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Kursk campaña

Desarrollo


El 12 de julio de 1943, con los alemanes de Model tratando de perforar sus líneas, el mariscal Rokossovsky lanzaba esta orden del día: "Las tropas del frente central, que han opuesto al enemigo una mortal muralla de acero, de solidez y de tenacidad rusa, le han contenido durante ocho días de encarnizados combates sin pausa y han detenido su impulso. La primera fase de la batalla ha concluido". Efectivamente, aquello sólo acababa de empezar. Los ejércitos alemanes habían dispuesto de la iniciativa durante 8 días, ahora les tocaba jugar a las tropas soviéticas, que mantendrán una ofensiva generalizada a lo largo de un frente de 1.500 kilómetros durante 126 días, casi sin una sola hora de interrupción. En ese tiempo los alemanes debieron evacuar todo lo que del Cáucaso les quedaba y retirarse a las líneas del Dvina-Dniéper, que fueron perforadas en muchas partes... El 12 de julio comenzó la embestida, con dos ejércitos soviéticos atacando desde el norte y el sur el gran saliente de Orel. A finales de mes, aún a costa de enormes pérdidas, los ejércitos de la URSS eran dueños de ese territorio. El 29 de julio, ante la inmensa avalancha que se venía encima, la Wehrmacht comenzó a hablar de "defensa elástica", que consistía en una retirada ordenada, lenta y continua, dejando tras sí tierra quemada y buscando siempre una buena posición defensiva donde pararse y hacer frente a los soviéticos. Esta táctica permitió a los alemanes mantenerse como fuerza de combate frente al Ejército Rojo pues de otra manera hubiera sido destrozada, cercados y rebasados, como les ocurriría en enero de 1945.

Efectivamente, el impulso soviético fue formidable durante todo ese verano de 1943. Si el Grupo de Ejércitos Centro de Kluge lo estaba experimentando en el saliente de Orel, al grupo de Ejércitos Sur de Manstein le tocó soportarlo en un frente de mil kilómetros, desde el Mar de Azov hasta Sumy. Cinco grupos de Ejércitos mandados de norte a sur por Vatutin, Koniev, Malinovsky, Tolbukhin y Petrov, le atacaron casi simultáneamente empujándole hacia el oeste sin darle respiro. Según cálculos del general suizo Eddy Bauer, autor de una prestigiosa historia de la II Guerra Mundial, la proporción de fuerzas entre alemanes y soviéticos en todo ese frente debía ser de 1 a 5. Así, pese a brillantes contraataques y a una intensísima y magistral conducción del arma acorazada, empleada en suturar todas las rasgaduras que se iban produciendo en sus líneas, los alemanes deben retroceder. El 22 de agosto reconquistaban los soviéticos la gran ciudad de Jarkov, segunda capital de Ucrania. Nikita Kruschev, adjunto político del mariscal Vatutin, lanzaba esta proclama: "¡Volvamos al trabajo! ¡Mantengámonos firmemente unidos! ¡Todo por el frente! ¡Todo por la victoria! ¡Cerremos aún más nuestras filas bajo ese estandarte que nos ha valido la victoria! ¡Adelante hacia el Oeste! ¡Adelante hacia Ucrania!" Efectivamente, ¡todo por la victoria! Los alemanes no pueden creerse la capacidad de recuperación soviética.

En el curso de tres meses encuentran que han descalabrado hasta tres veces a la misma división, que ha sido retirada del frente, recuperada, completada y vuelta a enviar a la lucha... Si los efectivos soviéticos son cinco veces superiores, sus bajas son también cinco veces mayores, pero las cubren sus inagotables reservas... mientras Berlín no puede recuperar sus bajas. Manstein, que debería haber recibido unos mil blindados nuevos en dos meses, apenas si ha logrado 400. Contaba con unos 1.500 a comienzos de julio y el 7 de septiembre tenía 477 (257 carros de combate y 220 cañones de asalto). En esas condiciones hasta Hitler reconoce que debe dejar el Donetz y buscar la protección del Dniéper; también deben abandonar la pequeña cabeza de puente de la península de Tamán, presionados por las divisiones de Petrov, en cuyo 18° ejército se distingue un responsable político: Leónidas I. Breznev, luego secretario general del P.C, soviético durante dos décadas. En el Centro no les iban mejor las cosas a los alemanes. Efectivamente, los violentos combates defensivos del verano habían desgastado a las unidades de Kluge igual que a las de Manstein. El 7 de septiembre contaba con 106 carros de combate y 191 cañones de asalto... aproximadamente el 10 por ciento de los efectivos reglamentarios. La marcha de las operaciones era tan halagüeña para la URSS que Stalin, por primera y única vez a lo largo de toda la guerra, se trasladó al frente (zona de Kalinin, responsabilidad del mariscal Yeremenko).

Pocos días después, como si fuera un homenaje a esta visita, las tropas de Yeremenko entraban en la ciudad de Smolensko, en las fronteras de la Rusia Blanca. Era el 25 de septiembre. Más al sur, en la zona de Manstein, el Ejército Rojo no se conformó con haberle rechazado hasta el Dniéper. En medio de lluvias torrenciales los ingenieros soviéticos montaron centenares de puentes que sustituyeron a los destruidos por los alemanes en su retirada y el 1.° de octubre, el mariscal Koniev, que hasta ese momento había estado casi en la reserva, pasaba a la ofensiva y establecía una poderosa cabeza de puente al oeste del Dniéper. Los ejércitos alemanes estaban agobiados en todos los frentes. La invasión aliada de Italia desviaba hacia el "segundo frente" la mayoría de las nuevas unidades que Alemanía podía organizar. Los Ejércitos del Este no sólo no eran reforzados, sino que apenas sí recibían tropas de refresco y armas en un 20 por ciento de lo que perdían. Mientras, los ejércitos se movían como un pavoroso rodillo que apenas era detenido algún momento por los obstáculos que se le ponían enfrente. Empleaban su artillería en concentraciones nunca antes vistas: hasta 300 cañones por kilómetro. Y tras una poderosa preparación, lanzaban sus carros, y tras ellos sus oleadas de infantería o caballería... si el ataque era rechazado, vuelta a empezar. Por otro lado, se comenzaba a dar en este inmenso frente un fenómeno nuevo, pero que ya seguiría hasta el fin de la guerra. La Luftwaffe había perdido el dominio del aire y, cada vez más, serán los aviadores soviéticos los que hostigarán a la infantería alemana. Antes, los generales alemanes clamaban por cielos despejados; ahora, sus contraofensivas deberán buscar los días cubiertos.

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