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Datos principales


Rango

Siglo de Oro

Desarrollo


Definidas las múltiples intenciones con las que los autores abordan los diversos géneros literarios, ¿qué podemos decir acerca de la identidad de estos autores? La fuente que registra los escritores españoles en los siglos XVI y XVII es la Biblioteca Hispana Nova de Nicolás Antonio (1617-1684), que abarca toda la producción literaria hispano-portuguesa de 1500 a 1684. La obra se editó en primera edición en 1696 y se reeditó en 1783-8 con unos índices valiosísimos. La obra de Nicolás Antonio ha sido explorada por diversos historiadores, aunque de manera parcial. J. M. López Piñero la utilizó para su labor de identificación de los cultivadores de la ciencia en España. Para el siglo XVI López Piñero reunió datos sobre 572 biografías de científicos que en su mayor parte publicaron al menos una obra impresa (366). El 32,87 por ciento de estos científicos fueron médicos y cirujanos, a los que siguen los clérigos (18,70%), profesores minoritarios de artes (6,29%), marinos (5,59%), militares (4,02%) y cosmógrafos (3,67%). De todos estos científicos, López Piñero registra que un total de 490 tienen residencia en 490 localidades distintas, entre las que sobresalen Sevilla, Valencia, Madrid, Salamanca, Zaragoza, Alcalá, Toledo, Barcelona y Valladolid. Los lugares donde se publicaron las primeras ediciones de obras científicas en España fueron Sevilla, Madrid, Alcalá, Salamanca, Valencia, Zaragoza, Barcelona, Valladolid y Toledo.

La coincidencia de unas y otras ciudades (residencia y publicación) es patente aunque el orden de prioridad no sea el mismo. López Piñero ha averiguado, asimismo, la condición social de los cultivadores de ciencia, recopilando información respecto a un total de 486 personas. De ellas, 10 son nobles con título, 63 caballeros o hidalgos (en conjunto, un 15,02% de nobles, por tanto), 107 clérigos (22,02%) de los cuales son 63 del clero secular y 44 del regular, 306 del estado llano (63%). J. Caro Baroja manejó la obra de Nicolás Antonio para el conocimiento de la temática de lo publicado a lo largo del siglo XVI y XVII. Los índices de la obra de Nicolás Antonio recogen, efectivamente, un total de 23 secciones de materias, las doce primeras de las cuales son de carácter religioso, seguidas de obras filosóficas, médicas, jurídico-políticas, políticas, matemáticas, traducciones, humanidades, historia, poesía, varios y fábulas en prosa. El dominio de la materia religiosa en el total de la producción literaria es evidente. La distribución geográfica de los escritores pone de relieve el extraordinario peso específico de las Castillas con Portugal y Andalucía, sin duda por la relevancia como focos culturales de ciudades como Madrid, Toledo, Valladolid, Sevilla, Granada, Córdoba y Lisboa. En un segundo nivel estaría la Corona de Aragón y en el último lugar la periferia cantábrica y la insular.

Urbanización y producción de escritores parecen conceptos muy relacionados. Respecto a la identidad socioprofesional, Nicolás Antonio aporta información de 3918 personas, entre las que es bien patente la importancia del clero, con un total de 3407 personas. El predominio del clero regular es evidente, con los franciscanos y los jesuitas encabezando el escalafón cultural. Sólo figuran 46 nobles como autores, aunque a esta cifra habría que añadir los que anota Nicolás Antonio como gobernadores o virreyes (18) o consejeros regios (187). Fuera de este status merecen mención los 54 cosmógrafos reales y los 30 médicos que figuran entre los escritores. Conocemos, en cambio, bastante mejor la sociología de los artistas del Siglo de Oro a través de los trabajos de Jonathan Brown y J.J. Martín González. De ellos, es bien patente su condición de artesanos perfectamente instalados en un rígido sistema gremial, que poco a poco se fue rompiendo por la propia dinámica exterior de los artistas, con viajes a Italia (desde Ribera a Velázquez pasando por Berruguete o El Greco). Gente culta como Velázquez, Berruguete, Cano o Herrera contrastan con el ínfimo nivel cultural de la mayoría de los artistas. Pero si la cultura sabia nos plantea problemas, ¿qué decir de la cultura popular?

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