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América

Desarrollo


El estudio de la economía azteca es difícil por lo limitado de las fuentes que permiten cuantificar o medir de algún modo las distintas fuerzas que jugaban papel determinante en la producción. Así, por ejemplo, si hay hasta ahora enormes divergencias en los cálculos sobre el número de habitantes en el México prehispánico, habrá que reconocer que no será fácil precisar cuál era, en las distintas ciudades, pueblos, aldeas y regiones, la cantidad de personas dedicadas a tal o cual forma de actividad productiva. Recordemos en este contexto que, entre los cálculos expresados sobre la población del área central (actuales estados de México, Hidalgo, Puebla, Tlaxcala, Querétaro, Guanajuato, Michoacán, Colima, Jalisco, Guerrero y Veracruz), en tanto que unos hablan de sólo tres o cuatro millones de individuos, otros elevan la cifra hasta más allá de los veinte millones. Disponemos, en cambio, de mayor número de testimonios que permiten conocer las principales formas de especialización de quienes integraban la fuerza humana de trabajo. En primer lugar, sabemos que existía una distribución de actividades en función del sexo. Así, al hombre correspondían las importantes tareas agrícolas y la mayor parte de las formas de producción artesanal. A la mujer, en cambio, tocaban los quehaceres del hogar, algunos nada fáciles como la transformación del maíz en masa para las tortillas, lo que presuponía largas horas de trabajo en la piedra de moler.

Hilar y tejer eran asimismo ocupaciones que competían a la mujer. Conocemos también especializaciones tales como las que correspondían a quienes se ocupaban en trabajos extractivos (pescadores, recolectores, mineros y otros). Asimismo muestran los testimonios la existencia de grupos dedicados a la construcción (albañiles, canteros, carpinteros, pintores), a las industrias manufactureras (alfareros, canasteros, productores de esteras, sandalias, curtidores, etcétera). Mencionaremos el amplio campo de la especialización artesanal, la de quienes producían objetos de índole utilitaria y de consumo general como papel, instrumentos líticos y de madera, canoas, etcétera, y la de aquellos que elaboraban artículos de lujo o suntuarios, principalmente para los miembros de la nobleza y el culto religioso. Entre estos últimos había orfebres, artífices de la pluma, escultores, los que elaboraban los códices y los gematistas. Debemos insistir, sin embargo, en que, a la par que había estas especializaciones, la gran mayoría de los macehualtin o gente del pueblo, dedicaba buena porción de su tiempo a la labranza de la tierra. Precisamente los productos que de ella obtenía le permitían en alto grado su subsistencia, la familiar y la comunitaria, al igual que el pago de los tributos que correspondían al supremo gobernante, al culto religioso y a otros propósitos ligados con la administración pública.

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