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Pacífico guerra

Desarrollo


El plan de guerra japonés fue presentado al Consejo Superior de Guerra el 6 de septiembre de 1941. Su primer punto era el aniquilamiento de la flota americana en Pearl Harbor, la "operación Z". El 26 de noviembre, el mismo día que la flota imperial salía de la bahía de Tankan, en las Kuriles, el Gobierno americano presionaba de nuevo para que Japón se retirase de China. El vicealmirante Nagumo, al mando de la flota, la hizo deslizar por una parte del norte del Pacífico habitualmente desierta de navegación mercante. Con tiempo pésimo y dificultosos reaprovisionamientos de petróleo en alta mar, la operación siguió su lento curso, mientras Washington y Tokio apuraban las negociaciones. A lo largo del viaje, la flota iba recibiendo los datos cambiantes en la base de Pearl Harbor, mientras su propia radio permanecía silenciosa. Era un majestuoso espectáculo plasmado por dos acorazados, nueve destructores, tres submarinos, dos cruceros pesados, un crucero ligero, ocho buques cisterna y seis portaaviones, entre ellos los dos más modernos (13). Además, contaba con cinco submarinos enanos que serían lanzados cerca del objetivo. En total llevaban 450 aviones. Nunca tamaña fuerza aérea se había aventurado por el mar y menos a tales distancias. El 1 de diciembre, el Consejo Privado, en presencia del emperador, autoriza el ataque. "¡Escalen el Monte Nikata!", emite la radio. Al día siguiente, Nagumo revela a la tripulación el verdadero destino de la operación y el 3 expone a los pilotos los objetivos concretos: los dos campos de aviación, unos cuarteles, dos bases aeronavales y la flota USA, y el mismo día, cuando se navega a unas 700 millas al nordeste de Pearl Harbor, se da la orden de virar al sur.

Entre el 4 y el 6 la flota se detiene en ocasiones para llenar los depósitos a tope y hacer regresar a los petroleros. Entonces se recibe la orden decisiva de la metrópoli. En el mástil del portaaviones Akagi ondea la misma bandera que en 1905 enarboló Togo contra los rusos. Cuando se halla a 640 millas de Pearl Harbor, llega la orden: "veinticuatro nudos, adelante a toda máquina". A las tres de la tarde del 6 de diciembre sólo están a 500 millas. A la 1,20 horas del día 7 desde Honolulú y a través de Tokio se recibe el último mensaje de la situación de la flota americana: "¡no hay portaaviones!", el número 1 de los objetivos previstos. Al alba se alcanza el punto de lanzamiento: latitud 26° N, longitud 138° W, es decir, 275 millas al norte de Oahu. A las seis horas del 7 de diciembre comenzaron a despegar los aviones y a las 7,55 caían las primeras bombas, que neutralizarían a la aviación norteamericana sobre sus adversarios. Era domingo. Si la vigilancia dejaba que desear, en día festivo aún se relajaba más y los japoneses contaban con ello. Antes de las 8,25 se registraron cuatro ataques sucesivos de aviones torpederos. Atacan a placer, como si de maniobras se tratara. Los torpedos son especiales para aguas poco profundas como las de la base. En aquel momento el 90 por 100 de los objetivos se habían logrado: teóricamente la flota del Pacífico había dejado de existir..., excepto los portaaviones.

A las nueve, tras dar vueltas durante un cuarto de hora, otra oleada de aviones ataca. Son aviones en picado y de vuelo horizontal que terminan con los aeródromos y buques menores. A las diez todo ha acabado. Entretanto la flota atacante se ha acercado a casi 200 millas para facilitar los regresos (14). Pero si la sorpresa de Pearl Harbor es dificil de comprender, la sorpresa de Manila es por completo incomprensible. Ocho o nueve horas después de haberse recibido la noticia de aquel ataque, al general Mac Arthur se le destrozaron 17 fortalezas volantes y numerosos aparatos de caza en el suelo, a cambio de siete cazas japoneses. Mac Arthur tuvo una segunda oportunidad y no un consejo de guerra y tampoco fue objeto de una investigación profunda. De lo de Pearl Harbor no se derivó más que la pérdida o inmovilización de unos acorazados que ya se estaban quedando anticuados y la toma del lejano islote de Wake, en tanto que las Filipinas serían el primero de los eslabones básicos que llevarían a la fulgurante expansión japonesa (15). Lo de Filipinas es aún más increíble, no sólo porque ocurría horas después de lo de Pearl Harbor, sino también porque en las islas disponían los americanos de una máquina de descifraje púrpura, cosa que no ocurría en las Hawai, precisamente porque siempre se consideró a las primeras como el objetivo japonés por excelencia... Pero Mac Arthur terminó como virrey de Japón.

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