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Datos principales


Rango

Hiroshima L3

Desarrollo


Desde que en la madrugada del 7 de diciembre de 1941, la flota japonesa descargase su golpe de Pearl Harbor (1), Tokio contaba sus acciones por victorias. Su poder se extendía arrollador, como la marea de lava de un inmenso volcán. La clave de la victoria era la fuerza móvil de portaaviones, mandada por el almirante Nagumo, que en cuatro meses había arrasado cuanto se opuso a sus buques y aviones: Pearl Harbor, Rabaul, Wake, Ambon, Darwin, Java, Ceilán... Había hundido cinco acorazados, un portaaviones, dos cruceros, siete destructores y dañado o destruido otros barcos y numerosas instalaciones aliadas sin que ninguno de sus buques sufriera daños por acción enemiga (2). Japón destruía la flota norteamericana del Pacífico (excepto sus portaaviones), la flota británica del Extremo Oriente y las fuerzas ligeras holandesas. Se apoderaba de 200.000 toneladas de barcos mercantes, capturaba 300.000 prisioneros y conquistaba un espacio colonial de casi cinco millones de kilómetros cuadrados con abundantes materias primas. Habían alcanzado la frontera de la India a través de Birmania, ocupaban Malasia y la gran base británica de Singapur, rendían a los norteamericanos en las Filipinas, conquistaban las Indias Orientales Holandesas y se esparcían por el Pacífico hasta amenazar Australia. Esta carrera de éxitos fue la más grande improvisación de la guerra. Se obtuvo con fuerzas pequeñas, casi siempre inferiores a las de sus adversarios, ya que el grueso del ejército japonés combatía en China o se hallaba acantonado en Manchuria.

Ganaron por tener mayor velocidad y experiencia. Y también por su supremacía naval, por efímera que fuese (3). Tan increíble cadena de victorias en esos cuatro meses había costado al Japón 15.000 hombres, 380 aviones y cuatro destructores. La borrachera del éxito trastocó los planes iniciales e hizo soñar a Tokio con empresas más ambiciosas: conquistar Australia y las islas Hawai a fin de que los norteamericanos no las empleasen como trampolín para atacar Japón. El 8 de mayo de 1942 concluía la batalla del mar del Coral, la primera en la historia disputada por dos flotas sin verse. Batalla que, cerrada en tablas a efectos de pérdidas, supuso estratégicamente una derrota para Japón que suspendió sus planes de expansión hacia el sur. El revés no era grave para Tokio, pero constituía el primer síntoma de que su ímpetu originado se agotaba y de que el vapuleado enemigo no estaba todavía fuera de combate.

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