Sefardíes y ashkenazíes

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Judaísmo

Desarrollo


La prolongada Diáspora judía ha dado lugar a la división del pueblo hebreo en dos grandes segmentos o comunidades, la sefardí y la ashkenazí. Los primeros tienen su origen en la España medieval, donde surgen como una comunidad fuertemente arraigada y de importancia en determinados momentos históricos. Sus relaciones con las otras dos grandes culturas del momento -cristianos y musulmanes- se tienen en algunas épocas por pacíficas, siendo un paradigma de ello el Toledo medieval. Las huellas de la comunidad sefardí en España son numerosas. En el mismo Toledo se hallan la Sinagoga del Tránsito y la de Santa María la Blanca. Es notable la huella judía en las juderías de algunas poblaciones, como Córdoba o Hervás. En cuanto a los judíos que tuvieron su acomodo en el Al-Andalus musulmán es preciso decir que vivieron una especie de "edad dorada" entre los siglos X y XII. Se trata de una gran periodo de crecimiento intelectual favorecido por el clima de tolerancia instalado por los musulmanes, en el que florecieron las artes, las ciencias y el pensamiento. Destaca, en este sentido, la figura de Maimónides. Desgraciadamente, la intolerancia de los conquistadores almohades acabó por romper este estado de cosas, pasando a partir de ese momento a ser una comunidad perseguida. La coexistencia pacífica de judíos con cristianos y musulmanes, en cualquier caso, se vio siempre comprometida por su papel de mediador entre ambas culturas, jugando siempre un rol subordinado en lo político y lo religioso.

Expulsados los musulmanes de España, el proyecto de Estado-nación que propugnan los Reyes Católicos y su tendencia manifiesta hacia la uniformidad religiosa y cultural juegan en contra de los judíos tanto como lo había hecho de los musulmanes. En 1492 el decreto de expulsión afecta a todos aquellos que no aceptan convertirse, lo que obliga a muchos a abandonar sus hogares, estableciéndose en los Países Bajos, norte de África, Italia, el imperio otomano e incluso el Nuevo Mundo. El papel cultural jugado por los exiliados fue de primer orden, siendo un elemento clave en la transmisión de conocimientos árabes, importante influencia para el Renacimiento europeo. En cuanto a España, en adelante la "pureza de sangre" se convertirá en un elemento clave para las relaciones sociales, estableciendo una fuerte presión sobre los convertidos, lo que redundará en el paulatino olvido de los antecedentes hebreos. Además de la comunidad judía sefardí es preciso tener en cuenta a los ashkenazíes. Estos descienden de los judíos alemanes medievales, una comunidad fuerte y bien establecida a lo largo del Rhin. La Primera Cruzada (1096) asoló cruelmente a estas poblaciones que, una vez reconstituidas, se trasladaron hacia el este, teniendo a la ciudad de Vilnius como una nueva Jerusalén. Polonia y Rusia concentraban a las mayores poblaciones judías a comienzos del siglo XX, a pesar de las durísimas condiciones de vida que allí se desarrollaban.

La emigración masiva, especialmente a Estados Unidos, y el Holocausto fueron causa de que mermaran considerablemente estas poblaciones. Además de sefardíes y ashkenazíes existe un tercer gran grupo, que erróneamente se suele incluir en el de los primeros. Se trata las comunidades del este, Edotha-Mizrah, judíos cuyos antepasados quedaron en Oriente Medio. Muy heterogéneo, cada grupo posee sus propias tradiciones, historia y costumbres. Contingentes importantes fueron los de Babilonia y Yemen, especialmente el primero, durante cerca de un milenio el auténtico faro espiritual del mundo judío. A partir de 1948, con la creación del Estado de Israel, la mayoría de los integrantes de estas poblaciones emigraron al nuevo país. Finalmente, existen otras pequeñas comunidades de más difícil clasificación en función de su origen, como son los judíos de China, India o Etiopía.

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