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Barroco14

Desarrollo


Tanto la pintura española del XVII como la italiana se disputan a este gran pintor, ambas con razón a juzgar por los datos de su biografía y las circunstancias y cualidades de su trayectoria artística.José de Ribera nació en Játiva (Valencia) en 1591, y siendo aún muy joven se trasladó a Italia donde, después de residir en distintas ciudades, se instaló en Nápoles hacia 1616, ciudad en la que vivió hasta su muerte en 1652. Aunque su primer aprendizaje debió de hacerlo en Valencia, quizás en círculos cercanos a Ribalta o con este maestro, sin embargo, su formación definitiva depende del mundo italiano. Antes de establecerse en Nápoles estuvo en Roma, donde conoció la obra de Caravaggio, pasó por Bolonia, importante foco clasicista, y también por Parma, donde pudo admirar los trabajos de Correggio. De estos contactos dan testimonio el interés por la realidad concreta y las equilibradas y ordenadas composiciones que caracterizan su estilo, que alcanzó su completa definición tras su llegada a Nápoles, donde se encontró de nuevo con el arte de Caravaggio. De él aprendió el naturalismo tenebrista que impera en su pintura, pero asumiéndole no como una meta sino como un punto de partida, como un camino abierto en el que se adentró para hacer un recorrido personal, enriquecido por el influjo de otros maestros italianos y por su propio temperamento artístico. El rigor y la claridad compositiva de los clasicistas, el colorido veneciano y la inspiración de la estatuaria clásica, son algunos de los factores no caravaggescos que intervinieron en la configuración de su complejo arte, del que también es parte fundamental su propia sensibilidad, de indiscutible origen español, que le permitió llegar a soluciones absolutamente personales.

Todo lo que se acaba de exponer justifica la calificación de doble ciudadanía artística que diversos especialistas otorgan a Ribera. Se formó y pintó en Italia, pero las raíces de su arte y el territorio y los más importantes clientes para los que trabajó fueron españoles. En Nápoles creó una escuela que prolongó su estilo hasta la aparición de Lucas Jordan, pero sus obras, que llegaron a España en gran número desde fechas muy tempranas, contribuyeron a definir las cualidades del naturalismo tenebrista hispano, ejerciendo además una notable influencia en pintores tan significativos como Zurbarán, Alonso Cano e incluso el joven Murillo. Por consiguiente, debe de aceptarse que sus dos ciudadanías son parte esencial de su vida y de su arte, y ninguna de ellas puede ser excluida sin alterar el significado y la valoración de su trayectoria pictórica.En su estilo la nota predominante es el interés por la realidad, constante en toda su obra, que él interpreta con serena dignidad haciendo prevalecer en sus concretos modelos la nobleza de su condición humana. Con una pincelada pastosa aviva la superficie de sus lienzos, plasmando detalles y calidades sobre los que siempre prevalece la elegante monumentalidad de sus figuras. Otro componente importante de su pintura es el tenebrismo, aunque carece del protagonismo que generalmente se le otorga, porque Ribera sólo empleó los violentos contrastes de luces y sombras en la primera etapa de su producción, evolucionando desde los años treinta a una pintura de gran riqueza cromática y fondos claros por influencia de los maestros venecianos y del clasicismo, principalmente a través de los trabajos que Guido Reni, Domenichino y Lanfranco llevaron a cabo en Nápoles.

Sin embargo, el escaso conocimiento de su arte por parte de ciertos medios divulgativos ha propiciado que aún se mantenga en algunos ambientes la leyenda de pintor cruel, sanguinario y truculento que el Romanticismo forjó de él. Cuando Théophile Gautier habló de sus carnes lívidas emergentes de las tinieblas, de la perversidad del color negro valenciano, de su gusto por la sangre, y de su triste amor a lo feo demuestra dos cosas: que no conocía a Ribera y que no sabía nada de arte barroco. Como pintor de esta etapa, Ribera efectivamente realizó algunos martirios, que él representa con gran intensidad expresiva siguiendo las indicaciones de sus comitentes religiosos, que deseaban incrementar el fervor popular de acuerdo con la doctrina trentina. Pero él no eligió estos temas ni pintar, por ejemplo, La barbuda de los Abruzzos (1631, Hospital Tavera, Toledo). Sólo fueron obras de encargo, a las que él aportó su capacidad para lograr el máximo realismo y sus extraordinarias dotes pictóricas, las mismas que empleó al representar la Santa Inés del Museo de Dresde (1641) y la Magdalena del Museo del Prado (h.1644-1647), en las que demuestra que la poesía y la belleza también atrajeron a sus pinceles.Esta errónea consideración de su pintura está siendo superada por la crítica y los estudios recientes, que le reconocen como uno de los grandes pintores europeos del XVII. Ya en su época alcanzó gran éxito y prestigio, destacando entre sus clientes las principales instituciones religiosas de Nápoles y los virreyes españoles, en especial el duque de Alcalá y el conde de Monterrey, para los que realizó algunas de sus obras más significativas. Su trabajo gozó también de amplia repercusión en distintas escuelas europeas, merced a su faceta de grabador, técnica que dominó desde su juventud y que le permitió ejercer una importante influencia tanto entre sus contemporáneos como en artistas posteriores.

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