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El ataque soviético lanzado sobre el istmo de Carelia en la primavera de 1944 fue la operación que decidió la penetración del Ejército Rojo en Finlandia y el abandono por parte de ésta de la alianza militar que la unía con el ya declinante Reich. A partir de las primeras semanas de aquel año el cerco establecido en torno a Leningrado había sido levantado casi por completo y los soviéticos habían recuperado la iniciativa en la zona, Así, el día 24 de junio de 1944, el Ejército Rojo ocupaba la ciudad clave de Viipuri, el antiguo puerto hanseático de Viborg. Ello abría el camino para la extensa llanura finlandesa plagada de lagos y espacios pantanosos. Pero el Ejército finés seguía dando muestras de su valor, que cuatro años antes había sido capaz de contener durante meses a una fuerza superior en número y equipamiento. Ello hizo que los combates adquiriesen elevados grados de violencia en los primeros días del mes de agosto, hasta que el 10 el frente se estabilizó de nuevo. Finlandia mantenía con el Reich un tratado militar según el cual ninguna de las dos partes interesadas podía decidir la paz con el enemigo común sin contar con el acuerdo expreso de la otra. Pero la situación era ahora muy arriesgada, pues el Gobierno finlandés temía además la posibilidad de un desembarco soviético realizado en alguna de sus zonas más sensibles. Por tanto, se veía obligado a actuar sobre dos planos contrarios. Por una parte, debía enfrentarse al peligro de una reacción alemana en caso de abandono del pacto firmado.

Por otra, se mostraba imprescindible llegar a un acuerdo con la Unión Soviética, pues se veía que este país iba a determinar el inmediato futuro de Finlandia. Jugando la baza de los hechos consumados, aun contando con el riesgo que implicaba esta situación, Helsinki decidió que el acuerdo con la URSS era prioritario a costa del pacto con Berlín. Para facilitar esta difícil operación de consecuencias imprevisibles el Jefe de Gobierno, Ryti, hasta entonces el más decidido partidario de la alianza con Hitler, dimitió de su puesto de forma inmediata, y según el plan de urgencia elaborado por militares y políticos, el Parlamento decidió la entrega de los máximos poderes del Estado al mariscal Mannerheim. Este tenía una ideología personal más próxima al nazismo que al comunismo, como había puesto de manifiesto en la represión de toda actividad de izquierda en su país, pero ahora su prestigio personal debía servir para facilitar el tránsito hacia el abandono de la lucha. Así, el día 17 de agosto de 1944, el ya mítico militar informaba al general alemán Von Keitel de la anulación unilateral de tratado que ataba a su país a los destinos bélicos de Alemania. Una semana después, el embajador finlandés en Estocolmo entregaba a la célebre Alejandra Kollontay, representante de la URSS en la capital sueca, una nota en la que se solicitaba a Moscú el armisticio en la lucha. Stalin impuso entonces una serie de condiciones para alcanzar el acuerdo, pero finalmente el día 4 de septiembre se alcanzó el alto el fuego.

El paso clave para lograr la paz en la zona estaba de está manera dado. Diez días más tarde, una delegación finesa llegó al Kremlin, y el 19 de septiembre era firmado el armisticio entre los dos beligerantes. De entre las condiciones impuestas por el vencedor destacaban las siguientes: pago en ocho años de trescientos millones de dólares en mercancías como reparación por los daños causados; entrega del territorio de Petsamo y arrendamiento de la base naval de Porkkala, próxima a Helsinki. Esta pérdida territorial suponía para Finlandia la privación de su salida al Océano Glacial Artico, así como de inmensos recursos de madera y de fuentes de energía eléctrica. Comenzó entonces el masivo éxodo de los habitantes afectados, que de forma prácticamente absoluta abandonaron sus lugares de origen huyendo de la imposición de las formas soviéticas sobre los mismos. Por su parte, los alemanes marcharon hacia el norte para abandonar el país por mar, tras haber procedido al incendio de pueblos y ciudades en su marcha. Perseguidos por los soviéticos, embarcaron en la costa de Noruega, país del cual el Ejército Rojo llegó a liberar algunas comarcas septentrionales. Mientras, Finlandia hacia entrega a la Unión Soviética tanto de los prisioneros alemanes capturados como de los bienes que hasta entonces había recibido del Reich y de sus aliados. De esta forma el país salía de la guerra y entraba en una especial situación de neutralidad impuesta por la URSS, principal interesada en el mantenimiento de la misma. Finlandia, organizada económica, social y políticamente al modo occidental y democrático, otorgaría a partir de entonces un tratamiento preferencial al poderoso vecino, condición imprescindible para la conservación de su independencia nacional.

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