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Respecto de la información para conocer cuáles eran los recursos naturales sobre los que descansaba la economía del México antiguo, ocurre algo semejante a lo dicho acerca del potencial humano. Las fuentes -aunque en algunos casos proporcionan datos cuantitativos- son sobre todo de carácter descriptivo. Así, por ejemplo, al hablar de las tierras para la agricultura, aunque en ocasiones se mide su extensión, es más frecuente encontrar que se señale cómo eran y para qué servían. Con el nombre de atoctli se aludía a las tierras con suficiente agua y buenas para la agricultura. Cuauhtalli, "tierras de árboles", significaba que en ellas había residuos vegetales, lo que hoy llamamos "tierra de hoja". En lugares así dotados de agua y materia orgánica prosperaban los cultivos de plantas básicas para el sustento: maíz, fríjol, calabaza, chile (pimiento). También había otras tierras destinadas a fines más particulares, como las que se nombraban xochimilpan, para el cultivo de diversas flores. Desde luego son muchos los recursos naturales que daban apoyo a la economía prehispánica. Del reino vegetal: los árboles y múltiples plantas que crecían espontáneamente, unas de aplicación medicinal, otras alimenticias o para producir objetos manufacturados; determinados árboles ofrecían madera para la construcción, otros eran frutales, había además plantas que podían aprovecharse de formas muy distintas. El reino animal abarcaba variedades acuáticas en los ríos y lagos, y otras que podían lograrse para la alimentación por medio de la caza y a través de la reproducción en reclusión (animales domésticos), como en el caso más sobresaliente del guajolote o pavo.

Los animales propiamente domesticables eran, en cambio, casi inexistentes. Excepción la constituía el perro. La ausencia de otros animales domesticables fue en alto grado barrera al desarrollo de una tecnología más eficiente. Al no haber bestias que pudieran servir para la carga y la tracción, el empleo de la rueda se limitó a su aplicación en algunos juguetes. Mencionaremos, finalmente, entre los recursos naturales, los derivados del subsuelo y que pudieron aprovecharse a través de trabajos de índole minera. Entre los metales que conoció el hombre prehispánico estuvieron el oro, la plata, el cobre, el estaño y, probablemente, en escala muy reducida, el plomo. Otros minerales, que también se aprovecharon, fueron el cinabrio (protosulfuro de mercurio), la calcita (carbonato cálcico), así como diversos colorantes minerales, varias piedras preciosas y otras de diferentes naturalezas. Sobre la base de los recursos naturales -como los más importantes aquí mencionados- la fuerza de trabajo, el potencial humano, llegó a la producción de una gran variedad de bienes. Para lograr esto las sociedades indígenas desarrollaron un instrumental y una técnica, a las que brevemente debemos referirnos. Primeramente hemos de resaltar el hecho de que -a pesar de haber logrado grandes creaciones culturales en campos como el del arte, en los cómputos calendáricos y astronómicos- el hombre prehispánico no alcanzó a tener un instrumental calificable de muy perfeccionado.

A pesar de esto, su instrumental fue, en muchos aspectos, bastante eficiente. Abarcó ante todo utensilios hechos de piedra (martillos, raspadores, morteros, etcétera), otros de pedernal, hueso o madera, como la coa, el palo que servía para las tareas agrícolas, y algunos, en menor número, de metal. De estos cabe mencionar las hachas de cobre. Particular atención exigen las técnicas alcanzadas en el cultivo de la tierra. Además de la agricultura de temporal, en la que no se descuidaba el empleo de algunas formas de abono, las sociedades prehispánicas se valieron de sistemas de regadío, cultivos escalonados y, sobre todo en la región central, introdujeron las célebres chinampas, conocidas como "jardines flotantes" o mejor, "anclados" sobre el lecho de los lagos. Resta decir algo sobre las "unidades de producción", muy vinculadas con distintas formas de agrupamiento social, existentes en el México antiguo. Por una parte, estaba, como unidad primaria, la familia. Los integrantes de ésta participaban en el trabajo de acuerdo con la especialización en función de su sexo, como ya se ha visto. Unidades mucho más amplias las constituían los distintos calpullis. Algunos de éstos, según parece, se habían especializado en la producción de determinados artículos, por ejemplo, en los trabajos artísticos hechos de plumas. Los calpullis, en cuanto unidades de producción, pagaban tributos al Estado. También proporcionaban mano de obra para realizar empresas, bien sea en provecho del mismo calpulli o de la comunidad del pueblo o ciudad. Este tipo de servicios -tributos y participación directa en trabajos- eran asimismo obligación de entidades más amplias, los señoríos sometidos al dominio de México-Tenochtitlan. Elemento de suma importancia para comprender los alcances que llegó a tener la economía en el México antiguo son la existencia de mercados y de lo que llamaremos el comercio exterior, llevado a cabo por los pochtecas o mercaderes.

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