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Rango

África

Desarrollo


Todas las máscaras y figuras de las Praderas tienen un cierto parecido o aire de familia, con su realismo expresionista, sus ojos saltones, sus bocas abiertas y una aparente sobreexcitación que intenta -y logra a menudo- intranquilizar a quien las contempla en su ambiente. Sin embargo, en nuestra modesta opinión, se trata de una estética muy peligrosa: la gesticulación, el acabado voluntariamente tosco e impresionista, el uso y abuso de cuentas de vidrio multicolores, dan un tono sin duda brutal a las obras, pero cansan pronto y, sobre todo, caen en ocasiones en la comicidad. Nada más discutible, en este sentido, que buena parte del arte oficial realizado para esa gran jefatura que es, en realidad, el reino o sultanato semiislamizado de Bamum: sin acercarnos siquiera a su pintoresco palacio -un híbrido de estilos europeos y árabes construido por el rey Nyoya a principios de nuestro siglo-, nos basta con contemplar el trono de ese mismo monarca, hoy en el Museo de Berlín, para ver las consecuencias de un deseo de lujo mal dirigido. En tales circunstancias, quien quiera degustar el arte de las Praderas hará bien contentándose con piezas aisladas: podrán interesarle algunas máscaras con cabeza de animal fabricadas por los tikar o por algunos de sus subgrupos (bali, bafum, etc.), o bien, si se dirige a las jefaturas bamileke, admirará las máscaras de Bacham, curiosas síntesis de formas curvas perfectamente conjuntadas, o hallará, en Bangwa y en otros lugares, algunas estatuas llenas de sensibilidad: nos referimos, en concreto, a esas figuras de madres con niños animadas -caso raro en África- por la ausencia de simetría.

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