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Datos principales


Rango

Renacimiento7

Desarrollo


Que Bramante recomendase a Rafael de Urbino para que le sucediese como arquitecto del nuevo San Pedro puede extrañar a quienes sólo lo consideren como excelso pintor, una de las cimas geniales de la pintura del Renacimiento. Pero Rafael había desplegado, desde su llegada a Roma en 1508 para ocuparse de los frescos de las Estancias vaticanas, una abundante actividad como proyectista de arquitectura, en la que se mostró plenamente identificado con el credo bramantesco, al que agregó notables aportaciones personales. Casi del momento de su arribo a Roma data (1509) la iglesia de San Eligio degli Orefici, no terminada hasta después de su muerte por Peruzzi en 1527. En sus reducidas dimensiones es ejemplo muy nítido, sin concesiones a lo decorativo que el artista prodigaría en otros casos, y con sencillez geométrica, planta de cruz griega, bóvedas de cañón lisas, pechinas y despojada cúpula, de la desnudez bramantesca, antecesora de la sobria dicción de El Escorial. Rafael demostró en los grandes escenarios pintados al fresco en las Estancias, especialmente en la Escuela de Atenas y la Expulsión de Heliodoro, que era capaz de concebir monumentales interiores abovedados que, lejos de la cortedad del templo de los plateros de Roma, pueden rivalizar no sólo con Bramante sino con muchas de las colosales construcciones de la Roma imperial. Incluso en el templo redondo con pórticos que puso como fondo al cuadro de los Desposorios (Milán, Brera), pintado aún en Florencia en 1504 y anterior a San Eligio, la escala supera la del Templete del Montorio de Bramante.

Tocó también al Sanzio abordar una de las iniciativas más adecuadas para un creador de varios talentos, por la ocasión de poder expresarse a la vez como arquitecto, pintor y escultor: la capilla funeraria del rico banquero sienés Agostino Chigi, una de las fortunas más abultadas de la Roma del primer Cinquecento, que Rafael levantó a un costado de Santa María del Popolo en 1512. La arquitectura es desde luego bramantesca, de planta centrada con cúpula sobre pechinas trapezoidales por apear sobre pilares achaflanados, pero la pirámide del sepulcro de los Chigi, un recuerdo egipcio tan exótico como la de Cayo Sestio de la época augústea, está flanqueada por un programa escultórico, pinturas y mosaicos de especial complejidad humanística y astrológica que sienta dioses olímpicos al lado del Creador, si no todo obra del pintor, al menos consecuencia de dibujos suyos. Del proyecto ideado por Rafael para la nueva basilica de San Pedro que el papa León X le encomienda, de acuerdo con la indicación de Bramante antes de morir en 1514, sólo conocemos la planta grabada por Serlio. Siguiendo los deseos del pontífice Médicis, que prefería la cruz latina, Rafael anticipó tres naves con capillas a un crucero todavía adherido al modelo bramantesco, aunque reduciendo la dimensión de la cúpula, dotando a los tres ábsides de deambulatorios y de ingreso dodecástilo a los pies. No tuvo tiempo de iniciarlo antes de su temprana muerte en 1520 y tampoco se aceptaron las estrechas naves laterales calificadas luego de callejones oscuros.

Mayor éxito tuvieron sus mansiones urbanas, como el palacio Vidone Caffarelli, de discutida filiación, el palacio Bronconio dell'Aquila (1520)), destruido en 1568 pero preservado en dibujo de época, en los que almohadillados y columnas incorporan relieves de estuco que mitigan la seriedad bramantesca. La ópera magna que ha dejado el Rafael arquitecto, proyectada el mismo año de su muerte, es la hermosa villa que en la falda del Monte Mario levantó como mansión de recreo y solaz para el cardenal Julio de Médicis, luego papa Clemente VII. Su actual nombre de Villa Madama lo obtuvo por haber sido residencia en 1536 de madame Margarita de Parma, hija de Carlos V. De haberse realizado la idea completa de Rafael habría sido una obra extraordinaria, con patio central circular rodeado por alas, hipódromo con cuadras, baños, ninfeo y hasta un teatro al aire libre. Queda como espacio noble la amplia logia con vanos hacia los jardines, cubierta por bóvedas de cañón y de arista pintadas al fresco con estucos, que rivaliza en esplendor con los interiores más suntuosos de la Roma antigua.

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