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Barbarroja

Desarrollo


El anuncio de invasión del territorio de la Unión Soviética por las fuerzas de la Wehrmacht había tenido en Leningrado un efecto mayor que en cualquier otra de las grandes poblaciones del país. Allí se organizaron de forma inmediata brigadas populares que mostraron su eficacia a partir del momento en que, tras dos semanas de penetración, los alemanes amenazaron la ciudad. El mes de julio vería a las fuerzas comandadas por el general von Leeb situadas a una distancia de solamente ciento cincuenta kilómetros de la ciudad. Desde esas posiciones, tres ejércitos tratarían de asfixiarla por completo partiendo de diferentes puntos en un movimiento concéntrico. Llegado el mes de agosto, Leningrado disponía únicamente de una vía de comunicación con el exterior, en dirección hacia el Este; el resto de su entorno se hallaba en manos del enemigo. Pero la fortaleza de Schlusselburg, llave de aquella única vía, sería tomada tras cinco jornadas de lucha, con lo que la tenaza se cerraba por completo sobre la ciudad. Ahora, aislada por tierra, solamente podía comunicarse a través del golfo de Finlandia y del lago Ladoga. Sin embargo, el ejército alemán y el finlandés habían establecido sobre la zona un control tan estricto que resultaba imposible utilizar la primera de ellas. Para entonces, más de un millón de personas de todas las edades se dedicaban a la construcción de trincheras y otros obstáculos para la defensa de la urbe. Por momentos, Leningrado parecía a punto de sucumbir, pero su mantenimiento se había convertido en una cuestión vital para el régimen soviético.

En efecto, ante todo de cara a la propaganda y al ánimo de los combatientes en general, no podía consentirse que la ciudad símbolo de la Gran Revolución de Octubre cayese en manos del enemigo. Sin embargo, cualquier observador objetivo no podía dejar de considerar la precariedad de la situación determinada por la carencia de alimentos y municiones, bajo los constantes bombardeos y ametrallamientos efectuados por la Wehrmacht y la Luftwaffe. La ciudad fue rodeada por un complejo sistema de trincheras y canales que debían impedir la entrada de las fuerzas adversarias, al tiempo que la totalidad del casco urbano era fortificado en profundidad. De forma paralela, las factorías de armamento, en especial la gigantesca Kirov, en ningún momento detenían su producción, fabricando carros de combate, motores, cañones y munición de toda clase. Llegadas las semanas centrales del mes de agosto, los atacantes se aproximaron hasta unos treinta kilómetros del centro de la ciudad, mientras que las tropas finlandesas actuaban desde el noroeste en apoyo de aquellos. Por otra parte, en la antigua San Petersburgo nadie esperaba recibir la menor ayuda procedente del interior del país, dado que la repentina invasión había desarticulado por completo gran parte de sus sistemas de organización. Debido a ello, los habitantes de la ciudad comprendieron que debían luchar en solitario, por lo que el soviet local decretó la movilización general.

De esta forma, más de trescientos mil paisanos fueron enrolados en las milicias populares, con el fin de que estuviesen en todo momento dispuestos a entrar en combate. Las tropas de asalto más eficaces eran las integradas por los obreros de las fábricas organizados militarmente, que acudían a sus puestos de trabajo provistos de sus respectivas armas para utilizar en caso necesario. Al mismo tiempo, el elemento femenino de la población actuaría de forma muy destacada, al lado de los jóvenes que todavía no tenían edad suficiente para entrar en combate. Unas y otros se dedicaban básicamente a la construcción de medidas defensivas, cuya efectividad quedaría demostrada en varias ocasiones en las que los atacantes trataron de introducirse en la ciudad. Con la llegada del invierno, las temperaturas descendieron a niveles no observados durante el último siglo. Esto haría que Hitler, seguro de conseguir la rendición de la ciudad por medio del hambre, enviase sobre Moscú a parte de las fuerzas que se encontraban asediándola. Pero en Leningrado, el abastecimiento aéreo que había comenzado no contribuía a remediar la situación más que en una medida insignificante. Además, debido al estado general en que se hallaba el país, no existían aviones, combustible ni alimentos suficientes para responder a las necesidades de la gran ciudad. Es entonces cuando los animales domésticos comienzan a ser utilizados como alimento por una población hambrienta.

Zdanov, secretario general del partido local, lanzó entonces la idea de disponer una pista sobre la helada superficie del Ladoga que, debido a las bajas temperaturas reinantes, tenía una capa de hielo de dos metros de espesor. A pesar de las dificultades de toda clase que este recurso representaba, la que sería denominada "carretera de la vida" supondría un alivio a una situación que presentaba ya rasgos insoportables. Las personas de constitución más débil -ancianos y niños principalmente- comenzaban a morir de forma masiva ante la carencia de alimentos nutritivos y de elementos de producción de calor. Ahora, la causa de estas muertes masivas -el hambre- sería oficialmente calificada de distrofia alimenticia, mientras que en los laboratorios los científicos trataban de hallar sustitutivos a los alimentos de los que se carecía. Cuando llegaron las últimas semanas del año, resultaba normal el espectáculo de ver a las personas muriendo en la calle. Los habitantes de Leningrado ingerían por entonces los más extraños artículos de que disponían, desde medicinas hasta cuero, y desde pintura hasta papel. Fue entonces cuando se multiplicaron los casos de antropofagia. Sin embargo, en aquel mes de diciembre, el Ejército Rojo logró hacer retroceder a los alemanes lo que permitió la reapertura de la línea Tikhvine-Volkov y la llegada de alimentos hasta la estación de Voibokalo. Desde este punto se construyó una línea férrea hasta la orilla del lago Ladoga, para enlazar con la "carretera de la vida".

De esta forma se incrementó el avituallamiento, aunque continuó siendo muy deficiente. Esto, junto a las bajísimas temperaturas -hasta 40° C- y la falta de combustible generó gran cantidad de fallecimientos. La mejora experimentada en los suministros supondrá a partir de entonces la posibilidad de ofrecer un mayor grado de nutrición a la población sitiada, pero en modo alguno resultaba suficiente para asegurar el mantenimiento de su existencia. Las cifras correspondientes a las muertes por inanición, siempre en número aproximado y más reducido que el real, ilustran acerca de los padecimientos soportados por los habitantes de la ciudad. Si en noviembre de 1941 los fallecidos habían sido 11.000, al siguiente mes fueron 50.000, y más de 100.000 los correspondientes a enero el siguiente año. En las calles, los cadáveres se amontonaban, sin que existiese sin embargo riesgo alguno de epidemia dado el intenso frío reinante. En febrero de 1942, fallecieron en la ciudad por hambre alrededor de cien mil personas. A pesar de todo, las actividades culturales y artísticas trataban de mantenerse vivas, sirviendo como instrumentos de conservación del interés por seguir viviendo, impidiendo que la gente se abandonase a la muerte. Por sectores sociales, los fallecimientos se ordenan de la siguiente forma: en primer lugar, caen ancianos y niños; luego, los hombres y finalmente, las mujeres. Con el inicio de la primavera de 1942, al tiempo que aparecen expectativas de un descenso de la mortalidad -situada ahora alrededor de los dos millares de personas por día-, otros graves peligros amenazan la existencia de los habitantes de Leningrado.

Por una parte, aumenta el riesgo de epidemias debido al elevado número de cadáveres depositados en las calles; por otra, el deshielo obliga a poner fin a la utilización de la capa de hielo como soporte de la "carretera de la vida". El primero de estos problemas será solucionado mediante un programa de limpieza en el que colabora la población que no se encuentra laborando en las fábricas o en el frente. El segundo será subsanado mediante la construcción de barcazas que mantendrán el aprovisionamiento a través del espacio del Ladoga. Así, mientras la ciudad es aprovisionada en mayor volumen, llegan a ella fuerzas militares al tiempo que se procede a la evacuación de las personas inútiles para el combate. Mientras el frente se mantenía estático, los habitantes de Leningrado procedían a la recolección de las hortalizas plantadas en todos los espacios disponibles de la ciudad y recogían madera para utilizarla durante el próximo invierno. A finales de 1942, solamente quedaba un millón de habitantes, un tercio del total, dispuestos a defenderse en la forma más decidida. En el mes de enero de 1943 la noticia del triunfo soviético en Stalingrado levantó de forma muy señalada los ánimos de los sitiados. El día 13, el Ejército Rojo lanzó una ofensiva contra los atacantes al mismo tiempo desde el interior de la ciudad y desde la retaguardia de aquellos. La ruptura del cerco permitirá a partir de entonces el establecimiento de una vía férrea con dirección a Moscú.

Sin embargo, y a pesar de este revés, las fuerzas alemanas no se retiran y la Wehrmacht y la Luftwaffe inician un sistemático bombardeo y ametrallamiento de Leningrado a niveles hasta entonces nunca mostrados durante la guerra. Las zonas habitadas por población civil son elegidas con preferencia como objetivos de estas acciones, con el fin de provocar el masivo pánico de sus habitantes. La artillería y la aviación determinarán de esta forma la vida de los leningradeses durante largos meses. Sin embargo, el rumbo de la guerra ya se ha definido a favor de los aliados, y el Reich se encuentra en posiciones de retirada en todos los frentes. En Leningrado, los habitantes que permanecen en sus puestos de trabajo o de defensa tratarán entonces de conservar y mejorar sus condiciones de vida. Sin embargo, ahora a los efectos del hambre se añaden los producidos por los bombardeos, que en las semanas finales de aquel año de 1943 producirán más de dieciséis millares de muertos. El día 14 de enero de 1944 dio comienzo la definitiva batalla por la liberación de la ciudad. En ella se pusieron todos los efectivos posibles por parte soviética, y a lo largo de dos semanas al enfrentamiento adquirirá grados de especial intensidad, al existir la conciencia por parte de ambos contendientes de que se trataba de una lucha definitiva. A fines de este mes, la capital del norte es liberada, acto que será conmemorado el día 27 después de novecientas jornadas de asedio. Las cifras oficiales situaron en un total de 632.000 el número de personas muertas por diversas causas durante el mismo. Sin embargo, ha quedado suficientemente probado que éstas habían superado con mucho la cifra del millón.

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