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Para enmarcar el tema que ahora nos ocupa tomaremos en cuenta algunos elementos en función de los cuales se suele determinar la existencia o no de clases sociales en un concreto contexto. Entre ellos están las relaciones que guardan diferentes sectores de una comunidad con respecto a los medios de producción; el lugar que ocupan en lo que toca a la organización del trabajo; el consiguiente beneficio que derivan de su trabajo y de la producción en general; los distintos rangos que, en una especie de estratificación, van ocupando esos sectores que, en diversas formas, participan en la producción: sus privilegios o carencias de los mismos; su participación en otros campos como los de la política, organización religiosa, arte, etcétera. Atendiendo a estos puntos de vista, pasamos a describir la situación que prevaleció en la sociedad azteca por lo menos durante el último siglo antes de la conquista española. En primer lugar haremos referencia a los macehualtin, "gente del pueblo", que continuaban integrados en sus correspondientes calpullis. Los macehualtin, en términos de producción, se ocupaban sobre todo en la agricultura y en tareas de índole artesanal. Correspondía a ellos trabajar las tierras que eran propiedad comunal de su calpulli y, otras veces, también las que pertenecían a los pipiltin, "los príncipes, los nobles", así como las del estado azteca, de la organización religiosa, y aquellas cuyos rendimientos se dedicaban a los gastos de guerra.

Desde luego era fundamental el papel de los macehualtin en el contexto de la organización del trabajo. A ellos de debía, en máximo grado, el abastecimiento de productos agrícolas que hacían posible el sustento de la población. Además, en su calidad de productores de muy variadas formas de artesanía -materiales para la construcción, cerámica, arte plumario, orfebrería, trabajos en piel, etcétera- satisfacían tanto requerimientos cotidianos y necesarios como otras urgencias de carácter suntuario o destinadas a fines religiosos o bélicos. Desde luego los macehualtin, individualmente y en su calidad de miembros de los calpullis, participaban en la riqueza obtenida, aunque en mucha menor proporción y de manera distinta, si se compara su situación con la del ya mencionado sector de los pipiltin. Los macehualtin no tenían propiedad de tierras en forma individual. Más aún, en los casos en que determinados calpullis poseían escasas tierras laborales o, por razón de su desarrollo demográfico, no podían ofrecer trabajo a sectores de sus miembros, había entonces macehualtin que realizaban tareas agrícolas en lugares que no pertenecían a su propia comunidad. Los que así laboraban se conocían con el nombre de mayeque, "los que tienen brazos", es decir una especie de braceros que prestaban servicios a otros. Mencionaremos también aquí a los tlatlacotin, peculiar forma de esclavos. Su venta no era de por vida, ya que ellos mismos u otra persona podía hacer su rescate.

Los hijos de los tlatlacotin no eran considerados esclavos. En realidad ni los mayeques ni los tlatlacotin constituían propiamente clases sociales diferentes de los macehualtin o gente del pueblo. Además de participar así en el contexto de la producción del estado azteca, los macehualtin integraban, de manera obligatoria, los ejércitos. Su educación la recibían en escuelas, en cada calpulli, las denominadas telpochcalli, "casas de jóvenes". Su preparación incluía, de modo especial, las técnicas del arte de la guerra. Distinta era, en cambio, la clase de los pipiltin o nobles. Estos podían ser propietarios de tierra en forma individual. Con frecuencia disponían del trabajo de mayeques, "braceros", y tlatlacotin, "esclavos". Había también pilpiltin beneficiados con la percepción de tributos. Sus hijos recibían una educación más esmerada y ejercían luego los más elevados cargos del gobierno. Sólo de entre ellos podía ser elegido el rey o tlatoani. Interesante resulta destacar el acercamiento que, por razones económicas, habían llegado a tener con los pipiltin los grupos, básicamente de macehualtin, que integraban los sectores de comerciantes. Nos referimos en particular a los pochtecas o mercaderes que habían obtenido una especie de código jurídico y económico que determinaba las funciones que les correspondía desempeñar. Los pochtecas tenían ritos y ceremonias religiosas exclusivas de ellos.

Poseían sus propios tribunales. Organizaban los diversos sistemas de intercambio comercial, en particular con gentes de regiones muy apartadas. Desempeñaban con frecuencia las funciones de embajadores, emisarios y espías. Llegó a ser tan grande la importancia social y económica de los pochtecas que a veces contaban más en la vida pública que muchos nobles o pipiltin. Podría decirse que con los pochtecas o mercaderes se repitió un fenómeno parecido al de la burguesía de industriales y comerciantes que tanta importancia tuvo en la historia de los países europeos. Los pochtecas, entre otras cosas, estaban libres de trabajos personales y podían poseer tierras en forma individual, cosa que los colocaba casi a la par con los miembros de la nobleza.

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