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China3

Desarrollo


La porcelana Qing fue conocida en Occidente a través de las piezas realizadas por encargo, denominadas bajo el término genérico de Compañía de Indias. Este concepto engloba a todas aquellas piezas realizadas en China, a partir del siglo XVII, por encargo de europeos y americanos, teniendo como pautas decorativas tanto motivos europeos como chinos. Denominar a estas piezas Porcelanas de Exportación no es exacto, ya que se deberían entonces englobar no sólo aquellas piezas destinadas a las cortes y la burguesía occidentales, sino también a la tradición de exportación de porcelana que China mantuvo durante siglos con los países más próximos, tales como Japón, Indonesia, Tailandia, Filipinas, etc. La porcelana china era ya conocida en Europa, como lo demuestran los inventarios del Duque de Normandía (1363), Jean de Berry (1416) y Lorenzo de Medici (1487). Sin embargo, hasta el siglo XVI este conocimiento fue muy escaso, puesto que no existía comercio directo entre China y Europa. Fueron los portugueses los primeros en conocer las cualidades del material, desconocido hasta entonces en Europa, y los que iniciaron el comercio directo no sólo de porcelana, sino también de sedas y otros artículos anhelados en la metrópoli. Los contactos en los puertos chinos fueron difíciles en sus comienzos, hasta que en 1553 el emperador autorizó a los portugueses a residir en Macao. Las características de la porcelana hicieron sucumbir a comerciantes y cronistas por su brillo y material aún desconocido.

En el "Tratado da China e de Ormuz", Frei Gaspar de la Cruz, misionero en China de 1548 a 1569, describe de la siguiente manera las piezas de porcelana: "... e porque ha muitas opinioes entre os portugueses que nam entraran na China sobre onde se faz ha porcelana e acerca o material de que se faz, diziendo hus que de cascas de ostras, outros que de esterco de muito tempo pordre...". Fueron precisamente los portugueses quienes bautizaron a esta nueva pasta con el nombre de porcella, por pensar que procedía de las conchas de diferentes moluscos. Son los portugueses quienes comenzaron a encargar piezas en Azul y Blanco con los escudos de su rey Don Manuel I (1469-1512) o con su divisa de reinado "In coelo Spero", manteniendo las formas de la porcelana china de la dinastía Ming; también de estos primeros contactos son las botellas llamadas de Jorge Alvarés (Walters Art Gallery, Baltimore; Victoria & AIbert Museum, Londres y Museo del Palacio Chihil Sutun, en Ispahan), todas ellas con marcas en su base. En este primer período de demanda de piezas de encargo encontramos, junto a las destinadas al mercado portugués, las llamadas kraak o carracas, que marcan el declive del dominio portugués y el inicio de Holanda como potencia marítima. Estas piezas deben su nombre a los galeones portugueses que las transportaban durante el siglo XVI; sin embargo, el término cerámico no apareció hasta principios del siglo XVII, cuando los holandeses capturaron un galeón portugués cargado de piezas Azul y Blanco, refiriéndose a ellas como kraak.

La pasta de éstas, aunque no de calidad imperial, es relativamente buena, fina y ligera, confundiéndose en algunos casos con la porcelana de transición. En sus formas conviven cuencos y platos, con jarrones y jarras, porrones y aguamaniles; en general todas presentan una base estrecha con anillo circular y marcas de vibraciones producidas por la colocación descentrada de la pieza en el torno o por un corte irregular de la base a cuchillo. Su decoración se distribuía en toda la pieza en cartuchos que compartimentaban la superficie, utilizando unas orillas chinas, a base de roleos y retículas vegetales salpicadas de insectos y rellenos de pequeños puntos. Estas piezas, denominadas kraak, siguieron fabricándose a lo largo del siglo XVII, sufriendo las modificaciones decorativas de la moda del momento. Durante los siglos XVI y XVII, la porcelana de encargo destinada a los barcos europeos mantenía el mismo volumen que aquella enviada a los países asiáticos. A partir del siglo XVIII y coincidiendo con el reinado del emperador Qianlong, el volumen de porcelanas chinas encargadas en Europa, a través de las Compañías de Indias se incrementó notablemente, de tal manera que supuso una de las fuentes de ingresos más importantes para la economía china. Todos los países europeos participaron de este comercio; Portugal, como hemos señalado, marcó la pauta, siendo arrebatado su monopolio comercial por Holanda y más tarde por Inglaterra, Francia, Suecia, Dinamarca, a medida que fueron consiguiendo una mayor libertad de comercio y tránsito en China.

España, a pesar de su privilegiada presencia en Filipinas, no supo aprovechar este lucrativo comercio, centrando sus energías en el Nuevo Mundo. El Galeón de Manila, antes de arribar a los puertos españoles, cruzaba el Pacífico, anclaba en México, donde aprovechaba las ferias, y se transformaba en la Nao de Acapulco para llegar finalmente a Cádiz. Esta situación, que explica la escasez de piezas de encargo en España, se mantuvo hasta el año 1785, cuando las naves optaron por la ruta directa a través del cabo de Buena Esperanza. A pesar de ello, la corte española contó con sus característicos juegos de mesa de porcelana china, decorados con temas heráldicos, como en el caso de Felipe II y, más tarde, de Felipe V. Estas primeras piezas, por lo general, mantuvieron las formas chinas, adoptando exclusivamente motivos decorativos occidentales. Estos se copiaban en China, siguiendo los grabados o dibujos enviados que no siempre fueron interpretados fidedignamente. En el siglo XVIII, y tras la moda impuesta en Europa de los objetos orientales, se demandaron todo tipo de formas, combinando diseños europeos con otros propiamente chinos. Servicios de mesa, de tocador, de medicina, tabaco e incluso muebles adornaban las casas de familias ilustres. La variedad y combinaciones de formas y decoraciones no conoció ningún límite, por lo que su enumeración no aportaría ningún dato relevante. Sí conviene señalar que la calidad de toda la producción de encargo no fue uniforme.

Siguiendo los criterios utilizados para valorar la porcelana de las dinastías Ming y Qing, se observa cómo los diferentes reinados mantuvieron criterios de calidad dispares y cómo incluso se separan, cualitativamente, los tipos de porcelana atendiendo a su destinatario. De ahí que no sea extraño observar, en las piezas de encargo, objetos de gran calidad junto con aquellos realizados industrialmente y por tanto inferiores. Esta realidad innegable conduce a analizar esta producción más desde el punto de vista decorativo que de la calidad de las piezas. Entre los diseños ornamentales más frecuentes de la porcelana de encargo destacan los siguientes: heráldicos, costumbristas, navales, religiosos, florales, históricos, conmemorativos, etc. De todos ellos, los heráldicos fueron los más antiguos y ajenos al mundo chino. Casas reales, aristócratas y burgueses gustaron de poseer juegos de mesa, te y café con su emblema heráldico, que permitía pocas innovaciones decorativas, excepto en la orla de las piezas. Lentamente, la temática costumbrista fue ocupando toda la superficie de los objetos, diferenciando, en el caso de los juegos de mesa, los bordes de la superficie de los platos. Muchas de estas piezas, y en especial aquellas realizadas durante los siglos XVIII y XIX, fueron realizadas en Jingdezhen y decoradas en Cantón, ya que la demanda era tal, que se creó en esta ciudad portuaria una industria, en torno a pequeños talleres, dedicada exclusivamente a la decoración, recibiendo el nombre de piezas de Cantón. Otras, y atendiendo siempre a motivos decorativos, recibieron el nombre del puerto japonés de Imari, donde se realizaban piezas de porcelana decoradas en azul bajo cubierta, combinadas con rojo de cobre y oro. Estas piezas Imari, tanto las realizadas en Japón como en China, fueron muy apreciadas en Holanda.

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