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Datos principales


Desarrollo


El fin de siglo comporta también la aparición de un arte cosmopolita que triunfa esencialmente en París, pero también en otras capitales europeas como Roma, y también en América. Los Estados Unidos conocen la pintura de Ramón Casas a través de Charles Deering, y la Hispanic Society de Nueva York desarrolla un programa completo para el conocimiento y la divulgación de la pintura española, con el inicio de una colección. Sorolla será el artista más representado, al que incluso se le encarga la decoración de la biblioteca y una galería de retratos. Otro gran centro de consumo de arte español que no ha sido suficientemente reconocido, fue Buenos Aires, donde triunfan Anglada Camarasa y Ortíz Echagüe entre muchos otros. Estos artistas elaboran una pintura artificiosa que tiene sus orígenes en el decorativismo fin de siglo, pero con un desarrollo temático, en algunos casos, próximo al casticismo costumbrista, al servicio de una imagen de lo español grata al acaudalado coleccionista extranjero, y no muy alejada de la que popularizaba en España Julio Romero de Torres. El artista más representativo de esta tendencia es el catalán Hermen Anglada Camarasa (1871-1959), gran pintor colorista, que contrasta con el gran muralista Josep María Sert (1874-1945), seguidos por Xavier Gosé (1876-1915), otro catalán que triunfa en París como refinado dibujante de escenas galantes. Anglada Camarasa fija su residencia en París en 1898, pero no pierde el contacto con los artistas catalanes que mantenían una linea de vanguardia, los que se reunían en "Els Quatre Gats".

En el París del fin de siglo se especializa en temas de la noche o de la vida frívola con un tratamiento lumínico muy peculiar y un gran decorativismo, que lo convierten en uno de los artistas más significativos del Art Nouveau y su pintura se expone en las principales ciudades europeas y americanas. Poco a poco modifica la temática de su pintura: las escenas de París dejan paso a tipos castizos españoles, valencianos especialmente, tratados con gran dominio del color, y con exuberancia y exotismo. Instalado en Pollensa (Mallorca), los últimos años de vida, sin perder el sentido decorativo y colorista que le caracteriza, se centrarán en la temática de paisaje. Un artista más difícil de clasificar es Josep María Sert, que se especializa en la pintura mural y elabora un lenguaje que quiere situarse en la línea de las grandes obras del setecientos por su composición, pero en las que renuncia explícitamente al color, si no es como contrapunto a su pintura monocroma. Realiza grandes composiciones murales en residencias particulares; y por encargo de Torras y Bages desarrolla un extenso programa mural en la catedral de Vic. Su sistema pictórico fue asimilado con facilidad por la clientela modernista, como lo demuestra el hecho de trabajar para la casa Art Nouveau de Bing en París, lo que no evitó que, pocos años más tarde, Eugenio D'Ors lo clasificara de noucentista. Ignacio de Zuloaga, por su parte, no está exento de este reconocimiento internacional.

Los años anteriores a la primera guerra mundial comparte su tiempo esencialmente entre Segovia y París, donde expone regularmente, así como en la Hispanic Society de Nueva York. Es un artista que se ha alejado de la España negra y se ha convertido en un cotizado retratista, género en el que logró un gran dominio psicológico de los personajes, y cuyo mejor exponente es el retrato de la condesa Mathieu de Noailles (1914) del Museo de Bilbao, y que alterna con temas costumbristas que realiza preferentemente en su estudio toledano. Entre los pintores de temas épicos se puede destacar el santanderino Rogelio de Egusquiza, pintor de temas wagnerianos, y el tema costumbrista lo populariza Antonio Ortiz Echagüe (1883-1942), un artista que vive en Roma, Cerdeña, Holanda, París o Estados Unidos y que triunfa en Buenos Aires. Si el denominador común de la mayoría de estos artistas cosmopolitas es el de difundir fuera de nuestras fronteras la temática casticista española, la producción del magnífico artista grancanario Néstor Martín Fernández (1887-1949), ya en el limite de la época que nos ocupa se sitúa en el polo opuesto, en su faceta como pintor; de sus trabajos de figurinista, por el contrario, y de sus esfuerzos por definir una estética popular para el pueblo canario, podemos deducir un interés por los temas regionalistas. El Néstor pintor se mueve dentro de un simbolismo más elaborado, un simbolismo que quiere definir los orígenes y los limites de la Naturaleza.

Se forma entre Madrid y Barcelona, donde conoce los artistas simbolistas y en particular el prerrafaelismo inglés y, entre 1904 y 1907, viaja por Inglaterra, Francia y Bélgica. En 1908 pinta Epitalamio o las bodas del príncipe Néstor, la primera de sus obras en que se patentiza su peculiar interpretación del simbolismo europeo, una obra ambigua que roza los planteamientos decadentistas. Su proyecto más ambicioso debía ser un conjunto de grandes lienzos agrupados bajo el epígrafe de Poema de los Elementos, una interpretación mítica de la Naturaleza en la que el pintor profundiza en la búsqueda de las fuerzas primigenias. Constaba de cuatro series dividida cada una de ellas en dos conjuntos de cuatro obras. La primera de ellas, el Poema del mar o Poema del Atlántico (1913-1938) -dividido en Las horas y Los aspectos- recupera el mito del Atlántico, le siguió, aunque quedó inacabado, el Poema de la Tierra; el conjunto debía completarse con el Poema de las aves (del aire) y con el Poema del fuego, que debía constar de una sola obra. Néstor es un artista inquietante, que completa el panorama del simbolismo español.

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