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Datos principales


Rango

Hispania Bajo Imperio

Desarrollo


El vicario, principal responsable civil de la diócesis, era nombrado por el emperador y disponía de un complejo de cargos jerarquizados y especializados en diversas funciones, si bien la principal era la percepción y el traslado de los impuestos, además de la de juez de apelación. Los gobernadores, praesides y cónsules, vigilaban la recaudación de impuestos, tenían funciones judiciales y cuidaban del funcionamiento de las obras públicas, postas, etc. En época de Constantino se creó un nuevo cargo, el de Comes Hispaniarum que, en ocasiones específicas, colaboraba con el vicario y con un rango semejante. Pero en el año 340 estos comites desaparecieron. Las cuestiones económicas eran asunto del rationalis summarum Hispaniae, ayudado por un rationalis rei privatae quienes, además de cuestiones administrativas diversas, cuidaban principalmente del patrimonio de la corona en el ámbito de la diócesis. A estos cargos habría que añadir los que dependían de las oficinas palatinas aunque estaban destacados en las distintas diócesis: el Comes sacrorum largitionum, del que dependían los rationales, con funciones económicas o los agentes in rebus, que eran la policía secreta o, en otras palabras, los espías del emperador. Uno de los espías más conocidos y aborrecidos fue el español Paulus Catena (Cadena), sobrenombre por él que era conocido y que debía tener relación con su tendencia a encadenar a cualquier sospechoso. Amiano Marcelino nos hace un espeluznante relato de este espía del emperador Constancio: ".

..Impenetrable bajo su rostro imberbe, con un olfato extraordinario para encontrar los medios secretos de hundir a cualquiera... Era un maestro en el arte de embrollar los asuntos... Cometidos sus crímenes y manchado de sangre, volvía junto al emperador llevando un montón de cautivos encadenados, hundidos en la miseria y la aflicción..." (Amm. XIV, 5, 6-9). En su relato Amiano se indigna al considerar los medios de presión puestos a disposición de Pablo Cadena, tan considerables que le permitieron detener al vicario de Bretaña que, afortunadamente, pudo escapar a la venganza y las torturas de Pablo suicidándose. Posiblemente en otros tiempos, estos agentes in rebus no tuvieran tanto poder. El reinado de Constancio fue particularmente propicio para sembrar de espías todas las provincias. Su temor a cualquier usurpación o complot contra él era, en cierto modo, paranoico. En cualquier caso, el espía español debió destacar por su eficiencia en tan innoble labor. Gran parte de su trabajo debió consistir en vigilar la actividad del césar Juliano así que éste, en cuanto llegó a Augusto, lo hizo condenar a muerte por el tribunal de Calcedonia y fue quemado vivo, lo que sus contemporáneos -al decir de Amiano Marcelino- consideraron un justo castigo a tan infame verdugo. La burocracia bajoimperial era enorme. Cada uno de los altos cargos tenía a sus órdenes un elevado número de ayudantes. En el caso de los vicarios, que no tenían precisamente demasiadas funciones, había unos trescientos subalternos a su cargo. McMullen calcula que en el siglo IV el número de personas dedicadas a la administración en todo el Imperio era de unas 16.000. Una de las características de la nueva administración bajoimperial fue la estricta separación entre los funcionarios civiles y los militares. Separación ya iniciada por Diocleciano, pero tajantemente impuesta por Constantino. El ejército no debía ni podía ocuparse de los asuntos de gobierno y los administradores, a su vez, estaban incapacitados para asumir el mando de las tropas.

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