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Barbarroja

Desarrollo


Las órdenes cursadas en los primeros instantes revelan inmadurez estratégica y desconcierto. A las sorprendidas unidades soviéticas se les ordenó que no retrocedieran; al contrario, que avanzaran y llevasen el combate a territorio enemigo. Las unidades alemanas habían de ser "cercadas y aniquiladas". Fruto de esta orden, las divisiones acorazadas soviéticas de la segunda línea defensiva, que debían haber sido mantenidas cuidadosamente como reserva, fueron lanzadas de forma prematura a la batalla. El 24 de junio, en varios lugares, los alemanes se habían adentrado más de 150 kilómetros en territorio soviético y las órdenes fatales habían permitido que los nazis cercasen a fuerzas rusas en número considerable. Hay pocos testimonios sobre las primeras reacciones de Stalin, pero su ausencia de las columnas de prensa durante cinco o seis días y la velada autocrítica pública que hizo en su primera aparición tras este breve eclipse ponen de manifiesto que el dictador rojo cayó en una especie de postración y que posiblemente su carrera se vio comprometida. De lo que a todas luces fue un error, Stalin supo sacar provecho y su autoridad salió reforzada. Después de una entrevista violentísima con el mariscal Timoshenko el 22 de junio, en la que Stalin se plegó a las demandas de Alto Estado Mayor, el jefe del Estado se encerró de nuevo en su villa de Kúntsevo y guardó silencio. La prensa anunciaba iniciativas tomadas por los mandos militares en las que no figuraba el nombre del secretario general.

El líder de los nervios de acero se mantenía en un desconcertante mutismo. Todo parecía perdido. Sólo a primeros de julio les pareció a los ciudadanos soviéticos que la maquinaria del Estado se ponía otra vez en marcha y que el hombre que había gobernado hasta entonces volvía a dominar la situación. Se creaba un Comité de Defensa del Estado presidido por Josef Stalin y éste, tras dos semanas de silencio, se dirigía el 3 de julio al país. "Habló con voz apagada y lentamente, con su marcado acento georgiano", ha escrito Konstantin Simónov. En un momento dado, alzó una copa con mano temblorosa y los radioescuchas pudieron oírle beber agua. El embajador Maiski ofrece una visión más contundente: "Fue una exhibición negativa. Stalin habló con voz monótona y mate, deteniéndose a menudo y respirando con dificultad... Parecía estar enfermo y en el límite de sus fuerzas". Desmintiendo en parte lo que escribía la prensa sobre las derrotas que el Ejército Rojo infligía a los alemanes, admitió Stalin que las pérdidas eran considerables y que los ejércitos del Reich se habían apoderado de Lituania, Letonia, Bielorrusia occidental y gran parte del oeste de Ucrania: "Nuestro país corre grave peligro", manifestó: "Hermanos, hermanas: me dirijo a vosotros, amigos míos... Os pido que os unáis alrededor del partido de Lenin y Stalin". Pero estimó que, sobre todo, debía seguir defendiendo el pacto firmado con Hitler.

Ningún país amante de la paz podía rehusar un tratado de no agresión, aunque le fuese ofrecido por gente tan pérfida y monstruosa como Hitler y Ribbentrop. Con este pacto, Rusia había ganado un año y medio de paz. De paso saludó la declaración histórica de Churchill, según la cual Gran Bretaña prestaría su ayuda, así como las manifestaciones del Gobierno de Estados Unidos, que se disponía a aportar una asistencia material, todo lo cual no dejaba de despertar un sentimiento de gratitud en los corazones de los pueblos de la Unión Soviética. De todos modos, gran parte del discurso estuvo centrado en un llamamiento a la lucha sin tregua contra el enemigo y a la táctica de guerra calcinada en las regiones que éste fuese a ocupar. Como ha escrito Simónov: "La verdad era amarga, pero por fin había sido anunciada y uno notaba entonces un suelo firme bajo sus pies". Curiosamente, la autoridad de Stalin no quedó disminuida con su imprevisión y la subsiguiente derrota de las tropas rusas. La política de Stalin estaba determinada desde el pacto de amistad y cooperación que la URSS firmó con la Alemania nazi en agosto de 1939. Y el propósito de este pacto no era evitar la guerra, sino retardarla, ganar tiempo y permitir la consolidación de un Ejército Rojo diezmado por las purgas y fabricar el armamento necesario para el enfrentamiento inevitable.

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