agosto, estrellándose los judíos contra posiciones fijas y montañas de escombros. Los bombardeos judíos causaron 29.500 muertos -según UNICEF, 11.850 niños- en su mayoría, civiles; a esas pérdidas humanas hay que añadir unos 2.000 palestinos muertos en los avances judíos de la primera semana. Bajo la mediación norteamericana, 15.000 palestinos abandonaron la capital libanesa con sus armas, entre el 20 de agosto y el 3 de septiembre de 1982, en que salieron los últimos, Arafat entre ellos.

Obras relacionadas


Contenidos relacionados