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La posición de Italia en la Segunda Guerra Mundial fue anómala. La invasión de los aliados en Sicilia -10 de julio de 1943- supuso la muerte definitiva del fascismo. El rey Víctor Manuel III ordenó que Mussolini fuera desposeído de toda autoridad y encargó la formación de un Gobierno provisional al mariscal Pietro Badoglio. Con este paso, el rey pretendía demostrar su disociación del régimen anterior y la hostilidad de gran parte del pueblo italiano al fascismo. El Gobierno de Badoglio, formado por militares y técnicos, negoció con los aliados el armisticio de Cassibilia, que se firmó el 3 de septiembre. Este armisticio suponía la rendición incondicional y el establecimiento de una Administración aliada. La consecuencia de este armisticio fue una enorme confusión. Las unidades italianas, que se encontraban combatiendo en el propio territorio, o en Francia, o en los Balcanes, no supieron, en los primeros momentos, qué postura adoptar. El país quedó partido en dos por la línea del frente: en el sur, dominado por los aliados, las tropas de Badoglio siguieron la lucha, pero ahora en contra de los alemanes, pues el mariscal había declarado oficialmente la guerra al III Reich; en el norte, ocupado por los germanos, después del rescate de Mussolini por los paracaidistas de Otto Skorzeny, se reconstruyó el Partido Fascista, pero con la nueva denominación de Republicano Fascista, y se creó la República Social Italiana, como aliado de Berlín.

La caída del fascismo permitió la aparición de todos los grupos políticos que habían sido hostiles a Mussolini. Así surgieron la Democracia Cristiana (DC), formada por distintos sectores de orientación católica; el Partido Socialista de Unidad Proletaria (PSIUP), como resultante de la integración del Partido Socialista Italiano (PSI) y el Movimiento de Unidad Proletaria, fundado por Lelio Basso en enero de 1943, y el Partido Comunista italiano (PCI). A estos tres partidos se unieron otras fracciones minoritarias, como los liberales, los republicanos, los laboristas..., para crear un Comité de Liberación Nacional, que inmediatamente animó a la lucha contra el nazismo-fascismo e hizo nacer la resistencia. Los partidos del Comité de Liberación Nacional (CLN) se integraron en la Administración de Badoglio y, animados por el secretario del PCI, Palmiro Togliatti, cooperaron a la formación de un Gobierno de coalición cuando Roma fue liberada, el 5 de junio de 1944. Este Gobierno fue dirigido por Ivanhoe Bonomi, socialista moderado que se convertía, así, en el último jefe de Gobierno antes de la llegada de Mussolini y el primero después de la caída del Duce. El Gobierno Bonomi, que pudo formar -incluso- una Asamblea constituyente, se vio coartado por la presión de la Administración aliada y por las disensiones que, entre los propios italianos, creaba la persecución de las antiguas responsabilidades fascistas.

Después de la completa liberación de Italia, en 1945, Bonomi cedió su puesto a Ferruccio Parri, una solución de compromiso entre la oposición del socialista Pietro Nenni y el demócrata cristiano Alcide De Gasperi. En ese momento afloraron a la superficie todos los problemas del país; la lucha política por el poder, la miseria como secuela obligada de la guerra, la desconfianza hacia quienes habían participado en el régimen fascista, la repulsa por la forma en que se había dado muerte a Mussolini, las tensiones habituales entre el norte industrializado y el sur agrícola. La política económica fue la excusa para que liberales y demócratas cristianos abandonaran el Gobierno, que no pudo llegar a las Navidades de 1945. El hombre solución sería Alcide De Gasperi, quien a sus talentos naturales unió el importantísimo apoyo de los aliados. De Gasperi, que llenó toda una época de la política italiana de la posguerra y que dio una cierta firmeza a la acción de la DC, hizo posible la doble consulta electoral del 2 de junio de 1946. En esa jornada los italianos acudieron a las urnas: 1) Para determinar el régimen institucional en el que habrían de vivir, Monarquía o República. La respuesta fue contundente: el 54,3 por 100 de la población se pronunció en favor de la República. La huida de Roma de Víctor Manuel por la ocupación de los alemanes había sido un factor positivo para esta decisión popular, no compensado por la abdicación del rey en su hijo, Humberto II, que aparecía como una incógnita.

2) Para elegir una Asamblea Constituyente. Los votos dieron la victoria a la DC, con un 35,2 por 100, seguida de los socialistas, que sumaron el 20,7. Los comunistas del PCI se situaron en tercera posición con el 18,9 por 100, lo que suponía un gran avance. Los liberales, con el 6,8 por 100, aumentaban algo su presencia anterior al fascismo. Los grandes derrotados fueron el Partido de Acción, los monárquicos y los republicanos. Quizá la nota sorpresa fue la del partido denominado Uomo Qualunque (UQ) -el hombre cualquiera-, que sumó el 5,3 por 100 de los votos y que agrupaba a todos los descontentos de la derecha. En realidad, los poderes de la Asamblea eran bien reducidos: elaborar la Constitución y ratificar los tratados de paz. Y, aunque se enunciaban en ese orden, bien pronto se vio que se situaban en el inverso. No era posible redactar una Constitución sin conocer los contenidos del tratado de paz. De hecho, éste se firmó el 10 de febrero de 1947 y la Constitución no pudo ser aprobada hasta el 22 de diciembre del mismo año.

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